En esta sección que dimos en llamar ¡La pregunta! buscamos la opinión de gente del ambiente sobre determinada cuestión planteada a través de una pregunta. Sus respuestas, hilvanadas por un artículo sobre el tema, se reproducen a continuación. Para esta oportunidad, la pregunta fue: ¿El Rock Uruguayo Necesita Un Nuevo Alfonso Carbone? Y recurrimos a nuestros columnistas para las respuestas. Como sus perfiles son variados en el ámbito del rock, nos pareció una buena oportunidad para conocer sus opiniones: Hugo Gutiérrez (8:08 La Columna Que Atrasa), Varo Coll (Rock And Varo), Ramón Aloguín (Notas Libres), Leo Peirano (Paraíso Para Ciegos), Gabriel Brikman (Brikdata), Gustavo Aguilera (Redes Comunicantes) y Néstor Imbriani (Desde El Sofá – La Página De Crossroads). Todas las opiniones son súper interesantes. Vean.
De todas las preguntas formuladas hasta ahora, ésta es la que más me ha gustado desde su planteamiento. El tema da para mucho, porque tiene tantas aristas como se le quieran ver. La figura de Alfonso Carbone tuvo un impacto innegable en nuestro rock nacional en la década de 1980, marcándola a fuego y provocando unas repercusiones que llegan, de alguna manera, hasta la actualidad.
Los impactos de su actividad se dieron en todas las áreas en que la música rock tuvo una presencia. La importancia de Palacio de la Música en el medio, por sí sola, era desequilibrante. Prácticamente monopólica, su actividad (la de Carbone y el Palacio) marcó el rumbo y el pulso de lo que ocurría masivamente. Más allá de sus actividades, siempre existió un mundo underground que tuvo su propia vida y carriles, pero eso ya es otro tema.
Alfonso representaba la oficialidad, además de la puerta al “éxito” para una banda de rock. Sus elecciones y decisiones tenían un impacto a veces definitorio sobre lo que ocurría con las bandas y el medio, con el rock nacional mismo. Ubicado en un lugar nada fácil de gestionar, con sus aciertos y errores, supo darle una dirección al aspecto más comercial del rock uruguayo, que estaba representado por la edición de material discográfico y su promoción.
En tiempos completamente distintos a los de ahora (y por ende, incomparables), Alfonso supo controlar y pilotear una nave que quizás estaba muy frágil para poder volar. Su conocimiento y sagacidad le permitieron tener buenos despegues y aterrizajes, con algunos vuelos memorables y algún que otro aterrizaje forzoso. Y seguramente fue definitorio en una gran cantidad de cosas que ocurrieron que terminaron haciendo germinar la semilla.
Cada uno de los que lo conocimos tiene una visión diferente y totalmente válida de su impacto en nuestro rock. Las opiniones pueden diferir grandemente o en detalles, pero lo que es innegable es que nada hubiera sido lo mismo sin su intervención.
Veamos lo que nuestros columnistas tienen para aportar, que es todo muy interesante.
Leo Peirano (Paraíso Para Ciegos)
El papel de Alfonso Carbone como agente cultural, esencialmente a través de su trabajo como productor en Orfeo y sus otros espacios, tanto en radio como en televisión, fueron esenciales en la aparición y auge del rock que surgió tras la dictadura cívico – militar (1973-1985).
Bandas y discos que han sido referenciales para más de una generación de jóvenes que crecimos ya en democracia, son testimonio de la labor de Carbone y su equipo en esos años en los que todo estaba por hacerse.
Su trabajo fue también, así lo entiendo, hijo de su tiempo. Su función de «hombre orquesta», fundamentada en el expertise que traía consigo desde Europa, era el diferencial que pautaba su forma de trabajo.
Con aciertos y errores, críticas y reconocimientos, fue un dinamizador en lo cultural y, luego de años de atraso con respecto a lo que ocurría en el mundo de la música, puso a Uruguay al día con todas las tendencias mundiales.
Asumo que no debe haber sido la suya una tarea simple, y aún hoy, hay múltiples opiniones y lecturas de lo que fue su trabajo en los 10 años en que estuvo a cargo de la parte artística del sello Orfeo, entre otros proyectos ya sea en radio y también en televisión.
