En esta sección que dimos en llamar ¡La pregunta! buscamos la opinión de gente del ambiente sobre determinada cuestión planteada a través de una pregunta. Sus respuestas, hilvanadas por un artículo sobre el tema, se reproducen a continuación. Para esta oportunidad, la pregunta fue: Rock nacional fuera de fronteras, ¿puede una banda de rock nacional sonar uruguaya cuando existe en otro país, o pierde la esencia? Nos dieron sus opiniones Calvin Rodríguez (Los Tontos), Ramón Aloguín (La Incandescente Blues Band), Alexis Vitale (Pájaro Loco, Klandestino), Charly López (Alvacast), Leo Baroncini (Los Tontos), y Gustavo Zecharies (Post Coito).
En principio, la pregunta parece plantear una paradoja, ¿no?: rock nacional fuera de fronteras. El sólo hecho de que sea hecho fuera de las fronteras, en lo más estricto y formal, le quita su característica de nacional. Pero, vamos, todos sabemos de qué estamos hablando acá. Muchísimos han sido los músicos uruguayos que han emigrado durante décadas, y en lo que respecta al rock nacional de la década de los ’80 hacia acá, no ha sido la excepción.
Todos quienes nos quedamos en el país solemos hablar de la identidad del rock uruguayo, del sello que tiene, caracterizado fundamentalmente por la autenticidad del mismo, basado en propuestas honestas, por lo menos en una amplísima mayoría. También, más allá de la búsqueda conciente de sonidos que puedan identificarse como uruguayos, existe el reflejo de cierto espíritu que cada lugar donde se practica un arte (en este caso, la música) imprime en los resultados de los artistas. Quizás no es tan fácil de percibir y tampoco se da en todos los casos, pero a veces se puede identificar que una banda que está sonando, es uruguaya.
La búsqueda de la identidad nacional no es un elemento para el cual se preste el rock, no por lo menos como música, específicamente. Pero cuando los músicos emigran, indudablemente se llevan dentro una gran porción de eso que los formó y que se los dio este país.
La pregunta puede sonar contradictoria, rebuscada o con ánimos de complicar los sencillo. Pero como la emigración rockera ha sido masiva, recurrimos a algunos de los músicos de la década de los ’80 que se encuentran fuera del país para que nos cuenten sus experiencias. Muy interesantes respuestas para una pregunta larga y casi innecesaria, pero que provocó una variedad interesante de puntos de vista. Pasen a leer a continuación.
CHARLY LÓPEZ
Alvacast somos una banda uruguaya de heavy metal que emigró a Canadá en 1991. Cuando llegamos a la ciudad de Montreal, no hablábamos francés, solo un inglés básico y malo. Uno de nuestros guitarristas, se había ido 6 meses antes que nosotros y había conseguido algún que otro contacto. Igual, cuando llegamos el resto de la banda, tuvimos que ordenar nuestra situación social, nuestros papeles, situación económica, comprar equipos de nuevo, etc., lo cual llevó tiempo. Nuestro primer toque fue en un club muy chiquitito llamado Station 10, recién en 1992, casi un año después de haber llegado.
Al principio cantábamos en español, pero nos dimos cuenta que si queríamos competir en el mercado canadiense, teníamos que cantar en inglés. Es posible que para algún que otro metalero que nos vio cuando cantábamos en español, le habrá parecido tal vez interesante. Pero la realidad no es la misma en América del Norte que en América del Sur. En Sudamérica, todos escuchamos rock en inglés, aunque no entendamos la letra. En Norte America, no escuchan rock en español, ni en francés, ni en alemán, por eso, todas las bandas extranjeras cantan en inglés.
Creo que para una banda de rock uruguayo radicada en otro país, lo que puede hacer que suene “uruguaya”, es que canten en español y que incorporen en sus composiciones toques de música “uruguaya». Pero es obvio que el rock no es considerado “música uruguaya”. No es natural como rockero incluir toques de milonga o de candombe o de tango en las composiciones. Nos gusta que el rock sea puro y duro.
¿Si las bandas pierden la esencia? No se puede generalizar, probablemente muchas sí, muchas no. Lo que sí que radicarse como músicos en otro país lleva un período de adaptación, y ese período puede ser fácil o difícil, corto o largo, depende de cada uno en la banda.
Nosotros no teníamos en Canadá una productora que nos promoviera. Claudio Picerno, nuestro manager de entonces, era el único que promovía a Alvacast, y lo hacía desde Uruguay, pero igual su campo de acción era muy limitado estando tan lejos de la banda.
