Esta serie de artículos está dedicada a músicos de rock nacional que ya no están entre nosotros. En esta oportunidad nos referiremos a Rudy Mentario, bajista y guitarrista de una época de La Tabaré Riverock Banda. El artículo está compuesto de una pequeña biografía y una parte fundamental: gente del ambiente del rock cercana a Rudy que contribuyeron especialmente para este artículo respondiendo seis preguntas. Para el Rockuerdo de Rudy, contamos con el aporte de Tabaré Rivero (La Tabaré), Gustavo Ogara (La Tabaré, Kongo Bongo, La Plaga, Sonora De Irse, El Mono Que Piensa, Kulkat, acompañando a Emil Montgómery y Gabriel Estrada, entre muchas otras bandas y solistas), Álvaro Pintos “Alvin” (La Tabaré, El Cuarteto De Nos), Marcelo Martino (Gas Tóxico, La Tabaré, La Plaga, La Pajas Blancas Blues, Cocineros Del Ácido, Loto, con la banda de Chirola Martino y con la de Coné Vencino) y Andrés Burghi (Gato Negro, La Tabaré).
Si decimos Rodolfo Bier, seguramente nadie sepa de quién estaremos hablando. Pero no hay duda que si decimos Rudy Mentario, rápidamente vendrá a la mente una imagen personalísima y de seriedad que Rudy supo poner sobre los escenarios rockeros de los ’80 y ’90, la cual llamaba siempre la atención. Era inevitable dirigirle las miradas por su apariencia y por cómo se diferenciaba de la estética planteada en la propia Tabaré y en las demás bandas del medio.
Nacido un 6 de diciembre de 1956 en el seno de una familia judía, supo integrar La Tabaré Riverock Banda de 1987 a 1992, desempeñándose como bajista inicialmente y volcándose a la guitarra luego, además de ejecutar diversos instrumentos alternativos. Antes de tocar con La Tabaré, tocó en un grupo llamado El Golem, a fines de los ’70. Al respecto, recuerda Tabaré Rivero, su gran amigo: “El rock progresivo estaba de moda y ése era un grupo de rock progresivo. Creo que tenía dos teclados, y tenía guitarras acústicas pero haciendo rock. Igual que a mí, a él le gustaba mucho la versión electro acústica de Crosby, Stills and Nash”. Su partida para Brasil en 1992 puso distancia en kilómetros con Tabaré, pero no en su amistad.
Tabaré es muy claro en cuanto a la amistad que los unió: “Lo más importante es que fuimos grandes, ¡¡¡pero grandísimos amigos!!! Desde Pro-Art, hasta sus últimos días fuimos como hermanos, a pesar de las grandes diferencias y luego la distancia física. Compartimos mucho antes de La Tabaré. Muchos campamentos, guitarreadas, salidas con noviecitas, trasnochadas cagándonos de la risa, borracheras y hasta llantos de fracasos amorosos… y todo lo que se pueda imaginar de unos adolescentes de 17 ó 18 años queriendo hacer música en dictadura, o intentando abrirse camino en la vida con todos los baches que eso significa tanto en el aspecto social como sicológico. Hasta una adultez en la que nunca dejamos de mantener contacto, siempre manteniendo el humor a la distancia, aunque fuera por carta o por correo electrónico”. “Es importante destacar todo lo que significó Rudy en mi vida y quizá (o sin quizá) lo que signifiqué para él. Sobre todo porque siempre tuve muchos compañeros a los que quise y quiero mucho y otros muchísimo, pero nunca fui de tener más de 4 ó 5 amigos del alma, y Rudy sí, fue uno de esos amigos del alma. No estoy hablando de alguien que sólo hizo música conmigo. Él fue un AMIGO…”.
