Rotten Responde

En 2016 una revista japonesa me seleccionó, junto a otros coleccionistas de distintas partes del mundo, para escribir un artículo sobre los 40 años del punk, para lo cual me brindó la oportunidad, vía mail, de entrevistar a John Lydon. El sueño del pibe, más allá de que ya había tenido la oportunidad de charlar personalmente con él en su paso por Montevideo con PIL, el «anonimato electrónico» me dio la posibilidad de elaborar varias preguntas sin temor a sus, siempre, inteligentes respuestas.

Hugo: ¿Qué recordás de tus primeros ensayos con Sex Pistols?

John: Para empezar, Sex Pistols fue mi primera banda. En mi primer ensayo no sabía qué iba a salir de mi garganta. Tenía poco tiempo para encontrar mi voz, porque de lo contrario perdía el puesto. Luego, con el paso de los meses, gracias a mis lecturas, yo estaba muy inspirado, con mucho para decir, al borde de la explosión. Mi ventaja era esa, yo podía escribir letras, el resto de la banda no. También, es justo decirlo, me fortificó la guitarra de Steve Jones. Algunos malditos hablaban de sus pifies, de sus limitaciones, mientras que, por el contrario, para mí tocaba acordes maravillosos, libres, llenos de texturas inéditas. Definitivamente él condenó a mi escritura a superarse.

Hugo: Tengo entendido que el mayor compositor de los Pistols fue Glen Matlock. ¿Cuál es tu opinión?

John: Es verdad, dado que Glen era el único músico de la banda. Los otros no tenían dirección, querían divertirse, perpetuar la herencia de los sesenta. Llegué ahí como un huracán, para desesperación de Malcolm McLaren que no podía controlarme. La situación lo sobrepasaba, intelectualmente no estaba a la altura. McLaren presumía con el situacionismo pero sólo conocía slogans. Yo estaba tan despegado que el resto de los integrantes se pusieron celosos. Siempre me sentí solo dentro de la banda, la noche de nuestro famoso recital en el Támesis me dejaron afuera de nuestra propia fiesta, eso fue el colmo. Intentaron controlar lo incontrolable. Pero es cierto, Glen fue el que aportó más desde el punto de vista estrictamente  musical.

Hugo: ¿Cómo viviste los «early years» del punk?

John: En Inglaterra existe una expresión que dice: “no se puede complacer a todos”. Bueno, ¡nosotros logramos la hazaña de no gustarle a casi nadie! No podía creer que el simple hecho de enunciar las verdades de “God Save the Queen” me valiera enemigos tan pesados. Estaba orgulloso de mí mismo. Mentalmente, era un tanque de guerra. Tenía que serlo porque me había vuelto el enemigo público número uno en la época de la prensa amarilla y los primeros paparazzi. Mi familia sufrió mucho los titulares, todavía estoy pagando aquellos años. Fui juzgado, sin ningún tipo de proceso, sin ninguna posibilidad de defenderme. Todo lo que hacía era desacreditado. Pero ahora lo vivo como una recompensa. Es un premio de honor. No viviré nunca la existencia complaciente de Radiohead o Coldplay. Y no me gustaría vivirla por nada del mundo. Ninguna otra banda punk fue relevante, no hablaban de cosas importantes, como la vida de la gente que paga sus cuentas y el alquiler. No eran útiles, solo unos adictos al ego que querían hacerse famosos, unos intelectualoides. Yo lidiaba con la pobreza, con una realidad que no tenía nada que ver con sus fantasías artísticas.

Hugo: ¿No rescatás ninguna banda de la época punk?

John: Me gustaban Buzzcocks y The Boys, que escribían de manera natural. En The Clash, en cambio, todo me parecía muy estudiado, terminaba por sonar falso. No sirve de nada abrir un libro de Marx para encontrar una frase al azar que se pueda transformar en una canción. La escritura de Strummer me parecía superficial y aleatoria. Sin embargo, éramos todos muy amigos en una época, yo los quería mucho. Pero les dije con sinceridad lo que pensaba de su banda y no lo pudieron soportar. La honestidad me costó muchas amistades. The Clash eran angustia sobreactuada, nada más. Así mismo, me encantan Paul Simonon y Mick Jones, les tengo gran aprecio. Sencillamente, nunca me interesó su música. ¿Por qué debería? Yo tampoco espero que a ellos les guste la música que hago yo. Si fuéramos sanitarios en lugar de músicos no estaríamos admirando las reparaciones de «Water-Closet» que han hecho los demás. Esto es un problema, porque los críticos musicales, en particular, no son capaces de comprenderlo y automáticamente te preguntan: “¿Por qué odiás a The Clash?”. Pero no odio a The Clash. Para mí, el ser humano va por delante del resto de las consideraciones.