Desde aquellos años a hoy, el mundo ha dado muchas vueltas, y han cambiado las reglas de juego en la industria discográfica, las tecnologías y el acceso del público a la obra de los artistas. En aquellos años, Orfeo tenía (casi) el monopolio de las ediciones discográficas, más allá de que había algunos pocos sellos más. Hoy esa función de los sellos discográficos como única manera de poder editar material, ha sido superada por las tecnologías que hacen posible poder editar en variadas plataformas y formas independientes, sin necesidad de la estructura de una casa editorial.
Hoy cualquier músico o proyecto musical puede grabar su material en estudio y/o inclusive en su hogar, puede editarlo en formato físico y así también en formatos digitales, manejar su prensa y difusión sin necesidad de tantos círculos cautivos que atañen a la industria como tal. Ese acceso a nuevas tecnologías y herramientas para la labor musical han democratizado la posibilidad de llegada al público de las múltiples propuestas musicales que hay en la música nacional y más precisamente el rock. Obviamente la última palabra la tiene siempre el público, apoyando las diferentes propuestas hoy existentes.
La labor de Alfonso Carbone fue vital en su tiempo y por demás importante, pero hoy no siento sea necesaria.
Tan solo imaginen… Todo o casi todo lo que se editase hoy, saliera por un solo sello discográfico, visibilizando obviamente a quienes edita, y llevando al olvido a muchas bandas y proyectos igualmente válidos. Que ese mismo sello le subiese o bajase el pulgar a cualquier proyecto artístico por razones de conveniencia y cálculo económico; jamás olviden que era ante todo, más allá de lo cultural… un negocio.
Que las bandas tuviesen sólo las horas que ese sello les diera para uso del estudio de grabación. Que el sello pautase las regalías y contratos que correspondían a los músicos.
Que el mismo sello manejase también la prensa y difusión de las bandas e inclusive el arte de los discos.
Seguramente en aquellos años en que todo estaba comenzando a hacerse y todos iban aprendiendo: productores, músicos y también publico, manejarse así, estaba bien y era en cierta forma lógico, ya que no había otras referencias sobre las cuales trabajar ni quien, si las hubiera, tuviese el conocimiento para desarrollarlas.
La independencia, el hazlo tu mismo, llegaron tiempo después, y sumado a las nuevas tecnologías, pautaron y pautan en gran medida el mundo de la música. Obviamente los sellos discográficos también siguen siendo parte importante y primordial de la industria, pero adaptándose a todo lo nuevo que va llegando, para no quedarse atrás.
Resumiendo todo esto, no creo que sea necesario un sello monopólico, ni un único productor, ni un único canal por el cual se difunda la expresión musical.
La cultura, y en este caso en particular el rock, es una construcción alimentada por todas las propuestas y necesita de todas esas voces para desarrollarse y crecer como forma y espacio social.
Cuantos más espacios, actores, y expresiones musicales haya, más enriquecedora y variada será la propuesta cultural y más abarcadora de las múltiples visiones del arte y el mundo al alcance de todos y cada uno de nosotros. Siendo nuestra sensibilidad y afinidad a tal o cual propuesta, la vara que mida el valor que le damos a ésta.
Gustavo Aguilera (Redes Comunicantes)
Ante esta pregunta lo primero que me surge es, ¿qué fue Carbone en su momento? Para muchos, desde el lugar del espectador u oyente, fue un comunicador que trajo consigo mucha información musical y logró espacios importantes donde difundirla. Una especie de guía que nos mostraba un montón de caminos nuevos a explorar en los terrenos de la música en un momento muy particular a nivel social en nuestro país. Para muchos fue también la persona justa en el momento indicado. Y por cuestiones de su vida, conocimientos y accesos o posibilidades de desarrollar sus ideas, fue un gran articulador entre los músicos y la gente.
