Pato Dana (Pólvora en Chimangos): Con La Pólvora Seca

Pato Dana era uno de nuestros pendientes a entrevistar desde siempre. Su pasaje por bandas de la talla de Los Traidores y Níquel, sumado a su experiencia en el exterior y su actualidad con Pólvora en Chimangos, sólo podía dar como resultado un reportaje plagado de múltiples elementos. Una de las entrevistas más divertidas que hemos hecho, pero no por ello vacía de contenido, sino más bien todo lo contrario. Hubo que seleccionar los temas a conversar con el Pato, dada su extensa y prolífica carrera. Parte de lo conversado (jalonado de múltiples anécdotas imposibles de reproducir todas) fue lo siguiente.


SR: Contanos un poco la historia de Pólvora.

Pato: El proceso de Pólvora fue medio como una casualidad. Arranca con Roberto Rodino y conmigo, que teníamos años tocando en Níquel, y nos dimos cuenta que estábamos escuchando otras músicas y que nuestros gustos eran menos heterogéneos que lo que hacíamos en Níquel; teníamos coincidencias en lo que nos gustaba: James Taylor, Cat Stevens. Me dirán “no sé dónde encaja Pólvora en todo esto” (risas), pero había una simpatía de ambos por determinadas cosas. De chico escuchaba justamente James Taylor, Cat Stevens y Lennon. Con el paso del tiempo aparecen otras voces de corneta, que fueron los que siempre me gustaron. Luego aparece REM con Michael Stipe. Eso me dio una voz a mí; yo imitaba a Taylor. El primer sonido de rock que me interesó vino de Juan Peirano en CX50, que tenía el informe de la BBC de Londres, que traía cosas como Clash, Pistols, Elvis Costello, 999, y hablaban de la new wave, y estaba bueno. Pero los Zombies hicieron la cosa, fue la primera banda que yo dije “ah, qué lindo”. De un baile que hicieron mis hermanos en casa se armó una cagada porque alguien se afanó un cuadro (risas) pero quedó un disco de los Zombies, que era rojo. Con Rodino hicimos mucha empatía humorística enseguida, y empezamos a tocar y a componer nosotros. Queríamos hacer una banda en inglés para que trascendiera fronteras. Pensábamos “¿qué otra banda en español va a haber en Uruguay?”… primer error (risas). La primera canción que compusimos era “Si te vas” pero en inglés, era “She goes” (risas). En esa época escuchábamos mucho a Lenny Kravits y el acústico de Kiss, que es una de las cosas más divertidas que hay, si lo ves entero. Bueno, estábamos los dos tocando, bajo y batería, en un galpón en la casa de él, en San José, donde hubo un jardín de infantes, en el año 1997. Estábamos hablando de poner un guitarrista o dos, y dijimos “¿y si no ponemos ninguno?”, y dijimos “¿a quién le va a gustar?, no le va a gustar a nadie”… segundo error (risas). Fue una cadena de errores, de decisiones mal tomadas. ¿Querés más error que nos vamos en el 2001 y pocos años después detona el rock en Uruguay? Al final decidimos poner un guitarrista. Roberto era muy amigo de Álvaro Pérez, un tipo muy bueno escribiendo y con una imaginación tremenda. Él ya tocaba como en cinco bandas, y nosotros queríamos dedicación. Además existían dos vertientes creativas en la banda: estaba la de Álvaro, que estaba bastante bien, y la mía, y con Roberto nos gustaban más los temas para el otro lado del que estaba Álvaro.

SR: Fue antes del disco.

