Un Rockuerdo Para Eduardo Gómez

Esta serie de artículos está dedicada a músicos de rock nacional que ya no están entre nosotros. En esta oportunidad nos referiremos a Eduardo Gómez («El Tabla»), tecladista de Zero. El artículo está compuesto de una pequeña biografía y una parte fundamental: gente del ambiente del rock cercana a Eduardo que contribuyeron especialmente para este artículo respondiendo seis preguntas y aportando datos biográficos. Para el Rockuerdo de Eduardo, contamos con el aporte de Nilson Dono (afiches y escenografías para Zero), Martiniano Olivera (ADN, Zero, Macbeth, Sally Spectra, Polaroids y Crvcera) y Daniel Machado (Zero).


Eduardo Gómez, conocido también como «El Tabla», nace el 25 de diciembre de 1958. Su actividad más relevante en el ambiente de rock nacional fue por haber sido parte fundamental de la formación del Zero que se hizo famoso, donde su aporte resultó el disparador definitivo para el cambio que catapultaría a la banda a un reconocidísimo y aún vigente lugar destacado del panorama local. Su “toque” de electrónica en el incipiente Zero hizo virar la propuesta original de una música heavy-pop hacia un sonido basado en los sintetizadores. Cual mago con su varita, creando sonidos y apoyando con bajos, se iniciaba un camino diferente para el grupo.

Decir Zero es hablar de una de las bandas más importantes del resurgimiento del rock uruguayo en la década del ’80. Su sonido se diferenciaba notoriamente del resto de las bandas del momento, en las que primaba la estética punk, post punk y dark. Zero apostó a un sonido apoyado en los teclados. Y precisamente ahí fue que Eduardo destacó, ayudando a definir un perfil único para el medio, ayudando además a desarrollar y complementar la propuesta, incluso a nivel estético. No había ningún grupo que sonara como Zero, y aún sigue sin haberlo.

La germinación de Zero como banda referente estuvo radicada en tres semillas: Leonardo García, Daniel Machado y Eduardo Gómez. El aporte de los demás músicos, Edgardo Regueira (luego Alejandro Gerolmini) y Martiniano Olivera (proveniente de ADN) completaría una receta cuyos ecos y presencias esporádicas siguen presentes hasta la actualidad.

Al inicio Eduardo Gómez también compartió con Leonardo y Daniel la composición de la música y la letra de varias canciones, como “Soy escorpión” e “Hijos de Dios”, entre otras. El cambio de cara de Zero se transformaría en literal cuando Eduardo propone que los integrantes se maquillen como parte de la puesta en escena de la banda, siendo otro elemento diferenciador sobre los demás grupos.

El registro de Visitantes en el año 1987 marca un punto alto en la carrera de Zero. Como banda pionera que grabara en el mítico Graffiti de 1985, la edición de este disco era un paso mayor más que merecido por la calidad del trabajo realizado. Temas que serán inolvidables a través de las décadas, como “Soy escorpión”, el hiper clásico “Riga”, “Ahuyentando el miedo” y “Persecusión” serán los más repetidos en las emisoras de radio. Pero las restantes son canciones que merecen un destaque y a las que también hay que prestar atención, componiendo en su conjunto un disco que no sólo ha resistido notablemente el paso del tiempo, sino que ha visto acrecentado el valor de su contribución al rock nacional.

Aparte de ser un avanzado en el tema de los sintetizadores, Eduardo también destacaba en lo que era la temática esotérica, la ciencia ficción, la astrología y el diseño gráfico, entre otras habilidades que resaltan quienes lo conocieron de cerca. Sabía mucho de cine y sus efectos especiales, por ejemplo.

Al respecto, nos cuenta Daniel: “Eduardo quería hacer películas de ciencia ficción, hacía maquetas. Él tenía bastante conocimiento de todo lo que era lo audiovisual y rodajes. Hoy yo laburo de eso, y para esa época yo no tenía ni idea de qué era, y él lo tenía clarísimo. Sabía mucho de técnica de muchas cosas. Su papá tenía un taller de tornería muy grande en la Unión, y Eduardo iba y agarraba los tornos y las máquinas gigantes y te inventaba cualquier cosa. De hecho yo empecé a trabajar en publicidad porque la primera vez que fui a un rodaje fue porque como yo sabía electrónica desde los 15 años, Eduardo me llevó para que le diera una manito para hacer una gruíta para la cámara, que en realidad es lo que hoy se llama hot head. Estamos hablando del año ’89, que lo que Eduardo inventó fue una mini pluma para poner la cámara en la punta y que se moviera con un joystick, como lo que hoy sería una cabeza remota. No le quedó bien porque en ese momento acá no existían motores paso a paso. Pero gracias a eso fue que yo fui por primera vez a un rodaje en mi vida, y estoy hasta el día de hoy trabajando de eso, gracias a Eduardo Gómez».

