¡¡¡Dale Gas, Barry!!!

La crisis económica que golpeó a Uruguay durante 2002 implicó una fortísima recesión en muchos aspectos: alta conflictividad laboral y social por la pérdida de puestos de trabajo y un incremento de la desocupación. Se cortaron las líneas de crédito de tipo social y así también para la industria. Se incrementó el costo de la canasta familiar y en gran medida todo insumo se encareció. Esta historia de hoy, habla sobre algo que pasó ya en 2003 (y recomiendo NO hacer); aún obviamente se sentía el cimbronazo del año anterior. La suba de los combustibles a raíz del crack en la economía, implicó que la gente buscase la manera de ingeniárselas para poder seguir usando su automóvil, evitando el uso de combustible.

La solución que encontró: la garrafa de 13 kgs que se usa en la mayoría de los hogares. Seguro alguien conoce la manera de conectarla y hacer posible que el auto funcione con esa fuente de energía, la mecánica no es lo mío, así que puedo a lo sumo nada más imaginarme cómo se hace.

A comienzos del 2003, por intermedio de mi hermana, conocí a varios de sus amigos del barrio, que también estaban involucrados en el hardcore. Aunque unos 10 años menores que yo en edad, pegamos muy buena onda y había un ida y vuelta de discos que a todos nos nutrían. En esa época yo ya hacía feria de discos y fanzines y siempre los veía en los shows y muchas veces volvíamos juntos al barrio en esas madrugadas.

Un sábado de esos, Leo Bianco (Halo, Pirexia, S11, Motosierra y siguen firmas), me invita a ir al show que habría en La Comuna (Soriano y Santiago de Chile) junto a su barra de amigos. Iríamos, me dijeron, en la Kombi de Leo, un tocayo nuestro y también vecino que nos llevaría y traería a todos.

Quedaron en que pasarían por casa a buscarme y así quedamos. Recuerdo haber separado algo de dinero, para ayudar con el gasto de nafta (iluso de mí, jaja). A eso de las 20 llegó la Kombi a casa, y grande fue mi sorpresa al ver en el medio de la caja de la misma una garrafa de 13 kgs y a su alrededor 8-10 chicos y chicas matándose de risa.

Mi cara sería seguramente un poema, porque me explicaron que cada tanto debía agitarse para que la Kombi no perdiera potencia, y llegado el caso, debíamos comprar una nueva garrafa para ir y volver al barrio. La imagen era surrealista: uno gritaba desde la cabina que agitaran, y en la caja alguien agitando la garrafa (!!!!!).

Como fuera, el ingenio funcionaba y llegamos y volvimos sanos y salvos esa noche y varias noches más . Los amigos en los recitales que veían y se enteraban cómo íbamos y volvíamos, calculo se espantaban por la posibilidad de que un fallo en la conexión del gas al auto o una chispa nos convirtiese a todos en partículas de luz, pero obviamente algo así nunca ocurrió, a pesar de nuestra inconciencia de hacer algo así y los riesgos que podía conllevar. Una sola vez por nuestra falta de precaución nos quedamos sin gas al volver y caminamos un trecho grande por Avda Millan riéndonos mucho y haciéndonos, en cada cuadra caminada, más amigos, hasta que la Kombi pasó a levantarnos y seguimos nuestro viaje.

Aún recuerdo el grito de Augusto frente a Casa de Galicia al acelerar rumbo al barrio, con nuestra garrafa nueva y cargada: ¡¡Dale Gas!! ¡¡Dale Gas!!

Leo Peirano