En esta sección que dimos en llamar ¡La pregunta! buscamos la opinión de gente del ambiente sobre determinada cuestión planteada a través de una pregunta. Sus respuestas, hilvanadas por un artículo sobre el tema, se reproducen a continuación. Para esta oportunidad, la pregunta fue: ¿Qué destino tendrán nuestras colecciones de discos y demás cuando ya no estemos? Nos dieron sus opiniones parte de nuestros columnistas: Leonardo Peirano, Hugo Gutiérrez, Varo Coll, Marcel Loustau, Marcelo Sena, Gonzalo Guido, Ramón Aloguín e Ingrig Luna.
Por la edad que tenemos como promedio muchos de los que estamos en la vuelta del rock nacional, la pregunta y la búsqueda de su respuesta se plantean como algo bastante próximo en el tiempo, de alguna manera. Quizás pueda parecer como que hay un par de respuestas bastantes obvias, las cuales son muy valederas, pero la idea era abrir la cancha para ver qué ideas y sentimientos había ante la cuestión.
Como es bien sabido, quienes poseemos colecciones de discos, libros y varios etcéteras, solemos darle un valor que difícilmente se traslada a alguien más, ya sea familiar, amigo o interesado. Esto pasa con cualquier tipo de colección, ya que más allá del valor de las piezas que la compongan, cada una de ellas tiene una historia detrás que seguramente es lo que el coleccionista podría contar con entusiasmo y orgullo, pero que lamentablemente es la esencia que corre mayor riesgo de perderse.
A lo largo de las décadas, los uruguayos hemos presenciado cómo los registros de la cultura nacional han sufrido el más cruel y descarado vandalismo y depredación. El rock nacional no tiene porqué ser la excepción y seguramente será lo que ocurrirá con los elementos que corran riesgo de no contar con una custodia pertinente. Como el rescate de la cultura a nivel nacional está muy lejos del interés de los gobiernos al no existir una política al respecto y donde parece que cuanto más se pierda, es mejor, cualquiera sean las iniciativas que se tomen quedan en manos de los particulares.
Más allá de pensar en proyectos mancomunados o de largo alcance, una mirada íntima y personal es la que cobra valor para cada uno de nosotros, y ése es el espíritu del artículo. Los invito a leer las respuestas, algunas de las cuales tienen título o foto; seguramente se sorprenderán.
Hugo Gutiérrez
Cenizas

¿Qué destino tendrá mi colección de vinilos cuando ya no esté? Sinceramente, a esta altura de los acontecimientos, me preocupa muy poco, pese a haber dedicado gran parte de mi vida capturando rarezas. Sabido es que la cultura rock se desliza sobre un tobogán que parece no tener fin. Seguro, en un par de lustros será una anacronía con su devaluación correspondiente. Tiempo atrás, un sepulturero me comentó que durante el proceso de cremación, el vinilo junto al ataúd, le impregnan un aroma cálido y amaderado a los músculos y huesos deshidratados, antes de convertirse en polvo y carbón, respectivamente. Si la edición americana, de época, del Time Out Of Mind de Bob Dylan forma parte del acopio de discos derretidos, las cenizas originadas llevarán unas delicadas notas florales, en donde destacará la lavanda y alguna que otra especia. Ahora sólo necesito un alma bondadosa que prometa arrojarlas en la fuente de los jardines italianos, en el Hyde Park londinense, pues nos quedaron demasiadas cosas pendientes. Ya lo dijo David Foster Wallace: “Toda historia de amor es una historia de fantasmas”.
Varo Coll

Creo que a pesar de la chatura general, siempre habrá que el que se los quede, lo termine vendiendo al kilo. Pero a pesar de todo eso, siempre sobrevive una raza y siempre se estarán salvando colecciones o apareciendo cosas. Siempre estará el que aparezca vendiendo por algún lado algo que heredó del padre o el tío o el hermano. El tema es si el que lo compra le va a dar importancia y si eso va a pasar a integrar una nueva colección donde sobrevivirá a un cajón. No voy a hablar de lo lamentable del poco reconocimiento y que les chupa un verdadero huevo todo esto, a los culturosos que manejan SU cultura. Pero siempre habrá un viento que todo lo empuja y ellas sin duda, al menos muchas, sobrevivirán. Mis hijas saben qué discos deben sobrevivir y porqué; es más, creo que hay alguna de aquellas ensaladas porteñas, donde encontrabas de pedo dos o tres temas que estaban buenísimos. Que la chupen las computadoras, los pendrive, los Spotify y toda esa tecnología. Lo físico justamente es algo físico. Lo otro está en microchips y esas nubes.