Y agrega: «Muy enroscado con Steven Spielberg, con las películas de ciencia ficción. Hacía maquetas como de naves espaciales con un detalle técnico salado, pintadas con aerógrafo, prontas para filmar”. También agrega Daniel: “Era astrólogo, sabía muchísimo de astrología, hacía cartas natales todo el tiempo a todo el mundo. Siempre que se hablaba de algo siempre él lo veía desde lo astrológico”.

Por su parte, Nilson nos cuenta sobre su faceta más personal: “Llegó fugazmente al círculo de amigos, nos conquistó rápidamente a todos. A la edad de la competencia supo ser leal, buena gente. Era una persona honesta y solidaria. Nunca te iba a dejar pasar frío, ha prestado su campera y hasta sus botitas, aquellas de suela de caucho. Gran corredor, casi casi me ganaba y yo era el más veloz. Pelo negro azabache y flaco, tan flaco que se ganó el apodo de “El Tabla”, que es con el cual lo recuerdo. Siempre se destacó en las artes y no solo hablo de la música. Dedicó gran parte de su vida a la astrología y era muy bueno en eso. Hicimos radio teatro juntos (amateur) a las que llamábamos “grabaciones”, hasta trabajamos juntos en una revista de tiraje artesanal y producción casera, basada en historietas. Fue sin lugar a dudas una persona sensible y quienes lo conocemos sabemos que no pasó inadvertido en nuestra vida”.

Eduardo también supo tener otros proyectos en curso donde plasmar sus inquietudes musicales, como ser el denominado Ekis, que fue una banda donde lo acompañaron Nelson Díaz (teclados) y Pablo Ferre (vocales). La banda duró sólo unos meses, pero sobrevivieron algunos ensayos grabados en cassettes, que fueron convertidos y están disponibles aquí: https://www.reverbnation.com/ekis/songs

También supo llevar adelante otro proyecto llamado eWAR, que tuvo más trascendencia y permanencia en el tiempo. Tuvo un carácter más personal que Ekis, siendo eWAR en realidad el nombre artístico de Eduardo. Por suerte existen más registros de estos trabajos, que pueden ser escuchados aquí: https://www.reverbnation.com/ewar Incluso existe un canal de YouTube donde se pueden encontrar varios videos: https://www.youtube.com/channel/UCUR91qomimBOsmR23hX_WMA

Su inquietud musical también lo llevó a aportar como programador y tecladista con el trío Vimana, destacando en su álbum Magical Notions.

En el aspecto personal de la vida de Eduardo, los cambios lo devuelven a Canadá, de donde había venido antes de su entrada a Zero, distanciándolo de Uruguay por temporadas, alejándolo del medio musical y por consiguiente privándonos de poder aprovechar todo su talento.

Finalmente el 14 de marzo de 2016 fallece en Vancouver y el destino nos niega definitivamente la posibilidad de seguir disfrutando de la creatividad de un pionero.

 

CONOCIENDO A EDUARDO

Nilson: Cuando éramos adolescentes, frecuentábamos una plaza en Malvín que llamábamos «Placita Fabini», en honor al gran músico y compositor uruguayo. Un oasis verde, arbolado y tranquilo, donde podíamos dar rienda suelta a todas nuestras actividades. Una tarde llegó como “invitado», junto a un amigo que ya era parte de la barra, aquel flaco con corte de pelo a la “Emerson” y su “Hondita 50”. Se integró rápidamente. Era poseedor de muy buen humor, conocía mucho de música rock, progresiva y algo que fue un descubrimiento para mí, la música electrónica. Además tenía una gran colección de vinilos. Aquella tarde terminamos en su casa de la calle Verdi escuchando sus discos de Kraftwerk, EL&P, Yes, Pink Floyd. En fin… ahí comenzamos a forjar una duradera y sólida amistad.

Daniel: En el año ’84 teníamos los primeros temas de Zero en la época en que era heavy-pop, y quisimos grabar unos demos para salir a pelearla, como toda banda que arranca. En esa época no había muchos estudios, y los pocos que había eran carísimos. Edgardo Regueira, el primer batero de Zero, se contactó con De Fleitas, que era hermano de Mara (que hacía música melódica a principios de los ’80 con José Dotti) y que se había comprado un multipista de cuatro canales. Ahí caímos a grabar nuestros demos. A De Fleitas le gustó nuestra música, y como quería entrar en el mundo de la publicidad, nos dice: “Yo tengo unos jingles, ¿uds. se animan a grabar?”. Le dijimos que sí: eran de un jean Dallas y otro de Chele. Los grabamos y Leo (García) los cantó. Cuando los fuimos a grabar, apareció Eduardo, que era amigo de De Fleitas, y que recién había llegado de Canadá. Ahí lo conocimos, y quedamos sorprendidos del aparato que tenía, que yo no sé si era el primer sintetizador que había acá en Uruguay. Era un Korg MS-20. Eduardo, científico loco como siempre fue, lo tenía todo desarmado: tenía un panel vertical con todas las perillas y los jacks de ¼ para hacer conexiones con cables, al estilo telefónica vieja. Él se lo quiso hacer de colgar en esa época, por lo que lo había desarmado y lo había cortado al medio: dejó el módulo por un lado como un rack, y el sinte, el controlador por otro. Así lo conocimos, cuando fue a meter unas teclas para grabar el jingle. Nosotros estábamos buscando bajista para nuestro grupo metalero, y fue Edgardo Regueira que dijo: “¿Y si le decimos a este flaco? Mirá cómo suenan esos bajos”. El sinte era monofónico, entonces los bajos eran impresionantes. Le dijimos, aunque nada que ver con nosotros, porque él venía de consumir mucha música como Kraftwerk, Devo. Eduardo dijo “dale”, él se colgaba. Fuimos al ensayo y empezamos a probar los temas que teníamos con el bajo sintetizado, y la verdad es que no funcionaba. Y así arrancó el Zero – Zero: yo empecé a hacer un riff en la guitarra, y Eduardo con su sinte monofónico y su creatividad impresionante empezó a tocar arriba. A partir de ahí fue como la transformación de Zero, que en un gran porcentaje es Eduardo Gómez.

Martiniano: Conocí a Eduardo cuando visité algún ensayo de Zero, a mediados de 1985, tiempos en que yo tocaba en ADN. Poco después, en alguna de las sesiones de grabación de “Riga” y “Soy Escorpión” (que Zero hizo para el compilado Graffiti) colaboré con él por primera vez planeando algunos detalles de los teclados en esas canciones, y especialmente tratando de sacarle el mayor jugo posible a un sintetizador que en ese entonces tenía el estudio de grabación (IFU); un Roland JX3P, que fue protagónico en casi todas las grabaciones de Zero.

 

EDUARDO COMO PERSONA

Daniel: Personaje total, querible pero de corazón, a fondo. Un tipo súper sensible, súper inteligente, súper creativo en lo que fuera, no sólo en la música. Un tipo que dejaba de hacer las cosas él por ayudarte a vos, siempre. Un tipazo, realmente. Como ser humano, excelente. Muy loco, muy de no poder con él con el fuera de control de su vida. Yo tenía fama de botonazo, de meter orden con el ensayo, el horario, etc., Eduardo, que siempre fue como un niño grande, me decía: “Vo, me hacés recordar a mi viejo, rezongándome”. Muy enroscado con todo lo espiritual, súper religioso aunque de una manera muy diferente; él creía mucho en Jesús y en Dios pero muy convencido desde el lado de que Jesús era un extraterrestre. Por eso todo lo extraterrestre de Zero viene por Eduardo. Las letras, muchas eran de Leo pero muchas también eran de Eduardo: “Hijo de Dios”, “Siglo XXI”, todo lo que habla Eduardo en esta letra es lo que está pasando hoy y lo que está viniendo. A mí esa letra me pegó desde la década del ’80. Muy creativo, muy demente. Él dejó Zero porque, siendo súper amigo nuestro, dijo: “Yo sé que para laburar de esto hay que cumplir normas, pero yo nunca pude cumplir una norma en mi vida, y no lo puedo hacer”. Era más fuerte que él. Zero era su hijo y le encantaba, porque Zero era la mezcla de Eduardo con su sintetizador, mi guitarra distorsionada y la voz de Leo, fuimos nosotros tres los que le dimos el touch. Pero él se vio como autobligado a dejar Zero porque cuando hubo que laburar en serio, no podía. Era un genio, realmente.