Hugo: Te escuché definir al punk como una “federación de personas maltratadas por la vida”. ¿A qué se debe ese concepto?

John: Exacto, es que realmente éramos eso. Tal cual, el punk fue una federación de personas maltratadas por la vida. Así se debería definir. Cuando crecés inmerso en una gran soledad, rechazado por todos, al margen de lo que llaman “sociedad”, te volvés extremadamente tolerante y aceptás a la gente que también está afuera, a los locos, a los distintos. El mensaje que yo intentaba transmitir era: unidos somos más fuertes. Eso fue antes de que el movimiento se convirtiera en una caricatura. Yo hablaba en nombre de los desamparados. Tuve la suerte de tener una voz que expresaba lo que tantas otras personas sentían de manera confusa. Había recibido un regalo del cielo: mi enojo. Y tenía que compartirlo. Más allá de eso, no hay odio en nada de lo que hago. Nunca lo hubo. A diferencia de los medios que, aún hoy, me siguen atacando y difamando. Al parecer, 40 años después, la herida que le provocamos no cerró.

Hugo: ¿ Sid Vicious?

John: Cuando lo conocí se llamaba Simon Ritchie y era muy divertido. Hacía todo el tiempo mímicas para burlarse de la gente a la que caricaturizaba y terminó transformándose en su mejor caricatura. Yo sabía lo que estaba haciendo al reclutarlo para la banda, necesitaba un aliado para equilibrar, me sentía muy aislado. Pero no había comprendido que Sid era tan vulnerable. Ya tenía problemas de heroína por culpa de su madre. Sid era inteligente y muy sensible pero la fama y la publicidad lo destrozaron. Me culpo por su ingreso a la banda, eso lo llevó a su muerte. Mucha gente se lavaría las manos negando esa relación de causa y efecto, pero yo no. En parte soy responsable de su muerte. Sid tenía muchos problemas mentales. La paranoia era uno de ellos y me siento culpable de haberlo expuesto a una situación tan difícil. Yo le presenté a Nancy y me arrepentiré toda mi vida de eso.

Hugo: ¿Cómo se llegó a la separación de la banda?

John: Era inevitable, pero fue decretada por razones equivocadas. Hicimos lo correcto. Un segundo disco hubiera sido estúpido. Yo necesitaba avanzar. En ese sentido, el final de los Pistols para mí fue una bendición. Ya había aprendido todo lo que necesitaba, así que estaba listo para formar otra banda. Tenía muy claro que no quería moverme más dentro de la estructura arcaica de una canción tradicional. Armé P.I.L. mientras todavía estaba en juicio con los Sex Pistols y su manager, que reivindicaban la propiedad de todo, incluido mi propio sobrenombre: “Johnny Rotten”. Pero bueno, cuarenta años más tarde sigo escribiendo y haciendo discos. ¿Y ellos? Escribí “Religion” en la época de los Pistols, la estructura de ese tema los enloqueció tanto que no la quisieron grabar. ¡Problema de ellos! ¡Me la guardé para Public Image Ltd! Esa canción me costó algunas prohibiciones de residencia. Sobre todo en Irlanda, mi país de origen, en el que recién pude tocar por primera vez hace siete años.

Hugo: ¿Crees que el punk tuvo más compromiso social en el Reino Unido que en los Estados Unidos?

John: Puede ser. Pero en todo caso, la idea es que nosotros íbamos a romper las barreras de clase, y lo cierto es que eso finalmente no ocurrió. Fracasamos en el intento como tantos otros a lo largo de la historia. Los que van a las escuelas más privilegiadas lo siguen haciendo y no se mezclan con las castas más bajas. El mundo sigue girando y las divisiones de clase, que son terribles, siguen vigentes, porque deniegan a gente como yo el derecho a la educación, al progreso, a mejorar como personas. Porque no importan nuestros méritos, ya que ellos siempre nos van a menospreciar. Yo ignoré ese principio, que es muy británico, y aquí estoy, soy un sólido recordatorio de que cuando se denigra a una clase de gente, considerándola estúpida y descerebrada, al final se demuestra que eso no es así. Porque yo no lo soy. Por mucho que se empeñen en despreciarme y criminalizarme.

