Tabaré Rivero: Rock Combativo Cultural

Entrevistamos a Tabaré Rivero, viejo conocido de aquellas primeras épocas rockeras ochentosas que supimos vivenciar en consonancia, cada uno desde su “rincón”. Encarando un nuevo festejo en este 2020 en el marco de sus 35 años de actividad continuada, ni más ni menos, encontramos un Tabaré lleno de energía, como es habitual. Las preguntas fueron varias, aunque muchas quedaron en el tintero. De todas formas, creemos que es un rockportaje muy interesante. Lean y después nos cuentan.

SR: 35 años rockeando. ¿Cuál es el secreto para esa permanencia?

Tabaré: El único secreto que hay es que toda mi vida, desde los 7 años, soñé con tener una banda de rock. Antes de la dictadura toqué el bajo en alguna banda. Después con la dictadura pensé que nunca más iba a hacer música. Me dediqué al teatro, porque así yo podía decir cosas que en la dictadura era la única manera de decirlas: lo dijo Shakespeare o Chéjov, no lo dije yo (risas). Cuando vino la democracia, tuve la suerte que había unos amigos que me insistieron para que cantara mis canciones. Como era actor del Circular, pedí la sala y me la dieron. A fines del ’85 armé una especie de café concert medio oscuro, con 15 canciones, y se agotaron las entradas. Fue un ciclo de cuatro o cinco toques, y pensé que después de eso se iba a acabar. Los músicos eran Riki Musso, Baroncini, sustituido luego por Albin Pintos, Javier Silvera, y Andrea Davidovics, que hoy por hoy es una grandísima, grandísima actriz. Luego hicimos unos toques más y funcionó. Mi sueño era tocar el bajo en un rincón, pero cantar mis propias canciones… Yo tocaba en reuniones y nadie me daba bola, no tenía carisma ni buena voz. Yo intentaba cantar temas de Spinetta, Beatles o Los Abuelos de la Nada, y me salían con la voz muy abajo. Era un bodrio escucharme cantar (risas). Y de repente se llena una sala y la gente aplaudió pila esos toques, yo digo “esto es el sueño de mi vida”. Y todavía hoy, 35 años después, sigue siéndolo y no lo puedo creer.

SR: Pasaste por todas las etapas del rock nacional desde los ’80s hasta la actualidad. ¿Cuál es la fórmula del éxito?

Tabaré: A veces tuvimos éxito y a veces no. Hay bandas que les va bárbaro, y nosotros siempre estuvimos en un nivel, que yo digo que es el que me merezco, porque nunca hice nada por tener éxito. Para mí la fórmula es tener ganas. Toda mi vida está pensada con la mente siempre puesta en la banda. Por ejemplo, ahora en enero no nos estamos viendo con los músicos, pero mi mente está en la banda. Mi entusiasmo está puesto ahí. Creo que es eso. La persistencia, porque me encanta. Y a esta altura, soy un tipo agradecidísimo a la vida, que hago lo que me encanta. Nunca hice un mango con esto; en los últimos 15 años no perdemos, y a veces algún dinerillo agarramos. Pero si yo junto todo lo que hice en un año, me da para vivir dos meses, y mal.

SR: A lo largo de todos estos años mantuviste una línea clara, pero de cualquier manera hubo diferentes elementos a nivel musical. La Ópera de la Mala Leche fue lo primero fuera de lo que es estrictamente rock, pero hubo otras experiencias.

Tabaré: La Ópera de la Mala Leche, para mí, fue lo que salvó a La Tabaré del derrumbe total: en el año ’90, en Uruguay no había nada de rock, ni de nada, probablemente. No había dónde tocar, y lo que era peor, si ibas a un programa de radio, te trataban como si fueras un rockerito. El teatro me abrió la puerta en ese sentido. Me había informado de las óperas rock, Tommy de Los Who, etc., quería hacer algo acá, y tenía todos los elementos. Yo había sido actor, egresado de las escuelas de arte dramático, tenía amigos actores, podía pedir la sala del Teatro Circular. La gente empezó a ir mucho, y me empezaron a ver de otra manera: “este tipo no es un rockerito, es un rockerito actor”. Eso antes importaba, ahora a nadie le importa. Como rockeros éramos muy menospreciados, había que demostrar que sabías tocar. La Ópera me abrió las puertas para programas de televisión, publicitarla y hablar de que el rock era otra cosa. Además yo tenía toda la esperanza de que el rock fuera otra cosa, que fuera cultura. Después la realidad me demostró otra cosa distinta. Esa fue la lucha. En el ’91 la repusimos, y en el ’92 hicimos Putrefashion. Esos años que fueron jodidasos para el rock, yo los defendí con operetas.

SR: También hubo coqueteos con otras vertientes, algo de tango …

Tabaré: Eso surgió en la charla con un amigo que había conocido en Italia, al que le había llevado un par de cassettes con los dos primeros discos. Le muestro loco de la vida Sigue Siendo Rocanrol, y me dijo: “Esto acá en Italia hay miles”. Primero me molestó que me dijera eso, pero después me puse a pensar y tenía razón. Entonces pensé en mezclar eso con nuestro ambiente, con sonidos uruguayos. El disco Apunten… ¡Fuego!! está lleno de sonidos, que yo digo que son los que envuelven la vida del montevideano y de otros lugares donde estuve: meter zambas, bandoneones. Yo no soy ni candombero ni tanguero de ley, a mí me gusta el rock y el blues. Pero todos esos sonidos son los que hacen el sonido de mi vida.

SR: De cualquier manera, siguió siendo rock and roll para vos. Hoy por hoy, ¿qué es el rock and roll para La Tabaré?

SR: Nada. A ver, en aquella época mi punto de vista era que el rock era cultura o contracultura, donde las tapas de los discos long play eran arte, donde los textos venían en hojas que podías leer y eran poesías. Los músicos intentaban ser poetas. Se descubría el surrealismo, aunque ya había sido inventado 40 años antes. En los discos se decía quién tocaba los instrumentos, quién hacía los arreglos, quién era el productor, dónde había sido grabado. Todo eso era un conjunto de arte, un paquete artístico. También había escultores, revistas donde la gente dibujaba. Todo eso hacía a la cultura rock, y yo creía que era eso. Después había otra gente que creía que el rock and roll era Elvis y mover la cadera, y me parece bien. Otra gente que creía que el rock era picarse y llenarse las venas de agujeros. Después se fue abriendo, gente que decía que el rock es un negocio, o que debe ser combativo, o debe ser solamente un volumen muy fuerte de metal. Mil historias, pero las que más me dolieron eran las que decían que el rock era simplemente entertainment. Y me empezaron a demostrar que todo era un negocio, y me di cuenta que el rock no es nada. Cada uno tiene una idea distinta del rock, y yo manejo la que más me gusta a mí, que es que el rock es contracultura inteligente. Me gusta que sea inteligente. Ahora, ¿qué es ser inteligente? La inteligencia la mido yo en mi cabeza.

Foto: Gianpaolo Giaimo

SR: Vos ya lo habías dicho hace mucho tiempo en el tema “La Mugre de tus Orejas”: “el rock también es mentira”.

Tabaré: En aquel momento me empecé a dar cuenta. Si bien el primer disco lo hice enamorado del rock y pensando que iba a cambiar al mundo con todos los rockeros juntos, porque era muy soñador, ya en el segundo me entré a dar cuenta que no lo íbamos a cambiar, que cantábamos “Somos todos subversivos” y no éramos para nada subversivos, y me empecé a dar la cabeza contra la pared y a desengañarme.

SR: ¿Y adónde llegamos? ¿El rock está muerto, como dicen ahora?

Tabaré: Está igual que siempre, no sé si el rock estuvo vivo de otra manera. Creo que el rock vivo fue en los ’60 en anglosajonia y en el Río de la Plata en principios de los ’70. Después no sé, el rock sigue vivo porque la gente sigue yendo a los conciertos, y muchas veces desintoxicándose el alma. Creo que quizás deba servir para eso, con un nivel artístico, más poesía, arreglos musicales, más arte en globalidad. Esa es mi visión. No sé si está vivo o si está muerto. Vivimos en atrapar la cáscara, que es lo que la gente consume, y dejar la esencia. La idea mía es tratar de mostrarle a la gente que el rock tiene esencia. A veces le emboco, a veces le erro (risas).

SR: ¿Te parece que de alguna manera, el rock sigue siendo una herramienta de cambio?