Para los músicos fue alguien que representó las dos caras de la moneda. En algunos casos fue la posibilidad de llegar a grabar y desarrollar sus proyectos musicales; en otros casos fue la persona que dejó dando vueltas en el limbo a muchos y a otros nunca les abrió las puertas a sus propuestas. Ante todo, fue un hombre que tuvo que optar y elegir estratégicamente para encontrar aquello que cumplía con un estándar de calidad y a la vez le ofreciera a la gente lo que estaba precisando, en base a sus conceptos y definiciones del panorama de su tiempo. El equilibrio entre una obra bien concebida y a la vez comercializable. Quizás en ese aspecto fue de los primeros productores que trajo consigo la experiencia de cómo funciona en parte el mundo de la música.
Mucha agua ha corrido bajo el puente y en estos momentos su figura, sus conocimientos y su función son parte de un rol que ya muchos han desarrollado de montones de formas. Quizás no exista alguien en el panorama del rock actual que abarque tantos aspectos a la vez como él lo hizo, pero la variedad de propuestas musicales, productores artísticos, sellos discográficos o producciones independientes, además de los cambios tecnológicos y de difusión que existen, hacen imposible la tarea demasiado abarcativa para centralizarla en una sola persona. Quizás el rock lo que precisa sí, es una figura que sea capaz de contemplar todas las variantes que existen debajo de ese gran paraguas que aglutina una extensa cantidad de propuestas y subgéneros.
Alguien capaz de gestionar y lograr canales de comunicación que permitan estar bien informado de todo lo que pasa a nuestro alrededor y le aporte un pienso a la manera de potenciar los espacios de difusión al respecto. Creo también que hay mucha gente, que a través de diferentes medios e instituciones está trabajando en ese sentido con diferentes resultados. Sin lugar a dudas, lo medular de esto es que Carbone con su paso por los medios de producción y difusión, hizo mucho por el rock y sentó las bases para que la música pudiera desarrollarse y acercarse a la gente, que es quien en definitiva elige qué escuchar y porqué.
Quizás es hora de que el rock se plantee qué es lo que quiere dar y qué quiere de sí mismo, de qué manera quiere comunicar y llegarle a la gente. Obviamente esto es muy abierto y refiere a muchos estilos, bandas y propuestas. Muchas incertidumbres y pocas certezas en un mundo que cambia de forma tan vertiginosa y al que muchas veces cuesta tomarle el pulso.
Varo Coll (Rock And Varo)
¿Quién es Carbone?… je… Bueno, digamos que él vino y avivó un poco las cosas por acá, que un año más o menos, pero la música iba a explotar el igual. Pero considero que tipo Maestro Tabárez, se encontró con una gran generación para trabajar y hacer cosas. Había mucho material, una generación muy rica en estilos estaba saliendo y acá las bandas armadas nunca prosperaron. Obvio que muchos consideramos que le faltó hacer cosas, tal vez hizo muchas y no todas buenas, o que nos gusten. Pero en fin. También todo era monopólico y así el campo es más fácil.
¿Si se le debe algo? Sí, mucho por un lado, obviamente. En el caso de Ácido nos dio horas en todos los estudios de grabación de Montevideo. Si las mal utilizamos y si nuestra conducta no era la adecuada a la hora de negociar, y bueno, otros eran mejores para eso y nosotros éramos en una reunión como en un ensayo o en un show, y llega un punto que las discográficas no quieren problemáticos. En un momento llegó a decirnos: «Con ustedes voy hacer el mismo trabajo que con Los Estómagos«. Y bueno, la cosa no salió como se esperaba porque no hizo mucho más a partir de que cancelamos el contrato por motivos varios.
Una vez dijo de Ácido: «Sería muy difícil hablar del rock post dictadura, sin dejar de mencionar la importancia de Ácido en la música y en la historia». Entonces, ¿hace falta otro Carbone? Lo que hace falta son sellos que se muevan, que hagan cosas. Si bien las épocas son diferentes, no hay tipos que tomen la bandera como él en su momento la tuvo, y otros a su vez también de una manera u otra la tuvimos.
Repito, si lo hizo bien o más o menos o mal, bueno, esos son 20 pesos aparte. En ese momento, sí la presencia de Alfonso fue muy positiva. Lo que hace falta no es un Carbone, no hacen falta club de amigos, no; hace falta que se rompa la música para recuperarla.
