Disrockgrafía enumera los discos de bandas uruguayas con sus datos básicos. Para esta oportunidad, encaramos los discos de Los Tontos. Además enriquecemos la nota con aportes fundamentales de dos de los responsables de las obras: Leonardo Baroncini (Trevor Podargo) y Fernando Rodríguez (Calvin Rodríguez), quienes nos brindaron unos extensos y valiosísimos aportes sobre cada uno de los discos y el entorno en cuanto a su grabación, que termina siendo una biografía de la banda en primera persona contada por los protagonistas.
Los Tontos fue la banda más exitosa del rock uruguayo de la década de 1980. Con una propuesta diferenciada del resto de los grupos de la época, y que se basaba en el desenfado de sus composiciones, lograron abrir y mantener un carril musical diferente dentro del nuevo movimiento de rock, siendo acompañados en él casi que exclusivamente por El Cuarteto de Nos. Orientados fundamentalmente hacia el humor, los sonidos y letras de la banda también tenían contenidos con segundas lecturas y con sarcasmo.
Los integrantes de la banda que grabaron en los tres discos que componen su discografía fueron Renzo Guridi (Renzo Teflón) en bajo, Fernando Rodríguez (Calvin Rodríguez) en guitarra, y Leonardo Baroncini (Trevor Podargo) en batería. Un gran éxito de ventas acompañó a todas sus ediciones discográficas, que se complementaban con las presentaciones en vivo en todo el país, un programa en Canal 4 (La Cueva del Rock) y apariciones varias en los distintos medios de prensa.
Discografía:
1986 Los Tontos
1987 Tontos al Natural
1988 Chau Jetón
GRAFFITI (ENSALADA)
Graffiti no es estrictamente discografía de Los Tontos, sino la primera mítica ensalada de grupos de rock uruguayos de los ’80. Grabado en 1985, en ella aparecían Zero, Los Traidores, Neoh 23, Los Estómagos, ADN y Los Tontos. El tema que aparecía en la placa era «Himno de los conductores imprudentes», el primer gran éxito de la banda, con letra de Leonardo Baroncini y música de Alberto Wolf.
Leo: En esa época yo ya estaba tocando con Los Tontos, además de Los Estómagos, pero posiblemente sólo habríamos tocado un par de veces en vivo. Creo que algunos integrantes de Los Estómagos nos vinieron a ver a una de esas presentaciones, tal vez en el propio pub Graffiti, en Carrasco.
Unos días después, cuando con Los Estómagos estábamos grabando un video del tema “Fuera de control”, en el canal 5, Gabriel me dijo que Carbone necesitaba una banda más para el disco Graffiti y que Gustavo le había sugerido a Los Tontos. “¿Por qué no vas a hablar con él?, por ahí pueden grabar, ¿no?” me dijo. Y yo le agradecí mucho y al día siguiente le comenté a Calvin y a Renzo, que quedaron entusiasmadísimos. Cuando hablamos con Carbone, él nos dijo que nos daba 10 horas en el estudio IFU para grabar, y que si le gustaba el tema, lo ponía en el disco.
Grabamos el “Himno de los conductores imprudentes” -más conocido como “el puré” -y se lo dejamos en un cassette. Se ve que le pareció adecuado, porque lo incluyó en el disco, pero creo que no confiaba mucho en el tema, ya que lo puso del lado B y en cuarta posición. En la época del vinilo, los temas a los que las discográficas apostaban se ponían en el primer y último surco del lado A y el primer y último surco del lado B, porque esto facilitaba las cosas a los discjokeys para identificar el surco rápidamente y pasar el tema por la radio.
Recuerdo que cuando terminamos de mezclar, el batero de una banda que participaba en el disco me dijo que me deseaba suerte, pero que le parecía que el tema no iba a funcionar porque decía muchas veces “puré”. Yo abrí la boca para contestarle que precisamente la intención de la letra del tema era jugar con el absurdo y preparar al escucha para el momento en que aparece el famoso estribillo del Los Beatles: “She loves you, yeah”, pero substituyendo la palabra “yeah” por “puré”, pero decidí no decir nada. En realidad ya con tener el tema en un disco nos sentíamos más que satisfechos y no nos importaba si nos pasaban o no por la radio. A los pocos días de salir el disco, escuchábamos “el puré” a toda hora, por todas las radios (incluida Radio Rural, entre tandas que recomendaban este fertilizante o aquella podadora). ¿Quién se iba a imaginar, no?
LOS TONTOS
Editado por el sello Orfeo de El Palacio de la Música en el año 1986, fue grabado en IFU en abril de ese año por Daniel Blanco, y mezclado por él y Los Tontos, con Calvin en guitarras y coros, Leo en baterías y coros, y Renzo en bajo, voz y coros.
La producción artística estuvo a cargo de Alfonso Carbone. La concepción gráfica fue de Los Tontos, Mario Marotta, Fernando y Daniel Guridi y Cristina Echegaray. Los dibujos y el logo quedaron en manos de Daniel Guridi, y la caligrafía en las de Fernando Guridi. La fotografía fue de Mario Marotta.
El disco estaba plagado de éxitos, todos con el toque característico de la banda, aportando los aires refrescantes que eran muy necesarios en la época y que fueron muy bien recibidos por el público. Una propuesta que rompía con la egemonía punk, post punk y heavy imperante.
Leo: El inesperado éxito de Los Tontos con el “Himno de los conductores imprudentes” fue el factor determinante para la decisión de Carbone de que el primer disco entero que se grabaría de las bandas que integramos Graffiti, fuera el nuestro.
Nosotros nos sentíamos entre asustados, sorprendidos, excitados y nerviosos, pero fundamentalmente súper contentos. ¡No podíamos creer lo que estaba pasando con nuestra canción!, y además ahora íbamos a grabar un disco entero, ¡e inmediatamente! Quedamos parpadeando y con la boca abierta.
En aquel momento sólo teníamos doce temas, que para peor eran muy cortos, así que temíamos que si a Carbone no le gustaba alguno, no había otro para substituirlo; pero afortunadamente ese no fue el caso y nuestros doce y únicos temas quedaron en el disco.
Un día de abril de 1986 entramos otra vez a IFU, esta vez a grabar un LP, siempre con Daniel Blanco, que era el técnico de cabecera del estudio por aquel tiempo.
En ese primer disco se encuentra el sonido de batería que más me gusta de todo lo que hemos grabado con Los Tontos: la bata de “Ana la del 5º”. Recuerdo que afiné el redoblante muy bajo y le saqué la bordona, pero no sé lo que hizo Daniel en los controles de aquella mesa de 8 canales, porque el sonido -afilado y como un látigo- me mata aún hoy.
Nos sacamos unas fotos en blanco y negro con Mario Marotta, que capturó muy bien la imagen jocosa y despreocupada de la banda, y decidimos que los colores de tapa más adecuados al contenido de nuestra propuesta debían romper un poco con la temática obscura reinante. Tomamos la decisión de que el violeta y el amarillo eran los colores perfectos para representarnos, particularmente por su estridencia. La foto de tapa torcida también agregaba un toque incómodo, que era lo que en esa época más nos gustaba comunicar, ya que teníamos una tenue influencia Dadaísta. También el consenso de la banda fue que el nombre del primer disco debería ser simplemente Los Tontos.
Cuando salió el disco y nosotros lo veíamos a la venta en las disquerías, no lo podíamos creer. En las vidrieras del Palacio de la Música habían puesto una pared violeta hecha con muchas tapas de Los Tontos. Recuerdo que cuando pasaba en el ómnibus por 18 de julio, siempre la veía y me daba una sensación extraña, mezcla de orgullo y ansiedad.
Hacía ya un mes que había salido nuestro primer disco y nosotros aún no habíamos firmado el contrato con Orfeo. El disco se vendía pero nosotros obviamente no recibíamos regalías por esas ventas. Nos dejábamos estar, a pesar de la insistencia de Carbone de que teníamos que firmar. En aquella época nos ofrecían un 3% de regalías por el contrato, pero nosotros decidimos que queríamos un 5%. Así que un día fui a hablar con Carbone para plantearle esto y él se rió, y muy amablemente me dijo que el 3% era lo estándar y que no nos podía dar más. Como yo le insistía que la banda quería un 5% él me dijo lo siguiente: “Bueno Leo, vamos a hacer una cosa, voy a llamar ahora al departamento de contabilidad para que me informen de la cantidad de discos que han vendido ustedes. Si vendieron más de 1.000 unidades, les doy el 5%, ¿eh?, ¿qué te parece?”. Yo me quedé un poco desubicado, porque sabía que vender más de 500 discos en un año -al menos de música de rock- era casi un milagro, pero no había más que decir, de manera que asentí, levemente desmoralizado.