Pato: Bueno, no hay disco realmente. Es el disco no editado más vendido. Nunca logramos hacer un disco, sí lo grabamos pero nunca lo editamos. Nadie quiso. Cuando más o menos teníamos la plata para editarlo, fue con la que viajamos. A medida que la idea de viajar a México iba creciendo, la idea de editar se iba desdibujando. Bueno, cuando Álvaro se va, entra Alejandro Labandera por recomendación de Campodónico. Ahí fue que hicimos la grabación del “disco”, producido por Campodónico y con Julio Berta, que se llamó La Paz Del Barrio. En ese momento yo estaba viviendo en Muñoz y Pereira de la Luz; ensayábamos en el sótano, donde grabábamos, y una de las habitaciones arriba era la que funcionaba como sala. Hay canciones que en los créditos está Álvaro Pérez, porque él estuvo en la gestión de esos temas. El Papa, Alejandro Labandera, vivía a tres cuadras. Él venía a casa y estábamos todo el día. Él fue el que trajo el Mellon Collie, y a mí Smashing Pumpkins no me gustaba por la voz de Corgan… Hint: cuando rechazás algo, ponele atención, porque te está conmoviendo de alguna manera. Siempre que rechazo algo, me termina gustando. Bueno, escuchábamos Tiny Music… Songs From The Vatican Gift Shop de Stone Temple Pilots, The Colour And The Shape y el Big Me de Foo Fighters. Pólvora va por unos caminos distintos, no es tan riffeado, tiene más melodías que riffs; hay pocas canciones que tienen un riff y que juega tan en el cuadro de Alice in Chains o Soundgarden.

SR: Tu voz, en algunas canciones, arranca para ese lado.

Pato: Yo siempre fui cantante de coros, y de repente pasé a cantar. No era lo mío, tenía un cagazo permanente a la hora de cantar, por más que parezca un tipo desenvuelto. Y la vida me demostró que no soy tan afinado. En los discos de Traidores mi voz es la que está baja de afinación. En Níquel la exigencia era alta, y me sirvió mucho, porque sino hoy, no estaba cantando. En el momento de empezar a cantar solista, esa impostación en medios me dio seguridad, porque era como que encontraba un centro. Con los años me he ido desprendiendo de eso, y en los shows de hoy todo va para otro lado. Me llevó un tiempo, pero creo que encontré una voz, me hice una voz que me diera seguridad para cantar.

SR: Cuando la decisión de irse de un país es de una banda, ¿cómo se organiza eso?

Pato: Cuando es un trío es medio fácil. En un momento nos dimos cuenta que no hacíamos patria. Acá venía en descenso y Argentina caía en picada. Irse a Buenos Aires, impensable. Irse a Chile, nadie merece irse a Chile (risas), Madrid no daban ganas ninguna. Había ganas de irse a Estados Unidos pero era muy caro bajarse en Los Ángeles. Mi pareja de ese momento tenía amigos en México, Rodino había sido el primer batero de Peyote y teníamos relación con Campodónico, Santullo, Casacuberta, Benia, Pepe Canedo. Había una vibra muy fuerte con México y nos dimos cuenta que no estaba tan caro ir allá. Nos fuimos y empezamos a tocar, donde estuvimos tres años como Pólvora en Chimangos. Tuvimos un manager argentino, grabamos demos en la Sony, tocamos en los mejores lugares que se podía tocar en ese momento: el Bulldog, la Plaza del Zócalo, la feria del Chopo, que es la cosa más bizarra que hay. Nos decían que nos cuidáramos en esa feria. Tocamos a nivel de piso con la gente, separados por una cuerdita. Yo pasé del otro lado de la cuerda y me les fui a tocar al lado. ¡Sonaba como la mierda! No nos mataron, ganamos plata (risas). Gracias a las vueltas de la vida estuvimos 11 días tocando en Los Ángeles, en una fiesta en un colegio, en un festival Eco Maya y en Rick’s & Babe’s Inn, el lugar más viejo de blues en Los Ángeles. La onda era que te anotabas en una lista y te llamaban, entonces te subías a tocar en el escenario con tipos que no conocías y te decían: ““The Thrill Is Gone”, vamos”. “Ahora la de Stevie Ray Vaughan”, y dale. Si te anotabas en la lista, comías gratis, sino pagabas 5 dólares. El Eco Maya era muy… latino, y como dijo el Benia una vez, “yo con toda esa Latinoamérica fiestera no tengo nada que ver”. Luego de esos 11 días en Los Ángeles nos dimos cuenta que fue la decisión correcta ir a México y que también fue la decisión equivocada. Fue una buena idea porque jamás hubiéramos tenido el capital para subsistir en Los Ángeles, y fue un error porque era en Los Ángeles donde estaba sucediendo todo. Porque el ajo era ahí, en 11 días tocamos acústico en radio, en dos boliches y dos fiestas, el festival y en una fiesta de fondo de patio. Definitivamente en México no sucede nada para nosotros. Estuvimos dando vueltas un montón, pero era como hablar en chino, llegamos con el mensaje equivocado. Llevamos demo a todos los managers posta y a todos los sellos, y lo más que conseguimos fue que nos grabaran los demos en Sony.