Ramón Aloguín (Notas Libres)
Con permiso (y paciencia) de Ariel, Winston y vosotros lectores, voy a intentar responder a esta pregunta en un sentido más amplio; pues con todo respeto, creo que responder a esto centrándose en la gestión de una persona, es desviar bastante el tiro. Es chutar a portería y que el balón se vaya fuera por la línea lateral y no la de fondo.
Intentaré responder en clave económica y de mercado.
Los países pequeños como Uruguay, debido a lo pequeño de su número de habitantes, penalizan en exceso casi cualquier emprendimiento que quieras llevar adelante. Es un partido que comienzas perdiendo 1-0 en el primer minuto de juego. ¿Por qué? Porque comprar maquinaria y producir para tiradas pequeñas es muy difícil que te resulte rentable. No imposible, pero sí difícil. Hay quien ciertamente lo logra y los casos de éxito son bastante públicos. No entro en detalle. Pero a menudo es apostar e invertir para que, siendo el pequeñito del barrio (comparado con Brasil, Argentina, e incluso Chile), cualquier traspié de tus vecinos ponga en serios aprietos tu emprendimiento.
Es hacerlo para que los gobiernos jueguen a ser Dios, con el tipo de cambio dólar /peso, devaluaciones del peso, banda de flotación del dólar, dólares paralelos, tablitas, y un tristemente largo etcétera. No resulta tentador, porque casi toda la maquinaria hay que importarla. Y pedir un préstamo para pagarla. Sin saber muy bien si podrás devolverlo, o acabaras con tu emprendimiento liquidado y aún conservando la deuda financiera. Y si eres creyente, rezar al Dios en que creas porque un fabricante argentino, brasileño o chino, no entre en el mercado uruguayo con el mismo producto que tu fabricas, pero un 40% más barato. Estarás muerto; y con la deuda encima. Por ello es que, en países pequeños como el nuestro, no es raro encontrar oligopolios de hecho. Que sólo haya 2-3 fabricantes de algo, y no muchos más (al menos de tamaño relevante).
La industria editorial musical uruguaya en la segunda mitad de los 80s, lo era. Orfeo, Sondor, Ayuí y poco más (sin que el poco más intente ser peyorativo con los esfuerzos independientes, que los había). Clave Iemsa ya había fenecido, igual que Macondo, Antar, De la Planta. En el caso de Orfeo, este sello era parte de un grupo empresarial con punto de venta propio y emisora de radio propia, además de su propia fábrica de vinilos y cassettes. Por tanto, es lógico que pudiese capitalizar mejor su oportunidad, y en la historia de la música uruguaya está su obra. Con sus aciertos y sus errores. Insisto, no entro aquí. No es el objetivo de mi artículo. Pero esa historia acabó con el final que todos conocemos y que me niego a juzgar.
No puedo hablar como si esto no fuese conmigo, puesto que la banda de la que formo parte, La Incandescente Blues Band, grabó y editó material con Orfeo. Porque fue Alfonso Carbone quien me envió a hablar de parte suya con el empresario del primer concierto de B. B. King en Uruguay el 28/10/1992, para que La Incandescente actuase como telonero. Nobleza obliga, les debemos un eterno agradecimiento a ambos por ello.
Así que dicho esto, he de añadir que, en mi opinión, la aparición de varios sellos discográficos más (de tamaños diferentes) fue lo que abrió la posibilidad de ofrecer un abanico más amplio de artistas (además del talento de los músicos, por supuesto).
Creo que cuanta más oferta, es siempre mejor. Que la competencia te obliga a mejorar y a no dormirte en los laureles. Cuando hay un oligopolio (ni hablar un monopolio), es más fácil dejarse estar. ¿Quién te va a hacer la competencia? Además del otro, o de los otros dos, nadie más. Por ello no creo en los monopolios, ni en los oligopolios; y no, NO DESEO QUE EL ROCK URUGUAYO VUELVA A TENER QUE RELACIONARSE CON UN OLIGOPOLIO. No creo sea ésa la solución.