Tabaré es quien brinda las pinceladas que pintan a Rudy en sus distintas facetas a lo largo del tiempo. Un hombre con una personalidad destacada y variable, que se adecuaba a lo que él entendía que debía vivir en determinados momentos. Ese desdoblamiento se trasladaba a sus distintos roles según lo que estuviera interpretando. Tabaré recuerda: “Su nombre verdadero era Rodolfo Bier. Con La Tabaré era Rudy Mentario, cuando tocaba flamenco era Rodolfo De Triana, cuando tocaba otras cosas era no sé cuánto de Almería, y cuando tocaba música brasileña era Chico Dantas. Tenía un nombre para cada uno y no soportaba que estando en un lugar le dijeran que era de tal otro”. “Estos distintos nombres no tenían directamente diferentes personalidades, pero sí roles distintos. En La Tabaré era el tipo serio, de barba, bombín y lentes, serio de verdad. Cuando iba a Punta del Este era un hombre bien vestido con una camisita y un pantalón blanco que tocaba una canción en portugués en una cafetería. Cuando era guía turístico, era todo lo contrario. Paseaba a los turistas y les hacía chistes, chistes para viejos, de esos (como decía él) “que vienen con sandalias y con medias”», nos revela Tabaré.
“¿Guía turístico?”, preguntamos extrañados. “Sí. Era guía turístico y había hecho hasta 4° o 5° año de Química, en lo que le había ido muy bien, pero se aburrió. Además, era oceanógrafo. Sabía hablar perfectamente alemán, inglés, portugués y algo de italiano. En Brasil se hizo profesor de idiomas, trabajó para Red O Globo traduciendo películas. Era un tipo multiuso. Hizo títeres y también teatro con la que era mi mujer en aquel entonces y con Elsa Mastrángelo, que después fue una gran actriz, y otras personas más. Le gustaba mucho actuar; en general, no tenía mucha vergüenza. Tampoco le importaba demasiado ser actor”, reseña Rivero.
Sobre su vida en general, Tabaré recuerda: “Era un tipo judío de parte de padre, y como la madre se había tenido que convertir al judaísmo, él heredó eso. Pero no era para nada creyente, hasta que en Brasil, a determinada edad, se hizo new age. Sí le tenía cierto respeto al judaísmo. Primero se burlaba de todo eso, pero ya de grande, no. Se había ido para el otro lado, creía en los espíritus y muchas cosas. En Brasil hay mil religiones y creo que él caía en todas (risas). Inclusive era ateo, también, si lo pinchabas un poco”.
Para el rock de los años ’80, Rudy tuvo un pasaje en una banda destacada, como lo era y lo es La Tabaré. Pero sus inquietudes musicales habían comenzado bastante antes, y tuvieron lugar en una banda que dio en llamar Exul, como comenta Tabaré más adelante. También participó de otros emprendimientos antes y después de La Tabaré, como el coro Upsala, pero fue con esa banda como llegó a todos nosotros.
Rudy era un músico extremadamente exigente consigo mismo y con los que lo rodeaban. Incluso con las músicas que escuchaba y con sus ejecutantes. Dueño de una personalidad que no resultaba fácil de comprender y asimilar, le preguntamos a Tabaré: “¿Cuándo gozaba? ¿Sobre el escenario?”. “No, sobre el escenario, nunca”, nos respondió. “A no ser en un extremo caso en que las cosas salieran más o menos bien. Abajo del escenario siempre estaba molesto por algo. Creo que él gozaba cuando hicimos ¿Qué Te Comics-te?, en la cual hizo la música incidental de todo, la música que no llevaba letra. Él la había compuesto y la había dirigido. Para el bajista y el baterista, los ensayos fueron insoportables. Al principio, el batero era Pepe Canedo, después dejó de serlo. En ese entonces, era menor de edad, así que Rudy lo iba a buscar a la casa y le prometía a la madre que se lo devolvía sano y salvo. Después de los toques, todos nos íbamos a chupar algo por ahí y Rudy iba hasta la casa con Pepe y se lo entregaba a la mamá. Era medio papá, esas cosas de buen tipo”. También destaca Tabaré: “Era hiper responsable: no llegaba tarde nunca a un ensayo y le molestaba que los demás lo hicieran, así fueran 10 minutos”.
También nos cuenta Tabaré: “Tenía un humor muy bueno. A pesar de su mal humor, era muy gracioso. Nos reíamos mucho mirando televisión porque él se burlaba de todos los caretas que aparecían. Ahí se le iba la rabia. Era un humorista muy incisivo de todo lo que veía de los uruguayos o argentinos. Todo era una payasada y daba en el clavo justo”. “Era el alma de las fiestas tocando la guitarra cuando había mucha gente, porque era una especie de rockola humana, sabía muchas canciones. “Yo me pongo a tocar la guitarra para agarrar mujeres y termino borracho, tocando solo, y se fueron todos con las mujeres”, nos decía”.
