Artigas Silvestro: “Hay que irse…”

Entre tantas frases que escupía al día, momento tras momento, creo que sin duda el nombre de la nota es para mí, la más representativa. Tanto en serio como en joda, esa era su principal respuesta en el final de una charla, por ejemplo. Creo que había un 90% de que había que irse (del país) y el otro 10% tal vez dicho como respuesta a alguien sobre algo sin prestarle mucha atención.

A medida que he escrito alguna nota para esta Revista, una con otra se van relacionando mediante alguna persona que menciono y ha estado muy presente. Para la mayoría HOY en día no creo que lo conozcan, pero lo que sí lo conocen, sin duda lo recuerdan y muy bien.

Si hago en mi vida musical una especie de escala a nivel de aprendizaje, con mi hermano como mi maestro hice la escuela: el rock, el blues, los discos, los programas de radio, las revistas Pelo, todo vino de él, y con Artigas Silvestro se podría decir que hice el liceo.

Artigas viene de los fines del sesenta, bajista. Tal vez su banda más conocida haya sido sin duda Siddhartha a mediados de los ’70, arrancando con un dream team desde el arranque hasta su final. El flaco Pérez en la batería, el enorme José Pedro Beledo en guitarra y en las teclas Andrés Bedó. Un despelote. Luego habría cambios tanto de baterista como de tecladista; incluso en su última etapa su guitarrista, por el cual entró el que más justo calzaba, el enorme Palito Elizalde, pero siempre cada lugar o reemplazo estuvo dignamente representado y a la altura de su música.

Lo conocí una mañana que llegaba tarde al trabajo y sólo llegaba en taxi. Al subirme vi que el loco ocultaba su melena en una especie de colita y llevaba puesta una campera militar, pero militar rock ‘n’ roll, Vietnam. Esto sería año ’80… Y al toque hablamos algo de música o de su aspecto o de ambas. La cosa es que al dejarme en el destino sabía ya que era músico, bajista de una banda, y que me invitaba a los ensayos en la mítica casa de Martín García.

Antes de Siddhartha venía de Tiempo de Rock, una banda que llegó a grabar un simple, tocar en vivo incluso con la Pesada del Rock and Roll, banda argentina que se venía con mucha fuerza en los comienzos de los ’70, épocas que indudablemente no eran nada fáciles. Y antes de eso venía de una buena familia, pero el tipo había salido jodidamente rockero. A pesar de que el mono podía vivir con muchos lujos más de donde podía vivir, cuando lo conocí era un empleado de un taxi (precisamente de su padre, algo que sin duda mucho no le beneficiaba), pero prefirió ser él antes que otras cosas.

Creo que más allá de dictaduras que reinaban en el Río de la Plata, hubo una gran camada de músicos que se volcó, o digamos que también fue una corriente mundial, a lo que se llamó jazz rock. Era música diferente, más virtuosa, fue hasta como mejor visto si hacías jazz rock o si tenías una banda de rock. Era otra cosa. Yo creo que él siempre fue más de rock-jazz aunque no le guste. Más allá de virtuosismo o no, en lo particular la música me llega también por otros lados.

La competencia se podría decir fue entre Siddhartha y otra enorme banda como Zafhfaroni, y se podría mencionar que Barón Rampante había hecho lo suyo, pero este tema es para los que saben y en sí no había competencia. Eran excelentes bandas haciendo el mismo palo y con grandes músicos.

Un día caigo con mis «Ovejas Negras», tanto Charly como el Pez, a un ensayo. Escalera hacia arriba y el departamento. Lo primero que veo es un perro que por el culo le salía una cinta de cassette, asumí que se había lastrado un kct precisamente, y luego una morocha que hasta hoy en día me acompaña, pero eso es otra historia.

