En marzo de este año se supo públicamente la noticia de que Santiago Tavella dejaba El Cuarteto De Nos, banda nacional en la que supo estar desde el principio de la misma, cuando sólo eran un trío y debutaban discográficamente en un vinilo de la Serie de Los Mojos, del sello Ayuí, compartiéndolo con Alberto Wolf. Muchos años, muchos discos y conciertos han pasado desde ese momento hasta ahora. El éxito supo darle la mano a El Cuarteto y abrazarlo, llevándolo a la cima internacionalmente. A pesar de que la banda está en un excelente momento, Santiago decide bajarse. El porqué, el cómo, su actualidad y su futuro, están en la charla que mantuvimos y que reproducimos a continuación.
SR: ¿Cómo se da tu salida de El Cuarteto?
Santiago: Eso venía de tiempo atrás. Quería redirigir un poco la cosa hacia la parte de lo que tenía que ver con otros proyectos, Otro Tavella, la parte musical mía, la parte de artes visuales, lo que tiene que ver con producir artistas y ser docente. Lo encaro de esa manera, que hay gente que tiene interés de estudiar algo, no en un plan tan académico sino en un plan más práctico de mostrar canciones y tener devoluciones. En mi proceso creativo tengo tres o cuatro referentes que cuando tengo algo, les muestro. Voy viendo cómo voy armando el repertorio de las cosas que voy haciendo y creo que eso es muy importante, de alguna manera, habiendo tenido una carrera larga y muy buenos maestros. Una de mis docentes más importantes, Nelly Pacheco, después que dejó de dar clases, una vez que estábamos tomando café con leche en el Oro del Rhin, le pregunté si le parecía bien que diera clases. Me dijo: “Vos tenés que dar clases con todo lo tenés y sabés”. Ahí empecé a hacer eso, pero con limitaciones de tiempo. Ahora tengo más tiempo para hacer otras cosas que me llevan tiempo (risas). Estoy metido en varios proyectos de producción que están muy buenos realmente. También tengo un estudio de grabación. Uno hace música porque cree que tiene algo para decir que no está dicho, o porque piensa que falta algo y que de repente uno lo tiene. Creo que estamos en un momento en que el nivel creativo está flojo, y pienso: “¿Qué estoy haciendo para que eso no siga siendo así?”. Una especie de pregunta como diciendo “dejá de quejarte, pelotudo, y hacé algo”. Tanto desde el punto de vista de lo que hago como músico, compositor, escritor de canciones o agarrando textos de gente que me interesa, o trabajando con artistas. Esto lo estoy haciendo tanto con artistas visuales como con músicos, porque también ahí hay artistas con los cuales hago un seguimiento del trabajo que hacen. Guillermo García Cruz fue un poco el que me dio la idea, que es un tipo que quería lanzarse y tenía unas ideas nuevas acerca de su pintura, pero me decía que no entendía mucho a nivel de teoría y que le gustaría que lo guiara. Le dije que no creía en la teoría, pero que sabía de historia del arte. Me mostró sus cosas y lo que fui haciendo fue ir vinculando lo que él hacía con la historia del arte, y le funcionó muy bien. Luego en 2022 me llamaron para el programa de mentorías del Ministerio de Educación y Cultura y trabajé con dos artistas, Eliana Carrión y Guadalupe Ayala. Eliana es una artista más nueva. Guadalupe, para mí, es una de las artistas más importantes que hay en el Uruguay en este en este momento. Ese año ganó el Premio Nacional. Ahora estoy trabajando con ella para hacer una exposición en el Museo Nacional de Artes Visuales. A partir de lo de las mentorías del MEC, me di cuenta que podía trabajar con los artistas en forma particular. En general creo que hay buenos resultados, tanto en lo musical como en lo visual. Es una cosa que funciona y que hace falta. No es porque yo sea el gran genio, manejo una buena cantidad de elementos de lo que te decía, de historia del arte, la historia de la música, para poner en contexto. Creo que es muy importante ubicarse como artista en el tiempo de dónde venís, para dónde vas y cómo estás ubicado en el hoy con respecto al pasado.

SR: ¿Cuán difícil fue tomar la decisión de la salida de El Cuarteto? Porque fueron 40 años desde el principio, cuando eran un trío.
Santiago: Fue un proceso largo. Ya lo teníamos decidido. A ellos les llevó un poco de tiempo ver cómo se resolvían un montón de cosas y después llegamos a un buen entendimiento, porque me parecía muy importante mantener esa relación de toda la vida. A la gente le cayó en marzo de este año, pero yo ya lo tenía recontra digerido. Es como nada, no vale, yo ya sabía.
SR: Siempre está aquello de que uno quiere lograr el éxito con lo que hace, en este caso tuyo, con la música. Una vez que El Cuarteto alcanza las dimensiones a las que llegó, es difícil bajarse, ¿no? También porque, de alguna manera, estás dejando la gallina de los huevos de oro, tanto por lo económico como por todo lo que implica ser una banda internacional.
Santiago: Fue una decisión riesgosa. Ahora, mientras estuve en El Cuarteto, los mejores momentos fueron los de decisiones riesgosas. En parte por el riesgo en sí, por decirlo de alguna manera, que está bueno y que a mí me gusta. Y te diría que en muchos momentos, esas decisiones riesgosas fueron los momentos de mayor éxito. Por poner un ejemplo, Otra Navidad En Las Trincheras fue un disco que surge en un momento en que pensamos que a nadie le interesaba lo que estábamos haciendo, pero queríamos sacar este disco en CD. Hablamos con los de Ayuí para ver si lo querían sacar y nos dijeron que sí. Era un disco en el cual no nos importó nada. Dijimos: “Ahora vamos a hacer cualquiera”. Y pasó lo que pasó. También me acuerdo que con Raro pasó una cosa muy similar en el sentido de que era un disco que estaba todo hecho con las mejores canciones de Roberto, que eran muy distintas de las que venía haciendo antes. Y las canciones mías y de Ricky eran canciones que habíamos hecho para otras cosas, no para El Cuarteto. Lo que quedó fue una cosa que iba para otro lado. Yo había compuesto “Pobre papá” y “El karaoke de mi noviecita” para hacerlo como solista en unos proyectos que tenía por ahí. Ese riesgo de hacer algo que cambiaba mucho, estuvo bien. Entonces dije: “Es hora de tomar otro riesguito más”. Por más que ahora hay una cuestión económica y todas esas cosas, digamos, es un riesgo que puedo tomar. Y que lo necesito tomar, estéticamente. Tenía ganas desde hacía tiempo porque venía haciendo cosas. Siempre tuve otra vida musical, aparte de la otra vida de artista visual. Me lo empecé a tomar en serio en 2012. Ya había tenido varios intentos de grabaciones. Por ejemplo, ahora hace poquito salió una versión de “La balada del Pocho Martínez” que yo había grabado en el ’99, y después van a salir otras cosas más. Yo quiero empezar a grabar por agosto o septiembre, y mucha gente me preguntaba porqué no subía esas canciones. Ahora las subí como Otro Tavella y Los Embajadores Del Buen Gusto. En 2012 entendí por dónde y para qué lado iba. Una de las cosas que fueron importantes cuando empecé a tener unas canciones más o menos definidas, fue que habíamos tenido la idea con mi hijo de tener un estudio de grabación. Nos parecía una buena idea de negocio familiar con cosas que nos interesaban a los dos: él había estudiado producción de sonido y a mí me gustaba la idea tener un estudio y armarlo bien. Quedó un lugar bárbaro porque se pueden hacer recitales. Yo hago esos encuentros secretos que son una cosa realmente muy amena. Alguien puede decir que es medio caro, porque la entrada sale $2.000, pero ahí tenés todo: te llevás un dibujo mío, tenés bebida y comida libre y tenés el recital, donde nos quedamos charlando después de que termina hasta que se acabe el vino, por lo menos (risas). A veces me preguntan si no extraño que me vea mucha gente, y no sé. Con El Cuarteto nos pasaba mucho en giras que teníamos algunas fechas medio de relleno, por decirlo de una manera, para no perder días. Tocamos en lugares mucho más chicos y tocábamos mejor. Y a mí me pasa un poco eso. O sea, si me invitaran a un festival, iría, pero no es mi objetivo llenar un gran lugar. Me gusta más la idea de hacer una cosa para una pequeña cantidad de gente y tener el feedback de qué pasa. En Chile estuve en un lugar que era un poco más grande, como para 180 personas, y a la salida saludé a todos y estuvo muy bueno. En realidad fue el primer toque con la separación anunciada, en mayo, y también hice otro encuentro secreto en el estudio en Montevideo ese mes y otro en junio. Van en la dirección que me interesa.
SR: Estoy recordando que Bill Wyman dejó a los Rolling para armar The Rhythm Kings y dedicarse a esa gran banda. Otro bajista que dejó su banda famosa para enfocarse a un proyecto alternativo.
Santiago: Hay momentos en los cuales uno empieza a preguntarse qué es lo que realmente quiere hacer y qué es lo que más importa. Bill Wyman lo consiguió y armó una banda. Además había una cosa, que no sé qué importante sería, y es que el tipo le tenía fobia a los aviones. Entonces con esa big band va no sé si por tierra o en barco. Yo no tengo fobia a los aviones, pero una cosa que me pasaba es que los aeropuertos me tenían muy cansado. Esa cosa de tener un día un vuelo, un show, otro día con vuelo y show, y se me estaba haciendo un poquito cuesta arriba. La ida a Chile que tuve fue muy buena porque estuve varios días ahí y estuve en contacto con mucha gente. Ahora vuelvo a Chile en octubre a un festival de música y poesía. Yo había contactado a la gente a través de Martín Barea, que es el que organiza todos los años el Mundial Poético. Martín es uno de los artistas que voy a estar produciendo artísticamente, porque también canta. En Chile estuve en contacto con varias personas que yo ya conocía. Es ese tipo de viaje el que me interesa, tanto por tener tiempo de conocer cosas de la ciudad como también para contactarme directamente con la gente que está haciendo cosas. Ahí me interesa estar, ir dirigiendo la producción de lo que voy haciendo. Ellos hacen un festival de música y poesía, que es una cosa que yo la venía diciendo hace mucho tiempo, sin ser ninguna brillantez. Se trata de que la música y la poesía nacieron de la mano, de la misma manera en que nacieron de la mano la música y la danza y la arquitectura, porque esa música y esa danza pasaban en un espacio que estaba armado de determinada manera. Los occidentales ilustrados, o sea los posteriores a la ilustración, tenemos una idea muy compartimentada de las disciplinas artísticas. Pero si uno ve lo que es la historia del arte (que está estudiada de esa manera compartimentada, por decirlo de alguna manera) y si uno va para atrás, ve que en realidad en las culturas ancestrales lo que sucedía eran rituales en los que pasaba todo junto, donde evidentemente había música, algo visual y algo de movimiento. Allá por 2018 participé con unas cosas con las que posiblemente sean algo con lo que participe en esto de música y de poesía. Había una gente como Santiago Pereira y algunos otros más que habían organizado un festival de poesías performáticas. Ahí yo había presentado una cosa que tenía que ver con música de Miles Davis y poesía de García Lorca, donde yo iba cantándolo improvisadamente arriba del disco. Lorca siempre fue un tipo que me interesó mucho. Tengo unas canciones hechas con textos de él. Seguramente vaya a hacer algo de eso por Chile.

SR: ¿Cuál sería la propuesta musical de Santiago Tavella y Los Embajadores Del Buen Gusto?
