El puntual regreso de la Incandescente Blues Band al Uruguay motivado por la visita de Paula Francolino y Ramón Aloguín (voz – guitarra y voz, respectivamente), es el disparador de este reportaje. Retomando desde lo dejaron hace 23 años, según palabras del propio Ramón, estarán presentándose en Cold Music Bar el próximo 30 de diciembre. La formación de la banda se completará con los dos integrantes restantes de la última versión de la misma: Nicolás Rodrigo (bajo) y Daniel Techeira (batería). Aparte de que la cita es imperdible, en cierta forma este reportaje también lo es, donde Ramón y Nicolás nos cuentan parte de la historia de la banda y su actualidad.
SR: ¿Qué significado tiene para uds. este regreso?
Ramón: La verdad es que es una cosa que siempre hemos querido hacerla. Y si he de ser sincero, yo hasta he soñado que tocamos más de una vez.
SR: Se te cumple un sueño, entonces.
Ramón: Sí. Te diría que en estos 23 años lo he soñado cinco o seis veces en un sueño muy vívido y despertándome como si hubiésemos terminado de tocar. Hasta un punto es bueno dejarlo un tiempo, pero 23 años ya era demasiado. La última vez que estuve en Uruguay fue en el 2013 e iba con el radio de la mano izquierda fracturado y no podía tocar. Entonces ahora dijimos “es ahora o nunca”, y el mérito es de Nicolás.
Nicolás: Yo empecé a tocar con Ramón, Paula y Daniel con 19 años. Con todo lo que aprendí con uds. yo siempre quise esta reunión, por un tema de amistad y de que me enseñaron muchísimo con la base que me dejaron, musicalmente. Cuando me entero que venías, tenía ganas de que nos juntáramos los cuatro en un ensayo, por lo menos, y tocar.
Ramón: Esto de ahora se hizo con tiempo, así que ahí surge la frase “es ahora o nunca”, que lo pensamos los cuatro.
Nicolás: Sí, totalmente. En mi sueño era juntarnos por un tema de cariño musical, también, porque ahora soy diferente a lo que era cuando tenía 22 años cuando uds. se fueron a España. Con Daniel hablábamos de todo esto y de decir “es ahora o nunca”.
Ramón: Tenía que ser y así ha sido.
SR: El concepto de tomar este asunto donde lo dejaron es bastante explícito, pero me gustaría que lo profundizaran.
Ramón: A veces ha pasado (y es válido, por favor que no se tome como una crítica a nadie) que hay grupos que han regresado de manera más o menos coherente, como los Eagles o Cream. Pero ha habido otros regresos en los que se juntaban los músicos pero las mentalidades eran muy diferentes. No sólo que permanecían las diferencias de cuando se habían separado sino que además se habían acrecentado. Eso hacía que los regresos a veces no fuesen del todo muy bien. Yo he seguido tocando fundamentalmente en casa, no he hecho mucho en público. Nicolás es quien ha hecho la carrera más importante como músico profesional, donde llegó incluso a tocar con Hugo Fattoruso en el Solís. El decir “lo vamos a tomar allá” es porque tenemos claro que quien nos vaya a ver, verá un concierto de la nostalgia, ¿por qué no? Y no tiene nada de malo que lo sea. No tendría mucho sentido que ahora vayamos a tocar “Bandas de luz en el cielo” con acordes ampliados y lo llenemos de novenas chiquitas disminuidas. No es que estuviese mal, pero lo vamos a tomar de la misma manera en que lo habíamos hecho.