La amistad que unió a Rudy y a Tabaré fue prolongada y queda de manifiesto varias veces en la charla que mantuvimos con éste último. “Cuando se fue con el coro Upsala a Europa, se iba a quedar a vivir con el hermano en Madrid. Al final se peleó y se vino. Yo le mandé una carta muy triste, donde le decía que era mi amigo del alma, que lo iba a extrañar. Me respondió que volvía a Montevideo y fue una alegría para mí”, recuerda Tabaré con cierta nostalgia.
Esa amistad profunda también le permitió a Tabaré conocer a Rudy en todas sus facetas, como se puede comprobar en los variados comentarios que el vocalista aporta sobre distintos aspectos de la vida de Rudy, como el siguiente referido específicamente al aspecto económico relacionado a la banda. “Era un tipo que le gustaba mucho el dinero. Yo le dije de entrada: “No va a haber dinero en esta banda ni es lo que me importa a mí. Yo trabajo en otra cosa”. Me dijo: “Yo también trabajo en otra cosa, pero esto tiene que rendir y dar dinero algún día”. En Montevideo Rock II nos pagaron muy bien, y creo que fue de las pocas veces que estuvo feliz”.
Rudy fallece el 18 de octubre de 2020 en Brasil, donde había elegido vivir hacía muchos años.
Conociendo a Rudy
Tabaré: A Rudy lo conocí cuando tenía 16 años. Me lo presentó un amigo mientras estábamos escuchando música en una casa. A los 18 lo volví a reencontrar y empecé a verlo con asiduidad, prácticamente todos los días, porque ese amigo armó un grupo multiartístico que se llamaba Pro-Art, que estaba conformado por varios grupitos. Eran tres grupos de música, cuatro actores, dos pintores que pintaban en escena, poetas que aparecían y leían sus textos, cosas bien de los años ’70. Eso fue en el año ’75. El encargado de armar ese grupo era Daniel Maggiolo, que después emigró y estudió Musicología y Técnico de Sonido en lo que era Alemania del este. Después llegó a Montevideo y fue director de la Escuela de Música. Un líder por naturaleza. También fue sonidista y músico de la Antimurga BCG. Maggiolo tenía su grupo con su mujer, que era Ana Solari, que es una escritora muy reconocida hoy. También en ese grupo estaba Rudy Mentario con su grupo, que se llamaba Exul. Le dijimos “ponele un nombre a tu grupo”. Fue al baño y había un jabón marca Luxe, y le dio vuelta al nombre (risas). Luego estaba Euterpe, que era el grupo en el que yo tocaba, donde estaba Luis Trochón, donde Rudy también tocó el bajo. Yo era el bajista, pero si no tocaba el bajo, tocaba la guitarra. Los líderes de Euterpe éramos Trochón y yo, que escribíamos las letras y la música, pero más Trochón que yo. También formó parte de ese grupo como poeta, esporádicamente, Macunaíma, y también Guillermo Baltar, que trabajaba haciendo entrevistas, pero en un época posterior en la segunda parte de Pro-Art, en el año ’78-’79.
Nos reuníamos todos en la casa de Maggiolo, cuyos padres habían tenido que emigrar o emigrar. Era una casa totalmente vacía, de tres pisos, en Pocitos. Ensayábamos ahí y alguno que otro pasaba la noche ahí cuando no teníamos dónde caer dormidos.
Hicimos amistad con Rudy enseguida, incluso hice más amistad con Rudy que lo que fue luego con Trochón o con Maggiolo. Rudy y Maggiolo siguieron muy amigos.
Alvin: Lo conocí a través de Tabaré Rivero en un momento en que volvimos a armar La Tabaré y vino este personaje de galera. Un tipo muy ameno, muy buen compañero y con muchas ideas para ayudar a que La Tabaré tuviera su momento importante, porque a él le parecía que era tremenda banda, como fue. Él quería ponerle su impronta y sus cosas, ya que venía de Brasil con muchas ideas. Así que lo conocí en Elepé, la sala de ensayo de Hugo Prato, cuando recién arrancábamos.