Antes de montar una fábrica y de abrir una empresa, se hace un estudio para intentar determinar cuál sería el mercado objetivo de tu producto y tu cuota de mercado correspondiente. De lo que sería el mercado de consumidores de música uruguaya, habría que ver cuál es el porcentaje del mismo que consumen rock uruguayo. No tengo elementos de juicio como para determinarlo, pero creo que, a todos nosotros, el olfato nos da para pensar (y temer) que la cuota de mercado del rock uruguayo sería un número de un solo dígito. ¿Verdad? O sea, dentro de un mercado pequeño, tenemos el segmento más pequeño de todos y con una cuota de un solo dígito.
Creo que si eso no cambia, ya puede venir el millonario más millonario de todo el mundo, gastarse un dineral en grabar, editar y distribuir rock uruguayo, y no venderá más unidades más allá de la cuota de mercado que tenemos. En mi opinión, hay que comenzar por aquí, y no por esperar que el cielo nos envíe un nuevo oligopolio.
Hugo Gutiérrez (8:08 La Columna Que Atrasa)
A esta altura, ningún melómano local debería discutir la relevancia de Alfonso Carbone en la escena rock uruguaya. Alguien que pasó de exponer su colección de los Beatles, en el Palacio de la Música, a convertirse en un gestor cultural (incluso antes de que el término existiera), merece todos mis respetos. Ahora bien, el mundo que conocimos en la década del ’80 está acabado, la industria discográfica tambalea y peor aún, la forma de escuchar música ya no es la misma. La patológica digitalización global convirtió la socialización de los formatos físicos en una experiencia meramente individual. ¿Cuántas bandas se formaron alrededor de una MK2? ¿Cuántos adolescentes heredaron los vinilos de las generaciones anteriores?
La ceremonia que implicaba compartir un disco de “forma presencial” quedó en el olvido. La era digital no sólo promovió el aislamiento, también semi-atrofió y anquilosó los sentidos (numerosos estudios científicos lo certifican), atentando contra el intelecto. Los sabores y olores ochentosos junto con sus bandas, se desvanecieron frente a nuestros debilitados ojos, producto de la inmediatez. Las frecuencias que llegan a nuestro oído interno no son las mismas, al igual que los estímulos de nuestros receptores cutáneos. Al modificar nuestros circuitos neuronales, lograron cambiar nuestra manera de percibir; un maquiavélico y progresivo plan de bio- control nos puso contra las cuerdas. Sólo así se explica la confusa situación que padecimos en donde el rock también fue cómplice.
La cultura rock murió el día que perdió la capacidad de cuestionamiento. El poder hegemónico, mediante medidas absurdas que lindaban con lo ridículo, fácilmente la silenció. No era necesario conocer los bochornosos negociados entre la Big Pharma y la FDA (órgano encargado de aprobar los fármacos) para darse cuenta que nos estaban engañando. La respuesta de la juventud de fines de los ’60 frente al virus H3N2, fue copular en el fango de Woodstock; los jóvenes de los ’80 combatieron la amenaza del HIV, aglomerándose (sin protección) en varios estadios alrededor del mundo. En San 2020, la situación fue distinta: las guitarras reposaron en el ropero mientras los informativistas de turno, contaban muertos. El rock no estuvo a la altura de sus credenciales históricas. Perdió la oportunidad de acercarse a una juventud rehén del miedo y la culpa.
Una de las mayores virtudes de Carbone fue retroalimentarse de la lucidez de los artistas que promocionaba. Lamentablemente, hoy en día, eso sería imposible por un simple motivo: en un mar de estupidez, casi no existen descontaminados músicos sub-20, únicos individuos capaces de patear el tablero. La incipiente artrosis hace estragos en los tobillos de los roqueros cincuentones.
Por todos estos motivos y más, en un futuro no muy lejano, el rock uruguayo terminará en un museo, instalado en el Pabellón C del Hospital Geriátrico Piñeyro del Campo, auspiciado por la radio Clarín del rock.
