Orlando Fernández: Parte de la Historia

La mayoría de quienes lean este rockportaje tendrán más que claro quién es Orlando Fernández. Para quien lo vea sobre el escenario con Buitres tocando el bajo y no conozca su trayectoria, quizás pueda sólo remitirse a ese importante rol que cumple en la actualidad en esa banda fundamental de nuestro panorama local. Pero Orlando es mucho más que eso, es parte de nuestro mejor rock nacional desde los inicios del movimiento de los ’80. ¿Y quién mejor que él para contarnos una parte de lo que se trata esta historia? Fue difícil resumir más de una hora de charla, con muchas anécdotas, pero creemos que rescatamos la esencia de la entrevista.

SR: Primero que nada, recorramos tu extensa carrera.

Orlando: Hace 30 años que vivo en Malvín, y empecé con una banda que se llamaba Estados Alterados, con la que ensayábamos a dos cuadras de acá. Cuando me mudé para acá, un día caminando, me encontré la casa donde ensayábamos, en Amazonas y Rivera. Cuando empecé tenía 16 años; éramos muy malos, muy malos (risas). En aquella época era amigo de Gustavo (Parodi), Gabriel (Peluffo) y el Hueso, y los iba a ver siempre en Pando. Un día el gordo (Gustavo) me llama y nos invita a ir a Pando para grabarnos allá, porque acá sonábamos horrible. Nos grabó en un cassette, que lo tengo ahí. Con esa banda estuve un año, y después arranqué con los Cadáveres: año ’83 – ’84. También éramos muy malos (risas) pero ya con otra cabeza; empezamos a estudiar y a ver equipos e instrumentos. Arrancamos ensayando mucho y con muchas ganas. La primera vez que tocamos fue en el Templo del Gato, en el Parque Posadas. A través de Gabriel conocí a Carbone, y él nos propone grabar el disco después de grabar en una ensalada. Ahí todo empezó a rodar de otra manera. Estuvo buena esa época. Luego en el 2000 – 2001 me fui de Cadáveres. Ya me había propuesto irme para España porque tenía familia, y en el 2003 me fui para allá. Estuve un año y medio, y cuando volvimos para acá, en una especie de vacaciones, aquellos me llamaron para tocar. Al principio me dijeron que era por un año, y yo pensaba volverme para España. Pero terminó el año… y acá estamos (risas).

SR: También hubo proyectos paralelos, como Los Inadaptados de Siempre.

Orlando: Sí. Estuvo Exilio Psíquico, a la par con los Cadáveres. Con Exilio Psíquico nos fue muy bien, tocamos un montón. Se me abrió otro espacio dentro de la música, porque era distinto de lo que hacíamos con los Cadáveres, y se arrimó otro tipo de gente. Un día Maxi (Angelieri) viene y me dice que quería invitar a tocar al Popo Romano y a Gustavo Echenique. Yo le dije “te van a mandar a la mierda” (risas). Y los tipos aceptaron. Ahí los conocí, y aparte de ser terribles músicos eran terribles personas, y se me abrió pila el espectro musical. Pero en el camino nos dimos cuenta que nosotros para ellos también éramos músicos importantes, porque hacíamos cosas que ellos no estaban acostumbrados a escuchar y les obligaba a tocar de otra manera. Un día nos dijeron “para nosotros fue un huevo tocar con uds.” (risas). Estuvo bueno eso. También conocí a mucha gente que se arrimó a vernos, como Leo Maslíah y Darnauchans, o Jaime Roos. Tuve oportunidad también de tocar con La Tabaré, con ADN, con Neoh 23. Con Zona Prohibida toqué y grabé los bajos de dos canciones que salieron en la ensalada.

SR: Y Sibyla Vaine también.