Era un departamento medio hippie o algo así. Van apareciendo los músicos y algunos están ya en la sala de ensayo que se había hecho en la azotea. Otra escalera más arriba en forma circular, lo que le daba un color ya medio tenebroso y más cuando no había luz alguna. De ahí a la azotea y a una habitación precisamente convertida y construida como sala de ensayo. Por supuesto todo lo que había era de marca y todo sonaba. Una banda que siempre estuvo muy bien equipada para las posibilidades de acceso a incluso otro tipo de instrumentos para esa música. Me enamoré un día cuando vi un Fender Rhodes. Lo mejor de lo mejor en teclados.

Artigas siempre fue un personaje en todo momento (en cómo era o sigue siendo): el tipo podía adivinar, sin uno hablar, hasta lo que estabas pensando. Muy inteligente a todo nivel, y podías caer a cualquier hora y siempre estaba estudiando y tocando el bajo. Otra de las personas de las cuales todavía tengo la enorme suerte de tener su amistad y su amor, fue conocer a «Blancanieves», su compañera. Otra historia aparte parte, siempre de la familia. El loco estaba de repente sentado en el «comedor» siempre estudiando con su bajo y por al lado le podía pasar el carnaval carioca, que visto hoy en día era algo medio así, y el mono seguía haciendo lo suyo. Tenía que ser muy grosso el quilombo alrededor para que explotara.

Sonaba en un equipo de audio bastante digno, siempre tipo música de tipos como Jaco Pastorius, Billy Cobham, Allan Holdsworth, además de sonar Deep Purple o Rainbown o lo que sea rock o blues. Con toda aquella gente de esa escuela fui aprendiendo de jazz rock, yo que venía o mejor dicho iba directamente a integrar una banda en un par de años dentro de la línea Riff… Había siempre muy buena onda y casi entrabas sin golpear, y las otras caras que caían por el lugar eran realmente para nada integradas a la sociedad. TODOS tenían o teníamos algo más allá de que Martín García se convirtió para muchos en un lugar de reunión, en una familia, en un club, en un lugar donde poder “golpearle la puerta tan tarde” como dice un tema de la renga. Y así como llegaban muchos se iban otros, esos que andá a saber iban buscando, y se iban renovando todos aquellos que andábamos con ellos. Yo sigo hasta el día de hoy perteneciendo a ese selecto club. Llegaba a ir casi todos los días porque además de todo lo que pasaba, las charlas justamente con Artigas siempre fueron muy del tipo aprendizaje, y eso a todo nivel.

Digamos que a «marketing», una palabra que no existía en esos momentos, el tipo sabía cómo moverse, cómo hacer cosas diferentes a los demás. Recuerdo ser uno de los que repartíamos volantes en la feria de Tristán Narvaja o por el Sorocabana o por donde hubiese gente del palo para cada recital de la banda, y por suerte tuve la oportunidad de estar y participar de una manera u otra en muchos de ellos. Justamente, ya antes a esa famosa Blancanieves la había conocido así, ella me había dado un volante a mí de un show en el Teatro Stella D´Italia. Un lugar que en esos momentos era el sumun para tocar ahí. Por ese lugar pasó mucha historia, y dentro de la música el flaco Spinetta, Vox Dei, Rada, Aquelarre, León Gieco… tocar ahí era como un Maracaná.

Terminé siendo amigote de todos y participando en todo, repartiendo volantes de un próximo show en algún lado, cargando algún equipo, haciendo algo de prensa en algún momento, y quiero recordar el año… ’81. La palabra producir (a nivel productor de algo) no existía mucho y mucho menos la de marketing, prensa y esas cosas, y Artigas lo tenía. Recuerdo la genialidad un año de mandar unas tarjetas hechas por una imprenta con la foto de la banda y los deseos de unas felices fiestas. Iban dirigidas a los «críticos» musicales, músicos, amigos más cercanos, esa onda. Sin duda creo que en más de alguna charla él vio también cómo trabajaba, ya que también había conocido a el famoso Alfonso López Domínguez, y de ahí sin duda levantó cosas sumadas a las que él mismo tenía por motus propio, y todo eso además a mí era algo que me gustaba ir aprendiendo: la parte de prensa y de producción, por ejemplo años más tarde, aumentaría esto cuando con Ácido trabajáramos con el flaco y por supuesto ya habíamos luego robado la idea de la tarjeta.