Martiniano: Era una persona inconstante, emocionalmente cambiante, y a pesar de su interés permanente por la ciencia y la tecnología, era bastante irracional. Lo sobrenatural y la pequeñez del ser humano frente al universo, también eran asuntos que le importaban. Al mismo tiempo era un tipo ingenioso, con bastante sentido práctico y hasta obsesivo cuando se proponía desarrollar algún proyecto. Quienes tuvimos trato cotidiano con él siempre encontramos alguien cordial, afable y con buen humor, aunque por momentos parco y solitario.

Nilson: Eduardo era un ser sumamente inteligente. Tenía una capacidad superior de concentración y de abstracción, a tal punto de no registrarte cuando le  hablabas. También era una persona generosa, muy generosa, no sólo al compartir sus cosas sino al compartir el conocimiento, enseñar y colaborar si estabas en algo. Fue afable y educado, aunque una ingobernable rebeldía le dominaba a menudo. Fue un tipo amante de los fenómenos extraterrestres, convencido de que la vida sigue más allá de la muerte. Innovador en su época. Hubiera sido un gran científico, y para mí lo fue…

 

EDUARDO COMO MÚSICO

Martiniano: En términos convencionales, Eduardo no era músico: no tenía conocimientos de armonía ni de teoría musical. Antes de Zero no se dedicó a tocar ningún instrumento; le gustaba la batería pero nunca «aprendió» a tocar. En cambio, era un oyente atento e interesado por la música en general, especialmente el rock progresivo, el rock sinfónico y principalmente el tecno y lo que hoy llamamos música electrónica. Lo tímbrico y las posibilidades del sintetizador como instrumento lo empujaron definitivamente a componer música y a transformarse en lo que para mí fue: un compositor con ideas melódicas originales e ingeniosas, y muy intuitivo y eficaz en lo rítmico.

Nilson: Autodidacta, atrevido, transgresor. Si bien los teclados (sintetizadores) eran su debilidad, cualquier instrumento que caía en sus manos lo investigaba, se informaba y al tiempo ya le estaba sacando sonidos. Tocaba muy bien y era muy ágil con la batería también; admiraba a bateristas como Bill Bruford (King Krimson), Billy Cobham, Carl Palmer (Emerson, Lake and Palmer). Tuvo en una oportunidad un violín electrónico al estilo Jean-Luc Ponty al que alguna nota le sacaba. Fue de los primeros en Uruguay en incursionar en la percusión electrónica y tener un secuencer que él mismo construyó destripando un sintetizador Moog análogo. Recuerdo que me hacía escuchar detenidamente un disco de Walter Carlos (interpretando a Bach) para que yo entendiera aquellos nuevos sonidos. Fue ¡un músico excepcional!

Daniel: Va por un concepto de lo que yo veo que es un músico. Para mucha gente un músico es esa persona que toca mucho y que tiene mucha técnica, pero para mí entran en una categoría de muy buenos instrumentistas o que saben mucho de teoría musical. Para mí, un músico capo es el que capaz que con dos acordes simples o con cinco complicados, no importa con qué, pero logra hacer una melodía o una canción que llegue a la gente y que la haga mover sentimentalmente, que sensibilice al público. Para mí eso es un excelente músico. Y más excelente si encima de todo, sabe poco de teoría musical y de manejar un instrumento. Zero también se caracterizó un poco por eso, yo siempre toqué muy poquito. Y con Eduardo, de alguna manera, pasaba lo mismo; capaz que tocaba notas y no sabía ni cuál estaba tocando. Y sin embargo era una persona que con muy poco conocimiento musical tenía una creatividad del carajo. Le daba esa magia en que tirabas algo y el tipo arriba tocaba cualquier cosa y todo era genial, te multiplicaba el tema por cinco o por diez. Yo lo definiría como un excelente músico: con poco conocimiento musical, era un compositor del carajo y un genio. Volvemos a lo mismo, su personalidad como ser humano y en el momento de componer, lo mismo.

