Otra de las facetas de Redes Comunicantes es buscar o investigar sonoridades nuevas, o mixturas interesantes, y en muchos casos, poco conocidas. En ese proceso de investigación me encontré con una tapa de un disco muy llamativa. En la misma un rostro que flota en el cielo nocturno se deshace en un grito y de él se puede ver salir una especie de ser lovecraftiano que a su vez, escupe cuerpos de seres humanos que caen dentro de un barco antiguo, de velas, que la está pasando mal en un mar embravecido. Todo dominado por tonos de verdes y azules iluminados por lo que parece ser una luna amarillenta. La tapa bien podría ser de Pink Floyd, Yes o alguna otra banda progresiva o sinfónica de ese período. Pero no es así, el disco se editó en mayo de 2021, pertenece a una banda llamada The Amorphous Androgynous y se titula: We Persuade Ourselves We Are Immortal. Tanto el nombre de la banda, algo así como El Andrógino Amorfo o el álbum que podría traducirse como: Nos persuadimos a nosotros mismos de que somos inmortales, generan curiosidad. Lo otro que aporta a esa curiosidad es que en la tapa como invitado o colaborador central figura uno de los grandes malditos de la historia del rock: Peter Hammill, el líder de Van Der Graaf Generator. Al escuchar el disco perfectamente podría tomarse como una colaboración que forme parte de ambas discografías.
El arte de tapa es el resultado de una intensa colaboración entre el artista Gavin Penn y Garry Cobain, integrante de la banda, que generó una exposición basada en la visualización del paisaje sonoro de We Persuade Ourselves We Are Immortal con referencia a la ciencia ficción clásica y al progresivo icónico.
Cuando uno empieza a escuchar, se encuentra con una obra dividida en seis partes, una suerte de álbum conceptual que presenta un místico viaje de inmortalidad astral.
Meterse en el disco es como sumergirse en una caja de Pandora. Investigando al grupo se averigua que el mismo es en realidad, otra encarnación del proyecto Future Sound of London, un dúo electrónico formado por Garry Cobain y Brian Dougans y están en la vuelta desde 1992. Con Future Sound of London llevan varios discos en su historia, transitando por una pléyade de estilos que van desde el Trip hop hasta el ambient. En este alter ego vienen desarrollando una faceta vinculada al rock progresivo y la psicodelia de forma conjunta a sus raíces. Cuando uno se fija quiénes son los músicos que acompañan este viaje, la sorpresa sigue en aumento: además de la presencia del legendario Peter Hammill en composición y voz, aparece Paul Weller, otro histórico, integrante de The Jam, Style Council y con larga trayectoria solista que aporta también en la composición, en piano y guitarra. Además de estos compañeros de ruta improbables (nadie se imaginaría una conjunción como la de Hammill, Weller) el disco cuenta con Ray Fenwick (Spencer Davis Group / Ian Gillan Band) en guitarra principal, Brian Hopper (Caravan / Soft Machine) en saxo y muchos otros, incluido el Coro Filarmónico de Chesterfield y una sección de cuerdas.
Sobre el contenido de los textos, y el tiempo que demoró en terminar este proyecto (casi 20 años llevó darle forma definitiva), en una entrevista hecha a Gary Cobain por New Musical Express, dice:
«El significado ha cambiado con los años. En su momento, con algunos de mis intereses místicos, lo que quería decir era que sólo afrontando nuestra mortalidad vivimos plenamente. Hay un miedo a la muerte, y aceptar la mortalidad es una parte natural del ciclo de la vida. Pero si vas por ahí todos los días cagado de miedo por todo, nunca estás viviendo de verdad. Ese es el estado de hipnosis al que nos han llevado. Hay tanto porno del miedo en la vida que nos han alejado por completo de lo increíble que es el cuerpo humano y el superordenador de la naturaleza y nuestro lugar en él. En la actualidad, se ha convertido en un montón de significados. No creo que hubiera terminado si no fuera por lo que está pasando ahora, porque eso también me sacudió mucho: la gente cree que se enfrenta a su mortalidad ahora».
La apertura del álbum es una obra épica de casi trece minutos que da nombre al disco, co-escrita por Hammill y Paul Weller, arranca de forma climática presentando cada instrumento acompañado por arreglo de voces muy etéreo, impulsado hacia las alturas con los coros de la Filarmónica de Chesterfield que te van avisando la odisea espacial de cuarenta y algo minutos en la que estás participando. La voz de Peter Hammill se luce como hace mucho no lo escuchamos aquellos que conocemos sus últimos trabajos. Es como si esta música fuera concebida para reflotar los mejores momentos de su carrera. La obra te sumerge en un mundo onírico, un paseo que se nutre a nivel sonoro de un montón de recursos que abrevan de diferentes fuentes musicales para dar como resultado algo novedoso. El viaje continua con el instrumental «Hymortality», para dar paso a «The immortality break», un tema a base de percusiones setenteras potentes y reverberadas. Luego será el turno de otro momento de calma, muy cinemática con “Physically I’m here, mentally far, far away” para el lucimiento de las cuerdas y una nueva conversa de guitarra y saxo. El siguiente puerto en este océano sonoro nos lleva hasta “Psych recap”, un viaje de ritmos madchesterianos, guitarras y voces invertidas y una marejada de efectos que no se detiene y se mixtura con ecos y voces para terminar en un espacio de calma latente. Por último cierra el recorrido “Synthony on a theme of mortality”, otro tema extenso, que ronda los 12 minutos y de nuevo resulta muy climático. Eso nos prepara para un final que despega con la voz de Kendra Frost y hace recordar al Pink Floyd de Dark Side of the moon, pero sin envidiarle nada al pasado.
En definitiva Una obra con alto contenido electrónico, progresivo y psicodélico. Un disco rebelde para su época, donde reinan las canciones como hechos independientes y el formato álbum está casi perimido en muchos aspectos; donde pasarse de tres minutos o cuatro de extensión, significa perderse en un inevitable limbo mediático.
Así, esta odisea espacial lleva una carga de sonidos moog, tambores a lo Bonham, ensueños de arpa, cuerdas, guitarras y voces al revés en una onda «Tomorrow never knows» de los Beatles, sintetizadores a lo Vangelis o Alan Parsons Project y pinceladas de Stone Roses que le dan al disco una sensación de repaso histórico y atemporalidad triunfal.
Gustavo Aguilera
Link a galería donde se exhiben las pinturas vinculadas al disco:
https://www.penngallery.co.uk/record-cover-prints
Links a temas del disco: