¿Qué Hacemos Con La Panza?

PARA LOS ROCKEROS +50

A VER, ¿QUÉ HACEMOS CON LA PANZA?

¡¡Qué lindas noches en el Templo del Gato en los ochentas!!

¡¡Qué lindas noches en Grafitti!!

¡¡Qué lindas tertulias con colegas, en esas noches que eran interminables, y a la vez, cortas!!

Queridos rockeros veteranos, ¿Quién dijo que el rock y la panza no pueden ir de la mano? Porque sí, amigos, aquí estamos, atravesando las décadas con nuestras experiencias, nuestras arrugas y, sí, también con nuestras queridas panzas. Pero ¿saben qué? Esa panza es más que sólo un símbolo del paso del tiempo; es un testigo silencioso de todas las noches de rock que vivimos, de todas esas emociones que nos hicieron sentir vivos, de todos esos recuerdos que atesoramos con cariño en lo más profundo de nuestro ser. Recuerdo esas noches de rock en Montevideo, en los años ’80, como si fuera ayer. Nos sumergíamos en la oscuridad de los locales, con el sudor y la pasión impregnando el aire, listos para dejarnos llevar por las vibraciones de la música que resonaba en cada rincón. Desde bandas legendarias como Los Estómagos y Buitres Después de la Una, hasta los sonidos más underground que emergían de la escena local, cada noche prometía una aventura única y emocionante.

Después del concierto, nos encontrábamos en algún bar cercano, con una cerveza en la mano y la música aún retumbando en nuestros oídos. Ahí, entre risas y debates apasionados, arreglábamos el mundo una y otra vez, aunque al final, el mundo seguía igual. Pero ¿saben qué? Eso no importaba realmente. Porque en esos momentos, éramos más que simples espectadores de la vida; éramos parte de algo más grande, algo que trascendía las fronteras del tiempo y el espacio: éramos parte del espíritu del rock uruguayo de los ’80.

Y qué decir de la empatía, la solidaridad y la militancia que caracterizaban a aquellos tiempos. En un Uruguay marcado por la represión y la censura, el rock no sólo era una forma de expresión artística, sino también una herramienta de resistencia y de lucha por la libertad. Desde los mensajes subversivos de bandas como Los Traidores, hasta la voz de periodistas como Daniel Figares, Aldo Silva, Tabaré Couto en programas de radio como «Taquicardia», “Otros Latidos”, “El Jardín De los Presentes” y «Nueva Mente», el rock uruguayo de los ’80 era un grito de rebeldía y un llamado a la acción.

Y aquí estamos, décadas después, con nuestras panzas y nuestros recuerdos, recordando aquellos tiempos con nostalgia y gratitud. Porque cada cicatriz en el alma, cada nota de guitarra que aún resuena en nuestros oídos, es un recordatorio de que, aunque el tiempo siga su curso implacable, el espíritu del rock uruguayo de los ’80 sigue vivo en nuestros corazones.

Así que levantemos nuestras cervezas, mis queridos rockeros veteranos, y brindemos por todas esas noches de rock que nos hicieron sentir vivos, por todas esas experiencias que nos moldearon y por todas esas canciones que siguen sonando en nuestra alma. Porque al final del día, eso es lo que realmente importa: la música, la camaradería y la pasión que nos unen más allá del tiempo y del espacio. (Dedicado a mi querido Gabriel Brikman, que siempre supe de él y hoy lo conocí).

Rock on, siempre.

Marcelo Sena