Alvacast no sé si perdió o no perdió la esencia, lo que sí sé es que nos superamos muchísimo, aprendimos un montón y no llegamos más lejos nada más que por decisión nuestra. No fue fácil, pero hicimos lo que pudimos con garra Charrúa. Tocar rock en otro país es una experiencia que se la deseo a todos los músicos uruguayos.
LEO BARONCINI
Creo que esta es una ecuación con muchas variables. Tenemos que ponernos de acuerdo en qué es “la esencia” de una banda uruguaya de rock; de lo contrario, estaríamos basando nuestra opinión en cosas muy distintas, sin saberlo, y sería muy difícil entenderse.
Hay tantos estilos de rock, ¿no? En Uruguay tenemos bandas de punk rock, pop rock, jazz rock, funk rock, rock duro, rock aún más duro, rock durísimo, etc. Es más, el concepto de rock parece ser diferente para todo el mundo. Por ejemplo: en el grupo de WhatsApp “La Tertulia del Rock” -del cual formo parte- vi un par de comentarios que consideraban al artista Fernando Cabrera como rock. Sin embargo yo no lo pondría en la misma categoría que a la conocida banda uruguaya de heavy rock Ácido, ¿no? Es que el espectro parece ser muy amplio.
Analizando esto, veo que por un lado tenemos a bandas uruguayas de gran convocatoria, tanto en el país, como en el exterior, y por otro, tenemos un enorme yacimiento de propuestas no tan masivamente conocidas y populares, pero de gran valor creativo. Creo que radicarse en el exterior -como banda y con todos sus integrantes- afectaría de forma distinta a ambas, ya que unas tendrían un público ya establecido mientras que las otras deberán hacerse conocer de a poco, lo que lleva tiempo y abre más posibilidades para la influencia del ambiente nuevo.
Aunque yo no estoy seguro de saber qué es la “esencia” del rock uruguayo, veo sí, un factor común en las bandas de la segunda categoría que menciono arriba: el absoluto amor, sacrificio, dedicación y convicción feroz con la que los músicos se entregan a su arte.
Digo esto no porque piense que las bandas de mayor convocatoria o “consagradas” no pongan el mismo amor y dedicación en lo que hacen, sino porque a pesar de las enormes dificultades que la gran mayoría los músicos de esta otra categoría enfrentan para vivir dignamente de su profesión, ya que casi en su totalidad deben trabajar en otra cosa para subsistir y a pesar de las frustraciones de no ser tan difundidos como otras formas musicales, la pasión del colectivo no parece decaer en ningún momento.
En mi opinión, los artistas en general reaccionan a su entorno con más intensidad que otras personas cuya vocación es distinta. En ese sentido, creo que al radicarse en el extranjero como banda, algo de la cultura de este otro país, eventualmente va a permear en la creación musical, influyendo en un cierto grado en ésta. Yo veo esto como algo positivo, ya que -personalmente- soy muy abierto a las influencias musicales de cualquier tipo y a la fusión cultural.
En definitiva, creo que lo “esencial” es mantenerse auténtico, hacer lo que a uno le gusta, con la más absoluta sinceridad, recogiendo las influencias que nos mueven y sentimos que nos aportan emocional y artísticamente, vengan de donde vengan, y fundamentalmente, nunca perder el amor por el rock, sea cual sea el estilo preferido y el formato que más nos alimenta la creatividad.
ALEXIS VITALE
Bueno, es una pregunta, para mi caso, con doble sentido, porque yo vivo en España hace muchos años así como los demás de Klandestino. Te cuento mi experiencia: yo tengo muchísima influencia de música uruguaya, evidentemente. Viví hasta los 27 años en Uruguay y formé una banda allí, también, pero siempre me gustó que una banda no tenga ese sello de banda nacional. En mi caso, intento que lo que componemos no suene a rock nacional uruguayo o argentino, que son dos de los integrantes de Klandestino. Sí que lo usamos mucho para la hora de componer melodías, a lo mejor, coros, o robarle algo en la guitarra a Parodi, por mis influencia de Los Estómagos. Pero a la hora de escribir letras, intentamos que sea genérico, que lo puedan entender tanto en Uruguay como en México, como en Perú y en España, evidentemente. Se nos puede escapar algo de nuestras raíces en algo en especial, pero muy poco.
