El Barro Del Que Estamos Hechos

«Uno es el barro del que está hecho»

Esta frase la vi o la leí hace mucho tiempo, vaya uno a saber dónde a esta altura de la vida, en algún sitio. A veces cuando hablamos de la música o en este caso del rock, que es lo que nos compete, olvidamos o no le damos el valor que merece a un puntal esencial en toda esa ecuación: La Familia.

Cuando comenzamos a enamorarnos del rock, casi siempre ha sido bajo el influjo de algún padre, hermano, tío o primo que nos acercó o hizo escuchar a tal o cual banda, hecho que nos impulsó a querer saber y escuchar más. Seguramente al leer esto ya pensaste en ese familiar quien quizás te acercó al rock.

Mientras escribo estas líneas, me cruzan mil recuerdos. En mi caso particular, como el de muchos otros, no sólo éramos/somos escuchas de rock, cualquiera sea el estilo, sino que fuimos más allá y un día decidimos que queríamos ser músicos o mejor dicho tocar.

Sin ese apoyo inicial en el seno familiar, difícilmente podríamos haber comenzado o intentado hacerlo, más allá de que haya o no fructificado ese intento.

En mi caso tengo la suerte de tener unos padres y una familia fuera de serie. Mis padres cada dos lunes, por ejemplo, nos daban N$2.000 a mi hermano y a mí para comprarnos discos en las liquidaciones de Palacio de la Música. Papá cada miércoles religiosamente nos traía el suplemento Rock de Primera del diario Últimas Noticias y en esa época en que no trabajábamos aún, más de una vez nos habilitaron dinero para ir a algún show.

Cuando comenzamos a tocar en nuestra primera banda o esbozo de una, nos dejaban tocar en casa, a pesar de un par de denuncias policiales por ruidos molestos (ahora de grande entiendo que los vecinos tenían toda la razón, jaja).

Los padres de nuestro bajista en aquel entonces, también nos dejaban tocar en su casa; es decir, podíamos hacer o intentar hacer lo que queríamos, bueno u objetivamente malo para ser sinceros, pero cobijados por nuestras familias.

Toda esa pasión por la música, también los hacía en muchas ocasiones, escuchas involuntarios de la música que nos llenaba el corazón de ideas y en mi caso… de ruido.

Mis padres hicieron un curso rápido de punk rock y new wave a lo que luego se sumó el hardcore, detalle que les hizo (a su pesar, seguramente) conocer bandas a montón.

Si bien ellos escuchaban rock, no era en ese estilo, pero no tenían otra opción, máxime que tanto dos de mis hermanos y yo, escuchábamos lo mismo.

Pienso en mi abuelo (Esteban) que con 70 años, fue a ver el debut de Fuzzy (mi banda) en la Carpa de la IMM en nuestro barrio, junto a su barra de amigos; todos rondando su edad. Mi padre fungiendo de plomo ad honorem, alcanzándonos equipos, llevándonos o en su defecto yendo a buscarnos mil veces.

Buscando él en Tres Cruces a amigos que venían de lejos a tocar con nosotros y junto a mi madre recibirlos, también ocupándose de los paquetes y cartas que llegaban con discos y material. Mis tíos en Argentina, que en cada visita mía a la capital me acogían y guiaban para dar las vueltas que debía dar en la ciudad para hacer los discos que editaba.

Alba y Venus, suegra y mamá de Emiliano (guitarra en Fuzzy) respectivamente, que nos cedieron sus casas para ensayar cuando no podíamos costearnos sala semanalmente.

Pienso en Adriana y Miguel, padres de Leito y Kako Bianco, que nos dieron por años su garaje para ensayar lo que luego sería Halo, entre otros proyectos, y además ser lugar de encuentro de toda una barra de amigos amantes del hardcore que pululábamos por el barrio y yendo a vernos en más de una ocasión. También los padres de tantos amigos que nos cobijaron en sus casas cuando fuimos a tocar fuera, o dieron techo a amigos que venían a tocar con nosotros.

Podría dar cientos más de ejemplos de la ayuda y el soporte que nuestras familias nos han dado en tantos años. En los casos que ejemplifico, hemos podido concretar proyectos musicales, pero son casos particulares y obviamente no necesariamente todos los que escuchamos rock queremos tener o tocar en una banda.

Lo que aquí cuento, es ante todo, reivindicar desde el recuerdo a esa parte a veces olvidada del rock, de cómo llegamos muchos al rock y del apoyo y el estímulo que hemos recibido.

En mi caso y los que cuento, hemos tenido la suerte de contar con el apoyo de nuestras familias, detalle que muestra ante todo el cariño y su enorme calidad humana.

Si hoy somos quienes somos, no es mérito nuestro solamente, sino en gran parte, por ese barro en el que fuimos hechos y gracias a esos queridos alfareros de nuestras vidas.

Leo Peirano