Gustavo: Lo conocí cuando entré a La Tabaré. Después lo pude conocer un poco más personalmente porque estudió conmigo un poco de bajo y de guitarra.
Marcelo: A Rudy lo conocí cuando fui a ver el primer ensayo de La Tabaré. Estaban ensayando La Ópera De La Mala Leche y me llamó un batero amigo que estaba ensayando en ese momento con ellos pero que no podía seguir por temas personales. Me acuerdo que se me arrimó, y con esa cara seca y seria que tenía, me dijo: “Hola, ¿cómo estás?”.
Andrés: Rudy era un personaje con un magnetismo muy especial, quizás basado en su hermosa locura. Lo había visto alguna vez sobre el escenario y me llamó la atención su postura y actitud enigmática. Nada común en la escena del rock de los ochenta en Montevideo y mucho menos para un bajista, que en general pasaban desapercibidos.
Lo conocí una tarde del ’87 en Elepé, la sala de ensayos de Alvin Pintos en la calle Hugo Prato y Paullier. Interrumpió una clase de batería para decirle a Alvin que al otro día tenían que ir a grabar al programa “La cueva del rock” que conducían Los Tontos en Canal 4. Y fue especialmente a darle consejos de Alvin sobre el vestuario que deberían utilizar… una aparición rápida, breve y loca. Muy al estilo del Rudy que después me tocaría conocer. El conocimiento de verdad del personaje vino después, a partir del ’91 cuando empecé a ensayar con La Tabaré.
Rudy como persona
Alvin: Una persona totalmente encantadora, amante del turismo. Él fue el que me presentó a Valizas, donde ahora tengo una casa. Lo que él te contaba de turismo, te daban ganas de ir. Te decía “vas a conocer las hermosas arenas y las montañas. Vas a poder ir a Cabo Polonio caminando y tenés Aguas Dulces cerca”. Te hacía una locura de cómo te contaba cada balneario y cada lugar que ibas a ir que te dejaba extremadamente de la cabeza. Tenías que ir adonde él te decía. Un divino. Buena persona, amable, amigo, lo que necesitabas, él estaba ahí. Era un tipo muy serio en el escenario, Rudy Mentario. Se había puesto ese nombre complementario. Creo que le gustaban mucho los nombres complementarios que se habían puesto Los Tontos.
Gustavo: Mi relación con él fue entrañable, por lo menos en lo directo, nunca tuve un problema con él. En realidad la pasaba bien con él, me reía bastante. Lamentablemente hubo cosas por atrás que no estuvieron muy bien y que no alcanzo a percibir muy bien. Nunca tuve un problema personal con él, al contrario.
Marcelo: Era un tipo bastante eléctrico, ansioso, perfeccionista. Justo lo conocí cuando andaba con todo el power; creo que tenía unos 33 ó 34 años, igual que Tabaré.
Andrés: Rudy era un gran tipo. Un soñador hasta el último momento.
Tabaré: Un gran, gran, gran tipo para los que lo conocimos bien. Era un tipo muy bueno, pero medio loco. Él vivía en una realidad paralela que no era esquizofrenia ni nada parecido; simplemente él veía las cosas que tenían que ser como él decía, que no las imponía porque no era un tipo agresivo en absoluto. Le gustaba que todo fuera como él decía, sobre todo musicalmente. Si le preguntás a otros músicos qué opinan de Rudy, todos te van a decir que era un llena huevos, indefectiblemente. Y lo era. Yo tuve muchas peleas con él: era un exquisito de la perfección, cosa que en el Uruguay de los ’80 y de principios de los ’90 era absurdo, porque nada sonaba bien, los instrumentos no eran buenos y tampoco las luces. Nada era bueno en esa época. Era un gran guitarrista de bossa nova y de música country, folk y de canto popular, en todo caso. No era un guitarrista que supiera escalas como para solear, pero se las arreglaba para no hacer solos. Tampoco era la moda en aquellos tiempos, la cosa era más punk. Era un tipo muy complicado, se enojaba y, sobre todo, se ofendía mucho. Nunca le levantó la voz a nadie, pero molestaba. Arriba del escenario, se daba vuelta y les decía a los músicos: “¡Estás tocando mal!”, “¡Te vas de tiempo!”, “¡Estás desafinando!”. Y cuando quería arreglarla, era peor. Y no lo hacía por hacerse ver, era porque no soportaba que alguien se fuera de tiempo. Venía de escuchar rock progresivo. Se había pasado al rock por la rabia que tenía encima, entonces le venía muy bien el punk. Siempre le gustó el rock sesentero, pero el punk le calzó perfecto. Creo que lo que más le gustó de La Tabaré era la rabia que yo traía.