Tabaré: No, no como antes. No, porque es terminal de todo, el rock no está vinculado al arte, ahora es todo separado. El rock hoy es todo, es el hip hop, el pop, el candombe-jazz, todo está incluido en la batea. Entonces no tiene una fuerza contundente. El rock sirvió en los ’60 en la guerra de Vietnam, tenía un concepto. También sirvió en el mayo francés, y acá en el Cielito del ’68-’69 con las primeras bandas de rock. Ahora el rock no acompaña una movida revolucionaria: la acompaña el rock, la murga, la cumbia y el tango. Y hasta los más revolucionarios encuentran que la música es para divertirse y no para escuchar, y les gusta más la cumbia. El rock perdió esa fuerza que podía tener. Como es mi sueño, yo la mantengo, porque el único motor que me mueve a hacer rock, es ése: me mueve a hacer música, arte que tenga que ver con una cosa combativa culturalmente.

SR: Muchos años de La Tabaré y muchos cambios de integración. ¿Qué te sumaron y qué te restaron esos cambios?

Tabaré: El sueño de mi vida fue siempre una bandita como Los Beatles o Los Rolling: mis amigotes de la escuela y el liceo que arman una banda y siguen amigos. No lo pude hacer ni desde el primer día porque yo ya era 10 años mayor que los músicos. Había una diferencia de vivencias políticas, de haber escuchado cosas, y hasta de diversión. Tuve que llamar gente de diferentes clases sociales, barrios, estilos de vida, opiniones respecto a lo que es el rock. Todo eso ha generado discordias, sumado a que nunca hubo un mango como para que fuera un sueldo. Yo tenía una idea muy firme de lo que era La Tabaré, y nadie me iba a desviar del camino, pero aceptaba, y cada vez aceptaba más. Ahora acepto que me digan cualquier cosa (risas). Además los músicos a veces no se llevaban bien entre ellos, o yo no me llevaba bien con alguno, o emigraban, o se casaban y tenían hijos. Lo malo era que había que empezar de vuelta siempre. Pero eso es un mal del Uruguay: siempre cada año hay que empezar de cero. Lo positivo fue que cada músico trajo un aporte distinto, una mentalidad diferente. Todos pusieron ganas, y de todos aprendí mucho, porque yo no soy músico.

SR: En la fórmula de La Tabaré siempre estuvo presente una mujer. ¿Cuál es el balance que buscás?

Tabaré: Primero porque mi voz es muy baja y necesitaba una voz masculina o femenina aguda. Andrea Davidovics fue la primera, la que tenía la voz aguda que me encantaba, y a ella le gustaban mis canciones: una especie de casualidad. Pero hay otro motivo más, antes de La Tabaré había escuchado un disco de Georges Brassens cantado en español por un dúo argentino, que se llamaban Claudina y Alberto Gambino. Me encantaba el diálogo que había entre ellos cantando, que fue lo que hicimos después con La Tabaré siempre. A esto se sumó que alguna vez un rockero me dijo: “Cantar con mujeres no es de rock”. Qué no va a ser; entonces más mujeres voy a poner en la banda.

SR: Es un sello de la banda, también.

Tabaré: Sí, lo es, pero de eso me di cuenta con el correr del tiempo. Me siento bien de que haya una energía femenina, me hace sentir muy cómodo.

SR: ¿Hoy en qué etapa estás?

Tabaré: Estoy en una etapa de mucha felicidad. Con los músicos hace por lo menos 10 años que estoy con la mayoría de ellos, 8 con alguno. La cantante sí es nueva. Es una salteña que tiene una energía lindísima. Nos llevamos muy bien, y son todos 30 años menores que yo. Y sin embargo ellos me hacen sentir que soy amigo y yo los siento como amigos. Es el sueño de mi vida, lástima que me demoré tanto tiempo.

SR: ¿Tabaré es un tipo difícil?

Tabaré: Ahora no. Fui insoportable. Pasé mucho tiempo de mucha rabia, mucho odio, por mi vida personal. Y porque la dictadura me llevaba a un aburrimiento muy grande con ganas de romper todo. Yo me sentía un punk de cabeza. No tenía una cresta, pero andaba de campera de cuero negro. Yo había dejado el teatro y no era un personaje, era yo de verdad. Todo lo otro era un Tabaré teatral contenido. Cuando pude liberar eso salí con mucha rabia, y era más rabioso que los pendejos punkies. Después, por suerte, con familia, hijos, mujer, etc., lo fui dosificando y me acordé que lo que me tiene que mover es el arte, no el odio.

