Deicide En MMBox (15/5/23)

El pasado lunes 15 de mayo, el local de Montevideo Music Box fue el lugar elegido para convertirse por unas horas en la sucursal del infierno en la Tierra. Allí se abrió un portal directo a los confines de este mundo y desde donde aparecieron dos exponentes del metal extremo y específicamente del death de la primera ola y de aquellos viejos buenos tiempos.

Pasadas las 20:30 horas aparecieron en escena los integrantes de Kataklysm, quienes eran los encargados de comenzar a calentar el ambiente y templar las almas, lo cual supieron hacer muy bien con su estilo musical de nombre particular y auto impuesto de «northern hyperblast» en referencia a la magnitud de velocidad que le aplican a la percusión y con reminiscencias al estilo de Fear Factory en su speed blast beat.

Con un show de unos 50 minutos y donde recorrieron varios de sus discos y clásicos, aunque obviamente tuvieron que dejar alguno que otro fuera dado que eran la banda soporte, los canadienses no escatimaron en brindar toda su energía y fuerza además de fomentar una gran conexión con el público. Constantemente el frontman Maurizio Iacono alentaba al público a gritar y saltar y saludaba con un: «Heyyyy, Montevideo…  are you here?!!!», o un «¡¡¡Vamos, Uruguay!!!» con un sentimiento más creíble y fraterno que el de Bielsa al asumir la selección uruguaya de fútbol.

Con una docena de temas donde tocaron «Push the venom», «Where the enemy sleeps…», «The killshot» y cerraron al grito de «We are The Black Sheep», los canadienses demostraron que el viejo estilo death clásico de los ’90 más sus retoques de este siglo por la senda del tech death, continua estando más vigente que nunca, siendo ellos uno de los principales exponentes alrededor de este mundo terraplanista.

Ahora bien. Se nos venía el plato principal. El mismo hace rato estaba siendo calentado a fuego bien fuerte digno de ese lugar de ostracismo donde penan las almas que en vida fueron maléficas. Así entonces sobre las 22 horas, arremetió sobre el escenario el representante en este plano del mismísimo diablo, el Sr. Glen Benton y su comitiva. Dispuestos a dejarlo todo sobre las tablas y en cumplimiento de lo prometido, Deicide vino a festejar los primeros 30 años de su segundo disco, Legion, con la puesta en escena del mismo en forma íntegra y en el mismo orden de las canciones así como aparecen en la placa.

De espaldas al público, Taylor Nordberg guitarra líder, Kevin Quirion guitarra rítmica, Glen Benton bajo y voz, más Steve Asihem en batería, se dispusieron a darlo todo, y mientras sonaba la ambientación de comienzo del mencionado disco, voces de ultratumba y un rebaño asustado, los músicos al unísono se dieron vuelta y comenzaron el descontrol con los primeros acordes de «Satan spawn, the caco-daemon». Sin mediar palabra siguieron duro y parejo, y sin detenerse interpretaron el disco en forma íntegra.

Continuaron entonces con “Dead but dreaming”, “Repent to die”, “Trifixion”, “Behead the prophet (No lord shall live)”, “Holy deception”, “In hell I burn” y “Revocate the agitator”. De esta forma y a pesar de haber interpretado ocho temas apenas, iba media hora de concierto, por lo que el banquete debía extenderse por un poco más de tiempo.

Así fue que sumaron varios clásicos más, como “Once upon the cross”, “When satan rules this world”, “Scars of the crucifix”, “Dead by dawn” y para el cierre, “Lunatic of god Creation”. Fue una mixtura con ofertas de varios de sus otros discos, desde el primero y homónimo de 1990, el tercero Once Upon The Cross de 1995, el séptimo de 2004 Scars Of The Crucifix y finalmente el octavo disco The Stench Of Redemption del 2006.

Fue una hora y apenas unos minutos más, donde el show fue concreto y basado en el death metal blasfemo, oscuro y satánico que Benton le imparte con su impronta a los conciertos de Deicide. De los muchos exámenes a los que estaba expuesta la banda, fueron todos superados con creces. Sonaron muy bien, gracias a ese par de guitarras que ejecutan en forma excelsa todos los temas con particular y sencilla personalidad, sin desmerecer pero tampoco con ánimo de resaltar o tener alguna especie de protagonismo artificial. Steve en la bata, impecable, dándole fuerte a los trapos y al doble bombo característico del estilo y de la banda; y qué decir de Benton, de quien se esperaba en qué forma iba a enfrentar con sus casi 60 años más de una hora de metal con su voz gutural y chillosa de a ratos. Pues bien, y más que bien. Se mantiene acorde y entonado, porque en línea no podemos asegurarlo, dado que con sus casi dos metros de altura se podría agregar que en estos últimos años también ha venido agregando metraje a su circunferencia, lo cual denota que tanto al metal como al satanismo, parece ser que le encantan los postres.

Por su parte, podemos remarcar cero gesto de cariño, afecto o empatía con el público, lo cual ya se sabía dada la extrema personalidad del frontman con su característica de ogro osco, forro, mono loco; allá por el final apenas un soslayado comentario (en inglés, obviamente) en cuanto a que “bonito país, mujeres y comida”, lo cual dudo seriamente haya comprobado in situ este sujeto… Pero bueno, no le vamos a pedir que venga hacer un stand up de comedia porque podríamos terminar en chistes como: “¿En qué se parece un cura a un juguete?”. “En que ambos terminan en la boca de un niño”, y no creo que dé. Por eso, mejor dejemos a Benton haciendo lo mejor sabe hacer, que es la música y su particular prédica. Y así vivimos todos tranquilos ¡y que Dios lo tenga en la gloria!

Tomás Cámara