Esta historia pasó hace ya 17 años atrás… Era un miércoles de octubre del 2003 y en Afrokan, reducto de música cubana en el centro de la ciudad, se presentaban los españoles de Sin Dios junto a los locales Pirexia & Amy Taylor. Sin Dios era una banda renombrada dentro del hardcore en español, muy activos y con varios trabajos en su haber. Definidos como banda anarquista, sus líricas iban en consonancia con esas ideas. Cuando me enteré de su venida, me alegré porque era una banda que sonaba en mis parlantes usualmente.
Ese día salí de mi trabajo y tras pasar rápido por casa, me fui al show. En esa época hacía feria de discos, pero esa noche decidí ir sin ella para disfrutar a las bandas. No más llegar, me cruzo a Diego, baterista de SetiembreOnce, quien al saludarme me pregunta: «¿venís a boicotear?», quede perplejo y le pregunté de qué me hablaba. Ahí me explicó que a raíz de los dichos de Sin Dios sobre la liberación animal y los mataderos, los grupos veganistas habían llamado a un boicot de su gira sudamericana y que creían que aquí podía pasar algo así.
Más allá de eso, en la medida que fueron llegando amigos, me desentendí de esa aclaración o advertencia y me dispuse, como muchos, a ver a las bandas. En la medida que fue avanzando la noche el clima dentro y fuera se fue poniendo espeso. Había un ambiente pesado que se palpaba pero sin saber qué corno pasaba. Abrió la noche Amy Taylor y dos o tres «punkies» (llamémosle así) comenzaron a escupirlos desde un costado del escenario, cosa que hizo que entre esa gente, la banda y allegados hubiera un conato de pelea que quedó en eso, nada mas.
Tras ellos toca Pirexia y vuelve a ocurrir lo mismo, otra vez paran el show y la cosa se puso aún más densa. Al finalizar Pirexia, desde dentro se supo que había problemas en la puerta, botellas estrelladas contra la puerta e intentos de avalancha. En eso, Mauro (baterista de Pirexia) me pide si era posible que yo me ubicase al fondo del show sobre una puerta que daba a una pieza pequeña, ahí estaban todos los bártulos de Sin Dios y las demás bandas, por si pasaba algo, mi altura podría quizás evitar que alguien se llevase algo que no era suyo. Acepté porque las bandas son amigas mías y vi que el clima estaba muy denso fuera y dentro del local. Así que fungiendo de patovica ad honorem, me coloqué frente a esa puerta. Mis amigos, incluida Natto, mi hermana, se fueron adelante del escenario para ver, cantar y poguear las canciones de los españoles.
Pasó un minuto máximo de show y se apagaron todas las luces, y la hecatombe… Volaron botellas para todos lados, piñas por doquier de gente que vislumbraba quien era pero no podía distinguir, en fin, ¡¡¡un señor kilombo!!! Desde mi lugar veía o intentaba ver algo pero fue muy poco lo que vi. La banda se bajo del escenario y adiós show.
Se prendieron las luces, alguna gente salió de Afrokan, otros quisieron ingresar y debieron cerrar las puertas y evitar ese ingreso. Llegó la policía y afuera parece que fue una guerra en toda regla. Cuando se calmo todo, más de una hora después, terminamos quienes estábamos dentro sentados en ronda charlando con los Sin Dios tomando algo, hasta que fue «seguro» salir.
Ellos se iban en una camioneta a Las Piedras, y como varios éramos de Lezica, quedaba de camino y nos invitaron a ir con ellos. Al salir del local, la calle Magallanes estaba tapizada de botellas rotas, testimonios de que estuvo súper complicada la noche. Jamás supe a ciencia cierta qué desencadeno todo ese lío, si fue el boicot o gente muy borracha. Sé que fue el show de los que asistí que menos duró. Sí pude hablar largo y tendido con los Sin Dios; jamás pude oírlos, más allá de ese minuto de show. Al otro día tocaron en Las Piedras y sé que estuvo aún peor; por razones laborales no llegué a ir. Su gira en Sudamérica fue así de caótica en cada fecha, y a poco de volver a Europa, la banda se separó.
Leo Peirano