Era un tipo disciplinado al extremo. Por ejemplo, terminábamos de tocar en un antro piojoso, como tocábamos en los ’80, y él agarraba los pedales, les pasaba una franelita y metía cada uno en una bolsita de nylon. Y las cuerdas de la guitarra, lo mismo. Era extremadamente meticuloso para todo, hasta el punto de llenar los huevos, molestar y a veces hasta ofender.
Rudy como músico
Gustavo: Era buen músico, tenía musicalidad, ritmo. Como guitarrista, la verdad que no me aportó, parecía bastante limitado. No era malo. En “Un romancero” (del disco Rocanrol Del Arrabal) la guitarra rítmica es la de él, que está buenísima. De ese disco también grabó “Los buenos, los malos y yo”, porque había hecho un arreglo y me lo mostró a ver qué me parecía. Le dije que si quería meterlo, que lo hiciera; era un tema que yo no había trabajado.
Andrés: Rudy era un músico exquisito y muy exigente, tanto consigo mismo como con quienes tocábamos con él. Escuchaba mucha música e intentaba combinar lo mejor de cada estilo. Cultivaba la sencillez y efectividad de recursos, pero siempre en la búsqueda de que estuviera bien tocado. Creo que su influencia y aportes en el estilo de La Tabaré han trascendido las distintas formaciones de músicos y llegan hasta hoy.
Tabaré: Era un tipo con mucho oído musical. Recuerdo que yo tenía un disco de Santana con Buddy Miles, que era lado A y lado B, un tema solo, todo improvisación de guitarra de Santana. Y él decía: “¡Mirá, mirá cómo está desafinando ahí!”. Y yo decía: “¿Dónde?”. Y tenía razón, pero era una nota, y yo lo tenía que escuchar cinco veces para darme cuenta que estaba desafinando (risas). O estábamos en un concierto que yo estaba gozando como loco y él se daba vuelta y me decía: “Pah, se fueron de tiempo”. Yo le decía: “No me rompas los huevos” (risas). Tenía mucho oído, tocaba muy bien la guitarra y era un gran inventor de acordes. Le gustaban esos acordes rarísimos de la bossa nova y el jazz; eso lo tocaba muy bien, lo que no podía era solear. También tocaba flamenco y llegó a hacerlo en Punta del Este.
Alvin: Él avanzaba en otras cosas, porque tenía otra escuela de rock más antigua que la nuestra. Avanzaba en cosas más sencillas; era muy esquemático. Nosotros en los ’80s digamos que éramos más rebeldes. Como músico lo teníamos como algo “vamos a escuchar qué dice”, no como un arreglador pero sí arreglador de su guitarra. Estaba muy bien con sus objetivos y las cosas que iba logrando. Él vino después de Gustavo Ogara, que es tremendo violero y tenía que hacer lo que hacía Gustavo y pasarlo a su forma de tocar. Traía muchas ideas de Brasil y no podía creer que nuestro rock era tan corto en cabeza. El rock estaba naciendo pero él quería hacer muchas cosas: que cayeran luces desde el escenario, que explotaran bombas. Se conformaba con ir evolucionando un poco con nosotros.
Marcelo: Obsesivo y perfeccionista por el sonido de su guitarra y los arreglos.
