Me es imposible recordar la cantidad de veces que tuve la posibilidad de ver a Los Estómagos en vivo, y eso es una suerte, porque es indicativo de que fueron muchas. En festivales grandes o medianos o en toques muy chicos, que era como los podía disfrutar más. En esta nota intentaré lo que desde el principio sé que será imposible: contar mi experiencia de ver a Los Estómagos en vivo.
Quizás lo más adecuado, aunque repetitivo, sea recordar el marco en que se dio el surgimiento de esta banda originaria de Pando. Fines de la última dictadura en el Uruguay que empezaba a dejar que algunos arriesgados comenzaran a cometer en distintas áreas lo que poco antes era considerado un acto de sedición: presentar otras alternativas que no fueran las oficiales.
En el ámbito del rock, específicamente, se comenzaba a gestar una movida que nunca llegaría a ser un movimiento organizado, pero que como tal tuvo el valor de lo generado espontáneamente, con esa maravillosa capacidad de ser indominable e imprevisible. Un sentimiento en combustión cuya mecha estaba sobre los escenarios y que explotaba sobre él, alcanzando con su onda expansiva a todos los presentes. Los pocos atisbos del establishment por aprovecharse de lo que se estaba generando no pudieron encorsetarlo, dominarlo, encaminarlo o dirigirlo, a pesar de la represión física, cultural y social que se vivió en algunos ámbitos. El rock, fiel a su concepción ideológica, de una manera fuerte saldría triunfante de esa batalla, sobre todo mirando ahora en retrospectiva.
Y como cabeza visible, estaban Los Estómagos. Sí, secundados por Los Traidores y por Los Tontos, pero evidentemente era el cuarteto de Pando quien marcaba el pulso constantemente a lo largo de su vida, sus actuaciones y sus ediciones discográficas.
Verlos en vivo siempre era una experiencia visceral, por muchas razones. La propuesta, toda, lograba destilar el sentimiento reinante y presentarlo de forma contundente, como ningún grupo logró hacerlo por ese tiempo y durante toda su carrera. Peluffo, Parodi, (+Adler), Hernández y (1° Marriot, 2° Baroncini) y Lasso fue una fórmula muy efectiva, una máquina de rockear con letras y música que no sólo llegan hasta nuestros días sino que se mantienen vigentes.
Recuerdo cómo supieron pararse muy bien sobre el escenario de Montevideo Rock I en 1986, cuando su experiencia en escenarios grandes era nula, y cómo aún sonaron mejor en el Montevideo Rock II de 1987. Aún en grandes escenarios, su fuerza se lograba sentir desde el campo, llegando a todos.
Varias veces en escenarios de menor calibre pero no menos importantes, como el Teatro de Verano, permitían que grandes masas de público tuvieran una mayor cercanía. En lo personal, creo que se los podía disfrutar mejor en un lugar un tanto más contenido, con un contacto más cercano y directo.
Por lo mejor estaba en los toques más chicos, donde los cuatro músicos estaban a escasos metros de sus fans. Recuerdo varios, pero especialmente traigo a la memoria uno que pude ver en un boliche llamado Laskina. Era una casa antigua chica, con un diminuto escenario precisamente en un rincón, que además tenía una barra y una especie de tarima escalonada. Poco espacio, mucho volumen y cercanía, condiciones ideales que sumadas eran como un plus agregado. Tuve la suerte de ver muchas bandas en ese boliche, pero Los Estómagos estuvieron espectaculares. Y como en ese lugar, en muchísimos más.
Transmitir experiencias vividas siempre es muy difícil. En materia de rock, ya sabemos cómo es. Pero permítaseme magnificar la diferencia entre lo vivido y lo contado para el caso de Los Estómagos, sin temor a estar exagerando. Una combinación perfecta de música y letra que traspasaba lo musical y que no sería justo decir que era una sólo una interpretación, ya que se notaba que era una vivencia para los cuatro músicos. Esa coherencia, solidez y autenticidad (atributos siempre tan destacados para la banda por su público y todos los demás músicos, fueran del palo o no) era palpable, real. Y también impactante si uno se dejaba sorprender. Valores que el rock nacional supo y sabe tener entre las filas de sus grupos, pero que en el caso de Los Estómagos fueron el elemento perfecto para el momento justo. Sólo puedo dar las gracias por haberlo podido vivir.
Ariel Scarpa