Foto: Javier Calvelo/adhocFotos

SR: Se vienen lo festejos de los 35 años. El primer espectáculo es el 15 de febrero en Plaza Mateo. ¿Cómo sigue después el año?

Tabaré: Hay un toque en Buenos Aires en La Trastienda el 28 de marzo, y otro más también en Argentina. Después tocaremos a lo largo del año en algunos lugares. El último toque de festejo, grande, sería en el SODRE en setiembre. Para todos los toques vamos a tener invitados, pero el festejo final quiero hacerlo con mucha gente a la que quiero. La idea era juntar a toda la gente que estuvo en la banda, pero algunos no están en el país, y otros no quieren tocar con tal o conmigo (risas). Voy a llamar a la gente que quiero y que me quiere. Y volver a festejar. A mí me encanta eso de juntar artistas, actores, malabaristas o trapecistas. Mezclar todo y que sea una fiesta – fiesta. No un concierto donde tocamos 30 temas uno atrás del otro y chau, muchas gracias. A veces también está librado a la improvisación, ya que no tenemos tiempo de ensayar mucho con cada músico. A veces da lugar al error, pero yo lo considero parte del rock, de la frescura, de lo que se está haciendo en ese momento. Es un encuentro de hermandad. A esta altura de mi vida es cuando estoy más enamorado, agradecido y abrazándome con la gente. Antes no, hacía rock para pegarle una patada en el culo a todo el mundo.

SR: Tus espectáculos siguen teniendo tu carga de teatro.

Tabaré: Y sigo teniendo mi carga de rabia, también. Trato de balancear, un tipo rabioso no es un tipo feliz.

SR: ¿Sacan un disco este año?

Tabaré: Era la idea. Habíamos empezado a arreglar canciones, pero toda esta sucesión de ensayos comprometidos nos quita tiempo para el disco. Vamos a hacer varios toques en el interior, y espero que no sea una seguidilla de toques en Montevideo. La idea sigue siendo sacar un disco este año, porque las canciones están prontas, lo que falta es ensayarlas bien y entrar al estudio.

SR: El disco anterior, Blues de los Esclavos de Ahora, tuvo bastante éxito, ¿no?

Tabaré: Yo creo que sí, que se volvió al éxito. Creo que influyó también el movimiento de Daniel Andino como manager, que ha hecho que el disco se mueva muy bien en las redes, cosa que yo desconozco.

SR: Tabaré rumbo a los 40 años, ¿cómo te ves ahí?

Tabaré: Ojalá la vida me dé para hacer todo el rock, toda la música que pueda; canciones que me salgan bien. Ojalá no marque bobera, aunque ya marco bobera porque me olvido de las letras, pero eso no importa porque me pasó toda la vida (risas). Yo me veo bien, pero claro, los que envejecen relativamente bien, no se ven mal. Yo espero que me avisen, y yo creerles, cuando me digan “no subas más”, y no hacer la gran Chuck Berry acá en Montevideo. Eso espero que no me toque.

SR: Pero rock hasta el final.

Tabaré: Eso no cabe duda. Yo estaré en el lecho de muerte escuchando algún rock o algún blues, o música hindú o folclore: estaré escuchando música honesta, y probablemente sea el rock el que me mantenga el corazón latiendo al ritmo de la batería.

SR: ¿Querés agregar algo?

Tabaré: Me gustaría agregar el nombre de los músicos: Sebastián Gagliardi en teclados, Enzo Spadoni en trombón, Martín García en el bajo, Chelo Lacava en la batería, Leo Lacava en la guitarra y Pamela Cattani cantando. El manager Daniel Andino, y el sonidista que también es parte de la cooperativa, porque en La Tabaré cobramos igual todos, Ricardo Dipaolo, que es el mismo sonidista que tengo desde el año ’93. Quiero realzar la importancia de esta banda, de todos estos muchachos que me están acompañando ahora, que hace muchos años que estamos juntos. Que si bien el pasado de La Tabaré es importantísimo, lo que me importa más es el futuro con estos muchachos. Espero que no tenga que venir otro nuevo integrante, pero si tiene que venir alguno, que también sea con esta onda festiva, combativa y artística que nos gusta.

Ariel Scarpa