Su aporte al rock
Tabaré: Creo que el aporte lo hizo (y esto no lo digo por mí) con La Tabaré, porque después de eso no volvió a tocar rock, y antes había tocado en El Golem y en Pro-Art. Creo que dejó esa forma de tocar la guitarra, que era bastante característica de él, que es tipo Creedence. Él decía: “Yo toco la guitarra como John Fogerty: puedo tocar un solo de guitarra pero estudiado”. Él compuso muchas canciones muy lindas pero no eran rockeras, eran baladas folk. Incluso no sé si a él le interesaba mucho aportar algo al rock más que tocar en La Tabaré. Y lo tocaba con mucho gusto porque, como comenté, por la rabia que traía él, una rabia social, y porque éramos muy amigos. Si no hubiésemos sido amigos, probablemente él no hubiera tocado en una banda de rock.
Marcelo: Fue un tipo que en su época marcó una impronta importante, con esa galera y esa seriedad arriba del escenario que imponía respeto.
Andrés: Rudy fue uno de los pilares fundamentales de La Tabaré en sus inicios. Y grabó los primeros tres discos fundamentales de la banda (dos en el bajo y uno en la guitarra). Por lo tanto, desde ese lugar, ha hecho un aporte fundamental al rock uruguayo. Apostaba siempre a los riff simples pero efectivos, y bien ejecutados. Y no tenía límites en la diversidad de estilos a los que podía echar mano.
Alvin: Aportó su presencia, su imagen, que en esa época no era tan importante tener una imagen diferente a lo que éramos todos en los ’80. Bueno, con el Cuarteto también hicimos unas cosas vestidos de viejas, que también se asimilan a llamar la atención con la vestimenta. Él usaba su galerita, su equipito, sus cosas. Tenía como una idea de show y siempre nos hablaba de cosas que para Uruguay era como imposible, pero algunas cosas se llegaron a hacer. Yo después me fui de La Tabaré y dejé de tenerlo cerca, pero lo tuve como compañero de trabajo porque venía al estudio y trabajaba mucho en la parte de ensayos de las bandas. Le gustaba mucho estar en la sala hablando con gente, aggiornándose de alguna manera a lo que era el rock de acá y él trayendo su experiencia.
Gustavo: Capaz que su aporte al rock fue ser compañero de Tabaré.
Las anécdotas
Marcelo: Luego de La Ópera o algún ensayo, por lo general salíamos a algún boliche a tomar algo y comer (especialmente, café con leche). Un día habíamos estado juntos todo el día (no me acuerdo exactamente porqué) y decidimos a la noche ir a un boliche a partirnos la boca. De pronto, nos atiende el mozo y ya: “¿Qué van a tomar?”. Yo me acuerdo que me pedí un pomelo y él se pidió un agua sin gas. El mozo le trajo agua con gas, y Rudy le dice: “Pero te pedí agua sin gas”, y el mozo le dice: “Paaaah, lamentablemente no hay”. Y Rudy le encaja: “¿Me traés unos granitos de arroz?”. El mozo le trae unos granitos de arroz y agarra y se los empieza a meter adentro de la botella de agua con gas, y le pregunto: “Rudy, ¿para qué hacés eso?”. Y me dice: “Porque sino después tengo gases”. Jajajajajaja. Ahí fue cuando me di cuenta lo obsesivo que era. Pero era un tipo que con esas cosas pintorescas, se hacía querer.
Alvin: Los que trabajábamos en la sala, una vez por semana nos tocaba barrer la escalera. Cuando le tocaba a él veíamos que dejaba toda la mugrecita en los costados. Le preguntamos: “¿Por qué la barrés tan mal?”. Nos dijo: “Yo soy muy alérgico y mi barrido va hasta este punto. Lo demás lo hacen uds.”. Siempre nos reíamos de eso, era muy gracioso.
Gustavo: Yo fui el arreglador del disco Rocanrol Del Arrabal. Pintaba vacaciones y salió lo de grabar el disco. Dijeron “nos vemos en el estudio después de que vengamos”. Arreglé para alquilar todo el día anterior a la grabación en el Estudio Elepé y ya habíamos trabajado mucho con Ruben Ottonello antes. Estábamos La Tabaré entera trabajando en Elepé y ese día Rudy no llegó hasta las 6 de la tarde. Había tenido un problema en el aeropuerto y estaba muy estresado. Quisimos aprovechar el tiempo que teníamos, y en un momento explotó y se fue ofendido.