Carbone hizo la llamada telefónica y a los pocos minutos noté que algo raro ocurría, porque él se quedó en silencio, con el teléfono en la oreja y se mordisqueaba nerviosamente el labio inferior, mientras sus ojos recorrían rápidamente la habitación y se posaban en mí unos segundos, para luego volver a su recorrido. Cuando colgó el teléfono, se me quedó mirando un momento y con una amplia sonrisa me dijo: “Los felicito, Leo. ¿Sabés cuántos discos han vendido en este mes? 2019 unidades”. (Recordaré ese número exacto para siempre). “¡Paaah!”, le dije yo, “¿entonces…?”, y Carbone me dijo, “y sí… tienen el 5%, como te prometí”. Pero me firman hoy mismo, ¿’tamos?”. No recuerdo si firmamos ese mismo día, pero recuerdo que firmamos lo más rápido posible, no sea cosa que todo fuera un sueño del que nos despertáramos pronto.
Un par de semanas después, Carbone nos llamó por teléfono para anunciarnos que el disco ya había vendido más de 3.000 unidades, que en esa época era el número necesario para un Disco de Oro. Nos quedamos con los ojos abiertos como dos huevos fritos. ¿Un Disco de Oro?, ¿nosotros? ¡Dios coloraooo!
Ahora es moneda corriente que las muchas y muy buenas bandas uruguayas vendan Discos de Oro, pero en aquella época era un hecho inusitado, difícil de creer y asimilar. No sólo por nosotros, sino también por nuestros compañeros del rock nacional. Esto generó envidias, descontento, chusmerío y el rechazo de nuestro incipiente movimiento de rock, que paulatinamente -mientras más crecía la popularidad de Los Tontos- nos fue alejando y aislando del ambiente. “El éxito ajeno siempre parece injusto, mientras que el propio es siempre totalmente justificado” dijo alguien con quien concuerdo plenamente, pero cuyo nombre no recuerdo en este momento.
Esto que cuento no es nuevo para los que vivieron aquella época de los ’80, e incluso para algunas bandas uruguayas actuales, cuyo éxito nacional e internacional les ha generado criticas y un cierto rechazo en el ambiente musical. Es que triunfar en Uruguay -aun cuando sea modestamente- parece ser un dulce un poco agrio.
Calvin: Esa tarde de Abril de 1986, entramos al estudio IFU en Montevideo y nada nos hacía pensar que estábamos por grabar un disco que sería en poco tiempo Disco de Oro, y lo hicimos solamente en 30 horas. Previo a comenzar el disco, ya habíamos grabado “El himno de los conductores imprudentes”, y estaba comenzando a sonar en las radios con relativo éxito y sorpresa de los escuchas, jajaja.
Los ensayos previos a la grabación, se hicieron en el garaje de mi casa en el barrio de Buceo, con un entusiasmo muy grande y con cero experiencias en materia de producción de un disco.
Cuando llegamos al estudio, nos esperaba Daniel Blanco, técnico de IFU, una persona muy profesional y también recuerdo que muy cálida y respetuosa. No había productor, nadie del sello discográfico, manager, asistentes… sólo nosotros tres y el técnico. ¡Ahh… me olvidaba!, y el legendario baterista Roberto Galletti (baterista de Totem) que vivía en el estudio. Hermosa soledad, una consola de 8 canales, máquinas de cinta abierta, procesadores; ¡¡para nosotros era como entrar en el Enterprise!!
Nuestros set eran los siguientes: Renzo usó un bajo Giannini Jazz Bass y un bajo que lo llamaba “Ruperto SG”, un Chorus de bajo Boss, y se grabó por línea. Leo, por su parte, tenía una batería Lewis de 5 cuerpos con bombo de 20, toms 12/13/16 y un tambor Yamaha 14×6.5 que te partía la cabeza, y los platos eran Zildjian y el hi hat Paiste. Mi set era una guitarra SG Moris, una Roland Gr 505 y una Fender Stratocaster. La pedalera estaba compuesta por: Super Overdrive de Boss, Chorus c2 Boss, Digital Sample Delay Boss, Flanger Ibánez, amplificador Fender Twin.
