Paul Está Muerto

El 22 de marzo pasado, se cumplieron 60 años del lanzamiento, en UK, del primer álbum de Los Beatles. La clásica foto de portada, en las escaleras de EMI Offices House, fue tomada por Angus McBean, quien dos años antes había fotografiado en el mismo lugar a Joshua “Joe” Loss, famoso músico inglés de la década del ’40. Este disco debería ser considerado como la mayor evidencia de que Paul falleció hace mucho tiempo.

Recuerdo aquel invierno del ’88, en la biblioteca del IAVA, cuando Pablo me preguntó si conocía la teoría “Paul Is Dead”. Desde ese entonces me obsesioné con el tema hasta el punto de hablar con testigos del supuesto accidente automovilístico del 9 de noviembre de 1966. A lo largo de la historia nos han hecho creer cualquier disparate con tal de proteger sus intereses (no te olvides que nos encerraron, más de dos años, por un virus con una tasa de mortalidad del 0,1 %). En este caso particular resulta ser una operación tan sofisticada como secreta, un gran engaño necesario para no obstruir un mecanismo que le producía ganancias fabulosas a la Corona Británica. Tan fabulosas que daban una tremenda bocanada de oxígeno a la alicaída economía anglosajona post-guerra.

La muerte del mayor compositor de los Beatles, trajo aparejado varias hipótesis que consisten, mayoritariamente, en supuestos mensajes encriptados en las portadas de los discos y en las letras de las canciones, sumado a unos cuantos backwards. Convengamos que son pistas meramente interpretativas. Podemos agregar una llamativa serie de contradicciones en declaraciones a la prensa, sobre los primeros años de la banda en Hamburgo. Evidentemente, Paul y Faul (Fake Paul) no se pusieron de acuerdo.

Quizás, las pruebas más objetivas provengan de los médicos forenses italianos Gabriella Carlese y Francesco Gavazzeni quienes recurrieron a los estrictos protocolos que rigen la práctica de la metodología de identificación forense. En ausencia de huellas dactilares y muestras de ADN, la metodología de identificación se basa en la antropometría y, en particular, en la craneometría, que analiza algunos puntos específicos que no cambian con el transcurrir de los años. De esa manera estudiaron antropométricamente, respetando el método científico, diferentes fotografías de Paul pre-66 y post-67, comparando forma del cráneo, distancia entre las pupilas, curva mandibular, comisuras labiales, punto naso-espinal, conformación de mandíbula y mentón, tragus, etc.

Según la ciencia forense y en base a estrictos métodos de medición, el Paul McCartney de antes de 1966 y el posterior, no son la misma persona. También existe un detalle no menor el cual se puede abordar con una mínima instrucción musical: podés mejorar la ejecución de un instrumento, pero el poder compositivo es innato, viene en el “disco duro”. Es así que analizando los álbumes de los Beatles, observamos que en la estructura del sistema armónico tonal de sus composiciones, existe un cambio abismal del año ’67 en adelante, incluida la vasta carrera en solitario de Faul. Según la craneometría (ciencia que se ocupa de la medición del cráneo en relación con la antropología y la anatomía) una canción con exquisita melodía y armonía surge de un cráneo redondeado mientras que un tema con raíz en el sistema atonal lo hará de un cráneo estrecho y alargado.

Algunos van más allá de la muerte del eximio compositor, afirman que el fenómeno Beatle fue parte del MK-Ultra, un programa de experimentación basado en técnicas y herramientas para el control mental y fragmentación social. Cuando el Instituto Tavistock (centro inglés dedicado al estudio del comportamiento de grupos y organizaciones) llevó a los Beatles (ariete de la British Invasion) a USA, tenía como objetivo frenar los movimientos sociales como el que defendía los derechos civiles que lideraba Luther King o los movimientos juveniles contraculturales. Es sumamente curiosa la vinculación del Dr. Richard Asher con el Instituto Tavistock, pero más aún lo es su misterioso “suicidio” en abril de 1969 (su cadáver permaneció, más de una semana, en el sótano de su casa sin que su familia sospechara). El Dr. Asher era el padre de Jane Asher (novia de Paul del ’63 al ’68), y de Peter Asher, integrante del dúo musical Peter and Gordon y dueño de la galería Indica, donde Yoko Ono haría su primera exposición en Londres, ocasión en la que conocería a John Lennon, precisamente el 9 de noviembre de 1966.

La Beatlemanía, entonces, habría sido una operación cuidadosamente programada pero no desde el ámbito comercial, sino como parte de la estrategia de control social. Subsanar el trágico imprevisto, para que la minuciosa planificación siguiera su curso, les llevó ocho meses en donde condenaron a los cuatro músicos a una absoluta desaparición mediática. Es tarea del cauto lector detenerse en la imagen de los Fab Four al volver a escena en junio de 1967.

Pero como en un juego de Matrioshkas, una conspiración forma parte de otra mayor, dado que también se considera que el MK-Ultra respondía a la conjura del Nuevo Orden Mundial, siendo parte de una confabulación para, entre otras cosas, reglamentar la opinión pública y establecer un Estado único mundial, conformado por una élite internacional secreta, que les permitiera el control total de las personas a través de un imperceptible sistema de coacción. Dos organizaciones, junto a sus satélites, han sido señaladas como las que manipularon el conjunto: el Comité de los 300 y el Grupo Bilderberg.

En fin, la experiencia ha demostrado que si la evidencia permite varias explicaciones para un problema dado, la hipótesis con menos conjeturas es probablemente la más correcta. Este principio se llama la navaja de Ockham y es atribuido al lógico y fraile franciscano inglés del siglo XIV, Guillermo de Ockham.

Por lo pronto, sigo disfrutando de una primera edición inglesa en mi bandeja mientras cierro la ventana, no sea cosa que entre la nave nodriza que nos vigila.

Lic. Hugo Gutiérrez


 

https://www.facebook.com/reel/970880547227923?mibextid=6AJuK9&s=chYV2B&fs=e