Tabaré: Antes de tocar en La Tabaré se había ido seis meses para Europa con el coro Upsala. Él ahí cantaba y hacía los arreglos conjuntamente con el director del coro. Fueron seis meses en los cuales él luchó mucho con el grupo para hacer ese viaje, pero como era un tipo muy difícil, vino muy disgustado con el coro. Yo creo que le debe haber roto las bolas, como le rompe las bolas a cualquiera, el convivir en una camioneta, con un coro, con una novia con la cual se peleó allá, y con lo llena huevos que era él: le debe haber llenado las bolas a todo el mundo con su prolijidad.
Me acuerdo la primera vez que lo escupieron. Fuimos a tocar en el Atahualpa Oxford y me cagaron a escupitajos a mí también. Ya nos había pasado antes, cuando comenzamos a tocar. No me gustaba nada porque vengo de otra generación, pero después me acostumbré. Pero a él no le gustaba. Le rompía las bolas que le escupieran la guitarra, que lo escupieran a él, no le molestaba. O cuando hacían pogo, como no había escenario, alguno saltaba y le pisaba los pedales: para él era el fin del mundo.
Fue manager de La Tabaré antes que Andrés Sanabria. Cuando conseguíamos otros, Rudy les explicaba cómo hacer. Y mandaba hacer tarjetas de su dinero y ellos las entregaban a las mujeres. No ganaban ni ellos ni nosotros, era un fracaso. Y él se calentaba.
Andrés: Hay muchas… Lo mejor creo que es sin duda verlo aún “cabeceando” hacia arriba o hacia abajo según quería que un tema se acelerara o enlenteciera en los toques en vivo. Estaba todo el recital preocupado que todo saliera “bien”, en vez de disfrutarlos. Recuerdo los ensayos del Placeres… en la casa de Daniel Maggiolo (uno de sus grandes amigos), escuchando discos de tango para que entendiéramos qué debíamos tocar, pero sobre todo qué no debíamos tocar en la Tangonorrea. Y también haber ido a despedirlo una noche, junto a Daniel Maggiolo, a la TTL que salía de la plaza Libertad cuando se iba a Brasil para nunca más volver.
Un mensaje para Rudy
Alvin: Creo que se lo envío cada vez que pienso en él, porque pienso que cuando recordamos a alguien (parezco Coco, la película de Disney, pero bueno…) vive en nuestro pensamiento. De alguna manera, como que vuelven a la vida cuando los recuerdan. Lo recuerdo con su sonrisa y le diría que “no te preocupes que yo termino de barrer, vos dejala al costadito que nosotros seguimos”. En la vida era muy así, también, de arrimarte hasta un punto y te decía por dónde seguir. Le daría un gran abrazo. Estaría un ratito en silencio abrazándolo. Y seguiría tocando con él todo un día, un mes. Grande, Rudy, muy grande.
Gustavo: Le diría que descanse en paz. Creo que tenía pila de cosas positivas y debe haberlas dejado. Mientras estuve con él en contacto directo, fueron cosas positivas. Siempre le deseé lo mejor.
Marcelo: Que me encantaría volver a un día de aquella época. Tuve la suerte de reencontrarme con él en los 30 años de La Tabaré, con todo el pelo blanco, y cuando nos vimos fue como si nunca hubiéramos estado sin contacto. Ahí me di cuenta cómo uno no deja de querer a ciertas personas por más que perdamos contacto por las cosas lindas que uno ha vivido con ellos.
Tabaré: Una vez me dijo que en Brasil había ido a una mujer espiritista y le había dicho que Daniel Maggiolo (con quien tenía amistad desde jardinera y que también era un tipo muy enojado con la vida) estaba aprendiendo a vivir en el más allá. Lo que le deseo es que esté aprendiendo a vivir y que esté en ese lugar, que yo no creo que exista, pero que si él cree, ojalá que esté ahí. Le diría que lo quise mucho, que le agradezco todo, que fue un amigazo. Cuando se fue a vivir a Brasil, yo lloré, solo en mi casa. También yo tenía otros problemas muy feos de amistad en ese momento. Él se iba y era el único amigo cercano que me quedaba. Lloré mucho y él no sabe que lloré. No le diría nada, creo que está todo dicho.
Andrés: ¡¡¡Qué lindo haber tocado contigo, Rudy!!!
Ariel Scarpa