En el caso de Klandestino, normalmente no saben de qué nacionalidad somos, al menos es lo que percibimos nosotros. Pero también está la parte de que vienen bandas de Uruguay que son íconos del rock nacional y les va muy muy bien. Un ejemplo, La Vela Puerca es una banda que con sus letras logró cruzar más que fronteras y tienen público prácticamente en todo el mundo. Hay bandas de rock nacional en Uruguay que componen de una manera que, a pesar de estar pensando en cosas, historias o recuerdos de Uruguay, lo escriben de una manera que no tenga ese lunfardo uruguayo que te pone el sello de banda uruguaya. Te pongo dos ejemplos: los Chicos Eléctricos y Boomerang son bandas del rock nacional que perfectamente podrían ser una banda de cualquier otro país que, si no lo sabés, es difícil enterarte, y es lo que yo personalmente me gusta a la hora de componer. De todas maneras, te repito, a veces se nos escapa un “vos”, que acá es “tú”, o un “sos” en vez de “eres”. Pequeños detalles que si prestás atención, te das cuenta que las raíces no se van así nomás…
Por suerte, cuando terminamos de actuar y alguien del público nos pregunta de dónde somos, en mi caso digo “Uruguay, pero vivo en Barcelona”, y siempre hay un pulgar para arriba o una sonrisa…
GUSTAVO ZECHARIES
Qué buena pregunta. Se me ocurre responderla con otra pregunta, ¿en qué consiste el concepto de sonar “uruguayo”? Para mí, el acento y expresiones del cantante y la influencia de ritmos puramente uruguayos, determinan el sonido uruguayo. Pero dada la universalidad de instrumentos y efectos, con técnica de registro y producción globales, me sería bastante difícil decirte que la banda es uruguaya, en ausencia de los identificadores de ahí arriba. Por ejemplo, si escucho a Leo Maslíah tocando el piano, pienso que viene de Marte, pero no hay un “deschave” en su tocar que me permita localizarlo.
Entonces, para responder: irse a otro país no te hace perder la esencia, varios músicos lo han demostrado de sonar 100% uruguayos grabando y viviendo afuera. Rada grabó “Montevideo” afuera con músicos americanos (el bajista, por ejemplo) y el sonido uruguayo es inconfundible. Pero una banda en Uruguay podría perfectamente sonar no-uruguaya, sin salir de Uruguay, si saca de la ecuación los identificadores que hagan de la música el ser uruguaya.
CALVIN RODRÍGUEZ
El rock es un idioma universal… No digo nada nuevo, ni ingenioso, ni revelador, y hay millones de kilómetros de tinta escrito al respecto. Se ha integrado en el mundo y se ha fusionado con las diferentes culturas y ritmos musicales durante décadas, generando diferentes vertientes y propuestas. Hay una cantidad de artistas alrededor del mundo que han sido influenciados por el rock y lo han incorporado a sus raíces, a pesar de ser resistido, criticado y al final aceptado.
Muchas bandas son de rock pero tienen «sonido» y espíritu del lugar, que se desliza en sus letras, la forma de frasear de los cantantes y las fusiones con sus ritmos “nativos”. Esto también ha sucedido acá.
No sé si una banda de rock puede sonar uruguaya, tratándose de un género tan difundido en el mundo, pero me inclinaría a decir que en muchos casos puede llegar a tener características propias de nuestro país.
La esencia de una banda o solista, no depende si hace rock o no, sino de cuál es su camino para expresarse artísticamente. Al fin de cuentas, el rock está dando vueltas por el mundo desde la década del ’50 y ya no necesita pasaporte. En definitiva, es una expresión artística, estética y cultural, que un solista o banda elige para expresarse más allá del lugar que viva en la Tierra.
En fin… ¡¡¡¡Viva el rock!!!!
RAMÓN ALOGUÍN
A ver si soy capaz de hacerlo y de hacerme entender. Yo creo que para ello hemos de definir primero ¿qué es sonar a uruguayo en términos de rock? Para ello, y prescindiendo de los resultados efectivamente conseguidos, voy a intentar responder con un símil futbolístico (algo que forma parte casi inexcusable de la «uruguayidad». Casi, no del todo).
Veamos, ¿qué porcentaje de «uruguayidad» tiene la selección uruguaya cuarta en el mundial de 2010 con Forlán, Cavani y Suárez, y qué porcentaje tiene el Defensor campeón de 1976 del Prof. José Ricardo De León? En mi opinión, siempre sujeta a lícita discrepancia, la exitosa selección de 2010 tiene un perfil claramente europeo, moderno, de la mano de sus estrellas que hacía rato brillaban en Europa. Esfuerzo, mucho. Técnica también; pero más.
En cambio, siempre en mi opinión, el Defensor de 1976 me resulta algo mucho más uruguayo. Esfuerzo, esfuerzo y esfuerzo, pero con sentido. Siguiendo fielmente un guión maravillosamente creado por el Prof. De León, quien además admitió lo había hecho basándose en otro deporte: ¡¡¡el baloncesto!!!
Con todo en contra: un comunista en dictadura (De León), capaz de amalgamar frente amplistas comunistas con no comunistas (ideología prohibida hacía años en 1976) y alguien con ideología públicamente de derecha (no le nombraré, pero todos sabemos quién era; apoyó en publico a Jorge Pacheco Areco en la vuelta a la democracia), en virtud de un objetivo común: que el campeonato uruguayo dejase de ser algo sin sentido que sólo podía ser ganado por Peñarol y Nacional. ¡¡¡¡Y LO CONSIGUIÓ!!!!
El Defensor de 1976 no lucía bonito, no siempre era agradable de ver, pero era una máquina que pasaba por encima de cualquier cosa que le pusieses por delante, porque el equipo, desde la discrepancia ideológica, era capaz de ir todos juntos a por el objetivo. Porque el contrario recibía la pelota y al segundo tenía, no uno sino tres jugadores marcándole, obligándole a fallar en un pase a un compañero, o directamente a perder el balón frente a uno de esos tres violetas.
Una aplanadora como Días de Blues, como el Delirum Tremens de Juan Torradeflot (sí, el apellido acaba en T), el Tucho Bonelli y Carlitos Martínez. Como Polenta con Khalil Mubarak, como Luz Roja con César Martínez, el Garza y los hermanos Pitetta, el Zafhfaroni de Firpo y Arturo Meneses. Gente que tuvo que tocar con todo en su contra: época, gustos musicales mayoritarios y un largo etcétera. Esas bandas suenan uruguayas aquí y en la Cochinchina. Hoy, mañana y siempre. Con equipos buenos o malos, con ropa buena o desnudos, con un audio a cargo del inmenso Aldo Santullo o con los amplis puestos sobre una mesa y sin reamplificar nada. ¡¡¡COMO EL DEFENSOR DEL PROF. DE LEÓN DE 1976!!!
Soy un mal público para rock y para el fútbol, lo admito. Quiero a esas bandas y punto. Me da igual la parafernalia escénica del rock desde que la inventó (más o menos) Jimmy Page en The Song Remains The Same, o el vestuario. Dame tres o cuatro music@s sonando, sudando hasta la última gota de sangre. No importando qué es lo que toca sino cómo lo toca y cómo lo siente. En un sótano; no me hace falta un gran festival. Esto es lo que para mí define la «uruguayidad » en el rock. El ser capaz de esto. ¡¡¡POR TANTO LA REPUESTA A LA PREGUNTA ES UN SÍ ROTUNDO!!!
Lo demás, las restantes consideraciones, como dijo Obdulio Varela, son de palo. No me interesan. Y tal vez es lo mejor que a vosotros no os interese mi opinión, porque si la seguís igual, el rock no va a ninguna parte como gran industria. Con permiso de Tabaré Rivero, Seguirá Siendo Rock And Roll (pero uruguayo).
Hacia dónde queremos que ese rock vaya, ya es cosa de cada artista, de cada músico. Una vez más, dejar claro que las barbaridades que suelto son opiniones exclusivamente mías y que no tienen porqué reflejar en lo más mínimo las opiniones de los restantes miembros de la Incandescente Blues Band. Y por supuesto, que la culpa es exclusivamente de mi querido amigo Ariel Scarpa, por preguntar.
Para rematar el tema futbolísticamente, como uruguayo me identifico mucho más con Pedro Graffigna, capitán del Defensor de 1976, que con Diego Forlán, capitán de la Selección de 2010. Durante un partido, a nadie se le ocurría pasar dos veces por al lado de Graffigna. Que pregunten a quienes le vieron jugar. Varios le veían venir y soltaban la pelota antes de que él llegase. Así fuese para afuera o regalándosela al contrario. No pretendo que esto se convierta en una herejía; simplemente así lo siento y lo comparto con vosotros.
Va el recuerdo para Delirium Tremens.
A pesar de las distintas experiencias de cada músico, hay muchos puntos en común que seguramente los lectores también compartirán. En las diferencias vemos las distintas ópticas, todas muy valederas y enriquecedoras. De todas formas, sigue habiendo mucha tela para cortar.
Ariel Scarpa