En esta sección que dimos en llamar ¡La pregunta! buscamos la opinión de gente del ambiente sobre determinada cuestión planteada a través de una pregunta. Sus respuestas, hilvanadas por un artículo sobre el tema, se reproducen a continuación. Para esta oportunidad, la pregunta fue: ¿Qué Nos Dejó El Rock Nacional De Los ’80? Para esta oportunidad, entendimos que era necesario contar con un integrante de cada banda referente de la época y gente importante del ambiente de ese momento en particular. Como las respuestas fueron profusas, decidimos dividir el artículo en dos partes. Para esta primera parte, nos dieron sus opiniones Gustavo Parodi (Los Estómagos), Tabaré Rivero (La Tabaré Riverock Banda), Martiniano Olivera (Zero), Víctor Nattero (Los Traidores) y Aldo Silva (periodista, Conductor Principal de Telemundo 12 en Canal 12 e Informativo Sarandí de Radio Sarandi 690 AM. Fue manager de Buitres, La Trampa, La Tabaré, Los Traidores y Metamorfosis, pero ante todo, conductor de programas de rock en CX26 Sodre, 93.9 FM Stereo Emisora del Palacio, Eldorado 100.3 y Nuevo Tiempo 1010 AM).
Que los protagonistas directos de la movida de rock de la década del 80 nos cuenten su visión sobre lo que se aportó, no tiene precio. De primera mano de la gente que estuvo ahí.
De mi parte, como público, sólo quiero comentar que el impacto de lo vivido llega hasta estos días. Por la música, el mensaje, las vivencias… en fin, por todo lo que se hizo en esos años y a todos los que participaron de alguna manera, muchas gracias.
Gustavo Parodi
Para mí, se simplifica en dos o tres cosas. Una es la demostración de que si hay ganas, si hay interés y si hay oídos, las cosas se pueden hacer. De ahí, ver si se pueden hacer bien, regular o mal, eso es otra cosa y depende mucho del entorno, de la infraestructura y del mercado, cosa que no tuvo aquel rock de los ’80, que fue una tremenda explosión. Fue todo muy rápido; mucha leche, muchas ganas contenidas. Un grupo de tipos con intereses particulares con muy poco material y equipo, creo que se enfrascaron en una aventura maravillosa en un país que estaba dormido hacía 10 u 11 años. Con influencias de afuera, sin duda, como ha sido siempre, se origina una pequeña movida al principio y al poquito tiempo, una cosa ya totalmente nacional, instaurada, todo aquel movimiento del rock de los ’80 que, repito, como punto principal tuvo el “hacelo vos mismo”: conseguir una guitarra, un pedal en Do Re Mi y cualquier equipo que anduviera por ahí, transistorizado, valvular, viejo, y armar una banda y decir cosas, que creo que es lo importante. Es lo más importante que tuvo aquella movida.
Existieron bandas que dijeron una cantidad de cosas de lo que realmente sentían tipos que habían pasado una adolescencia dormida. No sé si dormida, para uno el mundo era eso. Uno se crió en una dictadura y de repente a mucha gente le podía parecer normal. Cuando vos te empezabas a cuestionar un poquito todo y un poco de pérdida de libertades y porqué no accedías a determinado tipo de cultura, apareció gente que decidió tirar un poco la pared abajo y hacer cosas sin mucha ayuda, en un principio. Después apareció esa mano de una cantidad de amigos y de gente que se interesó e hizo cosas y escribió y fomentó e hizo a la gente escuchar todo aquello. Y por supuesto que también aparecieron de los otros, los interesados del momento para tratar de subirse al carro y llevarse su parte, que nunca nadie se pudo llevar una parte. Eso hay que sacárselo de la cabeza a una cantidad de gente, nadie nunca se hizo rico ni levantó plata con aquella movida de rock nacional. Pero sí hubo mucha gente, muchos amigos que hicieron mucho por dar una mano a aquellos tipos. Y no hablo solamente de la música sino de los que escribían o pintaban, todo el arte en general.
El otro punto no menos importante creo que fue el dejar una referencia, una influencia para la gente que venía después, cosa que nosotros (ya me incluyo ahí como parte de Los Estómagos) no tuvimos. Nosotros crecimos guachos de rock and roll. Escuchábamos rock and roll muy viejo, no teníamos referencia de lo que estaba pasando en el mundo, hasta que en cierto momento empezamos a escuchar alguna cosa que aparecía por ahí. Las bandas de los ’80 servimos un poco para impulsar y dar referencia a nuevas bandas que surgen a partir de los años 2000. Bandas como Los Estómagos, Los Traidores, Neoh 23, ADN, Los Tontos, Zero, que tuvieron cosas para decir cada uno a su manera y con su idea en la cabeza y se animaron, motivaron a una cantidad de gente que tenía intereses iguales, que vio que si estos tipos podían subirse a un escenario y tocar decentemente, bien, regular, más o menos, y podían decir y hacer cosas, ellos también podrían.