Nicolás: Ramón lo que hacía era marcarme con discos; me decía “escuchá este bajista”, “escuchá esta banda”, y yo era una esponja. En el año ’97 me pasó Restrictions, de Cactus, en un cassette americano que era de Juan Faccini, y me dijo que escuchara al bajista, Tim Bogert. Y yo escuché todo: Rusty Day, Jim McCarty, Carmine Appice. No conocía a ninguno de los cuatro, y la banda me marcó mucho también en la manera de tocar. Antes me pasaba discos de Mountain, de Pappalardi, los discos solistas de Jack Bruce que yo no conocía (Songs For A Tailor) o el disco de Robin Trower que también me marcó por la manera de cantar de James Dewar y la manera de tocar el bajo, con esa solidez y esas notas que tiene. Fue lo que me pasó con Tim Bogert. Me marcó mucho la manera en que funcionaban las canciones, que tenían sus espacios para todo, pero cómo aportaban en la banda. Yo recién estaba empezando: agarré el bajo en junio del ’95 y fui aprendiendo, además de las cosas que me pasaba Ramón. Una de las cosas que él me dijo fue “aprendete todas las notas del diapasón del bajo, de las cuerdas”. Y eso fue lo que hice, saltar de una cuerda a la otra sabiendo dónde estaban las notas. Quien más me marcó mi manera de tocar y de funcionar en la banda fue Tim Bogert, por su firmeza y por la manera de cómo aportaba a la canción. La banda tenía su libertad, en ese disco la tiene, pero también me enseñó. Y justamente donde quedamos, es ahí. Iba a seguir funcionando de esa manera. Yo iba a seguir en ese camino porque me marcó muchísimo hasta el día de hoy. Lo he llevado a todos los lugares y también lo he notado con otros bajistas.
Ramón: Yo sigo a la distancia lo que pasa en Uruguay y soy conciente de que hay un movimiento de blues muy importante, y me da la impresión que el enfoque que damos nosotros (no voy a decir que seamos mejores o peores que nadie) se sigue sin ver en el rock. Ese enfoque lo describíamos como temas con principio y final y que en el medio puede pasar cualquier cosa, y que nos podías ir a ver dos sábados seguidos y aunque los temas fueran los mismos, no sonarían igual. También tiene sentido tomarlo ahí, porque al final sigue siendo diferente 23 años después, o eso es lo que a la distancia me parece a mí. Si estoy equivocado, pido perdón.
Nicolás: Es como cuando salís a jugar al fútbol y te comprás la casaca de tu ídolo. Cuando Ramón me dio ese disco fue como ponerme la casaca de Cactus o Tim Bogert. Funcionaba de esa manera, como un cuarteto, e iba a seguir funcionando así. Cuando Ramón me daba un disco yo lo tocaba arriba y trataba de sacar cosas, y luego lo llevaba a la banda.
Ramón: Yo te daba alas y después Daniel nos tiraba palos a la cabeza a los dos para que voláramos menos porque lo volvíamos loco (risas).
Ramón: ¿Podríamos hacerlo de otra manera? Posiblemente sí, pero en el fondo, no queremos. Entonces por eso lo vamos a tomar donde lo dejamos, porque lo queremos hacer así.
SR: El ensayo en vivo de los cuatro va a ser el 26 de diciembre.
Nicolás: El domingo 26 de 14 a 18 horas. En lo personal va a ser un disfrute aprovechar cada minuto, porque lo siento como si fuera el primer ensayo que tuve cuando nos juntamos la primera vez, que si mal no recuerdo fue el 25 de junio del año ’95. Era un domingo y era el cumpleaños de Daniel.
Ramón: Y recordarás que la decisión ya estaba tomada: no hicimos una prueba, viniste a ensayar. Cuando nos hizo falta el bajista, tú estabas viniendo a vernos. Hablamos con Daniel y nos dijo que tocabas la guitarra pero que seguramente podías tocar bien el bajo. Yo le hice una sola pregunta: “¿Es serio?”. “Sí, es serio”. “Pues entonces que venga, ya está”. Y así se hizo, no hicimos prueba.
SR: ¿Y qué va a pasar en este ensayo del 26 de diciembre.