Gabriel Brikman (Brikdata)
¡Vaya pregunta! ¿Y cómo rayos la abordo? ¿Desde qué lugar? Porque referirte a Alfonso es hablar de un multitarea total dentro de la música uruguaya. Vamos por un poco de contexto. Si me preguntás cómo lo definiría, cosa que es en extremo complicada, diría que ha logrado ser un ángel para muchos y un demonio para otros.
La figura de Alfonso hay que referirla básicamente en un período de actividad de 10 a 15 años tomando en cuenta el final de la dictadura, cerca de 1983, hasta mediados de los 90s, momento en el cual el emigra a Chile y se aleja completamente (?) de la casa Palacio de la Música…
Si tengo que poner un punto de partida para comenzar a contestar, es “Carbone y sus espacios de TV”. Hacia 1982, 1983, puede ser antes, no lo recuerdo con exactitud, Alfonso conducía y producía (me imagino) dos espacios que comenzaron a pasar videos musicales. El de los sábados llamado Videoclips, que era de videos unitarios o clips de canciones, y el de los domingos llamado En Escena, en el cual se pasaban recitales completos. Recuerdo haber escuchado y visto a Duran Duran, Yngwie Malmsteen en su estreno con 18 años (“I see the light tonight”), Talk Talk, ver sin maquillaje a Kiss con su estreno de “Lick it up”, a los Sex Pistols y el concierto completo “Live At Last” de Black Sabbath un domingo a la noche… en la televisión pública.
En esos tiempos, la 93.9, que era Emisora Del Palacio, la radio perteneciente a Palacio De La Música, tenía un abanico de propuestas musicales que iban desde lo alternativo al punk rock, con programas como Concierto Al Sol, Alternativa, entre otros… y el mismo nombre se vuelve a repetir. Alfonso Carbone.
Al mismo tiempo empezaba a ocurrir una explosión de rock nacional, con bandas que iban surgiendo y siendo captadas; sí, captadas porque eran tiempos de cassettes, no de internet. Es ahí donde nuevamente Palacio de la Música a través de su sello Orfeo, comienza un proceso de edición intenso a toda la música nacional, con muchas ediciones de canto popular por un lado (folclore y murga), y a descubrir a las nuevas bandas que empezaban a sonar, como Los Estómagos, Los Traidores, Los Tontos, La Tabaré, ADN, entre tantas, y a plantear a nivel local el concepto de los compilados o discos ensaladas. En esos discos se daba ingreso a nuevos artistas que hacían una primera edición compartida y que a futuro podrían llegar a tener su álbum propio. Toda esta etapa está marcada por la figura del A&R, la cual expliqué en una de las columnas de Brikdata. A su vez, en varios de los proyectos editados, Alfonso ha tenido intervención como productor artístico a la vez que era productor ejecutivo, del lado del sello Orfeo.
Recapitulemos. Tenemos ya la TV, la radio, el sello, la captación de talentos… ¿qué nos falta? Tener lugares donde mostrar en vivo a los artistas. Y surgen espectáculos como los Montevideo Rock, lugares como La Factoría, en la sede de Wanderers, el club de sus amores. Y empieza a surgir un equipo de gente que era cercano a todo esto y que comienza a autoeducarse, a profesionalizarse con lo que había en ese momento y a generar nuevos proyectos, como sellos discográficos, espacios en diarios, managers, etc.
Como ven, el nombre de Alfonso Carbone es una suerte de archivo zip de casi todos los aspectos de la industria musical. Vaya si fue necesario… es algo casi indiscutible.
Ahora, vayamos a la pregunta concreta. ¿Se necesita otro Alfonso Carbone? Es una pregunta con muchas trampas. En los hechos, es imposible. Porque la figura de Alfonso es producto de su época, de tiempos donde la información era escasa y su valor era tremendo. Hoy es un mundo absolutamente diferente. Hoy existe Internet. Hoy la información está. Hoy grabar y editar es absolutamente distinto. Hoy hacer prensa y redes está al alcance de quien se lo proponga de forma seria y profesional. Hoy hay universidades de comunicación, de gestión cultural. Cursos formativos acerca de todos los aspectos que involucran a la industria. Hoy los sellos discográficos omnipresentes y de potencia extrema han dado lugar a otras formas de abordaje del negocio de la música. El mismo negocio se ha desarrollado y todas las tareas se han tecnificado y diversificado. No son los tiempos de aquel Alfonso Carbone.