Por supuesto, una gran deuda que tuvo aquella movida de los ’80, salvo Los Tontos que no la pudieron plasmar por su corta vida, fue la salida al exterior. Creo que Los Estómagos y Los Traidores en un momento empezamos a ir bastante seguido a Argentina, pero no con aquella idea de conquistar o colonizar, sino que era bastante primitiva y cerrada nuestra cabeza en aquel momento. No se logró dar ese paso natural que es ir al otro lado del Río de la Plata, cosa que de repente sí se dio en los ’60 con Los Shakers, Los Mockers y Kano y Los Bulldogs. Nosotros no lo logramos. Por suerte, después de los 2000 en adelante, aparecen bandas que dan ese salto.
Más allá de todo eso, de todo lo que se pueda decir de cada una de las bandas por separado, yo creo que lo importante es el hecho de demostrar que vos podías hacerlo si tenías ganas en un medio donde toda la vida se te dijo que jamás nadie se iba a volver a subir a un escenario con una guitarra eléctrica porque era una locura. Determinadas bandas demostraron que se podía con todo el entorno en contra. Y después, la influencia a una cantidad de gente que como público en un principio, seguidores o fans de determinadas bandas, se animaron y también pagaron sus instrumentos y desarrollaron un rock nacional bastante consolidado, más allá de los diferentes estratos existentes entre las bandas.
Hoy por suerte hay toda una movida, sigue existiendo una movida de rock escuchado o no escuchado, pedido por pocos, por muchos o por nadie, pero las bandas están. Basta salir y ver en cada pueblo del interior la movida de bandas que tenemos. Y no son sólo las bandas llamadas grandes que cruzan el charco las que realmente son exitosas, las que manejan una movida. La movida se da también por todas esas bandas que en cada pueblo, en cada ciudad del país tiene su lista de seguidores, graba sus canciones y todo lo demás. Eso se logró, por ese lado, se logró.
Creo que no es poca cosa demostrar que se pueden hacer las cosas y después ayudar a crear más bandas y más movidas. Al menos en mi forma particular de verlo, es lo que me llena de orgullo, haber puesto el granito de arena para que un tipo un día decida comprarse una guitarra eléctrica, una batería y armar una banda y decir cosas. Me parece maravilloso.
Víctor Nattero
Pensamiento personal: “Después de haber dejado el alma en cada palabra, en cada solo y en cada melodía, con el paso del tiempo, hemos transitado una y mil y una vez, ese puente siempre a punto de caer, aferrándonos a barandas gastadas para cruzar de un lado al otro en busca de un eco que nos diga que todo aquello fue real, pero no encontramos absolutamente nada”… VN
Por momentos, parece que al “rock nacional” se lo hubiera tragado la tierra… Como si una mano mercenaria hubiera quitado en segundos, partes importantes de la historia o mejor dicho, hubiera arrancado páginas sin dejar rastros, de manera que, para las nuevas generaciones, sólo exista música nacional a partir de determinados años… Por otro lado, puedo decir que los ’80s dejaron una pintura perfecta de esa época. Con textos y melodías rebeldes que le pusieron brillo a un país oscuro que volvía a ver la luz. Dejó acordes de guitarras como abrazos para contener a toda una generación que había sido silenciada a la fuerza. Dejó fotografías de vidas en blanco y negro que en aquel momento encontraron un lugar para gritar su descontento.
Todo eso fue escondido, quitado del medio… Donde deberían existir “héroes” hay vencidos y sólo quedando en el recuerdo de un puñado de personas que estuvieron allí, donde todo empezó… Sin lo “uno” no existiría lo “otro”. Pero, la idiotez vende, lo liviano es digerible y la ignorancia es la dosis de cada día para sostener el control. Pensar es perder, y ése, tal vez fue el error…
Tabaré Rivero
Nos dejó sólo un grato recuerdo para quienes lo vivimos, tanto arriba del escenario como así también siendo público. Y penosamente tengo que hacer fuerza para ponerme a pensar si de verdad dejó algo más que eso. Supongamos que sí, que quedaron unos cuantos discos como testigo, gracias a la inquietud de Alfonso Carbone, y unos cuantos de esos discos venían con muy buenos rocanroles. Pero… ¿qué más? Suponíamos que el rock era algo más que «buenos rocanroles». Entonces creo que sería mejor plantearnos la pregunta al revés: ¿qué se perdió de aquel rock de los ’80? Y sí, la respuesta sería mucho más concisa: se perdió justamente el rock.