Santiago: Creo que ahí hay puntos de contacto con lo que hice toda la vida. Nosotros empezamos tocando rock, canciones de Los Beatles y cosas así, que sería un poco lo que quería hacer cuando tenía 15 años. En determinado momento decimos que no queríamos cantar canciones de otros y en inglés. Por lo menos yo, tenía una creatividad y me había juntado con gente que también evidentemente la tenía y no sabíamos muy bien para qué lado agarrar. En ese momento conocimos un montón de artistas que nos parecieron muy interesantes, como Leo Maslíah, Los Que Iban Cantando, y dijimos: “Es por acá”. Ahí entendimos cómo hacer música en español, porque por ejemplo, el rock argentino no nos gustaba. No está mal, pero no era una cosa que nos moviera. Siempre lo vimos como algo que venía mucho del rock anglosajón, que a nosotros nos gustaba, pero nos planteábamos “¿esto cómo es? Lo que terminé encontrando en conjunto con mis socios, fue una posición como medio paródica. Porque somos (éramos) como una especie de banda de rock, pero nosotros no estábamos haciéndonos los rockeritos. Jugábamos con elementos de rock porque es una música que está en el aire, pero no era una cuestión ideológica en ese sentido de decir “nosotros hacemos rock porque es una forma de vida o porque no sé qué”. No, eso es una cosa que pasaba en Estados Unidos, Inglaterra, Europa; acá pasan otras cosas diferentes. Por eso siempre tuvimos un espectro musical muy amplio. Cuando me largué a hacer cosas por mi cuenta, hay elementos como para tener en cuenta de que eso se abrió más aún, estilísticamente. Me acuerdo de un elemento que a mí me interesaba mucho y que tuve la suerte de tener contacto en estos últimos años, desde 2020 en adelante. Nosotros como que siempre fuimos un grupo bastante cerrado, digamos en cuanto a vinculaciones con otros músicos. Durante el tiempo que no pudimos tocar, yo con un amigo y vecino, un gran músico que es Diego Azar, empezamos a reunirnos. De ahí salió, por ejemplo, el primer trabajo que hicimos en conjunto, que fue lo de “Colombina” con él como productor. De ahí seguimos con la idea de producir cosas en conjunto. La última es la reversión de “Pobre papá y mamá”, que fue más bien mezclado y producido por él, digamos. Yo tenía las bases de eso y él les encontró una vuelta. Es un tipo que se maneja muy bien con todo lo que es mezcla y compresión, de forma de hacerlo de una manera que no sea violenta. Una cosa que veo es que en mucha música que se hace ahora hay como una especie de guerra de decibeles por ver quién suena más fuerte, y eso me resulta molesto sobre todo cuando se hace algo que tiene que ver mucho con lo bailable, cosas así. Porque por ejemplo, si estás haciendo heavy metal, capaz que en cierta forma se justifica entrar en guerra de los decibeles, por más que escuchás las grabaciones de los metaleros o de rock pesado de los ’70s y había aire ahí. No era una cosa tan comprimida. Frente a esa situación de algo que está pasando y que no me gusta, digo: “¿Y yo qué estoy haciendo? ¿Estoy haciendo algo por eso?”. Hoy puedo decir que sí estoy haciendo algo por eso, estoy contribuyendo de alguna manera a mostrar en lo posible mi música de una forma más agradable al oído humano. Otra cosa que empecé a trabajar por 2014, fue con un amigo con el que siempre estuvimos en contacto, que es músico también pero que su principal trabajo tiene que ver con las letras, que es Aldo Mazzucchelli. Éramos compañeros del liceo y siempre estuvimos en contacto. Como una canción es mitad letra y mitad música, decidí trabajar la mitad letra con alguien más, no con un autor sino con alguien como un mentor, alguien que me siga la cosa. Estuvo muy bien en el sentido de que ya sabíamos que nos entendíamos. Es un muy buen trabajo que hago siempre: tengo alguna canción, alguna idea, se la mando, la vemos y tenemos esa ida y vuelta. De alguna forma, con Diego Azar y Santiago Lorenzo, que ahora sí es parte de la banda nueva, es como con los que más me junto para ir definiendo lo que vamos a grabar en agosto o setiembre, por ejemplo. Estamos armando una cosa como para grabar tres o cuatro canciones, o más. Estoy tocando con Santiago Lorenzo, que es un pianista increíble y tiene un sonido muy especial. Es pianista y tecladista, no es el típico tecladista que hace sonidos etéreos, tiene como mugre, esa cosa. También estoy con Miguel Romano, que es un tipo de muchísima carrera y al que le propuse de sumarse a esto ahora, ya que yo venía de tocar con toda la gente que era de Cumbia Club, o el baterista que estaba tocando con Chacho Ramos, también. Entonces como que a fin del año pasado dije que tenía que armar la banda, porque ellos están tocando todo el tiempo y tienen sus actividades. Fue un cambio muy interesante; los cambios son interesantes. Con el bajista, que es Federico Ucha, el Oso, ya había tocado antes y es más de esa barra. Él había tocado en otras y nos entendimos genial desde el toque de Magnolio, que fue el primero que hicimos en el año. Encontramos un entendimiento muy bueno, sobre todo a nivel visceral y a nivel de humor, que creo que es imprescindible, también. Tengo la suerte de que todos los otros Tavellas, todas las otras encarnaciones de la banda, tuvieron siempre esa cohesión en esa cuestión física de hacer música y en esa cuestión de compartir un humor y pasar un buen rato.

SR: ¿Podés decir que hay elementos de rock en tu propuesta?
Santiago: Hay. Creo que hay tantos elementos de rock como otros. Musicalmente hay un elemento que a partir de 2020 empezó a aparecer como un poquito, digamos a través de cuestiones más vivenciales mías. Dentro de El Cuarteto siempre hubo un carácter paródico importante, que yo sigo manteniéndolo, pero sí hay una cosa que empezó a aparecer. Por relaciones gracias a Diego Azar, estuvimos tocando varias veces con Álvaro Salas y fue la primera vez que estuve tocando música negra en serio. Porque veo que acá en Uruguay hay mucha gente que dice: “Nosotros hacemos candombe, candombe beat y grabamos un disco. Después traemos una cuerda de tambores”. No todo el mundo es así, tan horribles, pero hay muchos que hacen eso. Y con Alvarito Salas nos juntamos a tocar por joder y fue muy bueno, aprendí muchísimo. Me prendí muchísimo de la dinámica de seguir al tambor. Eso otra cosa muy importante de lo que es la banda actual. Miguel Romano es un tipo que estudió mucho el candombe y tiene varios libros sacados sobre los ritmos del candombe, cómo tocarlo con la batería, cosas por el estilo. Como que hay un entendimiento, un conocimiento profundo de muchos años. Y yo ya venía preparado. Entonces ese elemento negro rioplatense creo que va a estar bastante más presente en lo que viene, ya viene estando. Creo que es importante decir que estamos viendo canciones y que aparecen elementos, que también aparecían en cosas de El Cuarteto, que tienen que ver con la milonga, con el milongón y que se fusionan un poco con la orquestación de rock. Creo que en este momento estoy llegando a un punto que no me lo esperaba. ¿Qué estuve haciendo estos últimos cuatro años? Estuve tocando con varios músicos… y algo iba a pasar. Es una cosa que, como experiencia, no la había tenido y que me agarró en un momento de buena madurez como para poder entenderlo, para ver cuál es el lugar de cada cosa. Por otro lado, veo que la música que se está haciendo actualmente es como una cosa muy de recorto y pego, de llevar todo encuadradito y cosas así. Hasta 2020 yo había puesto el ojo en hacer canciones que tuvieran letras que estuvieran bien, seleccionar bien eso sin descuidar la música, obviamente. Estoy muy contento con los discos que saqué, pero por otro lado está el asunto de que le encontré otra vuelta a la cuestión musical que no está traída de los pelos. No es que va a aparecer un Otro Tavella muy diferente, pero creo vas a decir: “Ah, acá hay como una visceralidad, como una cosa más bailable”, por decirlo de alguna manera. No es que sea música para bailar, pero es como con otro swing. Otra vez lleva a otra cosa, así me parece que es lo que va a aparecer, si hago todo bien; lo más fácil es arruinar todo (risas).
