A los pies del barrio de Montmartre en París, y sobre el Boulevard de Rochechouart, se encuentra el Phono Museum. Un lugar donde la historia de la reproducción de la música en los últimos 161 años queda capturada en un espacio mágico y atemporal.
No es uno de esos museos con cientos de metros cuadrados donde perderse durante horas. Es un espacio donde se agolpan los distintos modelos de reproductores de manera muy cálida, dando la sensación de haber entrado directamente en la casa del coleccionista. Y casi así es, porque él está ahí junto a su esposa, para mostrar y explicar todo lo que tiene expuesto.
Por supuesto que las estrellas de la exposición son las vitrolas, presentando una variedad que en lo personal nunca había visto. Tienen en su haber la primera máquina para grabar sonido, el fonógrafo a cilindros inventado por Edison en 1877. Estos cilindros eran fabricados uno a uno y eran extremadamente delicados. Si bien el fonógrafo fue creado como una máquina para dictado en las oficinas, rápidamente se comenzaron a utilizar para reproducir música. Ya en ese entonces, se podía depositar una moneda para que se reprodujera una banda de sonido. Perfectamente se puede decir que es el antepasado más antiguo de la rockola de la década del ’50.
Disponen de muchas de vitrolas clásicas, las más originales con las formas más insólitas en lo que tiene que ver con las cajas de madera que las contenían, existiendo algunos ejemplares que son verdaderas obras de arte. Reproducciones en madera de casas o autos, o un violín sobre el brazo de la púa es parte de lo que se puede encontrar en esta completísima exposición.
También las bocinas recibían una atención especial, con distintas decoraciones que resultan bastante llamativas para la época en que fueron creadas. Llama mucho la atención una vitrola cuya bocina es un papel plegado, al mejor estilo abanico, que reproduce el sonido como la mejor bocina.
Cuentan con un fonógrafo fabricado en 1892 que tiene auriculares (algo parecido a estetoscopios) para que hasta 18 personas pudieran escuchar simultáneamente, previo pago, naturalmente. Y todavía funciona.
También se puede apreciar una vitrola gigante con dos bocinas enormes para reproducir un mismo disco. Según cuentan, eran usadas para los salones de baile, ya que las vitrolas no tienen control de sonido, trabaja solamente con la vibración trasmitida a través de la bocina. A fin de aumentar el volumen, estos aparatos con doble bocina tenían dos brazos con una púa cada uno. Se ponían ambos sobre el disco, equidistantes uno del otro, y permitía obtener el doble de volumen, aparte de generar un efecto casi de estéreo por el pequeño retraso en la reproducción.
Completan el museo distintos aparatos más modernos, de casi todo tipo imaginable, y mucha información adicional, como ser afiches, datos, y los distintos tipos de elementos usados para las grabaciones, desde el inicial fonógrafo con cilindros de cera como soporte y papel de aluminio para las grabaciones, hasta discos de pasta de todos los tamaños imaginables.
Como París se encuentra un poco lejos, y si bien la entrada al museo es barata, el pasaje es algo caro, mientras se deciden si lo visitarán, pueden hacerse una mejor idea visitando su sitio web: http://phonomuseum.fr/
Ariel Scarpa