SR: Llegaron a destiempo, ¿no estaban preparados para escucharlos?

Pato: Cada industria tiene su olimpo propio: el cine, por ejemplo, si viene de Bangladesh, de Nueva York, de Sudáfrica o de Uruguay, llega al olimpo del cine en algún momento, que es un olimpo propio del cine. En la música y el rock, todos van a ese olimpo de la música y el rock. En México el olimpo es una meseta donde están todos. Llegás ahí y estás al servicio de esa “generalitat” y quedaste preso de eso.

SR: Pero pasaron por una experiencia que acá no hubieran tenido.

Pato: Ah, bueno, sí porque estuvimos tocando, pero estuvimos moviéndonos y rompiéndonos el culo, inventando una gráfica y grabando temas nuevos. Y mientras tanto estábamos viviendo nuestras vidas, con las parejas, las mudanzas y el laburo. Y ahí fue cuando di con los covers. Yo venía de Uruguay, para mí tocar covers era lo que hacía algún terraja en Azabache (risas). Eras un culo roto si tocabas covers, para mí era súper indigno. Bueno, me metí las palabras en el orto y empecé a laburar; hay que comer. Y aprendí una lección muy bien aprendida, y es que no podés divertirte jamás tocando tu propia música como podés divertirte tocando covers.

SR: ¿Por qué?

Pato: El punto fulgurante que te rompe los ojos, que es lo que aprendés tocando covers, es la responsabilidad emocional que vos tenés con lo que estás haciendo. Cuando tocás covers, no tenés ninguna responsabilidad emocional. Si hacés un tema decentemente, la gente estará contentísima. Tus temas nunca están bien, nunca salieron perfectos, nunca a la gente les gustó. Y cuando a la gente le parece que es el mejor show de tu vida, vos decís “tocamos como el orto”. Y cuando decís “tocamos bárbaro”, te dicen “medio frío el show” (risas). Hay una desintonía que te genera la responsabilidad de estar promoviendo tu propio proyecto y tu arte. Tocar covers es muy divertido, es algo que yo le recomiendo a cualquier músico.

SR: ¿Qué te ayuda a desarrollarte mejor como músico, tocar covers o tus temas?

Pato: Visto así, al músico le pasa lo mismo que al futbolista: vos tenés que estar todo el día con la pelota. El músico tiene que tener esa pasión que lo tiene obcecado tocando y tocando, sacando temas y tratando de hacer las cosas como las hacen otros y aprendiendo por imitación. Está bárbara la teoría, entender el lenguaje, pero eso te lleva a otro terreno, al terreno de los que usan el lenguaje, y la cosa se puede poner un poco técnica. Yo lo respeto mucho, pero yo no estudié, sólo estuve yendo un año con Jacques cuando estaba en Níquel y ya tenía varios discos. Necesitaba un poco de teoría sobre lo que estaba haciendo. Yo había estudiado piano, tenía idea. Eso forma parte de la historia de Traidores, como que en un momento sobraba un pianista y faltaba un bajista.

SR: Como en Estómagos.

Pato: Claro, el Hueso tuvo una historia similar. Yo hice seis años de piano. Antes de Traidores, con Víctor, yo tocaba el teclado en unos proyectos previos que teníamos.

SR: Ahora vamos para ahí, pero estábamos en México. ¿Cuándo se vuelven?