SR: Hablando un poco de las letras y más allá de la variedad que has tenido a lo largo de todas estas décadas, como que hay una línea en tu forma de escribir, ¿no? Hay una combinación de humor y de sarcasmo.
Santiago: Sí, y también hay una cosa que te diría que es un poco la clave de las letras mías, que son las palabras, obviamente. Pero más bien en el sentido de cómo están elegidas las palabras, los juegos que hay entre las palabras, las palabras que están dentro de las palabras. Fui viendo que ésa es un poco la vuelta importante, la de encontrar el hecho de que esas palabras jueguen, bailen bien entre ellas, y que a partir de ahí salga un poco la música. Creo que soy un músico que viene más de la palabra que de la música, si bien creo que ahora estoy como un poquito más equilibrado. Toda mi vida, escuchando la radio o lo que sea, de repente anoto una cosa que escucho y que le veo otro sentido, le veo el lado estúpido (risas) y con eso voy construyendo. Y musicalmente me pasa también lo mismo. Me acuerdo una vez que ya había empezado con esto, le había propuesto a Fernando Cabrera que me produjera el disco y me dijo que ya había hecho producciones en algún momento, cosas que estuvieron muy bien, pero que no estaba muy en ésa. Me dijo que le mandara las canciones y que nos juntábamos un día para charlar y decirme cuál le parecía que estaba mejor. Realmente una muy buena onda, una actitud muy generosa de su parte, de un tipo que siempre me pareció fantástico musicalmente. Un día, hablando de cosas de canciones, le digo que una canción la había sacado de tal lado y otra cosa de tal otro lado, y él me dijo: “Sí, yo siempre hago lo mismo”. Hay gente que dice que está todo inventado, y yo pienso lo siguiente: si vos te creés que vas a inventar algo de la nada, te va a salir algo que va a ser igual a otra cosa. En cambio, si vos escuchás mucha música de muchas épocas y conoces lo más que podés, digerís bien eso y estás en contacto con esa historia, ahí capaz que sale algo. Ahí es cuando vos ves creadores originales, gente que le gustaba mucho una cosa y que aprendieron eso, y que de ahí salió algo importante. No creo en esa gente, los nunca vistos salidos de la nada, que dicen que les vino la inspiración y les vino determinada cosa. Por eso te decía que entender la historia es muy importante a la hora de poder hacer algo original.
SR: ¿El aporte artístico que volcabas en El Cuarteto, va a estar en tu propuesta actual o es algo que vas a manejar por otro carril?
Santiago: Va variando. Se van manteniendo cosas, van apareciendo cosas nuevas, es como una combinación de todo. Yo no tengo conflictos con mi pasado en cuanto a decir que las canciones de tal época no se pueden cantar ahora. Por ejemplo, una de las últimas canciones que había sacado el año pasado, fue una versión de “Nuevamente”, que es una canción de Otra Navidad En Las Trincheras, que la estaba tocando con los de Cumbia Club y que lo hicimos como colaboración, porque en realidad la banda era Cumbia Club conmigo. Ahora salió una versión de “Primavera” que en realidad es previa a la versión de El Cuarteto de Bipolar. Es una versión que yo había grabado en el ’99 junto con “La balada del Pocho Martínez”. En realidad vendría a ser la versión original, aunque la original era otra anterior que había grabado con unas maquinitas, pero nunca se había publicado. Está en YouTube porque alguien subió esos discos. Yo revisé los discos a ver qué canciones están ahí como para subir a Spotify si sobrevivieron bien el tiempo. También vamos a reeditar algunas cositas más que van a salir este año.
SR: ¿Creés que vas a extrañar algo de lo que viviste con El Cuarteto?
Santiago: No, creo que lo viví bien y suficiente. Entonces es como que decís que esa etapa ya está, ahora vienen otras cosas. Están saliendo otras cosas y están pasando otras cosas, que son en las que venía trabajando desde hace tiempo y que ahora puedo trabajarlas más; y creo que van a pasar más. Esa es la idea.
Ariel Scarpa
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