 

SU APORTE AL ROCK

Daniel: Cuando nos enteramos que Eduardo falleció y lo publicamos, muy poca gente de dio bola a la noticia, que no pasó con otros músicos. Y sin embargo Eduardo era un tipo muy querido en todos lados y todo el mundo sabía lo talentoso que era. Para mí, hizo un aporte gigantesco. El tipo cambió lo que muchas bandas hacen hoy, él fue el primero en Uruguay que, con influencias de otras bandas, metió sintetizadores y una determinada manera de usarlos para componer y crear. Hoy es común, cualquiera agarra y mete bajos disparados. Zero no se parecía a nada de lo que había en la vuelta y yo creo que sigue sin parecerse, por más que hay mucha más tecnología usándose en la música en el día de hoy, por el aporte que Eduardo mandó arriba de la mesa. En mi opinión, un aporte gigantesco no sólo a nivel musical, yo te diría a nivel cultural. Nosotros nos empezamos a maquillar y toda esa estética de Zero fue porque Eduardo un día vino y dijo: “Nuestras caras están demacradas, deberíamos maquillarnos”. Eran demencias que nosotros se las seguimos. Hoy Zero es recordado con esa estética, con los peinados, los maquillajes, etc., y eso fue Eduardo Gómez. El aportó muchas cosas más que sólo en lo musical. Acá no me importa si es rock o jazz o lo que fuera, a mí lo que me importa es la música. Yo hago o hice rock porque era lo que sentía, pero me encanta el tango y la bachata, por ejemplo. Yo lo analicé desde el punto de vista cultural y musical, no me importa si la etiqueta es rock o no. Para mí el aporte de Eduardo va por ese lado. Me parece que es súper valioso, y que con los años cada vez se van a dar más cuenta.

Martiniano: Creo que su gran aporte al rock uruguayo fue el componer desde el sintetizador, haciendo de los teclados el eje de la música y no solamente el acompañamiento armónico. Como a la mayoría de la generación rockera uruguaya del ’85, su condición de «no-músico» lo llevó a construir ideas no convencionales. En lo tímbrico y lo rítmico es donde se veía con más claridad su idea musical «robótica»: la mayoría de sus composiciones son lo que podríamos llamar «secuencias», en una época en que los «secuencers», y menos aún, las computadoras, eran instrumentos de uso habitual al componer música. Un párrafo aparte es su trabajo como letrista. Sin tener una obra muy profusa, creo que escribió con buen criterio sobre los temas que siempre le atrajeron: lo infinito del universo y el tránsito del ser humano por él.

Nilson: Sin dudas Eduardo le dio un giro importantísimo al rock en Uruguay incorporando la electrónica, y fue justamente imprimiendo la posibilidad de que otros músicos de diferentes bandas comenzaran y se animaran a introducir nuevos instrumentos, como los sintetizadores, secuenciadores, baterías electrónicas, vocoders (codificadores de voz), etc. en sus bandas. Ahora estamos acostumbrados a ver y escuchar en muchas bandas, arreglos, melodías y ritmos desarrollados con instrumentos y dispositivos digitales pero piensen en aquellas décadas. Zero es un buen ejemplo, allí Eduardo pudo desplegar su talento, rodeado de jóvenes (Daniel, Leonardo, Martiniano, Alejandro) con muchísimo talento e influenciados por excelentes bandas, que supieron ser excelentes escuderos de este “veterano” con ideas nuevas y que en el acto se «amalgamaron» en algo que les dio un diferencial y un valor agregado en el movimiento musical de esos tiempos. Zero fue una bisagra entre aquel rock con tendencias clásicas y el rock de avanzada.

 