Ramón: Tenemos la listita con los temas. Lo que queremos hacer es afinar muy bien los principios y los finales de los temas, lo del medio es lo que menos nos va a preocupar. Como los hemos tocado muchas veces, sabemos cuáles tienen sus partes peligrosas donde nos podemos llegar a equivocar. Hay temas donde no nos vamos a equivocar, como en “Bandas de luz…”; aunque no lo ensayáramos podríamos ir a tocarlo mañana y no pasaría nada. Hay otros que tienen alguna cosilla, así que se trata de afirmar eso y luego haremos un par de pasadas de todo el espectáculo completo divirtiéndonos. Porque la verdad es ésa. Siempre decían de nosotros lo bien que la pasábamos. Porque es eso, ¿no?, si no te diviertes tú ¿cómo vas a divertir a alguien?
Nicolás: En todos estos años, yo no dejé de tocar los temas. No me olvidaba de las partes. Para la primera vez que toqué en vivo con la banda, tuve que aprender unos 20 temas para ese 19 de agosto para tocar en una bodeguita que estaba repleta. Era gratis y era un sábado. Yo estaba tranquilo y recuerdo un único error, donde me adelanté en “Blues para nosotros”.
Ramón: En los primeros conciertos intentaba no mirarte mucho para que no te sintieras vigilado y tocaras tranquilo. Y como tantos cantantes, Paula se apoya en el bajista para cantar. Ella cantaba cómoda y tú ibas firme: misión cumplida. A partir de ahí sólo quedaba pasársela bien y divertirse.
Nicolás: Yo me apoyaba mucho en Paula. Recuerdo una vez que ensayamos los tres solos porque Paula no pudo venir, y me faltó algo. Con el transcurso de los años, cada vez que hay una vocalista, me sigo apoyando en ella.
SR: ¿Qué esperan del show del 30?
Ramón: Divertirnos juntos. Inicialmente, en 1987, la función de la Incandescente Blues Band, básicamente, era difundir el blues. Salvo alguna cosa que estuviera haciendo el Gato Eduardo, el blues era casi inexistente. Me acuerdo del primer Circo, en el año ’88, un muchacho mayor que yo me dijo: “¡Qué buenos estos blusachos, que hacía años que no escuchaba!”. Para el ’91 – ’92 ya había salido Pablo Traberzo con Don Gato y empezaban a salir otras cosas y guitarristas bastante influidos por Stevie Ray Vaughan, y también ya estaba la Banda de la Luna Azul. Esa labor de difusión ya no tenía tanto sentido. Siempre tuvimos la veta pesada, porque a todos nos gustaba Deep Purple y Black Sabbath, pero como la función de difusión del blues ya no estaba, pudimos apelar a tocar este blues pesado de power trío e irnos hacia lo que contaba Nicolás. Ahora hay clubs de blues más tradicional o más eléctrico. Si cubrimos el blues rock de power trío improvisado, esa es nuestra línea y creo que es lo que mejor sabíamos hacer.
SR: ¿Qué esperan del público?
Ramón: Esperamos que se diviertan como nosotros. Creo que algo de eso hay, por el feedback que vamos recibiendo de las redes sociales. Es un poco volver a aquello que algún día te hizo feliz. Nosotros nos vamos a divertir mucho y esperamos que el público también.
Nicolás: En realidad el que se va a divertir más soy yo. Ustedes ya tenían más experiencia, y cuando se fueron para España yo sólo tenía dos años de profesional con uds. Entonces me voy a divertir más; quiero aprovechar cada minuto.
Ramón: Nos vamos a empezar a divertir desde el ensayo.
SR: ¿Tienen expectativas de que vaya a verlos alguna generación más joven que nunca los haya visto?
Ramón: Eso siempre pasó, y hasta cierto punto, no me extrañaría; y esto no dicho con soberbia. Ya desde 1988 empezaba a ir gente del heavy, porque a pesar de que hacíamos blues tradicional, teníamos un sonido pesadito. Venía Daniel Vázquez (que después tuvo el programa en Eldorado), Ernesto Sclavo, la gente de Alto Voltaje (Emilio y Jorge Orengo). Más adelante, al venir Paula, empezamos a tener un cierto público femenino. Un recital de rock en 1988 era absolutamente asexuado, porque éramos todos varones. La mejor manera de que una chica no quisiera salir contigo, era ir a un recital de rock. Ahora irán los de nuestra edad, pero como siempre pasa, entiendo que habrá un 10 o un 15% de otra línea y posiblemente de alguna generación joven.
