Siento que sería un atrevimiento de mi parte comentar un disco del tamaño de esta recopilación llevada a cabo por Rodolfo Fuentes y Enrique Pereyra. Una exquisita selección de un período que sufrió un inmerecido olvido sepultado bajo las botas negras de la dictadura. Una colección de bandas y canciones realizada con extremo cuidado y cariño por gente conocedora de lo que hacía. Este artículo no analiza el contenido del disco, está orientado a rescatar algunos detalles mediante una entrevista a Rodolfo Fuentes, brindar un link para su escucha, y suministrar imágenes del impecable librillo que acompañó la edición original de 1987. No dejen de leer y escuchar lo que brindamos a continuación.
Como un complemento y un contraste de lo que se vivía a nivel de la música rock en 1987, se edita esta joya que recopila trabajos fundamentales de bandas nacionales de una difícil época para la música y la vida de nuestro país.
Un complemento porque, aunque interrumpida en su natural continuidad, eran los antecedentes más cercanos para los jóvenes músicos que surgían en la década de 1980. Una época de la que se sabía muy poco y parecía mucho más lejana de lo que en realidad era.
Un contraste porque la crudeza del rock ochentero nacional demostraba unos orígenes muy diferentes y distantes de lo que mostraba esta recopilación. Una distancia tremenda en propuestas, sonidos y ejecución.
Un delgado hilo de continuidad subterránea se dio con las más incipientes bandas de rock nacional de los inicios de la década de los ’80, que precursaron a la explosión encabezada por Los Estómagos. Aquellas bandas supieron rescatar parte del legado de la década del ’70, alineado con lo que Rodolfo y Enrique lograron plasmar en esta placa. Pero un nuevo quiebre cultural llevaría a perder en parte el contacto entre los rockeros que tocaban en bandas dentro de la misma década, aunque insólita y misteriosamente supieron convivir en el tiempo y el espacio, pero casi ignorándose mutuamente.
Como siempre, la palabra de los protagonistas es la de mayor peso. Si bien Enrique ya no está entre nosotros, sí contamos con Rodolfo. Testigo invaluable y participante activo en el movimiento cultural, apoyado en sus fantásticos registros fotográficos… y bastante más. Hoy lo convocamos para unas preguntas, porque estos tiempos lo ameritan, porque nuestro rock lo merece, y porque el disco que editaron con Quique, es imperdible.
Entrevista a Rodolfo Fuentes
SR: ¿Cómo surge la iniciativa de armar Rock Nacional 1971 – 1976?
Rodolfo: Surge en alguna de las habituales conversaciones que manteníamos con Quique Pereyra, en su casa, en mi estudio, en la radio (Eldorado) los sábados en su programa “Ciudad Abierta”, donde yo participaba con una “columna” sobre músicas poco habituales en los medios, o temáticas vinculadas lateralmente a la música.
SR: El disco dice en su portada: Archivo de la Música Popular Uruguaya. Apuntaba a ser bastante más que una simple selección de canciones, ¿no?
Rodolfo: La idea de un “Archivo” la habíamos manejado tiempo antes con Gerardo Michelín y Ángel Atienza. A los tres nos interesaba la historia de la música uruguaya, y nos desesperaba cómo mucho material se iba perdiendo, destruyendo u olvidando. Llegamos a elaborar un proyecto (bastante parecido a lo que hoy día es el Archivo Ayestarán) pero no conseguimos los apoyos necesarios para hacerlo realidad. Nuestro proyecto abarcaba todas las vertientes de la música uruguaya, desde ignotos payadores hasta el jazz o los experimentos de música electroacústica de Renny Pietrafesa, no solamente el rock. Partiendo de esa idea fue que bajamos a tierra la elección que conformaría el disco.
SR: ¿Qué criterio usaron para elegir las bandas que participarían del disco?
Rodolfo: El criterio fue de representatividad de las bandas o solistas en el espacio temporal que elegimos y en el lenguaje musical. Por otra parte, no hay que olvidar que la mayoría del material con que estábamos trabajando no había sido reeditado en mucho tiempo, y en un caso, nunca había sido editado (Barral). Otras bandas, otros estilos tendrían cabida en futuros volúmenes. De hecho quedó armado el volumen 2, que se ocupaba del candombe beat.
SR: ¿Qué bandas componían ese segundo volumen?
Rodolfo: La selección que hizo Enrique para ese segundo volumen la tengo en un casette, y mi casettero no anda muy bien. Así que te debo esa info.
SR: ¿Tendría el mismo formato de presentación que el Vol. 1, acompañado por un librillo?
Rodolfo: Sí, la idea era continuar con la línea gráfica y de contenidos. Anecdóticamente, la foto de la tapa del disco «Rock» es de una guitarra Norton, primer instrumento de muchos de los que luego serían músicos conocidos.
SR: ¿Qué bandas les costó dejar afuera de la selección del primer volumen?
Rodolfo: Había bandas de ese mismo período que quedaron afuera, principalmente porque cantaban en inglés y ese no era el corte que habíamos elegido. Si bien bandas como Los Delfines, por ejemplo, en su actividad habitual, cantaban mayormente en inglés, francamente no recuerdo si se nos presentó algún conflicto aparte de éste que señalo.
SR: ¿Cuán difícil fue hacer la selección de canciones?
Rodolfo: No fue nada difícil, conocíamos el material de antemano (excepto el disco de Barral que nunca habíamos escuchado) y tuvimos el privilegio de trabajar con los masters originales y allí descubrir que algunas cosas no eran tan buenas como las recordábamos y otras eran mucho mejores…
Rodolfo: «Más o menos de la época en que hicimos el disco»
SR: El librillo que acompañaba la edición en vinilo era un lujo en cuanto a la detalladísima información que contenía, no sólo de música. Es un documento que formó parte fundamental de la obra. ¿Se pensó originalmente como un conjunto, el disco y el librillo, o la idea de alguno de los dos surgió primero?
Rodolfo: El librillo fue pensado como parte de la edición del disco, ya que no había forma de incluir toda esa información en una carátula simple de vinilo y mucho menos en un cassette. La iniciativa se topó con la mala disposición del sello a bancar los pocos pesos que significaba ese librillo. Como consecuencia, hicimos 300 ejemplares en un material e impresión muy precarias y los pagué de mi bolsillo. Las subsiguientes ediciones del vinilo, las de cassette y luego las que salieron en CD, no incluyen ese material.
SR: ¿Cómo definirías el movimiento de rock en el Uruguay de esa década del ’70, musical y socialmente?
Rodolfo: Creo que una lectura atenta de “De las cuevas al Solis”, el librazo de Fernando Peláez, informa y define a la perfección lo que pasaba con ese “movimiento”, con nuestro país y con la sociedad en esa década.
SR: ¿Qué puntos en común tenían los movimientos de rock de los ’70 y de los ’80?
Rodolfo: Ese “movimiento” de rock, (de muy limitadas proporciones y alcance. Creo que no hay que perder de vista las dimensiones del mercado uruguayo y la incidencia cultural que podían tener algunos pocos grupos que tocaban fundamentalmente en bailes en aspectos más profundos de la sociedad) se terminó ahí, en 1976. Obviamente quedó gente haciendo música y surgió otra, pero muy fragmentados y atendiendo a corrientes estéticas muy diferentes a las que alimentaron a los grupos y solistas de los primeros años de la década. Respecto a los ’80, recién a la salida de la dictadura se empezaron a ver expresiones de rock o cercanas con cierto alcance masivo (siempre relativo).
SR: ¿Y cuáles eran sus diferencias fundamentales?
Rodolfo: Varios de los grupos que reúne este disco tenían frecuente actividad en bailes y algunos recitales, no se conocía el “rock de estadio”, las audiencias eran limitadas. Como contrapartida los discos y la difusión en radio y en televisión generaban cierta “popularidad”. Siempre sin olvidar que las cifras de fabricación de discos eran muy pequeñas. En los ’80, hablando estrictamente de rock, surgieron grupos volcados al jazz rock, y tímidamente algunas bandas con influencias del rock español y del punk, que tocaban en locales pequeños para pequeñas audiencias. El recital “Comunafiesta” que se realizó en el parque de Villa Biarritz en 1985 y que reunió a unas 10.000 personas, fue tal vez el de mayor convocatoria.
SR: ¿Te parece que el rock nacional fue en algún momento una herramienta de cambio en algún aspecto?
Rodolfo: Todo movimiento cultural, por pequeño que sea, tiene ámbitos de repercusión imprevisibles. Arriesgo a calificar a la música de ese período como más “honesta” en el sentido de sus objetivos y alcances que la que se está haciendo hoy día bajo el mismo paraguas identitario, donde se habla de mucho dinero, de mucha gente involucrada en cada presentación. En esos tiempos primitivos no era raro ver a los músicos cargando sus propios equipos…
Rodolfo: «El Quique Pereyra, compinche y querido amigo»
SR: Desde la carátula del disco Rock Nacional 1971 – 1976 se anunciaba que era el Vol. 1, sugiriendo que habrían algunos otros volúmenes más que continuarían la idea. ¿Por qué no pudo concretarse?
Rodolfo: Como te contesté en una pregunta anterior, la idea era generar una suerte de “Archivo”, una referencia a la que acudir para saber sobre eso o un punto de partida para una investigación más profunda, como se han hecho. Algunas bien hechas y otras muy irrespetuosas, como es el caso de la colección de Posdata, que levantó partes enteras del texto sin acreditarlo o el de una revista de corta vida, llamada Trenes y Tranvías o algo por el estilo, donde levantaron el texto íntegro sin acreditarlo. No entiendo esas actitudes cuando en realidad no cuesta nada reconocer a quienes tuvieron el impulso y la audacia de hacerlo antes que vos.
SR: Visto en la distancia, ¿qué opinión te merece la edición en general?
Rodolfo: La importancia de la edición fue su propia existencia, tal vez la primera vez que se presentaba la música uruguaya de rock en un contexto investigativo y crítico, que reunía un puñado de canciones que en ese momento consideramos hitos importantes de la música popular local, junto con un análisis del tiempo y los acontecimientos en que esa música era creada e interpretada. La “ficha” dedicada a cada surco del LP, aporta información poco habitual en el medio sobre los intérpretes, sus antecedentes y algunos datos técnicos sobre la grabación del tema, muchos de ellos sorprendentes para estos tiempos de home studio y sonido digital.
Ariel Scarpa
Con posterioridad a la publicación de este artículo, Ramón Aloguín, guitarrista de la Incadescente Blues Band y columnista en este portal, comenta en Facebook cómo se ha hecho en España de una copia de este disco. El relato y la anécdota, bien vale su reproducción aquí:
Hoy he comprado en Barcelona, por cinco euros, este trozo de historia del rock uruguayo. La idea de Rodolfo Fuentes de crear junto al siempre añorado y recordado Quique Pereyra, un Archivo de la Música Popular Uruguaya. Para la generación actual, es imposible ser consciente de la importancia de este trabajo. En un mundo sin internet, y en un país en el que la dictadura había defenestrado e ignorado el rock de los ’70s, este disco fue iniciático en muchas cosas. Musicales, pero también gráficas. Recuerdo que teniendo ya 22 años, me temblaban las manos mientras se me caian las lágrimas mirando por primera vez una foto de Jorge Flaco Barral, de Daniel Bertolone, de Jorge Graf, de Psiglo. Músicos cuya obra podía yo tararear de memoria pero que hasta ese día habían sido músicos sin cara. Y músicos y grupos que ahora, gracias al trabajo de investigación de Quique Pereyra, pues ahora tenían una biografía. Anécdotas y cosas que Quique nos contaba en la disquería junto a Nestor Imbriani, y que yo intentaba grabar en mi memoria. Por si ese conocimiento llegaba a perderse algún día. Una especie de Fahrenheit 451 con piernas largas y muchas ganas de aprender. No he sabido sino hasta hace muy poco, que ese tesoro que constituye 35 años después el librillo que acompaña al disco, no lo pagó el sello discográfico. Hubo de ser pagado de su bolsillo por los creadores del proyecto… Rodolfo y Quique. No se esforzó mucho el sello, no. La impresión de la portada es descuidada, barata. Impidiendo que se aprecie en su totalidad la belleza del soberbio trabajo de Rodolfo. La portada son dos hojas sueltas de cartón, metidas sueltas, insisto, sueltas, dentro de un sobre de nylon. Si lo pones boca abajo, las hojas de cartón se caen solas.
No os imagináis la cara del tipo que me cobró en la tienda cuando me lo cobró. Y porteñada argentina de la mala, de la época de las Malvinas, valían 20 y 30 euros. El nuestro, siendo un producto enormemente mejor en lo musical, y tratándose encima de un producto DIDÁCTICO, sólo me costó 5 euros. Pero es que parece, externamente, una cosa fea, mal hecha a propósito. A Quique Pereyra le di las gracias en vida; por este disco y por varias cosas más. A Rodolfo Fuentes aprovecho para agradecérselo aquí mismo. Por este trabajo y por tantas hermosas portadas que llenó e iluminó con belleza pura. Y al sello discográfico… pues que Dios les bendiga… Yo había comprado este disco, en la tienda, la misma semana en que se editó, en 1987. Lo perdí después, y ahora lo acabo de recuperar. Y he tenido suerte. Lo he recuperado con el librillo incluido.
Ramón Aloguín