En aquella época fermental, donde los jóvenes explotaban sus instrumentos (aún sin saberlos tocar bien) gracias a una carga fuerte de adrenalina, haciéndose escuchar a grito pelado en todos los barrios, en todas las esquinas, en todos los liceos o garages o a través de las ventanas de sus habitaciones, había esperanza. Paradójicamente, la esperanza de que ese nihilismo fuese escuchado y quizá hasta comprendido y compartido. El rock era el medio para expresar y así hacerse escuchar (sentir). Aquel rock potente venía a conmover un país que se había quedado paralizado en el tiempo, con una sociedad pacata, asustadiza, débil por causa de una feroz dictadura y la emigración de miles de los ciudadanos más valiosos. El rock venía a desobedecer todo lo que habían querido imponernos, muchas veces a pesar de las intenciones de los propios intérpretes que debido a su corta edad (la mayoría adolescentes), no eran conscientes del logro que tenían en sus manos.
Que el buen arte es combativo, no cabe duda (y no hablo de política partidaria, sino que me refiero a combatir las imposiciones ridículas utilizadas para dominar a una sociedad). Y por eso el rock como expresión artística era el instrumento más valioso que había en el Uruguay de la segunda mitad de los ’80. Porque la sangre joven venía efervescente a recuperar la sensibilidad opacada por la violencia, las prohibiciones, la falsedad, las persecuciones y hasta con los miles de programitas idiotizantes con los que nos educaba la televisión.
El rock no era sólo música, quizá era además una postura ante la vida, una actitud que expresaba su inconformismo a través de los fanzines, algunos (aunque pocos) programas de radios, performances, poesías y «descontrol». Claro que la palabra «descontrol» asusta. Asusta mucho más que todas las peligrosísimas cámaras de vigilancia y celulares espías que ahora se utilizan disimuladamente para controlar a la humanidad toda. Por eso el rock era más que música. Era una barricada. Y eso es lo que nos podía haber dejado todo aquello… pero lo hicieron desaparecer.
Por supuesto que en el resto del mundo ya hacía tiempo que esa barriada había sido aplastada, domesticada y vendida como moda, y no debe sorprendernos que aquí haya pasado lo mismo. Aunque como acá el rock no era un negocio lucrativo, ingenuamente pensé que no iban a poder desmantelarlo tan rápidamente como lo hicieron. Y sí, aparecieron en la TV los músicos haciéndose los graciosos, bonitos y amables, los conductores de las radios comenzaron a cobrar por pasar a las bandas (dispuestas a pagarles), empezaron a competir por ser los primeros en el ranking, aparecieron los critiquitos de música que sin saber ni tocar una sola nota escribían tratando de parecer más importantes que los verdaderos protagonistas, se comenzó a hablar de «profesionalismo» y de buenos y malos músicos, sin comprender que el valor no estaba puesto en la técnica sino en la euforia de esos instrumentistas, y se les hizo creer a algunos que podían ser (¡acá en este país!), estrellas de pop-rock, compitiendo a ver quién llevaba más público.
Ya a principio de los noventa quedaban sólo cenizas de aquel incendio roquero que sólo duró dos o tres años. Y de todo aquello que en definitiva era el verdadero valor del rock, no quedó casi, casi nada. Con la entrada al Uruguay por medio del cable de la MTV Latina en la segunda mitad de los ’90, se terminó de confundir primero y destruir después toda intención de resistencia juvenil convirtiendo al rock en un negocio más.
Ahora el rock consiste en sacar un single pegadizo, de rápida escuchada y que algún algoritmo pago nos lo acerque, acompañados de fuertes imágenes visuales entre las millones de propuestas vacías de contenido y rezar para que el interlocutor no cambie de track, porque ya no hay tiempo ni ganas de escuchar un álbum completo.
El rock sigue existiendo. Con mejores músicos, mejores equipos, mejores instrumentos, mejores escenarios, mejores técnicos de grabación, de luces, de sonido. Ahora con productores, managers, encargados de prensa y todo eso, pero… el rock ya no tiene alma. Quizá por esa razón los más jóvenes de hoy se encierren en sus cuartos ante su PC, en absoluta soledad, e instalan programas y crean música y textos que rapeados expresan todo lo que los rockeros dejaron de decir y con toda la bronca que los viejos rockeros (salvo algunos pocos) perdieron por el camino. Y por lo que a mí respecta, se impone un mea culpa: el haber creído fehacientemente en todo lo que acabo de describir.
Martiniano Olivera
Pienso que lo principal que nos dejó el rock uruguayo de los ’80 es la convicción, probado en los hechos, que se puede hacer un rock, una interpretación uruguaya del rock. O sea, hacer rock en clave uruguaya, rock con vivencias uruguayas, con lenguaje uruguayo; lenguaje tanto idioma como códigos, pautas, criterios, formas de actuar reflejadas en las canciones puramente uruguayas. Recuperó eso, que la generación previa casi no lo tuvo. Digamos que entre el ’75 y el ’80 hubo un gran hueco, teniendo en cuenta que ya a fines de los ’60 empezaba a haber rock en Uruguay.