Sin embargo, vuelvo a la base de las cosas. El educar, transmitir y contextualizar a la música es una tarea perenne, no caduca. Cambian los medios pero no el sentido. Y vaya que lo he vivido en lo personal con Distorsión. Por otra parte, con la explosión permanente de propuestas artísticas, la figura del captador de talentos, el A&R, vuelve a revalorizarse para generar canales que le permitan a esos artistas desconocidos llegar a medios y metas que se propongan. Hoy en día se vuelven necesarios más que nunca los productores artísticos y ejecutivos. Se vuelve necesario SABER, CONOCER, ESTUDIAR y APLICAR: Se necesitan nuevas generaciones preparadas para la toma de “los sueños”. Que esas nuevas generaciones combinen la pasión y la ilusión con el conocimiento. Que lo vivido sea escuela, en todo lo bueno y lo malo.
Y a Alfonso Carbone, quienes seguimos en esto, te liberamos de llevar la carga de esta pregunta, que en realidad nos toca a nosotros, y te doy las gracias infinitas por todo lo que aprendí de tu trabajo.
Néstor Imbriani (Desde El Sofá – La Página de Crossroads)
La dictadura cívico – militar tenía los días contados y no sé si en ese tiempo se trataba de una ilusión que flotaba en el aire o había realmente un cambio de humor social. La cuestión era que, al menos los chicos, empezaban tímidamente a retomar algunas actividades que habían sido prohibidas y/o censuradas, como ser todo lo referente al arte.
A fines de los 70’s asistí a un evento en el Club de Pesca Independiente. Se trataba de un show de rock a cargo de varias bandas que desafiaron la censura y junto a los que asistimos conformamos una jornada clandestina donde los muchachos sacaron afuera su rechazo por el sistema dictatorial y reclamaron un ámbito para desarrollar su música, es decir, recuperar libertades individuales prohibidas por las fuerzas de la dictadura, en este caso el rock que había sido reprimido, censurado y prohibidos sus toques.
Poco después me tocó en suerte tener que vender discos en una feria de sábados, y allí el caldo de cultivo de una nueva cepa de rockeros que resurgían a pesar de las mordazas militares, empezó a demandar discos de lo nuevo que estaba ocurriendo en el mundo. El universo de las siete notas había dado por terminada la supremacía de la música disco y sus subgéneros de índole netamente comercial; fue entonces cuando los jóvenes del mundo reclamaron rock.
Un nuevo sentimiento se expandió por todas las orillas del planeta, y en este pequeño condado de plenillanuras donde el señor feudal estudiaba su retirada sin represalias por parte de la democracia que estaba por venir, Los Peluffo, los Andy Adler, Víctor Nattero, Renzo Teflón y unos cuantos más, empezaron a construir la nueva ley en los garages de una abúlica, gris y apaleada Montevideo.
Este servidor fue testigo de esa tribu de chiquilines que venían a buscar material de Iron Maiden, Sex Pistols, Judas Priest, The Clash, Ramones y Motörhead y AC/DC y decenas de bandas que estaban marcando la nueva ruta del rock & roll.
Espacios en algunas radios comenzaron a difundir todo esto. Hasta que llegó Eldorado 100.3 FM, y se abrieron las compuertas. Espacios también en periódicos, y los geniales fanzines que eran el alma misma de la cosa, la urgente mensajera under de un mundo que nacía a tiempo para explicar lo que estaba pasando.
En ese devenir, apareció un protagonista que dejó bien marcada su impronta en la plaza: Alfonso Carbone. Alfonso le dio ese necesario giro a la FM Emisora del Palacio, que comenzó a difundir las nuevas tendencias y fundamentalmente nuestro rock.
El Palacio de la Música lo tuvo al frente de todo el panorama editorial, donde se generó un nicho para las bandas jóvenes. Programas de video clips completaban la movida. Carbone conducía unos, también.