Leonardo Peirano

Alguna vez lo pensé, pero pretendo estar acá por un buen tiempo. Llegado el caso, o se lo dejaría a mi familia y que ellos dispongan del material a su saber y entender, o a una cierta edad poner mi colección en venta. En tantos años coleccionando he tenido la suerte de poder reunir discografías completas, ediciones raras y/o singulares, test pressings y materiales variados y así también algún incunable. Los vendería a alguien que valore esos materiales y que ellos sean atesorados.
Marcel Loustau
Soy un coleccionista compulsivo. Tengo una gran cantidad de colecciones: discos, fotografías, revistas, afiches y objetos de rock; varias colecciones de pintura y cerámica; libros y objetos de cocina, postales antiguas del sudoeste de Francia; libros y objetos sobre Napoleón, herramientas antiguas; balanzas; cámaras fotográficas Kodak entre otras tantas colecciones. Desde chico colecciono cosas. Llegué por ejemplo a tener 5.000 latas de bebidas diferentes que en mi última mudanza se estropearon y se perdieron.
He estado hablando desde hace un tiempo con mi hijo de este tema. Él ha decidido que algunas de las colecciones las conservará y otras las subastará o las venderá, también probablemente alguna sea donada a alguna de las instituciones en las que participé. Hoy justo veía un programa en la TV de unos coleccionistas que estaban comprando a gente muy mayor parte de sus colecciones y hablaban que esta era la forma en que las colecciones no desaparecían sino que iban pasando de generaciones en generaciones.
Por otro lado el Estado no está preparado ni para comprar ni recibir colecciones importantes, lo que hace que todo se tenga que transmitir entre coleccionistas privados, lo que se hace complicado luego para que el público en general las conozca.
También hay coleccionistas que creen que poniendo una colección en un local y exhibiéndolas, eso ya se convirtió en un museo, y no es cierto. Generalmente un museo empieza con una colección, pero atrás de eso luego hay muchas cosas y personas. Investigadores, museólogos, preservadores, montajistas, departamentos educativos, etc. trabajan para poder exhibir esas colecciones de la mejor forma, tratar de darles un sentido y que el público aprenda sobre los objetos, se interese y, quién dice, un día no se ponga a coleccionar también. Hay mucho para hablar sobre el tema del coleccionismo y cómo mantenerlo. Desgraciadamente el coleccionismo del arte en este país está desapareciendo por una mala gestión de los museos, galerías, artistas y rematadores. No se han formado nuevas generaciones y en muchos rubros eso está sucediendo también. Se mueren los viejos coleccionistas y no se han generado nuevos.
Ramón Aloguín
¿Qué pasará con nuestros discos cuando no estemos? ¡¡¡Vaya pregunta!!! Me ha costado mucho responderla, pese a que una respuesta simple habría de ser más o menos sencilla de dar. Quedarán en manos de… X. Pero he considerado que el tema es más complejo que eso; y de aquí, esta respuesta / artículo que ahondará en otros aspectos relacionados con dicha pregunta.
Cuando has tenido la suerte de haber conocido a tus padres y haber tenido una relación por lo menos mínimamente positiva, sabes que hay cosas suyas que ellos atesoran más que otras. En el caso de mi padre (QEPD), eran sus libros. Desde que yo era adolescente fui recibiendo “publicidad subliminal”. ¿Cómo funcionaba? Me contaba cómo en tal librería de viejo había encontrado libros que habían pertenecido a X (a quien él conocía) y que había muerto hacía poco. Ciertamente acompañado de un juicio de valor nada positivo sobre la familia, que había vendido dichos libros cuando según él, ni les hacía falta el dinero.
Aquí en España, en los años 2000, recibí discos que habían pertenecido a uno de mis tíos (hermano de mi padre). Cuando se lo comuniqué me dijo un “Dios te lo pague”, indudablemente cargado (otra vez) de un juicio de valor negativo hacia quien me había dado esos discos. Mi padre me dejó indicado unos pocos libros que a su entender podrían tener un cierto valor económico, que son los que he guardado. Porque cuando él falleció nos hizo falta el dinero, y yo fui uno de esos destinatarios de juicios negativos, pues hube de vender sus libros. No lo lamento, pero con semejante background, tampoco es plato de buen gusto, como comprenderéis.
Hace X tiempo fui a una tienda de discos en Barcelona y encontré todos juntos unos siete u ocho discos en edición uruguaya. Varios estaban firmados y habían pertenecido a un músico uruguayo recientemente fallecido. Compré y me quedé con dos de Ten Years After: Watt y Rock And Roll Music To The World. Porque me faltaban. Porque me gustan esos discos. Porque el precio era accesible. Y porque no puedo dejar de pensar que ese alguien abandonó Montevideo con la ilusión de buscarse una vida mejor en otro continente y se trajo con él esos discos, y los conservó hasta su muerte. Por lo tanto valían mucho para él, y me sentí en la más absoluta obligación de conservarlos y darles un buen uso. Disfrutándolos. Y convirtiéndome en el custodio de algo muy valioso para él. En otras palabras, haciendo aunque sea parcialmente aquello que en su momento no me gustaba que mi padre hiciese. Vale, que no he juzgado ni juzgaré a la familia. Pero no puedo negar que lo que he hecho se parece aunque sea en parte a lo él hacía. ¿Verdad?

Por tanto, contando con 58 años ya, y 59 que cumpliré en diciembre, uno tiene más experiencia de vida. Ve las cosas algo más claras. Y ves que no puedes ni debes (como decía Iván Kmaid) poner esa presión en tu familia. Tal y como había hecho mi padre en su día, marcaré aquellos discos que puedan tener algún valor económico, y el resto QUE LOS VENDAN. Así se lo he dicho a nuestra hija Tatiana, quien me ha mirado como para matarme y me ha respondido: “Yo no voy a vender nada”. Le he dicho que OK, pero que si necesitaba el dinero, no lo dudase un momento y los vendiese ipso-facto. ¡¡¡Y SIN CULPA!!!
Ariel, Winston, la próxima vez prefiero aburriros con economía roquera, ¿OK? Uno de esos artículos los escribo en hora y media y tienen tres hojas. Para escribir esto, que ocupa sólo una hoja, he necesitado semanas. Pero la Revista Sólo Rock lo merece; por eso lo he hecho.
Epílogo: Esto de encontrar discos uruguayos en Barcelona me ha pasado dos veces en estos últimos 10 años. Las dos veces he sabido a quién habían pertenecido. Se te aflojan las piernas frente a la batea de discos. No es una sensación para nada agradable.
Marcelo Sena
– Tuve muchísimos vinilos. Alrededor de 2.000.
– Algunos me llegaban por difusión, otros, como parte de mi salario en Emisora del Palacio.
– Iba coleccionando por géneros.
– Primero rock uruguayo, luego argentino, más tarde internacional, luego música popular uruguaya, música popular brasilera y más.
– Como tuve unas mudanzas de casa, me fui deshaciendo de ellos, de a poco.
– Los últimos 500 los puse al frente de mi casa y llamé a los vecinos y se los fueron repartiendo.
– Yo no quería ver esa escena, pero sabía que no podía conservarlos.
– Mis hijos estaban en camino, la casa era pequeña, y tuve que tomar esta decisión.
– ¿Qué legado a este respecto les dejo a mis hijos?
– Con Franco, mi primer hijo, fue fácil. No hubo necesidad de dejarle estos documentos, pues la comunicación oral es más eficiente, pues sólo le llevo 25 años.
– Con mi segundo hijo, Salvador, tampoco extrañé a los vinilos.
– Hoy tiene 12 años. Es digital nativo y puedo mostrale la colección de música digital que poseo.
– Tengo varios discos duros externos llenos, de música de todos los géneros y todas las épocas. Son muchos teras.
– En resumen: fue duro desprenderme de los vinilos.
– Hoy ya no los extraño.
– Estuve tentado a comenzar a comprar nuevamente, pero me contengo, pues sé que es un viaje de ida…
Gonzalo Guido
El futuro de mis discos
Comienzo a responder esta oportuna consigna con una breve aclaración respecto al significado del disco, al menos para mí. Tomo el concepto de disco no como toda aquella forma de reproducción de álbum, las cuales han ido modificándose con el tiempo al ritmo de la evolución tecnológica buscando formatos que se adaptaran a las demandas y comodidad del usuario o simplemente a los requerimientos del mercado y el consumidor como parte de éste. Las repercusiones en cuanto a calidad sonora y las mejoras o no que pudo acarrear este proceso evolutivo no son motivo de discusión en esta consigna ni se pretende ahondar en ellas, pero sí son al menos destacables en cuanto a que pueden ser un síntoma del proceso que fue experimentando la industria desde la reducción del tamaño físico a convertir al disco en algo intangible y virtual, sin entrar en la progresiva desaparición del mismo como unidad conceptual y artística.