El tipo es de esos que donde entra, marca presencia. Tenía eso además, no pasaba desapercibido. Además tenía toda la imagen de un Purple… Con su anterior banda, Tiempo de Rock, también tuvo su paso reconocido dentro del rock sobre los ’70, y editaron un simple, además. Era un tipo que tenía todos los piques o te los inventaba de alguna manera para hacer las cosas. Con Siddhartha recuerdo grandes conciertos en diferentes salas. Una banda de la gran puta.

Es un bajista de rock, sin duda, tiene rock pero justamente son de esos que se pasaron al jazz rock y no hay manera que den un paso atrás. Fue parte de esa época donde muchos músicos de rock buscaron más en la evolución de la música y el estudio del instrumento, y no tanto algo «tan cuadrado» como el rock.

En esa mítica y famosa casa de Martín García pasaban constantemente cosas, un día te encontrabas con que al ensayo había caído un gran tenista como Diego Pérez, o que de repente la gran periodista de varios medios de música de la argentina, Gloria Guerrero, andaba por ahí. O conocer alguno de los integrantes de la banda de Vox Dei, como Nacho Smilari, o su relación en aquel momento con Piero y los Prema (banda integrada por Guyot – Iturri y Toht, banda de Charly y luego G.I.T.) o cualquier loco suelto que podía caer en paracaídas. Era como la casa de todos, como un club. Fueron años de mi vida muy intensos a nivel de aprendizaje musical y de vida a todo nivel. Las historias más descabelladas ocurrían ahí. Cuando aparecía alguien «nuevo», el tipo sólo levantaba la cabeza, lo miraba y seguía en lo que estaba haciendo. Cuando el loco se iba, te hacía una radiografía que te dejaba de culo: «este es así, así y así», y al resto de los normales nos llevaba un tiempo darnos cuenta. Te leía la mente.

En una oportunidad estábamos en la puerta de la casa en la vereda y pasa un patrullero. Estaba Julio Pereda, el tecladista, Guido Arriaga, creo, y yo. Los tipos paran, nos revisan, nos toman los datos, las preguntas de rigor y que hacíamos ahí. La respuesta era que éramos músicos y acá vivía un amigo. La cana toca timbre y la casa era una escalera para arriba y abajo una puerta con vidrio, o sea que la visión, si no había luz, era media difusa. Luego de varios intentos se asoma Artigas desde arriba desnudo (tal cual dormía) con los pelos para todos lados y el milico le dice al otro «uia, salió una mujer desnuda…». El otro en pelotas gritando «¿qué pasa?», «son amigos míos, están en mi casa», y ahí quedamos libres. Pero a esta situación falta, además, cómo el tecladista cuando la cana preguntaba quién vivía ahí, yo con los brazos sobre el patrullero no podía parar de reírme… «no es una mujer, jeje, es Artiguitas, un músico, jeje, es Artiguitas» (las risas eran de nervios, obviamente). Realmente esa casa y su historia deberían figurar en cualquier libro digno de rock. Por ahí pasaron muchas cosas, muchos músicos y música. Y tener una plaqueta.

Era difícil equiparse y más para hacer ese tipo de música. Yo, por ejemplo, le compré mi primer batería a Guido Arriaga y él se trajo una de Argentina, hermosa, al igual que mucha equipación de la banda, algo que no era nada fácil de conseguir. Como un bajo Ampeg de acrílico, que había sido de no recuerdo bien qué muy importante músico argentino. Luego llegó un Rickenbacker espectacular de EEUU de manos de uno de sus grandes amigos, un Vargas, quien era parte además de esa familia y luego terminaría siendo un excelente luthier que le hizo guitarras a todos, etc., pero era de ésos que se hacían al principio sus instrumentos: cuando arrancó se hizo su primer bajo. Hoy cualquiera pasa con una guitarrita o un Marshall colgando por la aduana, que es lo mismo. En aquellos años era hacer toda una declaración aduanera, que sin duda esta gente eludía muy bien. En una oportunidad y ya formado Ácido, logramos acceder a que nos presentaran la suya, que era jamón del medio a lado de la nuestra que era una mortadela. Y habremos estado media hora; en ningún momento pudimos sonar bien, fue increíble o no, pero agradecimos y tuvimos que volver a nuestra cueva de Bulevar.

Bueno, ellos nos prestaron todos sus equipos (hoy llamado backline) para el primer concierto de heavy metal que se hizo en Uruguay y que dimos en el Teatro El Reloj. Y muchos amigos aportaron de las mejores violas, pedales… Artigas nos hizo, además, el sonido.

En una oportunidad, un Centro muy importante de los Hare Krishna que gustaba de la música de la banda, los comienza a invitar al Templo. Nosotros entrábamos y hacíamos cualquier cagada ante una gran cantidad de adeptos que concurrían, quienes nos miraban bastante anonadados. Para ellos todo el tema de la comida y entrar a la cocina, por ejemplo, es como algo muy particular y la verdad se comía muy bien, y cuando hacían pizza, arrasábamos directamente del horno ante el pedido de los Hare de que no hiciéramos eso, por favor. Dueño de un humor demasiado ácido y además siendo siempre muy generoso y gran tipo con todos y a todo nivel.

Artigas era el cerebro de todo lo que giraba en torno a la banda, era el tipo que realmente tiraba del carro, incluso cuando tocaban en vivo siempre se destacó su figura. Era el pulmón y el que terminaba solucionando todo. El carismático. El jazz rock era «una cosa muy seria», pero el tipo con su estilo -repito- mucho más al rock ‘n’ roll, les ganaba la cabeza.

Llevó en algún momento su proyecto al Brasil y a toda su familia. Beledo ya había partido a los EEUU y finalmente el baterista no quiso viajar por motivos personales. La banda no puede desarrollarse como se esperaba y Artigas queda viviendo más de 20 años en Embú a Terra das Artes, viviendo de su otro don, el de ser un gran artesano. Yo mismo con mi compañera estuvimos a los años que él ya se había ido y estaba viviendo por esa ciudad satelital a San Pablo a ver qué pasaba, y finalmente nos pegamos la vuelta. En esa oportunidad no quedamos bien para nada. Boludeces, pendejadas malentendidas y no habladas.

Años después por motivos familiares, Artigas que decide volver y los que quedábamos de la vieja calle Martín García empezamos a aparecer y reencontrarnos. Luego con él fusionamos una amistad que nos pone en la batería de brothers y pusimos unas salas de ensayo, Macadam. Equipadas con lo mejor de lo mejor en todo aspecto, era atendida por amigos que andaban sin trabajo pero seguían con sus cosas, y bueno, a los tres años nos terminamos fundiendo. Lo que suele pasar si le das vida a gente que no está preparada para responder. Pasaron muchas bandas y artistas, tanto locales como internacionales, estuvo Juanse de los Ratones, Boff y Vitico de Riff, Pitty de Viejas Locas, Bertolone de Días de Blues, etc… era un gran lugar pero se tornó insostenible ante las pérdidas. Una lástima.

Con Artigas también fuimos socios en producciones como La Renga en el último Teatro de Verano que se hizo, la última movida que se hizo con Riff, con Pappo en la Factoría, que fue un caos, ya que la sociedad con la gente de dicho lugar fue un desastre. También de la presentación sorpresa en la exhibición de «Insoportablemente vivo» en Plaza Mateo, entre muchas cosas más. Incluso con Macadam, más allá de bandas que grabaron sus discos, se hizo la primera plaqueta del disco de Los Traidores, «Primavera Digital», que luego a ellos no les gustó y la hicieron en otro estudio. Insisto, la que grabaron en Macadam es mucho mejor.