El disco lo comenzamos a grabar en un estilo tradicional, tipo en vivo; Leo en la cabina de batería, Renzo y yo en la sala mayor, grabando la guitarra, el bajo y voz de referencia, prestando mayor atención en la performance y sonido de la batería. ¡¡Hacía tanto calor que Leo grabó un tema completamente desnudo y con championes, nada mas!! Jaja. Terminó la toma y dijo… “¡¡esto es refrescante!!”. Jajaja.
Luego hicimos las tomas para el bajo; recuerdo cómo Renzo le puso un Chorus “gigante” a “Ana la del quinto” que nos encantó. Luego grabamos las guitarras, y al final las voces y coros. No hubo sobre grabaciones en exceso, ya que teníamos la idea de que el disco sonara lo más fiel a lo que la banda debería sonar en vivo.
Algo muy cómico era que poníamos un cable a una canilla de un baño para sacar el ruido de zumbido… problemas de tierra. Recuerdo que en el estudio había una máquina de ritmo Roland Tr 707 y yo la miraba de reojo… se me caía la “baba” por usarla y les dije… “¿podemos usarla?”. Y con nuestra curiosidad eterna con las máquinas, decidimos poner en el “Himno de los conductores imprudentes” unas hand claps y un pasaje de toms con un Roland JX8P. En ese tema el solo era tan raro y “border” que no sabíamos si dejarlo o cambiarlo, y en ese momento entra Rolando Freitas al estudio y le dijimos: “Rolando, ¿qué te parece este solo?”. Al escucharlo dijo… “O este tipo es un capo… o está loco… Claramente era la segunda opción, jaja. Nos cagamos de la risa, pero a Leo se le ocurrió decir “pero cómo, ¿este solo no era de otro tema?”.
La mezcla del disco se hizo bastante contra reloj, tomando decisiones rápidas, pero quedamos realmente conformes con el sonido que logramos. Tengo el recuerdo de hacer la mezcla a varias manos… no existía la automatización, a la vieja usanza. Muchas veces extraño eso. Conclusión: el disco salió a la venta, el público lo acepto, fue un éxito radial y Disco de Oro.
Tontos al Natural
Editado por Orfeo en 1987, fue grabado entre el 5 y el 12 de junio de ese año, en Moebio (Buenos Aires) con Laura Fonzo como ingeniera de sonido, Jorge Sadi en la producción artística y Alfonso Carbone en la producción ejecutiva. Los músicos fueron los mismos que para el primer disco, en los mismos instrumentos.
El diseño de la tapa fue de Trevor Podargo, y la concepción de la contratapa y la hoja interior quedó en manos de Los Tontos, Tía Esmeralda (marca registrada de Cristina Echegaray), Alfonso Carbone y Mario Marotta.
Este segundo disco fue otro éxito, como se podía esperar. También contaba, al igual que el primero, con hits que continuaron la línea de los anteriores, confirmando que la primera placa no había sido un golpe de suerte. Una propuesta que se redondeaba aún más, afirmando a la banda en la posición que ya ostentaban.
Calvin: Las cosas venían bien, girábamos por el país, se vendía bien el primer disco, teníamos mucha popularidad y ahí dijimos… “Podemos grabar el disco en Buenos Aires”, ya que los estudios estaban mejor equipados. La compañía discográfica aceptó y salió la posibilidad de grabarlo en Moebio, un estudio donde ya habían grabado artistas como Soda Stereo, Spinetta, Fito Páez, etc.
La estructura técnica del estudio era impecable: consola, monitoreo, acústica, asistentes. Nos grabó Laura Fonzo, y nuevamente se tuvo que hacer contra reloj. También contábamos con la participación de Jorge Sadi, que aparte de amigo, trabajó como co-productor de este disco e hizo de anfitrión, ya que nos quedamos en el apartamento donde vivía, en el barrio de Almagro. En esa época ya comenzaban las tensiones en la banda y el clima de la grabación no fue tan distendido.
Dado que nuevamente teníamos pocas horas para grabar, se decidió hacerlo con una batería electrónica Simmons (nuevamente nuestra curiosidad por lo electrónico) para darle otro sonido al disco. Se trató de hacer el proceso de tomas lo más rápido y efectivo posible, para tener más horas para la mezcla.