Hugo: El autodidactismo fue muy importante en tu vida ¿Es esencial para nuestro crecimiento como personas?

John: Podés sentirte institucionalizado por lo que el sistema educativo te enseña, pero la verdadera educación comienza cuando aprendés a leer. Mi madre me enseñó a leer y a escribir a mis 4 años, mucho antes de ir al colegio. Cuando entré a la primaria me convertí en un problema para mis maestros porque estaba más adelantado que el resto de mis compañeros de clase. Cuanto más lees, más sabio te hacés, porque absorbés más información y eso te da la oportunidad de conocer el punto de vista de otra gente. A partir de ahí, te convertís en una persona realmente libre.

Hugo: ¿Qué quedó de aquel pibe de 17 años de Finsbury Park?

John: Aún soy aquel niño de 6 años de Finsbury Park. Los primeros años de tu infancia van a moldearte para el resto de tu vida. Según cómo interpretás los escenarios que te rodean de niño será la base de tu formación como ser humano. En ese sentido, podés dejar que la pobreza te deprima y venirte abajo, o podés sobreponerte, que es lo que yo hice. No quiero decir que soy especial. Todo el mundo en mi barrio hacía lo mismo. Vivíamos en casuchas baratas, no conocíamos otra cosa. Sólo cuando mirabas la televisión te dabas cuenta de que no todo el mundo vivía del mismo modo. Supongo que en esa época empieza a incorporarse la conciencia política. Tuve mucha suerte de nacer cerca del Arsenal, porque la hinchada era 100% multicultural. Era algo verdaderamente excelente. Una gran comunidad donde crecimos; todavía conservo varios amigos de esa barra. Las hinchadas de los otros equipos de fútbol iban por ahí cantando “Sieg Heil” como nazis imbéciles. Nosotros no. Mientras escribía mi último libro me di cuenta que las cosas de mi infancia, de las que nunca había hablado, son las más importantes. Algunos malos recuerdos son vitales para mí.

Hugo: ¿Qué pensás de la celebración de los 40 años del punk en el Museo Británico?

John: Alexander Boris, conservador devenido en Ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña tras el Brexit, invirtió un buen presupuesto en el movimiento que, alguna vez, proclamó la anarquía en ese territorio. Pero lo que se exhibió ahí fue una caricatura del punk; lo que verdaderamente importa, el «hacelo vos mismo», en esos lugares no se encuentra. Boris es otro caso de dinero malgastado en educación. Cree saber de todo y no sabe de nada.

Hugo: ¿Qué opinás del Brexit?

John: El Brexit es demencial y suicida. Nunca vamos a volver a esa ilusión romántica de aislamiento de estilo victoriano. No habrá ninguna industria, no habrá comercio, no habrá nada más que un lento colapso. Si bien es verdad que el mundo va camino a un inexorable genocidio cultural en donde todos estaremos sumergidos en una hermosa uniformidad de mierda, el Brexit no es la solución. Fue huir de los problemas en lugar de resolverlos.

Hugo: Ahora que sos ciudadano estadounidense, ¿Donald Trump?

John: Vivo en Los Ángeles porque mis enfermedades me obligan a vivir en un clima seco y cálido. Es importantísimo para mi salud. ¡¡¡No podría vivir entre los hongos de Londres!!! Los políticos son todos iguales. Hillary Clinton es Donald Trump pero con pollera en lugar de pantalones. Como siempre, mi voto no va para nadie, me desagradan profundamente todos. Por lo que entiendo de la política mundial, no importa a quién votes, la mierda seguirá siendo la misma y en el mismo lugar. El mayor logro de Trump como presidente es provocar muchas risas; el tipo quiere eso, ser un bufón, que le festejen los chistes. No construirá ningún muro, nadie acompañará ese delirio.

Hugo: Muchas gracias por tu tiempo, John.

John: Gracias a vos, recuerdo que en Montevideo nos hiciste de guía turístico. Linda ciudad, buen público y exquisita comida. Salud, hermano.

Hugo Gutiérrez