Orlando: Eso es más reciente. En realidad lo que pasó fue que un mes antes de irme para España, me encontré con Gastón Ackermann y me invitó a ir a su estudio a grabar un par de canciones que yo tenía. Grabé cuatro canciones antes de irme, y entre ellas estaba “Milagros”, la que después hicieron mis hermanos. En la maqueta de esa canción yo había invitado a Pedro a cantarla. Cuando estaba en España y aquellos iban a presentar creo que el Amanecer Búho, me llamó Marcelo y me dijo “queremos hacer la canción tuya que canta Pedro; ¿la podemos hacer?”. “Por supuesto, hagan lo que quieran, la van a hacer famosa uds.” (risas). Cuando volví, quise probar de hacer un show. Me empecé a juntar con gente y armamos la banda y tocamos un par de veces. Después de eso fue cuando me llamaron los Buitres, y ahí quedó de lado, porque tuve que empezar a laburar salado, porque tuve que aprender una montaña de temas. No me acuerdo si fueron 45 ó 50 temas, y estuve como dos meses. Lo que pasó fue que ellos venían tocando un set de canciones acá, y a fin de año nos íbamos para España y había que tocar otro set de canciones más viejas, porque la gente que estaba en España se había ido hacía años y no conocían los últimos discos. Es difícil acá tener proyectos paralelos.

SR: ¿Quedó trunco Sibyla Vaine?

Orlando: No, estoy grabando un disco nuevo, aunque el batero, Nacho, se fue a vivir a Canadá. El año anterior a los 30 años de Buitres, llegando a fin de año nos reunimos para planear el festejo y la grabación del nuevo disco, y nos concentramos en eso. Previendo eso, decidí cortar todo y disolvimos Sibyla. Después me encontré con un batero, Joaquín, que me ayudó con las canciones nuevas. Grabamos baterías y bajos y ahora voy a seguir con las guitarras. Lo estoy haciendo muy de a poco, con Seba Codoni, que ahora saca un disco solista producido por Garo Arakelián.

SR: Es distinto a Buitres.

Orlando: Sí, es todo distinto, es la música que yo hago, lo que me sale hacer. En el disco nuevo de Buitres, por ejemplo, hay una canción mía. Si vos la escuchás, es como distinta a lo que hacen los Buitres.

SR: ¿Qué significó para vos cuando te invitaron a tocar en Buitres?

Orlando: Pah, fue tremendo. Ya éramos amigos de antes. Cuando me llamó Gabriel, yo ya tenía los pasajes reservados para irme para España. Estábamos en mi casa con mi mujer viendo una película y suena el teléfono fijo. Cuando atiende el contestador, siento: “Hola Orlando, soy Gabriel. Quería hablar contigo”. Lo atendí. Nos saludamos y me dijo: “Te llamo por lo siguiente, ¿qué estás haciendo vos ahora?”. “Nada, estaba viendo una película”. Y me dice: “¿No querés tocar el bajo con nosotros?”. Yo le pregunto por el Pepe y me dice que estaba todo bien, pero que hacía tiempo que estaban dando vueltas para que él tocara la guitarra. “Cuando nos enteramos que estabas acá… sos el ideal”, me dice Gabriel. Cuando le dije a mi mujer, se puso como loca (risas). Le digo: “Mirá que nos tenemos que quedar”. “¡Bien, mejor!”, me dice (risas). Ellos habían hablado al principio con Javier Depauli, tecladista actual, y que ya había tocado con ellos en la época de los 10 años. Javier toca muy bien el bajo, pero en ese momento -que hasta el día de hoy le estoy agradecido- dijo que no podía, porque recién había entrado a laburar, y a veces hubiera tenido que faltar. Él dijo que no, y me llamaron a mí. Gracias Javier, con letras grandes (risas). Marcelo, mi hermano, le dijo ese fin de año a mi mujer que proyectaba que nos iba a ir muy bien acá y no nos íbamos a ir. Lo que pasó fue que un día mi hermano va a Coutinho, se encuentra con Luisito (Machado), y resulta que una hora antes había caído el gordo y le había dicho que no dijera nada a nadie, pero que estaban buscando bajista, y que si sabía de alguien en la vuelta, le avisara. Cae mi hermano y Luisito le dice “no digas nada a nadie, pero los Buitres están buscando bajista”. “Orlando está acá, y es amigo de ellos. Decile que lo llamen”, dice Marcelo. Luisito llama al gordo: “Vo, está Orlando”, el gordo llama a Gabriel: “Vo, está Orlando” (risas). Marcelo la clavó en el ángulo. Como la historia de tocar con Buitres era por un año, era hasta el Velódromo de los 17 años y ver si al Pepe le gustaba y se acomodaba con el instrumento. El Pepe toca muy bien la guitarra, muy bien. Entre los referentes míos de guitarristas de este país, en el primer lugar está el gordo. Tiene un sonido muy particular que lo hizo él: le das una guitarra de plástico y el loco te la hace sonar como la guitarra de él. Víctor Nattero es otro. El topo y Marcelo, mi hermano, son otros.

SR: Tu entrada a Buitres literalmente te cambió la vida.

Orlando: Sí, claro. En realidad me cambió la vida porque pude ver la música y probar de estar en una banda que tiene un funcionamiento profesional. Fue un cambio muy grande. Yo no tenía ni que desenchufar los pedales cuando terminábamos de tocar. Yo me preparaba el bolsito el viernes y me sentaba en la puerta de casa, pasaban con la camioneta, íbamos para tocar y volvíamos el domingo. Aparte, el público de Buitres es muy cariñoso. A mí me parecía increíble que hubiera gente que se tomara un bondi para ir a vernos a Paysandú o Artigas, o que quería sacarse fotos con nosotros y nos invitaban a cumpleaños (risas). El sábado pasado, cuando terminamos de tocar en La Paloma, vino un flaco con la hija, que era la primera vez que nos iba a ver, y ella estaba llorando. “¿Por qué llorás, mija?”. “Porque los conocí”, nos dice. Le pasa eso a la gente. Es divino, pero a mí me costó acostumbrarme a que te miran con otros ojos totalmente distintos.

SR: No siempre tocaste el bajo.

Orlando: No, en realidad arranqué tocando el bajo con los Cadáveres porque no había nadie para tocar el bajo. Cuando Estados Alterados se separa, yo tocaba con Carlos Sosa, que era tecladista en esa banda, y andaba buscando gente para armar otra banda. Cuando empezamos con Cadáveres, yo conocía a Pablo (Martín) y le gustaba la misma música que a mí, y le ofrecí cantar. “Tengo un amigo que toca la guitarra y se acaba de traer una de Estados Unidos”, me dice, que era el Oso (Fernando) Couce. Y tá… faltaba el bajo (risas). Hasta que se va el Oso y pasé a tocar la guitarra. Ahí entró Gabriel Barbieri, y después vino Marcelo, mi hermano. Un día dijo que también quería tocar la guitarra, y ahí entró Joselo Villamil. También estuvo tocando Gabriel Francia, de Inquisición y La Trampa.

SR: ¿Preferís el bajo o la guitarra?

Orlando: Me da lo mismo. Lo que me pasó con el bajo fue que me embruteció un poco.

SR: ¿Te llegaste a enamorar del instrumento?

Orlando: Sí, sí, me encanta. Le agarré cariño. Tengo tres bajos.

SR: Y vos que estuviste en ambos roles, ¿es cierto que el bajista gana menos que el guitarrista? (risas).

Orlando: El bajista no existe (risas). “¿Qué tocás?”. “El bajo”. “¿El bajo?”. “Sí, es el de cuatro cuerdas”. Y ahí se dan cuenta. O sea, tocás menos que el guitarrista, que tiene seis cuerdas.

SR: El bajista es como menospreciado.

Orlando: Sí. Porque podés tener tremendo guitarrista y cantante, pero tenés un mal bajista y baterista y cagaste, no vas a ningún lado. Ahora, si tenés una buena base rítmica y dos malos guitarrista y un mal cantante, la rompés igual.

SR: Acaba de salir el disco de Buitres, Mecánica Popular.