Hay quien opina que su irrupción resultó crucial para explicar los años sucesivos donde el rock nacional fue asentándose entre los jóvenes hasta formar una movida de importantes dimensiones. Alguna vez, frente a esta realidad que nos presenta el mundo, nos preguntamos si el momento actual del rock podría requerir un nuevo artífice que condujera a la nueva camada de rockeros que han estado apareciendo en estos últimos años. Yo opino que aquellas circunstancias fueron irrepetibles. Opino que Carbone estuvo allí en el momento justo para que las cosas resultaran como fueron, y que su gestión en esos hechos tuvieron luces y sombras.
Opino que el infranqueable cuello de botella para los artistas que representaba costearse las grabaciones de su material en aquellos días, hoy ha ganado un espacio más democrático al haberse abaratado tremendamente las grabaciones de estudio, y el acceso a esas herramientas que antes solamente se podían cubrir con dinero de los sellos discográficos y que eran las «apuestas» que hacía la industria del disco para intentar potenciar a un artista y ser exitosos.
Las bandas hoy, no necesitan todo ese andamiaje para grabar al menos un demo decente y acceder a los canales de difusión y las redes sociales. La autogestión y el acceso a las nuevas tecnologías le han quitado el poder a ciertos protagonistas que eran indispensables en otros tiempos. Alfonso Carbone hoy día podría estar en el rubro de las producciones de espectáculos en vivo, en algún medio radial o de internet difundiendo música, pero el mundo de la música ha cambiado sus reglas de juego, y yo tengo la esperanza de que en algún momento los artistas generen su propio arte sin la presión del mercado para solventar sus trayectorias y para no tener que transar con las discográficas y sus requerimientos de consumo. Algo de esto que digo se está viendo en las nuevas camadas de músicos honestos y fieles a su sentido de la creación, y no tanto de la complacencia de un mercado.
Carbone fue aceptado y resistido al mismo tiempo. Hubo entre los 80’s y los 90’s un vigoroso movimiento de rock under que abarcó todas la variantes «no comerciales». A esa movida no se la observó ni de reojo. Y esa deuda cultural nunca fue saldada. Esa gente no quiere ni oir hablar de Carbone ni del Palacio de la Música. Y yo sentí todo el tiempo que no puedo culparlos. Me limité a apoyar a esas bandas desde el ínfimo lugar que pude sustentar. Hermosas bandas sucumbieron en el anonimato por falta del apoyo necesario. Esa es una cuenta que nuestra sociedad jamás va a poder pagar.
No hizo falta ser un Carbone para darnos cuenta que en este paisito el rock tiene un público mayoritario con un gusto muy definido, y muy poco diverso. El rock mestizo, que proviene de Los Clash y Mano Negra, que se establece aquí con La Vela Puerca, No Te va Gustar y similares; el rock que baja de la influencia del punk, Ramones, pasa por Estómagos y Buitres, y la larga saga de bandas que suenan más o menos igual. El 80% de nuestras bandas se mueven dentro de este «gueto», y todo el amplio espectro de estilos del rock mundial es apenas contemplado por algunas bandas que no convocan casi nada. Las pocas excepciones tipo Zero o Buenos Muchachos solamente confirman la regla a mi juicio. Con un panorama así, es difícil hacer progresar un movimiento de rock.
Nuestro rock necesita un renacimiento, un nuevo resurgimiento a partir de una buena base que se ha acumulado a lo largo de estos años, y que debería ser la piedra fundamental donde pararnos a mirar nuevos horizontes. Necesitamos que los nuevos músicos indaguen en ese legado y rescaten la esencia de cosas que son genuinamente nuestras.
Y como dice el querido compa: ¡¡Que sea Rock!!
Valiosísimo aporte de nuestros queridos columnistas, quienes tuvieron la chance de vivir el momento. Gran capacidad de análisis de la situación con distintos ángulos de enfoque, lo que enriquece aún más sus contribuciones a este artículo, cuya única finalidad es dimensionar desde el presente una etapa fermental de nuestro rock. A todos ellos, muchísimas gracias por sumarse a la movida.
Ariel Scarpa