SR: El rock ha cambiado bastante en los últimos 20 años. ¿En qué lo notan uds., ya que la Incandescente es atemporal?
Ramón: La Incandescente puede ser atemporal por el hecho de que en realidad en ningún momento encajó con su espacio y su tiempo. En 1987 – 1988 estaban Traidores y otra serie de música, y estábamos nosotros ahí. En ningún momento fuimos parte de lo que más sonase y no tuvimos ni el nombre ni la trayectoria de Traidores, Estómagos, Buitres o La Tabaré. Tampoco llegamos al movimiento que vino después y que fue capaz de llenar el Estadio Centenario, con No Te Va Gustar y esos grupos. El no tener esa llegada tan masiva, permite el haber sido el perro verde todo el tiempo. El rol y la función no cambian, y creo que eso al final te acaba ayudando. Yo supongo que si un grupo estilo Ramones o Traidores volviese ahora, puede volver perfectamente y no pasaría nada. Pero seguramente su sonido está más íntimamente asociado a 1986, por decir algo, que el nuestro. Porque si yo tomo a la Incandescente o al Conde, ¿a qué década lo asocio? A ninguna. No creo que sea un mérito artístico sino una realidad en sí misma. De cualquier manera, dentro de nuestro tamiz de power trío, siempre intentábamos ir tocando otros palos. Siempre hubo una dosis de irreverencia, que aunque nos llamábamos Blues Band, no siempre teníamos que tocar blues. Al final, dentro de los temas que hemos reunido en base a lo que creemos que a la gente más le gustaba o que más nos pedían, podían salir un “Bandas de luz…” y un “Don’t want nobody” al lado de un “Serenata – ser gata – blues” o “Niña bonita”, que habían tenido un éxito bastante importante y que no tienen absolutamente nada que ver uno con el otro.
SR: ¿Habrá algún invitado el 30?
Ramón: El tema de los invitados lo hablamos y dijimos que vamos a ser celosos y egoístas por una vez en la vida. Otras veces hemos traído cantidad de gente y fue maravilloso. El único invitado que va a haber es Juan Faccini. Aparte de haber sido miembro fundador, en mi viaje anterior en el que pude tocar, que fue en el 2008, toqué con él en el Shannon, así que va a subir a hacer alguna cosa con nosotros. Pero nada más. Y lo vamos a hacer improvisado. El pobre Juan me pidió para ir al ensayo y no le he contestado (risas). La gracia de esto es que no lo sepas. Siempre tuvimos un poquito ese enfoque. Estando Nicolás, que era más estudioso, era difícil pillarlo en esto, pero recuerdo que cuando estaba Fabio, el hermano de Daniel, a veces íbamos a hacer un cover y la gracia estaba en que Fabio no lo conociera. Daniel y yo lo tocábamos, y yo le decía: “Tú toca lo que te parece que va en el tema” (risas). El efecto sorpresa que sale de eso también es parte de esto. Miles Davis para Bitches Brew repartió partituras que en la primera página tenían solamente un pentagrama. “Jefe, falta el resto de la canción”. “No, eso tóquelo usted” (risas).
SR: ¿Es la última vez que vamos a ver a la Incandescente en vivo?
Ramón: Esperemos que no. Acá el tema es más económico y poder desplazarse, más que otra cosa, pero no es un concierto despedida. De momento, éste es el que podemos hacer y no estamos en condiciones de poder decir cuándo será el siguiente. De hecho, nunca anunciamos la disolución del grupo, lo dejamos como inactivo.
Winston Estévez y Ariel Scarpa