LAS ANÉCDOTAS

Daniel: Miles, miles, porque él era tan gracioso. Era un tipo con un humor muy especial, con una muy buena manera de contar un chiste, por ejemplo. O te salía con cosas que eran increíbles. Se me vienen dos anécdotas a la cabeza. Dentro de su locura, en el buen sentido, divina locura, un día no sé porqué estaba hablando en un ensayo y dice: “Lo que pasa es que los pedos son inflamables”. Y nosotros lo miramos como diciendo “¡¿qué!?”. “Sí, en serio, mirá”. Se abrió de piernas, se tiró un pedo, y con el encendedor hizo una bocanda de fuego hacia abajo entre las piernas. Nosotros quedamos… aparte eso lo sacó de la nada, hablando en serio, no como chiste. Otra anécdota viene por el lado de Zero. Nosotros hacíamos muchas giras por el interior y lo clásico es que ibas por las radios, te hacían el reportaje para el diario o para el canal de televisión. Con Eduardo siempre teníamos un problema, porque era tan delirado que nos hacían preguntas y él empezaba a decir cualquiera; era más fuerte que él, contestaba cualquier disparate. A nosotros llegó un momento en que nos empezó a preocupar porque estábamos como marcando. Una vez en una reunión en el medio del cantero de Avenida Italia hablando de todos estos temas, diciéndole: “Eduardo, no podés marcar más…”. “Y bueno” decía, “lo que pasa es que no lo hago a propósito”. Le dijimos: “Ya lo sabemos, pero a nivel de banda, como imagen profesional, ciertas cosas hay que cuidarlas”. Y yo le digo: “Si vos no te das cuenta, y si vemos que estás marcando, yo te digo (justo vi el paquete de bizcochos que estábamos comiendo) “bizcocho”. Si te digo “bizcocho” ya sabés que tenés que achicar porque te estás yendo para el otro lado”. Y a partir de ahí quedó entre nosotros que yo le decía mirándolo y entre labios y bajito la palabra “bizcocho” y Eduardo apretaba el freno de mano de golpe. Hay otra anécdota de cuando lo conocimos, el primer año que empezamos a ensayar con Zero con él. Yo tenía 19 años y Eduardo nos dijo que tenía 26 años. Unos días después de su cumpleaños, que era el 25 de diciembre, viene y dice. “Che, ¿saben de lo que me di cuenta el otro día? Estábamos el día de mi cumpleaños en la casa de mis padres y vino mi hermana de visita, y dije que cumplía 27. Y me hermana dice. “No, Eduardo, cumplís 26”. Y le dije que no”. La hermana le dice. “Naciste en tal año, tenías 25 y hoy cumplís 26”. Estuvo todo un año diciendo que tenía 26 cuando en realidad tenía 25. Eso es Eduardo total. Y lo vino a contar inocentemente, como sorprendido.

Nilson: Más que una anécdota es una pequeña historia… Eduardo tenía muchas facetas que muchos desconocen, fue un músico privilegiado, astrólogo, gran diseñador y desarrolló, con quien les cuenta una especialidad rarísima, divertida y apasionante especialidad: los SFX (comúnmente conocidos como Efectos Especiales). Horas de encierro en la biblioteca Artigas-Washington, horas de cine mirando repetidas veces cuanta película de ciencia ficción había, horas trabajando en la tornería de su padre cuando cerraban construyendo dollys, plumas para elevar cámaras, rieles aéreos, todo para estar equipados. La idea era estar equipados. Construíamos maquetas de astronaves, ciudades del futuro, androides donde poder aplicar explosiones y otros efectos. Teníamos muchas piezas o moldes que estaban en aquella tornería, visitábamos la feria de Tristán Narvaja para acceder a piezas que nos sirvieran en esa arquitectura a escala que hacíamos, pero la fuente de insumos se agotaba. Necesitábamos piezas reproducidas en serie, de bajo costo (esto es, sin gastar un peso) para aplicar en los trabajos. Descubrimos que el mar era un proveedor inagotable de estos insumos. Así que íbamos a las playas con una bolsa a recoger tapitas, piecitas de plástico, trozos de juguetes y muchas cosas que arrimaban las olas. Luego las limpiábamos, las clasificábamos y acondicionábamos. Pero había que llenar las bolsas. Más de una vez pasamos por vagabundos o por el famoso “viejo de la bolsa” e incluso asustando a algún pibito.

Martiniano: Si bien no tengo ninguna anécdota destacable para aportar, me gustaría agregar lo siguiente. La vida puso en mi camino cruzarme con Eduardo Gómez y siendo tipos muy diferentes, ambos disfrutamos mucho de habernos conocido y de lo que hicimos juntos. Luego de nuestros años en Zero, nos vimos muy esporádicamente (no más de 10 veces) y cada encuentro fue una alegría, siempre. Aún siento que si me lo encontrara hoy, seguiríamos charlando como si nos hubiéramos visto la semana pasada. Un loco lindo que la movida montevideana de los ’80s me regaló y que a la distancia, veo que me dejó más de lo que hubiera creído.

 

UN MENSAJE PARA EDUARDO

Nilson: Como coincidimos en que no todo se termina con la muerte y que pueden llegar a existir otros horizontes, estoy seguro que nos vamos a volver a encontrar. No sé con qué edad ni con cuál aspecto, pero seguramente sí con el alma, que es con lo que supimos querernos y tener una de esas amistades que quedan para siempre. Seguro te encontrarás entre las estrellas.

Daniel: Pah, está salado. Que se extraña pila, obviamente. Un “gracias” gigante, porque la verdad que todos aprendimos muchísimo de Eduardo. Y mandarle un abrazo gigante desde acá.

Martiniano: Venite Eduardo: hay mucho por hacer y con tu cabeza y tu alma, se pondrían interesantes y seguramente, divertidas.

Ariel Scarpa