Quedan Cinco Hojas

Los domingos de feria no podés dejar de visitar la librería más distinguida de Tristán Narvaja. Si traspasás su puerta arcada, seguramente, encontrarás a Marcelo Marchese y Juan Casanova detrás del mostrador, escuchando a Nick Drake. Esa particular música sumado al lucernario, espejos, enredaderas, máscaras, primeras ediciones y demás antigüedades, hacen de Babilonia Libros un lugar único en la ciudad. Los turistas y sus celulares lo tienen bien claro.

Desde que me enteré que Robert Smith denominó a su banda The Cure (antes, Easy Cure) por el texto de la canción que abre el primer disco de Drake (“Time has told me”), me interesé sobremanera en la corta carrera del cantautor birmano. En el verano europeo de 1970, un joven músico estadounidense llamado Brian Cullman, tocó en Les Cousins, un legendario club folk ubicado en el Soho londinense. Su actuación fue bastante mala pero nunca olvidó el extraño set que Nick Drake brindó inmediatamente después de él. Cuenta que la timidez e incomodidad de Drake eran realmente muy notorias.

Un hombre alto con chaqueta, pantalones de pana negra y camisa blanca deshilachada, se sentó en un rústico taburete, encorvado sobre una pequeña guitarra Guild, comenzó varias canciones que olvidó y abandonó antes de llegar al estribillo, entonó temas en otra nota y se retiró varias veces del diminuto escenario. Cantó lejos del micrófono, no habló con el público, ni siquiera lo miró, apenas murmuró y susurró algo inentendible, todo con una enorme sensación de precariedad y fatalidad. Era como estar al lado de la cama de un hombre moribundo que quiere contarte un secreto, pero apenas emite el último estertor.

Han pasado casi 50 años desde que Drake fue encontrado muerto (25 de noviembre de 1974), producto de una sobredosis intencional de antidepresivos (debido a un amor no correspondido), en su dormitorio de la casa de sus padres. Tenía 26 años y había dejado de tocar en público. El relato de Cullman insinúa porqué: Drake pese a ser un músico brillante, nunca tuvo suficiente confianza o carisma para llamar la atención de la audiencia. Ni siquiera las personas que lo conocieron mejor han podido ofrecer mucha información sobre quién era en realidad.

Cuando el productor de Live Aid, Trevor Dunn, comenzó a escribir la biografía “Darker Than the Deepest Sea: The Search for Nick Drake”, entrevistó a casi todas las personas que tenían alguna relación significativa con el cantante. Los amigos de la infancia de Drake lo recordaron como un chico bien educado, de buena familia. Uno de sus profesores en Cambridge lo describió como un absoluto perdedor que fumaba demasiada marihuana. Los amigos que convivieron un año con él, en Francia, lo rememoran como un tipo raro. Les gustaba escucharlo tocar la guitarra por la noche, pero nunca se les ocurrió que algún día podría ser una estrella.

Una vez que Drake comenzó a editar discos, los críticos no estaban seguros qué decir sobre ellos. Tenía talento, pero sus canciones eran difíciles de clasificar, demasiado jazz para ser folk y demasiado folk para ser jazz. La mayoría de sus temas, especialmente los de su último álbum, Pink Moon, podrían haber sido grabados en su dormitorio, con nada más que su tímida voz y su guitarra acústica. Sus letras, oscuras y poderosas, hablan sobre perros de ojos negros, puestas de sol y seres queridos enterrados bajo la arena. Mark Plummer, en mayo del 72, escribió en el Melody Maker: “cuanto más convincente se vuelve su música, más se esconde de ti… A esta altura, dudo que Nick Drake exista».

¿Cómo se hizo famoso un personaje tan esquivo, décadas después de su muerte? Durante las décadas de 1970 y 1980, tuvo un pequeño número de seguidores, principalmente en Inglaterra. Luego, en 1999, la canción “Pink moon” musicalizó un comercial de Volkswagen Cabriolet. Fue el primer anuncio de VW que apareció en Internet (varios años antes de YouTube), en donde a los espectadores en línea se les dio la opción de descargar la música. Por primera vez, una canción de Nick Drake llegó al Billboard Hot 100.

Debido a la Era Napster, una nueva generación de fans de Drake pronto comenzó a intercambiar las canciones de sus tres álbumes oficiales. La timidez crónica y la depresión descompensada le impidieron competir con los showman de la década de 1970 como Elton John o David Bowie, no importaba si sus canciones sonaban en el éter o se tocaban a altas horas en algún pub. A principios de la década de 2000, las canciones de Drake comenzaron a aparecer en las bandas sonoras de películas juveniles como The Royal Tenenbaums, Serendipity y Garden State. También la ganadora del Grammy, Norah Jones, versionó “Day is done» y Island Records lanzó Made To Love Magic, un álbum de tomas y remixes que vendió más que los tres discos juntos de Drake, editados en vida. En ese momento, poco importó que hubiera sido un completo fracaso en el escenario.

Las historias que convierten a los músicos muertos en leyendas suelen colocarlos fuera del alcance del imaginario colectivo. Es imposible escuchar una canción como «Know» y no imaginar que está cantando directamente desde la tumba: «Saber que te amo / Saber que no me importa / Saber que te veo / Saber que no estoy allí». Nick Drake nunca estuvo realmente aquí. Es por eso que está en todas partes.

Lic. Hugo Gutiérrez