Desde El Sofá – La Página De Crossroads

Los ochenta se iban terminando y el viejo local de El Cid en el que empezó todo este rollo demencial (hacía ya como 8 años), avisaba que había que mudarse con la música a otra parte. Los dueños del local lo querían para instalar su joyería, así que salí a buscar un nuevo sitio donde trasladar ese pequeño universo que se había generado en torno a unos vinilos y a los locos que respirábamos de esas emanaciones sonoras, y a mí que estaba tratando de enderezar mi economía familiar con un proyecto que cualquier persona equilibrada hubiera desechado al toque. Lo que empezó en una feria de los sábados, con un caja llena de lps para zafar del desempleo y llevar un poco de aliento a casa, fue mutando en un emprendimiento que envolvió mis días en una aventura de vida y pasión por los discos que se derramó sobre las siguientes dos décadas.

Vender mi Led Zeppelin II fue una experiencia que aún me duele, pero eso ocurrió en Villa Biárritz en esos primeros días de esta historia. Ya hubo después otras ediciones importadas y lujosas de ese disco que supe llevarme para mí, y quitarle el celofán ceremoniosamente y arrimarle la púa de mi nuevo stereo.

La cosa es que tenía que buscarle un nombre al nuevo local que ya no iba a ser librería-disquería, y que ya no iba a compartir gastos con los responsables de la sección de libros, así que en los días que precedieron a la apertura de Crossroads mi cabeza tenía dos nombres que se posicionaban para ser los indicados. El primero que se me ocurrió fue «El Muro». Hacía un tiempo que había recibido una copia en vinilo de The Wall edición española, que aparte de sonar menos que la de USA o UK, tenía impreso sobre los ladrillos de la portada aquel nombre traducido que nos sonaba atroz. Una tarde, un cliente tomó el disco y dijo imitando el acento de las pelis gallegas: «Eel Muuroo», y estalló la risa de todos. Pero a mí me pareció lo suficientemente guarro y gracioso como para estamparlo en los vidrios del nuevo local, sobre los ladrillos de fondo.

Así que en esos últimos viernes de El Cid, se juntaba una barra de clientes/amigos que a puerta cerrada destapábamos unos whiskys y charlábamos de discos, recitales y perros muertos. En una de esas noches alguien sugirió: «Che, en el siguiente local tenés que poner un sofá pa’ estar mas cómodos…». ¡Bingo!, ya tenía el nombre. Solamente había que conseguir un sofá de segunda mano y ponerlo en el nuevo local, así que la disquería se iba a llamar definitivamente «El Sofá». Las tertulias y los debates musicales iban a tener un entorno apropiado y digno.

Pero Uds ya lo saben, nada de eso ocurrió finalmente, y unos días antes de la apertura del local, Quique Pereyra, que andaba con el segundo LP de Tracy Chapman cuyo nombre era Crossroads escrito en unos caracteres manuscritos que me gustaron pila, me vino a buscar para una cerveza. Bueno, el punto es que «El Sofá» empezó a tener competencia al instante con esta nueva idea. Consultado Enrique opinó que «Crossroads» era un nombre más… universal.

«Tal cual, amigo… Crossroads es el nombre de uno de los pilares del blues y el rock de nuestros días… Robert Johnson escribió esta tabla de la ley… Me copa ese nombre». El referente mayor del rock que curtíamos al mediodía en El Dorado FM, le puso la tapa a la olla.

Y entonces fue que primó la sensatez y… voilà… se hizo la luz.

Néstor Imbriani