Ni tan nacional ni tan uruguayo. La palabra rock nace como una definición bastante poco concreta, y rápidamente desarrolla su condición de global. A pesar de que durante décadas se lo vio como una colonización cultural, supo superar esa etiqueta e imponerse, seguramente de la mano de la amplitud de su propuesta. Porque, ¿quién se anima con una definición de rock? Seguramente a cada impulso de esta música la definición cambiaba a instancias de los propios rockeros y los ajenos. ¡Maldita manía de poner etiquetas a todo! ¿Para qué? Pareciera que no podemos vivir sin tratar de identificar y limitar lo que nos rodea. Por suerte el rock tiene su caracter revolucionario y se mantiene igual ante aquellos que buscan encasillarlo.
En nuestro país pareciera que no es lo mismo decir rock nacional que rock uruguayo. El rock uruguayo suena más… uruguayo, más “nuestro”, como si en algún momento rayano en la locura pudiéramos pensar que el rock puede afincarse en un país. Rock nacional es como otra cosa. Olía a foráneo en sus comienzos, cuando desde otras tiendas autotituladas nacionales y culturales se lo trataba con desprecio.
Precisamente el hecho de que el rock a la salida de la dictadura fuera señalado con el dedo, fue una de los elementos que con seguridad le dio ese aspecto de que era un movimiento, y revolucionario, aunque no gustara ese lugar que venía a ocupar. Pero bueno, ahí estaba, con los grupos sonando como podían sobre los escenarios pero con mucho para decir. Buscando una identidad para expresar un montón de cosas que el público quería gritar. Y como grito que fue, duró lo que puede durar un clamor en ese estado. El proceso se cerraba a pocos años de haber comenzado, dejando gargantas secas, cambiando poco y nada, y comenzando a aprender lo que la democracia nos iba a tener reservado para los siguientes 35 años.
Lo que en algún momento en esa época nos hizo creer que existía un movimiento de rock nacional, fue la unidad que la juventud sentía en una forma de expresarse y manifestarse que se dio a través del rock. El movimiento fue una mancomunión especial impulsada por el despertar que significó la salida de la dictadura. Pero creo que podemos estar todos de acuerdo en que nunca existió un movimiento de rock real que se sostuviera en una acción coordinada por parte de nadie. Y se dio así porque nunca tuvo esa intención. Cual llamarada que sale de una sartén que se incendia, se apagó tan rápido como se le extinguió el oxígeno.
El desencanto sumó más desencanto, y muchos se fueron para sus casas. Deberían pasar algunos años para que esto tomara alguna forma nuevamente, aunque nunca más sería lo mismo. Hay un paralelismo interesante: el surgimiento inicial del rock en la década del ’50 en Norte América vino de la mano de figuras muy importantes, como ser Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Little Richard, Elvis Presley y Buddy Holly entre otros. Cuando por distintas razones desaparecieron estos protagonistas, sobre fines de la década, el rock murió hasta la aparición de Los Beatles. Pero nunca volvió a ser lo mismo.
Si bien nuestro rock de la década de los ’80 no fue el inicial, se gestó de forma similar al original. Y podemos decir que tuvo la misma suerte. ¿Que ahora es mejor?, ¿que evolucionó? Seguramente no importe la respuesta a ninguna de las dos preguntas. Porque el rock sigue su camino más allá de definiciones, comparaciones, etiquetas, modas, negocios y otras yerbas. Porque es así, porque así debe ser. Sino, no sería rock.
Ariel Scarpa