Música Y Psicología (Lennon & The Final Cut)

El arte en general, a menudo ha sido la manera que tiene el artista de sacar hacia afuera aquello que le duele. Cuando el artista ha acabado tomando alguna decisión irreversible, como suicidarse o cortarse una oreja, es cuando se ha hecho algún análisis de sus porqué y cómo. Pero en general, en los restantes casos, en el mundo del rock este análisis ha sido muy poco habitual. Casi nulo.

Tomemos por ejemplo la historia de John Lennon. A los cinco años su madre y su padre de manera incalificable forzaron al niño a decidir con quién de los dos quería vivir. Este hecho por sí sólo es suficiente para arruinar la psiquis de una persona para toda su vida; y como veremos más adelante, Lennon jamás se recuperó de ello.

El pequeño John dijo que quería vivir con su padre (seguro que en parte por miedo físico), y al dar la vuelta a la esquina, se escapó de la mano de su padre y regreso con su madre Julia. El problema siguiente fue que su madre no fue quien le crió sino que le dejó a cargo de su hermana Mimi, la famosa Aunt Mimi; por lo que añadimos un segundo trauma al niño.

Su madre Julia le visitaba algún fin de semana en casa de su tía Mimi, con lo cual el abandono por parte de su madre se hacía eternamente presente: ¿Por qué mis compañeros de clase viven con su madre y yo no?

Cuando Lennon tenía 17 años, vio como su madre era atropellada y moría delante de sus propios ojos, luego de una visita a la casa de la tía Mimi. Casi que en la puerta. Sólo así se entiende la canción más dura que Lennon escribió a sus padres, aunque lleve el nombre de “Mother”.

La letra comienza diciendo “Madre, tu me has tenido a mí, pero yo nunca te he tenido a ti”. (El juego de palabras de tener y have es el mismo en inglés y en castellano). Al final de la canción Lennon aúlla y grita desesperado desde el fondo más profundo de sus entrañas “A Mamá no le importo, Papá por favor vuelve a casa”.

La última aparición de Lennon en vivo fue en agosto de 1972 y está recogida en el disco “Live in New York City” editado 14 años más tarde. Escuchad la versión en vivo de “Mother” y es desgarrador ver como con 32 años bien cumplidos, a Lennon aún le dolía profundamente todo esto. En mi opinión es lo que hace a esta canción maravillosa; su parte psicológica y de profundo dolor.

Y ESTO ES EXACTAMENTE LO QUE SUCEDE CON THE FINAL CUT de Pink Floyd. Me da igual, si de Pink Floyd o de Roger Waters solo.

Pero la profundidad psicológica del dolor expresado en este disco, le convierte en algo muchísimo más interesante que The Wall. No oculto que es mi disco preferido de Pink Floyd, pese a que escucharlo (cuando eres consciente de mucho de lo que realmente hay detrás) es una experiencia durísima.

He llorado varias veces escuchando este disco; mucho. Porque lo escucho y le creo a Roger Waters (como decía Leon Chess mientras grababa a Muddy Waters, Howlin Wolf, o Little Walter; pero esto es tema de otro artículo).

Al pobre Bob Geldof no le creo nada en la película de The Wall. Pero nada; ¡¡¡no le creo nada!!! No logra convencerme con sus limitadísimas dotes de actor, y no me extraña que Roger Waters deteste la película y el trabajo de Alan Parker como director en ella. Estoy completamente de acuerdo con Roger Waters.

Creo que Parker pone por delante el caleidoscopio visual, dejando de lado que The Wall es un disco sobre el dolor. Nada de luces y herramientas en dibujos animados marchando en paso militar. Esto es sobre dolor, dolor real (muerte, sangre y pérdida de seres queridos) y no fantasías cursis; que en mi opinión es lo que en toda la película Parker plantea. Por ello me gusta The Final Cut, el dolor está allí para que lo sufras con Roger Waters; si es que tienes lo que hay que tener para afrontarlo.

Veamos: 1982, la absurda guerra de Las Malvinas. El día que la dictadura argentina creyó que podían ganarle a los ingleses. Yo no sé qué habrían bebido la noche anterior, pero de verdad que les sentó fatal.

Las revistas argentinas que llegaban a Uruguay, incluida Patoruzú y Patoruzito, traían en la esquina superior una banda en diagonal con el letrero de “Las Malvinas Son Argentinas”. La dictadura ensoberbecida e ignorante. Al editor de la revista no se ni cómo llamarle. ¿Oportunista sin escrúpulos?

Dos años antes, en 1980, los uruguayos habían dicho ¡¡¡NO!!! a la constitución propuesta por la dictadura uruguaya. La tablita de Valentín Arismendi a punto de estallar ante una inflación incontrolable; mientras comprábamos cosas norteamericanas, lisérgicamente influidos por el dólar artificialmente barato.

Y una Inglaterra a la cual se había prometido un Post War Dream, que incluía un Welfare State (estado de bienestar), en el que entre otras cosas se comprometía a jamás volver a comenzar otra guerra.