Pato: Teníamos una banda de covers que se llamaba 151 Grados, por el ron Bacardi (risas). En el momento álgido de la banda éramos Rodino en batería, Daniel Benia en el bajo, el Papa Labandera en guitarra, un mexicano llamado Ismael en segunda guitarra, la negra Inés, cantante, y yo cantante. Tocábamos en un lugar… inenarrable. En un momento Benia y la negra, que eran pareja, se van a las Baleares; despedimos al mexicano y nos quedamos los tres. Hicimos un show que para todos estuvo demoledor, y el dueño del local nos quiso pagar la mitad porque éramos la mitad de músicos. Al final nos pagó el show y nos fuimos y no volvimos más. Luego se va el Papa para España y luego Rodino, y yo me quedé. Estuve sin tocar un par de meses, y surgió tocar como tres años con el Negro García López. Eso fue un vértigo, fueron tres años de delirio. Un tipo para amarlo de verdad. Una vitalidad, una fuerza de la naturaleza… que cuando te preguntás cómo funciona el mundo, es por tipos como el Negro. Era intenso. Él decía “yo así manejo, yo así toco la viola, yo así cojo”. Fue un capítulo importantísimo de mi vida; aprendí lo que no aprendí en toda mi vida anterior. Compusimos un disco juntos que viajamos a Buenos Aires a grabarlo. Ahí estuvo Charly y Juanchi Baleirón, e iba a estar Pappo, pero se mata un mes antes de que viajemos a grabar. En el 2006 el Negro decide regresarse a Argentina y yo me quedé. Fue una dolorosa decisión.

SR: ¿Qué te impulsa a volver a Uruguay?

Pato: Regresar a Uruguay tiene que ver básicamente con mis viejos. Distintas cosas empezaron a desmoronarse en México y venían noticias de Uruguay sobre la salud de mis viejos, así que empecé a construir el regreso. Llegué el 7 de mayo de 2014. Muero por volver, la verdad.

SR: Y llegaste a la chatura de acá.

Pato: Fue espantosa la argentinización, no lo podía soportar. En el habla, en el comportamiento, en las publicidades; la prepotencia y la gordura que tenía la gente.

SR: ¿Cómo lo viste a Uruguay, musicalmente?

Pato: Más o menos lo mismo, porque yo estaba en contacto. Hay un capítulo previo, que es el toque del 7 de diciembre de 2012, que vengo a Uruguay a tocar con Pólvora en San José. Antes había venido en el 2011 a Níquel De Muestra. En el 2012 el Papa regresa de España; Rodino ya estaba acá, y empieza a gestar eso de reunirse. Yo llego una o dos semanas antes y tuvimos ensayos de siete horas; no se notó (risas). No, el show súper intenso, debe ser el mejor show de Pólvora en toda su vida. Aparte sucedió algo que a mí me descolocó de entrada, que era la gente cantando los temas; era un descontrol emocional. Invitamos a Campodónico, que tocó un par de temas con nosotros. Una maza, fue espectacular. Se sucedieron dinámicas que nunca se dieron, como que yo parara de cantar para dejar cantar a la gente, de entrada. Me temblaba el cuerpo, tenía todo el mundo a favor, no sé porqué.

SR: ¿Ese show fue un disparador para que Pólvora tuviera una continuidad?

Pato: Fue un disparador para decir “Pólvora puede ser posible, entonces”. Nunca nos separamos, siempre dijimos “pausa”. En el 2014 rearmamos Pólvora y estuvimos dando vueltas, pero el Papa se hartó de Uruguay y se regresó a España.

SR: ¿Cómo está conformada ahora la banda?