Unas de las cosas que recuerdo de este disco es que fuimos a ver a Leo Masliah que daba un concierto en Buenos Aires. Después del show le dijimos… “¡Leo!, ¿por qué no hacemos una versión de “Agua podrida””. ¡¡¡A él le gustó la idea y lo hicimos!!! Cuando comenzó a tocar el piano en el estudio, no podíamos creer lo que tocaba el tipo, ¡¡¡tremendo!!! ¡¡Cuando terminamos la mezcla, sonaba imponente!! ¡¡Estábamos muy conformes!! Valió la pena el esfuerzo, etc, etc.
¡¡¡Cuando salió el disco no lo podíamos creer!!! Sonaba pasado de agudos, “quemado”, sin cuerpo; la masterización y el corte del disco lo había hecho “el sordo Smith”; ¡¡¡recontra mal!!! Obviamente se negaron a hacer otra tirada de discos y así quedó… Una lástima…
Leo: Después del éxito de nuestro primer disco empezamos a tocar por todos lados y a salir en todos los diarios y revistas. La televisión y la radio nos hacían notas y entrevistas constantemente. Nosotros nos divertimos mucho y pasábamos nuestros días entre todo ese alboroto, tocando unas tres veces por semana en conciertos y bailes por todo el interior de la República y ensayando -en el garaje de Calvin- los nuevos temas para el segundo disco (habíamos firmado por tres LP).
A mí me gustaba todo lo que fuera arte manual, y un día hice el dibujo de una lata de conservas de la cual salía un pie. Se lo mostré a los chicos, que inmediatamente dijeron que ésa debía de ser la tapa del nuevo disco. No recuerdo a quién se le ocurrió el nombre de Tontos al Natural, que le venía muy bien al dibujo.
Envalentonados por la locura que estábamos causando, se nos ocurrió que el disco debía tener dos lados ‘A’, con los mismos temas en cada lado y así podíamos decir que el disco era “reversible”, ya que sin importar de qué lado se pusiera en el tocadiscos, sonarían los mismos temas y en el mismo orden. Pero debido a las limitaciones del vinilo, no entraban todos los temas en un solo lado como para hacer eso, así que se descartó la idea. En la tapa incluso se puede ver en la esquina inferior izquierda un óvalo que dice “Este disco es reversible”, un vestigio de nuestra idea original.
Para el cassette teníamos otra idea loca. Pensamos que -haciendo honor al nombre Tontos al Natural- éste debería venderse en una lata de conservas de verdad, que tuviera que ser abierta con un abrelatas, y además queríamos que los sitios de venta no fueran disquerías sino almacenes como Manzanares y supermercados de ese tipo. Pero el equipo de producción de Orfeo nos hizo notar que no sólo esto implicaba un esfuerzo de negociación sin precedentes hasta el momento y que seguramente sería muy caro, sino que también existía el problema de que alguien -una vez abierta la lata- podía cortarse con los inevitables bordes afilados.
La solución que nos propusieron fue que se mandara a hacer una lata sin bordes afilados y con una tapa que se pudiera sacar y poner. Nos pareció muy razonable aunque nos decepcionamos un poco por no poder llevar a cabo la travesura que se nos había ocurrido y quedarnos sin ver la reacción de la gente ante una cosa así. De todas maneras quedamos contentos con el resultado final y muy agradecidos con Carbone y su equipo en Orfeo, que nos aguantaban las payasadas a diario.
Tontos al Natural se grabó en Argentina, en el estudio Moebio. El Tuerto Wirtz, que era el batero de Fito Páez en ese momento, me alquiló la bata eléctrica que él utilizó en el disco Ciudad de Pobres Corazones, y se aparecía por el estudio de vez en cuando. Lo recuerdo como un tipo muy simpático que se había enamorado de mi tambor Yamaha de 14 x 6,5 y me lo quería cambiar pelo a pelo por un Pearl de bronce alucinante que tenía él. Yo no quise; qué boludo que soy.
El disco sonaba tan bien en la mezcla de estudio que nosotros dábamos vueltas carnero de felicidad, pero lamentablemente la masterización y posterior corte de la placa fueron un desastre, donde se mataron todos los graves, y se exageraron los agudos, perdiendo toda la profundidad lograda en la grabación. Quedamos muy calientes con eso y aún hoy, al escuchar el disco, recuerdo cómo sonaba de verdad y me viene un dolor de barriga bárbaro… qué macana, che. De todas maneras, ese trabajo también fue Disco de Oro y Platino, como el anterior.
Alguna vez nos han preguntado en una que otra entrevista posterior a la separación de la banda, si creíamos que fuimos incomprendidos en esa época. Y yo me pregunto a qué se referirán. ¿Incomprendidos por quién? Definitivamente no por el público, que compraba nuestros discos apenas salían del horno (éste fue Disco de Oro antes de salir a la calle) y llenaba todos nuestros conciertos sin que cupiera un alfiler. ‘Ta, mejor la dejo ahí.
Chau Jetón
Ya como dúo tras la partida de Renzo de la banda, Chau Jetón se graba entre octubre y noviembre de 1988 en La Grabadora, siendo editado también por el sello Orfeo. Luis Mazzoni (Mono) fue el ingeniero, mientras que la mezcla estuvo a cargo de Los Tontos, Mono y Carlos Da Silveira. La producción artística también fue de Carlos Da Silveira. La realización de la tapa es de Cristina Echegaray, y las fotos de Mario Marotta.
Para esta oportunidad, Calvin tocaría la guitarra y el bajo, además de hacerse cargo de la voz, y Leo las baterías y los coros. Varios músicos invitados participarían: Beto Rojas (saxo), Flaco Risso (teclados), Pamela Castro Klinkert y Lea Bensasson (coros).
En este disco se puede notar un pequeño giro respecto a los otros dos discos anteriores, pero mantiene el espíritu y la calidad de las composiciones, además de agregarle una cuota de frescura e innovación a la propuesta. También tiene muy buenos temas que mostraban que aún había mucho por dar. Ser el grupo de rock más exitoso del Uruguay puede ser un precio muy caro a pagar. Más allá de todas las circunstancias del momento, hubiera sido muy bueno que existiera una continuidad más allá de este tercer trabajo.
Leo: Mientras estábamos grabando el disco anterior, surgieron un montón de desacuerdos, discusiones airadas y peleas, particularmente entre Renzo y yo. No estábamos de acuerdo en casi nada y era muy difícil discutir algo sin que la cosa escalara y terminara en una pelea. Calvin era más conciliador que yo y él trataba de apagar los fuegos que saltaban por todos lados. Los tres nos queríamos como hermanos, pero también nos peleábamos como hermanos, y la polvareda de la última revolcada no se había asentado todavía, cuando ya estábamos rodando por el piso otra vez.
Esto no era nuevo en realidad. Ya veníamos acumulando resentimientos, rencores y desacuerdos, más bien callados e interiores, sólo que el ambiente del estudio y la certeza de que lo que estábamos grabando quedaría para siempre, nos volvió más intransigentes el uno con el otro. Como resultado, en más de una ocasión, Calvin y yo íbamos al estudio por nuestro lado y Renzo iba con Jorge Sadi, que fue el productor, por el otro. Lo cómico era que todos vivíamos en la misma casa en Buenos Aires, así que el esfuerzo para no ir juntos al estudio era más incómodo que otra cosa, ya que bajábamos juntos, sin hablarnos y hacíamos como que no nos conocíamos. Ahora me hace gracia, pero me imagino como se sentía el pobre Calvin, que estaba en el medio, viendo como la banda se iba dirigiendo irremediablemente al divorcio. ¿Qué se le va a hacer, no?
Cuando volvimos a Montevideo las cosas no mejoraron. Tocábamos y nos dirigíamos la palabra cordialmente, como compañeros de trabajo que no se bancan mucho pero que no quieren hacer olas, y hacíamos los conciertos sin que se notara la tensión.
Renzo sacó un simple solista y era evidente que en algún momento iba a dejar la banda, y la verdad es que nosotros también queríamos terminar con tanto problema interno y teníamos la idea de hacer un impasse y dedicarnos a la música de Calvin, que tenía un montón de canciones increíbles, muy diferentes a la propuesta de Los Tontos, y que a mí me fascinaban. Pero teníamos que grabar otro disco, ya que el contrato con Orfeo era por tres LP.
En las reuniones con Carbone habíamos decidido que el disco nuevo -que se iba a llamar Nunca Pasa Nada En Islandia -se grabaría en Brasil, en el estudio Sigma. Calvin y yo estábamos como locos con eso. Pero Renzo quería que nos dieran un dinero extra para grabar, lo que ponía en peligro todo el proyecto. Lo conversábamos con Carbone, que nos decía que él no podía decidir algo así y que tenía que convencer a sus jefazos, y también lo “discutíamos” -particularmente Renzo y yo- de manera no tan educada. Pero Renzo era intransigente en cuanto a la cantidad de dinero que quería, no para él, sino para los tres, aclaro.
En la última reunión por este tema del dinero extra, Carbone nos dijo que iba a hablar con la cúpula de Orfeo y que el viernes nos reuníamos otra vez para darnos una respuesta por sí o por no, que sería final e irreversible. Muy bien, quedamos a la espera, obviamente muy ansiosos.
Llegó el viernes y unos minutos antes de la reunión nos juntamos en el bar de la esquina del Palacio de La Música, para entrar juntos, y Renzo se sienta a la mesa y nos dice que se va de la banda. Nosotros dijimos que entendíamos y estaba todo bien, que cuando termináramos la grabación del tercer disco, nos separábamos; pero él dijo: “No, yo no grabo más nada y me voy ahora mismo”.
Tengan en cuenta que un par de semanas antes, en el Montevideo Rock II, un grupo de inadaptados nos había tirado bizcochos, naranjas e incluso una baldosa que por suerte no le dio a nadie y se estrelló contra la estructura de metal del escenario. Entonces cortamos la actuación al tercer tema y nos bajamos. Aunque estos tipejos le tiraron cosas a muchos artistas, entre ellos a Charly García, la verdad es que se ensañaron con nosotros -tal vez porque Renzo, con su sarcasmo habitual, los azuzaba- pero como éramos Los Tontos, el grupo más popular del momento en Uruguay, la prensa se concentró en este hecho más que en ninguna otra cosa, y la noticia generó ríos de tinta, sacándola totalmente de contexto y exagerando la repercusión que tuvo.
Por esto es que -cuando Renzo dijo que se iba sin grabar más nada y en ese mismo momento- Calvin y yo nos miramos azorados y tratamos de hacerle entender que de esa forma la gente pensaría que nos separábamos por lo que pasó en Montevideo Rock II, pero él estaba decididísimo y no hubo forma. Se fue enseguida y Calvin y yo nos fuimos a la reunión con Carbone para darle la mala noticia.
En cuanto entramos a la oficina, Carbone nos recibió con una inmensa sonrisa y lo primero que nos dijo fue: “¡Muchachos, tienen la guita!”… y nosotros, mirando al suelo y casi en un murmullo le dijimos: “Que bárbaro, Alfonso. Gracias. ¿Sabés lo que no tenemos? A Renzo”. Carbone no lo podía creer. ¿Después de todo el esfuerzo que había hecho para que cobráramos lo que Renzo pedía, todo quedaba en la nada? Estaba bastante enojado y con razón. Nos dijo que de ninguna manera, que habíamos firmado por tres LP y que él podía obligarlo a grabar, y si se quería ir después, que se fuera. Nosotros lo convencimos de que no era una buena idea, ya que si la atmosfera de grabación del segundo disco había sido tan áspera y tensa, ¿te imaginas lo que hubiera sido grabar con Renzo obligado y sin ganas de nada? Imposible.
Le dijimos que nosotros grabábamos el tercer disco sin Renzo. Que íbamos a componer rápidamente para substituir todo lo que era de él y que nos diera la chance de mostrarle que se podía hacer. Un poco a regañadientes nos dijo que sí, pero que ya no íbamos a grabar en Brasil y que obviamente el dinero que había conseguido para la banda era con Renzo como integrante, y que ya no estaría disponible para un experimento como ése. Lo entendimos perfectamente y nos fuimos para el garaje, manteniéndonos casi en silencio durante todo el trayecto. Una vez en el garaje -que era nuestro cuartel general- empezamos a hacer planes y nos preguntamos quién iba a cantar. La opción lógica era que Calvin cantara, ya que tenía una voz con mucha personalidad. Él no estaba seguro, pero al final accedió. ¿Y el bajo? ¿Quién iba a tocar el bajo? Por supuesto, ¡Calvin! Y él dijo: “’Ta, a ver cómo me sale”. Pero le salió fenómeno, por suerte.