Mirar cómo comienza The Final Cut:

“Dime quién, dime por qué, fue crucificado Jesús; ¿ha sido por esto que Papá ha muerto?

¿Has sido tú, he sido yo?, ¿he mirado demasiada televisión?

Veo una pizca de acusación en cómo me miras”.

Psicología muy básica; si algo no funciona en casa, el niño siempre creerá en primera instancia que ha sido culpa suya. Quien lea esto y entienda de psicología, por favor sus comentarios y/o correcciones son bienvenidas más que nunca, ¡¡¡por favor!!!

Y el disco va avanzando. El análisis que hace sobre este disco el artículo en inglés de la Wikipedia es muy acertado. Lo comparto enteramente. Pero no apunto hacia allí. Apunto hacia la causa del dolor y sus consecuencias.

Vamos a la canción “The Gunners Dream”.

“Flotando entre las nubes, los recuerdos corren hacia mí, ahora”. Roger Waters recuerda el camino de la madre que va a enterrar a su hijo muerto en la guerra. Tal y como había muerto el padre de Waters. Entiendo que en la canción es un hijo porque habla del pelo color gris de la pobre madre. Es una de las partes que me hace llorar; porque pienso en la estupidez integral del ser humano masculino. El de izquierdas y el de derechas. Ambas ideologías se pasaron buena parte de los ‘60s y ‘70s pensando que solucionarían los problemas llegando al poder por la fuerza y a punta de pistola.

Yo no quiero gobiernos por la fuerza; me da igual del signo político que sean. Ni Hitler ni Mao Tse Tung. Ni Mussolini ni Stalin. Ninguno de ellos, ¡¡gracias!!

El grito desgarrador de Roger Waters al final de “Noche tras noche, dándome vueltas en la cabeza. Su sueño (el del pistolero) me está volviendo loco”. Yo juraría además que el grito está grabado en vivo y de una sola toma. HIELA LA SANGRE. No dejéis de escucharlo, ¡¡¡por favor!!!

Y acaba con “Nadie mata a los niños nunca más”. Porque claro, la dictadura argentina envió a la guerra a adolescentes con 18 recién cumplidos; que si no fueron masacrados todos por los ingleses, fue porque estos últimos no quisieron hacerlo. Hubiesen podido hacerlo con sólo mover un dedo.

Mirar la foto de los soldados argentinos rehenes; con sus uniformes baratitos. Mientras los ingleses tenían calefacción por dentro del suyo (eso era y estaba pasando en las Malvinas, casi que en la Antártida, como aquel que dice).

Recuerdo que la canción “Get your filthy hands out of my desert” menciona a tres seres que merecen el mayor de los oprobios: el ruso Leonid Brezhnev (invasor de Afganistán), Menachem Begin (responsable de la invasión del Líbano) y Leopoldo Galtieri, artífice de este absurdo de guerra de las Malvinas. También recuerdo el miedo a referirse a la mención a este último en la radio en la época. No fuese que se enfadasen por solidaridad corporativa los militares uruguayos.

Otro tema que no quiero dejarme en el tintero es la envidia. La más verde envidia que me produce la solidez de la democracia británica en 1983. ¿Por qué digo esto? Porque con altura, elegancia, saber estar, y ante todo ARTE, las cosas que le dice Roger Waters a Margaret Thatcher muy pocas democracias te permitían decirlo. Y me atrevería a decir que menos aún lo permiten hoy (incluida la británica).

Han tenido dos presidentes de Gobierno que a cuál peor: Cameron (que les ha sacado de la Unión Europea, cosa que pagarán muy cara) y otro, Boris Johnson, que se pasó poniendo paños tibios sobre el corona virus hasta que él mismo enfermó y hubo de ser hospitalizado. Y no he escuchado (que no digo que no exista, sólo que yo no lo he escuchado) un “The Final Cut” made in 2018-2020 que hable de ello.

También da su opinión Roger Waters sobre los altos estamentos del ejército inglés. Y lo hace con humor, poniendo el nombre de su padre en el monumento memorial “The Fletcher Memorial”; según palabras del propio Waters: “El Fletcher Memorial, hogar de colonialistas que desperdician vidas y miembros”. ¿Alguna opinión en contra?

Al final, de lo que se queja Waters, es de la traición al Post War Dream del que hablábamos antes, y de que el Reino Unido se tomara la justicia por su propia mano; en vez de agotar la vía diplomática. Y encima para enfrentarse a soldados de 18 años. Y tiene más razón que un Santo.

No entro en si hay mejores o peores canciones que en The Wall, ni en la estéril guerra jurídica entre Gilmour y Waters que sucedió a este disco. Todo esto que hay detrás pone a The Final Cut por encima de The Wall (siempre en mi opinión), y no tiene una película (en mi opinión también) bastante flojita asociada a su nombre. Atreveros a darle una nueva escucha con esta diferente visión. No os arrepentiréis.

Para acabar, hacía años que los vinilos de Pink Floyd se editaban en Uruguay. Lamentablemente el sello editor no confió en The Final Cut y sólo lo editó en casette.

Una pena.

¡¡Hasta otra!!

Ramón Aloguín