Pato: Ahora es Rodino en batería y tenemos dos guitarristas: Ismael Geribón, que toca en AFC y tiene proyectos propios alternativos, y José Suárez, al cual yo conocí hace un tiempo. Yo llegué de México con una bolsa de temas, años de composición sin la influencia de Roberto y del Papa. Todas las composiciones que Pólvora generó eran ideas mías con el complemento y la influencia de ellos. Cuando les muestro mis ideas, me quedaron mirando (risas). La mayoría no sonaban a Pólvora, porque yo había hecho una evolución como compositor. Entonces empezamos a trabajar en algunos temas para hacerlos confortables para ellos, lo cual fue difícil, pero fuimos encontrando la manera de poder atacar los temas más “Pólvora” de la camada, que eran pocos. Lo que yo vi ahí con los demás temas fue un proyecto solista, en el cual iba a tocar la guitarra. El 27 de setiembre de 2014, el Negro García López se mata. Mi reacción, después de la devastación, fue tal que fui y compré una Telecaster (el Negro tocaba una Telecaster). No encontraba manera de conectar; me compré la Telecaster y empecé a tocar la guitarra. No encontré otra manera de vincularme con el Negro. Practiqué mucho para mi proyecto solista, que se llama Bosque de Truenos, y me siento más cómodo cantando en un tono de voz que es mucho más bajo. Toca conmigo José Suárez, que me ayuda con las cosas complicadas. Luego me llaman los amigos de Automática para abrir con Bosque de Truenos en la Zabala Muniz, que fue nuestro debut, y después hicimos un show más en Rock es la Cultura.

SR: ¿Hay temas nuevos de Pólvora?

Pato: En este momento estamos en grabando en Iguana Records, en San José, un pequeño EP con temas nuevos, como “Trincheras”, que es un tema mío con letra de Rodino. También estamos reversionando “Río solo” para tenerlo en esta configuración nueva, porque consideramos que es un tema medio pivot, es un tema que realmente se despegó, y para nosotros siempre fue como el camino a seguir.

SR: ¿Cuál es el sonido y la propuesta hoy de Pólvora?

Pato: No sé, tocar, sonar, nos tiene que gustar a todos. No sé para dónde va, nunca tuvimos un plan, siempre respondimos mucho a nuestras influencias. En el momento que nuestras influencias eran parecidas, todo se parecía mucho. Ahora que nuestras influencias son distintas y somos más gente, es como más heterogéneo y más difícil, también.

SR: ¿Cuando salen de Níquel piensan en hacer algo diferente?

Pato: Sí, básicamente era hacer algo propio. Por eso se llamó Pólvora en Chimangos, porque daba la sensación de que habíamos gastado pólvora en chimangos, de decir “hemos tirado música y para nosotros nada”, una cosa así.

SR: ¿Qué te aportó Traidores en tu carrera?

Pato: Traidores es la escuela, lo primero, es arrancar en el mundo de la música. Yo era el tipo que tocaba el piano en su casa, y me invitan a tocar en una banda que ensayaba a unas cuadras. El baterista de esa banda era Alvin, el guitarrista era Víctor y el otro guitarrista era Gerardo Parrillo, y el bajista era Pochito. Ahí conocí a Víctor e hicimos click instantáneamente y empezamos el camino de compinches. Después hicimos otra banda que se llamaba Rimel, muy new romantic, o una que se llamaba Persia, primero… no sé. En algunas biografías dicen que Víctor y Juan formaron Traidores y después llegó Pato; epa, compañero, ¿qué pasó? (risas). ¿Cómo? ¿Quién escribió eso? (risas).

SR: Veo un paralelismo entre vos y Parodi. Porque Parodi fue Estómagos, Buitres y Chanchos, y vos fuiste Traidores, Níquel y Pólvora. Si comparás, Estómagos y Traidores estaban como en un mismo nivel, tanto como Buitres y Níquel después, y Chanchos y Pólvora ahora.

