Historias, anécdotas y entrevistas de Hugo Gutiérrez, baterista de la histórica banda uruguaya de punk rock, La Sangre de Verónika.

La idea de que una persona pueda albergar dos identidades ha generado fascinación durante milenios. En el siglo XIX, Sigmund Freud introdujo el concepto alter ego en el imaginario colectivo (a partir de sus estudios sobre los trabajos de hipnotismo realizados por el Dr. Anton Mesmer). En la actualidad, dicho término se utiliza para describir una segunda identidad, diferente a la del día a día.

Aunque para los escuchas de M24 sean unos perfectos desconocidos, hay mucho para contar cuando se escribe sobre Nervous Eaters. Formado en 1972, el grupo proto-punk con sede en Boston experimentó una era que nunca volveremos a ver, una época en la que temblaban las paredes de los clubes de la ciudad y los parlantes se desconaban cualquier noche de la semana. Nervous Eaters es considerada la primer banda punk de Boston, un título ganado tras innumerables shows en The Rathskeller (más conocido como The Rat), en Kenmore Square, donde actuaron durante un tiempo como banda de la casa, abriendo para cualquiera que quisiera pasar: Elvis Costello, Talking Heads, The Stranglers, The Police, The Go-Go’s, Ramones, Iggy Pop, etc.

Como si La Bajada y su deplorable DJ no fuera suficiente, ahora también debemos soportar grupos de cumbia encabezando grillas de festivales de rock. Seguramente Sólo Rock sea el único lugar en donde New Model Army no necesite presentación, pero dada la bochornosa situación anteriormente mencionada, permítame desconfiar. De forma errónea, durante cuatro décadas New Model Army ha sido considerada una de esas extrañas bandas «atípicas de metal». Sin bien, no dejan de ser músicos de rock, asumir que la definición termine allí, sería una trágica injusticia debido a la enorme cantidad de matices que manejan en su vasta producción.

Una canción no sólo se escucha, también se lee, sobre todo si su autor tiene una prosa tan apasionada como la de Jim Morrison. Las canciones de los Doors una vez terminadas, se siguen sintiendo en la piel porque las historias que cuentan continúan su curso, aún cuando tu dispositivo se quede sin batería. Intentaré poner en palabras el alfabeto onírico de la música de los de Venice, para que la próxima vez que reproduzcas “Soul kitchen”, puedas escuchar otros matices.

En 2013, en una de mis visitas a Londres, Vic Godard (líder de los Subway Sect, banda que compartía manager y local de ensayo con los Clash) me contó que, en pleno apogeo punk, John Lydon tenía como costumbre susurrar al oído de desconocidos parte de la letra de una añeja y olvidada canción: “Ahora cuando nos levantamos / poder popular / cuando nos levantamos / poder para los pobres / cuando nos levantamos / poder para los trabajadores / cuando nos levantamos / poder para todos”. Era el estribillo de “Ascension day”, corte que abre el primer disco, publicado en 1971, de una ignota banda londinense, Third World War (a la fecha, 360 oyentes mensuales en Spotify).

Todos dicen haber asistido al show de Mano Negra, el 27 de junio de 1992, en la Estación Central de AFE (gira en la que también visitaron Venezuela, Colombia, República Dominicana, Brasil y Argentina). Yo no. Esa gélida noche de sábado estuve presente en un galpón de la Rural del Prado, disfrutando de un demencial y accidentado toque de Los Chicos Eléctricos. La pachanga nunca fue de mi agrado. Mientras en la Estación de AFE, el cantante francés Manu Chao, de torso desnudo, golpeaba el micrófono sobre su pecho emulando un bombo, en la Rural, Andy Adler le mostraba su región anatómica donde el sol no brilla, al sonidista.

Los integrantes de la Generación Graffiti siempre estuvieron varios casilleros adelante. Hace 40 años que nos vienen advirtiendo acerca de las atrocidades que, hoy en día, estamos padeciendo. Los textos de cientos de canciones de los años ochenta, son motivo de análisis en las más prestigiosas universidades del mundo debido a su absoluta vigencia. Lo paradójico del asunto es que ese puñado de jóvenes roqueros uruguayos compartieron instrumentos, pedales, estudio de grabación, técnico de sonido y hasta integrantes. Aún así cada banda tenía su impronta, un sonido particular pero con la misma esencia, lo que le brindaba al movimiento una enorme identidad. En la actualidad, ninguna banda comparte guitarras, ni efectos, ni estudios de grabación, mucho menos ingenieros de sonido, pero, a diferencia de lo que ocurría en los ochenta, hoy en día todo suena igual, el éxito del trapero dominicano se confunde con la banda uruguaya más taquillera.

“El periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no sabe hablar, para gente que no sabe leer”. Zappa hizo este comentario, en 1977, durante una entrevista con un redactor del periódico Toronto Star. Años después de esa lapidaria frase, la crítica musical comenzó un proceso de paulatina extinción. Actualmente, los únicos géneros periodísticos que se practican son la crítica y la entrevista. Prácticamente ha desaparecido la crónica y el artículo de investigación se transformó en un catálogo promocional discográfico, en un momento en donde los nuevos soportes tecnológicos han cambiado radicalmente el consumo musical junto a su calidad de sonido. Las sucesivas generaciones de nativos digitales (aquellos nacidos entre las nuevas tecnologías) no demandan ni siquiera los créditos de la música popular contemporánea, mucho menos una crítica.

Existe un hecho traumático en la infancia de Renzo Teflón que no sólo marcó su vida, sino también su carrera musical. Resulta que en los convulsionados años sesenta explotó una bomba en la casa ubicada en Ellauri esquina Zudáñez, pleno corazón de Pocitos, donde vivía con sus padres y su hermano menor. Como consecuencia, la enorme puerta de entrada quedó destrozada junto a la mampostería de yeso y absolutamente todos los vidrios de la vivienda. Antes, en la misma zona, le había tocado el turno a la familia Buquet por triplicado, mientras que los Arocena lo habían padecido en dos ocasiones. El hecho fue atribuido a grupos paramilitares debido al vínculo del padre de Renzo con el MLN-Tupamaros. Pero lo peor aún no había llegado.