En una de esas tantas visitas que han ocurrido en ese lugar, fue donde por suerte me tocó, casi sin querer, probar marihuana. Por suerte, porque en algún momento iba a pasar, y si pasa con gente como ésa, no puede ser mejor. Yo no tenía idea de nada, es más, lo vi en esa oportunidad y nunca más, ni jamás al menos se hablaba de eso. O lo ocultaban muy bien, o no sé. Cayó un músico muy conocido del Río de la Plata y justamente tenía algo. Vuelvo a recordar la época, año ’81, ’82. No era fácil nada. Ni el momento, ni conseguir, ni nada de nada, y si te agarraba la cana… olvidate. Un día veo que estábamos todos en el departamento de él y de a poco empiezan a salir de a uno y subir a la sala de ensayo, cosa que me extrañó porque sería como el mediodía de un sábado o domingo… hasta que de repente quedé solo y me mandé para arriba. No sé qué intuí, y bueno, pica… pero a la vista del tiempo creo que tal vez era como proteger a ese pibe o no involucrarlo, andá a saber. Sé que no sé ese día cómo me fui, pero fue una experiencia alucinante, mismo.

Luego con ese personaje en lo particular me sucedieron cosas realmente de película. En una oportunidad él aparece con un bolso o no sé si nos encontramos en el Centro y quedó en acompañarme donde yo iba. Iba a la Jefatura de Montevideo para solicitar un permiso para hacer ruido (que era por una denuncia que habíamos tenido). Obviamente el cana quedó un tanto asombrado por el pedido y llamó a un par de compañeros, mientras esta persona que me acompañaba sólo sonreía y sudaba. Al final me dicen que no existe ese permiso y no sé que más, y salimos de ahí. Como a las dos cuadras lo veo raro y le pregunto qué le pasa, y me dice «me llevaste a la Jefatura y yo ando con 1 kilo de marihuana encima». No me olvido más, aún mantenía su sonrisa y su transpiración. Me lo volví a encontrar 25 años después en un recital de un gran amigo en Luján.

Cuando llega del Brasil, luego de vernos algunas veces, yo me había ido para afuera y me empezó a ir a visitar. Había alquilado una gran casa en Atlántida donde con el Perro y el Danny ensayábamos, o sea Ácido. Por un problema con la Malone que iba a tocar en un par de boliches que yo había arreglado, termina siendo Artigas quien toque con nosotros. Fue en la Petrolera bajo el nombre de «Varo y amigos», y todos cobramos, todos felices, la emoción era grandísima. Los ensayos con el tipo eran como entrenar con Mick Jagger, nos mataba sin piedad el hecho de repetir tema por tema como iba cada corte… nos destrozó, en lo particular a mí que un día de calor me descompensó y casi me desmayo. No la pasé nada bien.

Por motivos de la vida llegó a estar en una situación económica muy buena pero la tablita y no sé qué se llevaron la gran parte. Pero mientras duró ese momento, el tipo no cambió con los amigos para nada, al contrario, fue generoso con muchos, demasiados tal vez.

No sé si todo ese mambo del jazz rock y la corriente mundial y las dictaduras está completamente desarrollado, pero bueno, es un pantallazo a lo que yo y muchos vivimos y sentimos de esa manera. Estaba pasando en Argentina con músicos como Pedro Aznar, entre una bocha. Estudien bien el jazz rock.

Hoy está peleado con volver a tocar, esa cosa de no haber dejado algo registrado con Siddhartha, tal vez, y algo sin duda muy merecido. Pero cerca cayó del árbol la fruta, y tiene uno de sus hijos, que siendo un pendejo nomás, arrancó con el bajo y hoy es un enorme bajista y contrabajista: Leo Silvestro Barbe. Tal vez Uruguay perdió un gran bajista, pero ahora ganó un gran artesano, en Facebook como Lionel Art.

Artigas es un músico y un personaje dentro de la historia de la música uruguaya. Pero le insisto, que se baje la correa 20 cms y que el rock ‘n’ roll lo quiere rescatar, sería lo que le diría si fuese a armar una banda, pero jamás tocaría conmigo jajajaaaa (y esto va con la mejor).

(Al) Varo Coll