Pato: Sí, hasta ahí. Si hacemos una especie de gráfica como diciendo qué significado tuvo Traidores y qué significado tuvo Estómagos, o qué significado tuvieron Níquel y Buitres, o Pólvora y Chanchos Salvajes. Sí, en eso, nada más. Porque mi viaje estilístico es mucho más distinto, mucho más heterogéneo que el de Parodi. Parodi, dentro de todo, siempre logró estar dentro de su zona de confort. Para mí, todo es una zona de confort… si no hay slap (risas). Porque Traidores es Traidores, ta, pero Níquel es una banda súper heterogénea. Estilísticamente me vi sometido a descubrir cosas que se podían hacer. Después, no sé qué bandas de covers tuvo él, no sé con qué guitarrista famoso argentino tocó él, yo no sé cuántos años vivió en el exterior. Y de Pólvora a Los Chanchos Salvajes también hay una diferencia histórica. Porque de alguna manera, yo me voy de Traidores y luego entro a Níquel, y es una perversión histórica decir que en el momento en que entro en Níquel, yo podía anticipar “El candombe de la Aduana”, las giras o el éxito nacional. Me voy de Traidores, que era como estar en la primera de Peñarol o Nacional, y entro a jugar en la 6° de Danubio, o por lo menos, me voy a Fénix. Sin desmérito de nada, sino como diciendo que no era una jugada inteligente en ese momento por decir que me convenía más. Yo ya me había ido de Traidores porque no quería estar más en Traidores; nos fuimos con Caio, los dos a la vez.

SR: ¿Por qué te fuiste de Traidores?

Pato: Me fui porque me tenía que ir, así como vos alguna vez has terminado con una pareja. Dejaron de existir las condiciones para que estuviéramos juntos. La misma razón por la que me fui de Níquel.

SR: Hay una diferencia importante entre la propuesta de Traidores y de Níquel. ¿Cómo te sentiste con ese cambio?

Pato: Para mí, el hecho de cambiar estilísticamente, fue onda como decir “¿a ver?, ¿qué se siente tocar otra cosa que lo que uno siempre toca?”. Yo tenía una experiencia muy corta en la música. Experiencia intensa, si las hubo, porque tocamos todo lo que pudimos, en shows muy importantes como los Montevideo Rock o Rock en el Palacio. Banda en la cual valía la pena estar en ese momento era Los Traidores. Teníamos el suficiente grado de polémica, así que la parte mitológica estaba cubierta, estaba bueno. Pero Níquel, musicalmente, tenía un componente de blues mucho más experimental. Para mí era una curiosidad tremenda. Ellos en su inicio eran una especie de Police violento, y tenían cosas como de Talking Heads, ritmos complejos. Para mí era tirarme al agua. Y los tipos tenían una disciplina de trabajo intensa, lo cual a mí me encantó. Al principio no entendía nada, y de a poco fui sumando palabras al lenguaje.

SR: Para vos fue un gran crecimiento.

Pato: Yo considero que sí. Es lo de siempre: no es lo difícil, es qué tan dentro de tu zona de confort estás. Yo venía tocando en Traidores una cosa y pasé a tocar otra cosa que me sacó de mi zona de confort. Vamos a ser justos también con Traidores, no era sólo corchea y para adelante; había muchos temas con base de tango, temas con contra ritmos bastante locos. Eran cosas complejas y muchas tocadas rápido. Todo bien tocado, es difícil. Cuando hay gente que tiene otro concepto que a vos te nutre, como en Níquel, automáticamente se convierte en un concepto más elevado. No era más elevado per se, pero a vos te eleva. Traidores había logrado, en su descalabro, un pulso, porque Nattero era un guitarrista muy exigente, es un guitarrista súper sofisticado para el promedio de las bandas de punk rock acá. Eso fue una de las cosas que definió a Traidores, era mucho más melódico que el promedio general de las bandas que estaban apareciendo. Estaba, sí, la parte de “Buenos días Presidente” o “No estoy loco”, pero teníamos ese coqueteo con el reggae. El pulso de Nattero es muy sofisticado, no se deja embrutecer por lo fuerte que sea un tema. El curador estético de la banda era él.

SR: ¿Cómo viene la grabación del demo?

Pato: Serán cinco o seis canciones, queremos ser concretos. La idea es terminar el demo en diciembre y hacer un análisis de con qué nos quedamos. Si está todo bien, ya grabarlo ahí con producción. A esta altura del partido es muy fácil sonar, hay que lograr no estar muy pasteurizados, nomás, que sea realista, lindo, suficientemente carnoso. Y de última, tenés la excusa de decir “es mi sonido, a mí me gusta así” (risas).

Winston Estévez y Ariel Scarpa