De repente le dije a Calvin, “¿Sabes qué? Este disco se va a llamar Chau Jetón”. Calvin se rió y me dijo: “¿Estás hablando en serio? ¡Nooo, Leoooo! ¡No podemos hacer eso!”. Y yo sacudiendo un poco la cabeza le dije que sí, que tenía razón. Y bueno, ‘ta.
Empezamos a ensayar y a componer los temas que incluiríamos en el nuevo disco y le mostramos los demos a Carbone, que dijo que no estaba mal y que nos daba 60 horas de grabación en Elvisur, otro estudio mítico de Montevideo. Como no teníamos mucho tiempo para grabar -y con la intención de ahorrar horas- decidimos que todas las baterías iban a ser programadas en nuestra flamante caja de ritmos Yamaha RX5, que no veíamos la hora de estrenar. Así que yo programé todas las batas y le pedimos ayuda como productor a Carlitos Da Silveria, que es un tipo fenómeno y muy abierto mental y musicalmente.
Un día estoy esperando a Calvin en el garaje, y lo veo entrar todo ofuscado. Le digo: “¿Qué pasa, Calvin?”, y él me dice: “¿Sabés cómo le va a poner Renzo a su disco solista?: JE JE… ¡¡Ahora sí que le ponemos Chau Jetón al nuestro!!”. Y así es como fue la cosa. Nunca tocamos ese disco en vivo. Sin embargo, y supongo que por la inercia de la popularidad que teníamos, también fue un Disco de Oro. Cosas que tiene la vida, ¿no?
Calvin: Renzo se había ido de la banda, teníamos un contrato que cumplir, ¡¡y nuevamente con pocas horas para grabar!! Una constante en nuestra carrera…
Llegué a la conclusión que éramos una banda muy rentable y por eso nos exigían hacer los discos rápido, para poder promediar con otras producciones no tan rentables. Y bue… es lo que había.
Para ganar tiempo y nuevamente con nuestra curiosidad por las máquinas, decidimos llevar gran parte del disco secuenciado. Para esta etapa lo llamamos a Carlos Da Silveira, ¡¡un gran músico y mejor tipo!! Él nos ayudó a pre producir el disco. Usamos un secuencer Roland Mc500, si mal no recuerdo, y una máquina de ritmo Yamaha RX5. Cuando estuvo listo todo fuimos para el estudio La Grabadora, y nos grabó Luis Mazzoni.
En este disco decidimos invitar a otros músicos, por ejemplo Eduardo Risso tocó un piano en “No me llamen gordo”, Alberto Rojas el saxo en “Bolsa de valores”, y a mí se me ocurrió invitar a Lea Bensasson y a Pamela Castro Klinkert, que cantaban en un bar en Pocitos que se llamaba Tanatos, y siempre las iba a ver. Cuando a estas grandes cantantes les mostré qué tenían que cantar en “Una mancha en tu solapa”, “Moco, Moco, Flor de Moco”, me miraron y dijeron… “¡¡¡estos tipos están re locos!!!”, y se cagaron de la risa y lo hicieron. Jaja. Obviamente cantaron en otros temas, como “Bolsa de valores”, “No me llames gordo”, ¡¡y lo hicieron estupendamente!! Fue un disco muy diferente para nosotros… Realmente recuerdo las sesiones muy distendidas y muuuy divertidas.
Durante la preparación del disco probamos varios cantantes; no funcionó. Leo me dijo: “Calvin, ¿por qué no lo cantás vos?”. Yo lo mire y dije: “¡¡¡Tráiganme una botella de whisky!!!”. Jajaja.
Hicimos tomas que nunca salieron en el disco, como por ejemplo una canción que se llamaba “Che Buceo”, que la grabamos con todos nuestros amigos, que más que una canción parecía una horda de borrachos en un partido de futbol. También hicimos la intro de “Chau jetón” cortando la cinta de la batería de Leo y la pusimos al revés; artesanías de estudio de la época.
La mezcla la hicimos con Carlos Da Silveira, Luis Mazzoni, Leo y yo. Estábamos conformes, pero sabíamos que era el final. La contratapa del disco refleja eso, Leo y yo yéndonos del garaje que había sido el “cuartel general” de Los Tontos por muchos años.
Ariel Scarpa