Aclarado esto, considero al disco como unidad musical de carácter sagrado en el formato vinilo, o lo que antes se conocía popularmente como Long Play; es decir, si la perfección existiera en el concepto de disco, el formato vinilo sería el ejemplo de la misma. Entendiendo la magnitud de lo que representa el disco para quien suscribe, considero mi colección de vinilos algo de carácter casi sagrado. Si bien debo reconocer que no es la única forma de escuchar música, de hecho escucho en dicho formato de manera esporádica casi como si se tratara de un ritual; los mismos son cuidados y mantenidos en un estado lo más óptimo posible, por lo cual, lo que es seguro, que a la hora de mi partida salvo algún acontecimiento muy extraño, mantendrán dicho status. Si bien no tengo aferramiento a ninguna expresión religiosa, ni ninguna creencia sobrenatural de manifiesto, considero seriamente la posibilidad de conservar al menos dos o tres de mis discos junto a mí como una suerte de ajuar funerario, como si se tratara de algún rito de antigua civilización.
Concretamente, hay dos discos de los cuales me costaría desprenderme incluso después de partir, ya que tienen un sentido muy especial más allá de lo estrictamente musical. Los dos discos en cuestión son, ni más ni menos, que el primer álbum de King Crimson, In The Court Of The Crimson King, por tratarse más allá de un gran disco, de ser el primero con el que inicié mi colección una vez que me decidí a comenzar la misma con cierto afán de práctica colactánea. El otro disco en cuestión del cual me costaría mucho desprenderme trata de otra pieza esencial no sólo en la historia de la música contemporánea sino para mi vida, ya que marcó muchos aspectos de la misma en muchos momentos distintos de ella. Hablo del gran The Velvet Underground And Nico; sumado a lo que significa el disco en sí, ya que el mismo trata de una versión alemana difícil de hallar, edición perfecta en todos los sentidos que conservo como preciado tesoro al punto de que lo escucho poco por miedo a dañarlo. Excepto estos dos ejemplares que guardan un rasgo peculiar sobre el resto, los otros restantes que componen una colección de unos 40 discos en total (no son muchos numéricamente) serán probablemente donados a alguna institución de índole cultural buscando un aporte social y enriquecedor para la comunidad que realmente los aprecie y les dé un sentido al menos parecido como el que tienen para mí, excepto uno que será entregado a un amigo personal -promesa mediante- si es que logra sobrevivirme, y se trata del disco Parte De La Religión, de Charly García. Aclaro por último que no tengo descendencia sanguínea directa, por lo cual mi decisión no se debe a un tema de egoísmo ni incompresible falta de sensibilidad o afecto.
Ingrig Luna
Legado
Mi colección de discos, cassettes no es tan amplia; perdí muchísimo material en una inundación del altillo dónde los guardaba. Hoy tengo unos 120 cassettes grabados de la radio. Como de los ’90 la música varía desde lo que en la época se denominaba “marcha”, era música tecno, digamos, hasta NN Ópera. Los discos son pocos en formato vinilo, pero no falta Zitarrosa y algunos de canto popular, hasta llegar a Zero. Los CDs son todos de rock y punk. También existen carpetas hechas de artículos de revistas, entradas y afiches, todos clasificados por estilo. Supongo que mis nietos descubrirán esta colección y aprenderán un poco de los inicios del rock post dictadura, la evolución de las letras y las mejoras de sonido. Quiero pensar que alguno de ellos sabrá valorar el pedacito de historia que dejo, el cual formó mi manera de ser.
Ariel Scarpa

jajaja qué buena idea la de ésta pregunta. Entre un pequeño grupo de dedicados, siempre decimos, a como va el BPS, esto nos queda como jubilación, incluso un amigo en el exterior me comentó que efectivamente lo utilizará así dado que hoy día ya no cuenta con algo aśi como BPS en sú país.
Aunque como mencionó leo, vale que sea con personas que atesorarían dichos lanzamientos. Y como dice igrig, el optimismo de pensar que otras generaciones de nuestra misma sangre puedan cargar con semejante ardúo trabajo que toma todo una vida ver crecer, sería óptimo, sobretodo para hacer esa transición que ella misma menciona.
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La verdad que las respuestas están muy buenas por las opciones que plantean. ¡Gracias!
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