Orlando: Sí, salió en cd y también va a salir en vinilo, por Little Butterfly, que ya editó dos discos más nuestros, Maraviya y Deliciosas Criaturas Perfumadas.

SR: Después de los festejos de los 30 años, ¿qué más sigue?

Orlando: Ahora a tocar, a mover el disco. Estos últimos años estamos yendo bastante a Buenos Aires. Es difícil abrir una veta, pero está bueno porque hay público. Acá es muy complicado tocar muy seguido. Por ejemplo, ahora tocamos en el Montevideo Rock, y eso te obliga por contrato a que no toques cerca de Montevideo, antes y después.

SR: ¿Cómo vieron el interior en la gira que hicieron?

Orlando: Estuvo buenísimo. Lo que pasó fue que hubo shows que eran más baratos que otros, y en algún lugar se vendieron algunas entradas menos. Pero la verdad que estuvo buenazo, nosotros lo pasamos bárbaro. Estuvo bueno además porque los que organizaban los shows eran productores locales; si bien era el Cosquín, cada show lo hacía gente del lugar donde se hacía el show. Y ahí ves cómo la gente hace las cosas a pulmón.

SR: Contanos algo del proyecto Isla de Encanta y la grabación del disco.

Orlando: Empezó hace dos años. La idea era de Nelson Barceló y Pedro, mi hermano. Querían hacer el programa pero no en la radio. Propusieron hacerlo en el estudio de grabación y que se retransmitiera, por el tema de la tocada en vivo y porque querían hacer algo distinto, no tocar en vivo como se toca en la radio, querían hacer algo para captar y que quedara grabado.

SR: Y naturalmente eso lleva al disco.

Orlando: En realidad hubo uno pero va a salir otro, porque hay un montón de artistas que quedaron afuera, como Roberto Musso, Emiliano Brancciari, el enano de la Vela, Gabriel.

SR: ¿Lo hacen en una toma?

Orlando: Sí, yo microfoneo y hacemos una toma. El cuarto es chico, y lo que tratamos de hacer es que en el sonido natural que sale de ahí, conseguir que las canciones funcionen. Es difícil, pero ha habido momentos mágicos, que después de que termina la canción quedamos todos en silencio… “pah, loco, fue increíble”. Y que por suerte se consiguió la mayor parte de las veces. Tratamos de no repetir las canciones. Hay canciones con errores y con cosas, pero tratamos de no repetir las canciones. Cuando vino Fernando Cabrera tocaron “Por ejemplo”, y cuando terminaron de hacerla, Fernando dijo: “Hay una parte que quedó medio ahí, no sé…”. Yo le dije: “Fernando, perdoname, pero mirá que la versión quedó increíble”. Igual hicieron otra, prolija y bien hecha. Al otro día, cuando hago la mezcla, se lo mandé a Fernando y le dije que iban las dos versiones y que las escuchara; me dijo “dejá la que tiene el error”. También a Pedro le cuesta mucho con las mujeres por las letras y cómo cantan, es su desafío, y sin embargo los temas han quedado buenísimos. Tratamos de generar un ambiente que esté bueno, cómodo. Se le hace la entrevista al músico, después yo desarmo y armo el set para que grabe. Es una experiencia totalmente distinta. Yo pensé que iba a durar nada y ya vamos en el tercer año.

SR: En tu estudio, Encrucijada, ¿también se ensaya?

Orlando: No, acá solamente se graba. Hace años que estoy, y grabo bastante. Esto me encanta, es con lo que me voy a quedar el día que me pudra de salir en la camioneta a tocar.

SR: ¿De España te olvidaste?

Orlando: No, me voy a ir a España, porque yo me enamoré de España. Estuvimos viviendo en Madrid y en Málaga. Nosotros nos quedamos por la banda y después ya hicimos la vida acá. He ido muchas veces a España y he hecho muchos amigos allá. Con mi mujer tenemos ese plan.

Winston Estévez y Ariel Scarpa

Fotos: Adrián Busio: