¿La verdad? Pues no lo sé. ¡¡¡No lo sé!!! Fin del artículo y gracias a todos por vuestro tiempo. Podría perfectamente dejarlo aquí. Acertada o erróneamente, yo hasta bien entrado mis 20 años, creía que el productor era quien pagaba la grabación del disco (como en el cine, productor es quién paga la película). Después descubrí que encima existía otro personaje: el arreglista o arreglador. Y allí ya comenzó a darme asco la cosa; mucho asco. Es decir: compongo una canción, y resulta que necesito un productor, un arreglador y pongamos encima además, un manager. Con todo esto, a mí ya se me quitan las ganas de tocar y de hacer música.
Pero resulta que el productor no era quien pagaba, sino alguien que hace algo artísticamente muchísimo peor: te dice lo que tienes que tocar y lo que no, te cambia las canciones y encima te da órdenes en el estudio. Entonces llegas a la conclusión de que como todas las cosas en la vida, el problema no radica en el productor, arreglador o manager, sino en que se te imponga uno. Que lo tengas que tener por obligación.
La vida sin manager existe y se llama AUTOGESTION. Yo la prefiero largamente, pero ambas opciones son validas mientras ninguna se te imponga.
A su vez la vida sin arreglador existe; yo quiero que mi música, cuanto menos arreglos tenga y más improvisación, mejor. Pero insisto, ambas opciones son válidas. Y para el productor aplica lo mismo. Ninguno de los tres oficios es imprescindible, NINGUNO; pero a la vez, los tres pueden resultar beneficiosos para el artista si se trabaja en conjunto y no es una obligación.
Mi opción personal, durante la época en que toqué, fue el no tener ninguno de los tres, y no me arrepiento ni un ápice. Pero acepto que las alternativas existen; y sobre todo dejo constancia de que mi opinión personal a este respecto no compromete a la de mis compañeros en la Incandescente Blues Band. Cada quién tendrá su opinión (como es lógico).
Voy a intentar poner unos ejemplos de productores que de manera demostrada e inequívoca aportaron realmente algo a un disco (pues en mi opinión son vasta mayoría los que no aportan absolutamente nada). Pero es sólo mi opinión, es algo ciertamente discutible.
LEONARD CHESS
Era el propietario del 50% de Chess Records junto a su hermano Phil. Dicho sello editó a Muddy Waters, Howlin Wolf, Chuck Berry, Bo Diddley, y lo voy dejando por aquí.
Leonard Chess era un chatarrero; vendía chatarra que era fundida en las grandes acererías del Chicago de la post guerra. Era un judío polaco inmigrado a USA; y toda la cultura musical que tenía era como oyente (y no precisamente de blues).
Este hombre explicó de manera clara y meridiana su criterio de producción discográfica: el cerraba los ojos y escuchaba al bluesman cantar sobre el hambre miseria y horrores vividos en el sur que le habían hecho que emigrase al frío norte industrializado. Y cuando Chess lograba creer al bluesmen aquello sobre lo que él cantaba, ésa era la versión que se editaba.
Por ello muchos discos de esa época se editaron hasta con errores de ejecución por parte de los músicos. ¿Importa? Para nada; en lo más mínimo. Al menos en mi opinión. Y con este simple criterio de producción, editó discos que cambiaron el curso de la música en el siglo XX. Por ende, Leonard Chess sí es un productor cuya tarea es válida.
LEONARD CHESS: Con Howlin Wolf, Willie Dixon y Sonny Boy Williamson.
GEORGE MARTIN Y FÉLIX PAPPALARDI
Los dos eran directores de orquesta titulados, cuando muchos de los roqueros (y me incluyo) no podemos leer una partitura pues no sabemos solfeo (sabemos cifrado, pero eso es otra cosa). La carrera de Director de Orquesta es más larga que la de médico. Por tanto, si ves como productor de un disco a un Director de Orquesta, habrás de admitir que él ha estudiado bastante más que tú; y que es inevitable que sepa más que tú.
En la segunda mitad de la carrera de los Beatles, el rol de George Martin es descollante (y consensuado con la banda): las cuerdas en “All you need is love”, los cellos a contrapié en “Strawberry fields forever”, la orquesta en “A day in the life”. Pero ojo, se trata de un director de orquesta inglés, capaz de arremangarse y tocar el piano en “Rock and roll music”. El piano no es McCartney, es George Martin; porque un director de orquesta no toca TODOS los instrumentos pero sí toca MUCHOS.
Félix Pappalardi, productor de Cream desde el Disraeli Gears hasta el fin de la banda, tocó con ellos el bajo, piano, órgano, cello, viola, trompeta y campanillas. Y también cantó. Pero en otros discos de otros artistas tocó más instrumentos aún: el guitarrón (el bajo de los mariachis), ocarina, tambora y un largo etcétera.
Cuenta Leslie West, guitarrista de Mountain y compañero de Pappalardi en el mismo grupo, que el día que vio a Félix dirigiendo a una orquesta y coro en la que entre todos sumaban casi 100 personas, fue cuando supo que dejar que él estuviese a cargo, era lo correcto. En cambio, para Andy Jones (productor de West Bruce & Laing) tiene palabras bastantes más desagradables que no repetiré aquí. Y que, si es tal y como West lo cuenta, pues le entiendo.
GEORGE MARTIN: Sentado en un taburete mientras los Beatles piensan y prueban cosas para Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
FELIX PAPPALARDI: De pie. A la izquierda, sentado Eric Clapton y de pie Ginger Baker; grabando Disraeli Gears. Baker parece estar deshojando la margarita ¿Le pego a éste? Le pego mucho, poquito, nada…. 😊
MARTIN BIRCH
Fue el productor de Deep Purple, Whitesnake (hasta que Coverdale decide irse a USA y teñirse de rubio), Black Sabbath en la era Dio, y Iron Maiden en la era Number of The Beast. Palabras mayores, ¿no?
Qué es lo que hacía Birch, pues no tengo ni idea. Sólo se dos cosas: la discografía de Purple que él grabo, desde Machine Head hasta Come Taste the Band, Heaven & Hell y Mob Rules de Sabbath, o The Number of The Beast de Maiden, son discos MARAVILLOSOS. Y ninguno de esos músicos (al menos que yo sepa) dicen ni una sola palabra mala de Martin Birch. Algo habrá hecho bien.
Que se retiró jovencísimo con 44 años, en 1992, cuando la irrupción de lo digital. Dijo textualmente, esto ya no es grabar, me voy para mi casa. Y jamás volvió a producir ni un solo disco. Este hecho hace que yo personalmente tenga a Martin Birch en la más alta de mis admiraciones. ¿Grabar con computadoras? Cortando y pegando trozos, creando loops, samplear cosas, midis… no, no, muchísimas gracias. Lo respeto, pero para mi música no los quiero, gracias.
Voy corriendo y pongo el primer disco de Steppenwolf de 1968, pongo “Born to be wild”, en vinilo, primera edición monofónica. Y me doy cuenta de que no lo quiero ni siquiera en estéreo. SUENA PERFECTAMENTE ASI. ¿Querría que sonase digital? Pues no, gracias. De hecho, me doy cuenta de más: ni siquiera sé diferenciar un disco estéreo de otro que no lo sea. El tocadiscos en el que lo escucho tiene un solo parlante, así que asumo debo de oír todo monofónico. Y MUY FELIZ QUE ME HACE. No necesito más.
MARTIN BIRCH: Al centro, Ronnie James Dio de un lado y Ritchie Blackmore del otro. Grabando “Rainbow Rising”.
JOHNNY WINTER
Johnny Winter ganó no uno sino DOS Grammys como productor: por Hard Again y Muddy “Missisipi” Waters Live, dos discos del bluesman Muddy Waters, de 1977 y 1979, respectivamente.
Me interesa profundizar en el primero, Hard Again, pues se grabó en estudio. Muddy Waters siempre dijo que el gran acierto de Winter había sido su intención de lograr el sonido en vivo y ambiente que se vivía en las grabaciones de Chess Records. Por ello no aisló a la batería en un cuarto cerrado (como habitualmente se hace) sino que puso a todos los músicos e instrumentos juntos como si fuese un ensayo, y se grabó en vivo en el estudio.
Cuenta la anécdota que el técnico de sonido creía que la banda estaba efectivamente ensayando. Cuando Winter le dice “Dale al REC y comienza a grabar”, el hombre le dice “No puedo, se está metiendo la batería por los micros de las guitarras y viceversa”.
Respuesta de Winter: “Eso es fantástico; cuanto más se mezcle y se ensucie todo, mejor”. Porque Winter quería grabar la realidad tal y como era, con lo bueno y lo no tan bueno, pues un disco que (al menos a mí) te llega, es un disco real. Un disco perfectito con cada cosa en su sitio, pues lo siento, pero no me interesa. Los seres humanos somos seres falibles, y lo que nos hace reales no es el acertar sino el equivocarnos. Nuestros defectos.
JOHNNY WINTER en el estudio con los músicos que grabaron Hard Again. Muddy Waters sentado al centro; y el tercero sentado es James Cotton.
¿Los demás? Los Rick Rubin, Leif Mases, Keith Olsen, Gustavo Santaolalla y un larguísimo etcétera, perdón por mi ignorancia, pero no sé qué es lo que hacen; ni por que está su nombre en el disco. Lo digo de corazón desde mi más profunda ignorancia al respecto, pero no sé qué es lo que hacen, ni cuál es el valor añadido que aportan.
En Europa hace 20 años que los conciertos no los dan los músicos, sino que los dan los disc jockeys. Hacen afiches, publicidad, y la gente les sigue. En mi época los disc jockeys ponían discos, y los músicos tocaban. Y muy necesarias que son ambas profesiones. Lo respeto, pero con esto, lo que os quiero decir es que hace 20 años que no entiendo nada.
Así que voy, agarro el Machine Head, escucho los solos de órgano primero de Jon Lord y el de guitarra de Blackmore en “Highway star” y pienso: ésta fue la primera canción de Deep Purple que escuché en mi vida. Tenía 14 años, y la escuché en Meridiano Juvenil, en el ciclo “25 años de rock” que el Deqo montó. Y ME CAMBIÓ LA VIDA ENTERA. Y me sigue poniendo los pelos de punta casi 42 años después.
Y lo escuché en la radio Spica de mi abuelo, a pilas, monofónica por supuesto. Y NO HIZO FALTA NADA MAS. Amor a primera vista. Ésa es, en mi opinión, la grandeza de esa banda, de ese disco, de esa canción y de Martin Birch. ¿Hacen falta ordenadores samplers y midis para que “Highway star” suene mejor? En mi opinión, ¡¡¡¡¡NO!!!!!
Un fuerte abrazo.
Ramón Aloguín