Después de ese gran apagón, gran corte de luz, se volvió a hacer rock uruguayo. Y me parece que ese es el principal legado. Eso permitió que después, hasta el día de hoy, tengamos músicos uruguayos haciendo rock. Permitió que exista La Vela Puerca, No Te Va Gustar. Cuando ellos empezaron a tocar, tenían un antecedente inmediato, tenían una referencia, que fue esa movida que arranca principalmente a partir del disco Graffiti. Sé y soy uno de los que más defiende que entre el ’80 y el ’84 acá hubo rock, lo que pasa es que no pudo dejar un legado, un registro que permitiera que se reconozca a esa etapa, y además tenía una diferencia estilística muy clara con lo que pasó del Graffiti en adelante. Creo que ese es el principal legado.
La segunda cosa, y también en cierto modo era novedoso, dejar clara la idea que la gente joven podía hacer cosas relevantes que trascendieran y que impactaran en el mundo que los rodeaba, en la sociedad, en sus pares y en los que no eran sus pares. No era solamente sacarse las ganas de subirse a un escenario, también era hacer arte que valiera la pena. Creo que eso también valió mucho. Yo no recuerdo, salvo quizás los comienzos del rock uruguayo de los ’60, gente tan joven haciendo discos, sonando en la radio y construyendo una obra en algunos casos muy sólida y en otros no tanto, más discontinua, con más presencia y en otras no tanto, pero sin duda dejando algo trascendente.
Y justamente, el correlato de esto (y sería el tercer elemento que destaco) es un puñado de buenas canciones. Creo que con el tiempo quizás son muchas más que las que en aquel momento, en tiempo real, creíamos. La prueba está, que casi a 40 años, hoy yo diría que hay una buena parte del repertorio del rock uruguayo de esa época que se sigue sosteniendo por sí mismo, por los valores artísticos y no solamente por el contexto en que le tocó estar. Casi todas las bandas que grabaron discos, en esos discos podemos encontrar canciones que hasta el día de hoy uno dice: “Uh, esta canción sigue valiendo la pena”. Por ahí creo que son las tres cosas más destacables que nos dejó el rock uruguayo de los ’80.
Aldo Silva
Desde mi punto de vista, el principal legado del rock de los años ’80 que se desarrolló a partir de Los Estómagos por los años 1982-1983 y a instancias del guitarrista y también cantante Gustavo Parodi, fue el de retomar y reinventar el camino de la cultura del rock en Uruguay. Aunque nunca se lo propusieron, Los Estómagos marcaron un antes y un después de la música uruguaya convocando a un público sin referentes generacionales, asfixiado por la censura y que además, y es vital comprender esto aparentemente tan lejano, no tenía la costumbre de escuchar rock en nuestro propio idioma. Ese camino nunca más pudo ser bloqueado y sigue hasta nuestros días bajo el rótulo de rock uruguayo o rock nacional cubriendo diferentes estilos y propuestas.
Siempre hubo bandas de rock en Uruguay a pesar de la dictadura. Siempre hubo algún grupo que, heroicamente, siguió tocando a pesar de la censura y la represión; pero el proceso cultural se vio alterado y Los Estómagos fueron el cambio, aunque nunca alcanzaron la masividad que sí, por ejemplo, alcanzarían posteriormente Los Tontos y ni hablar de la explosión internacional que hoy tienen El Cuarteto de Nos, La Vela Puerca, No Te Va a Gustar.
Más allá del legado artístico, hubo una maquinaria de funcionamiento que, a lo largo de los años y en ocasiones, con tremendas limitaciones económicas, altas y bajas, errores, horrores y aciertos, la eterna pelea por los espacios en los medios de comunicación, las modas pasajeras y varios etc. más, empezó a desarrollarse a partir del rock de los ’80. Esto generó una industria determinada que permitió y permite la formación de sonidistas, managers, equipos de producción, la realización de conciertos, festivales, grabaciones de discos en Uruguay o acceso a instrumentos musicales, entre varios etc. más, y que siempre consideraremos insuficientes.
Una noche cualquiera estaba conversando con Gustavo Parodi recordando la mítica noche en que Los Estómagos habían tocado en Telecataplum por Teledoce, allá por esos años pioneros y “ochenteros u ochentosos”, y su comentario me significó toda una respuesta de aquellos tiempos de inconsciente reinvención: “…Yo escribí sobre una barométrica… sólo eso… y la gente se hizo toda una película sobre la dictadura…”.
Ariel Scarpa