Aquellos que presenciaron la actuación de Leo Antúnez en el Parque Harriague (Salto, febrero de 1971) no dudan en denominarlo «el primer punk uruguayo» en pleno apogeo hippie. Al igual que sus contemporáneos catalanes Pau Riba y Oriol Tramvia, el carácter virulento de sus shows rompía los esquemas de la época. Lejos de buscar la manera de escuchar cumbia sin que genere culpa, lejos de las plataformas de streaming, lejos de reediciones esnobistas, aquí va una tímida pincelada del primer Woodstock criollo:
El jueves 10, viernes 11 y sábado 12 de febrero de 1971 las calles de Salto se vieron conmovidas por unos extraños hombres de pelo largo, con remeras psicodélicas tarareando canciones en inglés. Febrero se mostraba demasiado cálido y hacía quemar calorías a lugareños y visitantes por igual.
Los curiosos tuvieron pronta respuesta a la presencia de tan raros personajes, puesto que no demoraron en averiguar que se realizaba el Festival Beat de la Canción en el Parque Harriague, y venían conjuntos y solistas de varios puntos del país, la mayoría de Montevideo.
Los jóvenes locales más avezados en el tema decían que era una réplica de Woodstock, aquel famoso festival de rock internacional, celebrado en agosto de 1969, el cual había reunido a los mayores exponentes del género. Curiosamente, dicho festival se llevó a cabo en medio de una pandemia de gripe H3N2 la cual mató en el mundo a un millón de personas; en EEUU mató a más ciudadanos estadounidenses que las guerras de Corea y Vietnam juntas. La gripe se había iniciado en Hong Kong (cuando era una colonia británica) y llegó a EEUU a finales de 1968.
Pese a todo, el Congreso de EEUU no aprobó ninguna legislación movido por la pandemia. Ninguna autoridad actuó para imponer el “distanciamiento social”, ni prohibió eventos masivos. Ninguna madre fue arrestada por llevar a su hijo al parque o por no llevar puesta su mascarilla. Los Medios de Comunicación estadounidenses cubrieron la pandemia, pero nunca la transformaron en un gran problema. No sembraron pánico en la población.
¿Por qué ahora es diferente? ¿Hoy la gente es más estúpida? ¿Por qué tanto escándalo a nivel mundial? ¿Te has puesto a pensar en cómo hemos sido manipulados?
Con los mismos procedimientos que estamos adoptando, el festival de Woodstock no se hubiera realizado. ¿Cuánta prosperidad, cultura, tecnología se están perdiendo hoy por esta calamidad? Playas cerradas, pasajes aéreos cancelados, hoteles sin turistas, restaurantes y comercios cerrados, calles vacías, eventos deportivos cancelados, conciertos de artistas cancelados, escuelas y universidades cerradas sumado a millones de despidos.
Los hippies pelilargos, algunos sobre el escenario, siendo parte de los shows, otros diseminados dentro del Parque Harriague, daban rienda suelta a lo comunitario y a la libertad encandilados por el poder de las flores.
La mayoría de los asistentes estaban entusiasmados porque habían visto la película Woodstock en el cine o porque tenían discos de algunos de los astros del festival internacional. Todos se habían quedado con ganas de vivir una experiencia similar y tuvieron la oportunidad en ese festival rockero, de 3 días, con condimentos bien uruguayos.
Músicos salteños como Edgar “Gordo” Nicola, Carlos Racedo y el grupo Manzana (ex-Los Rolling) quienes cambiaron el nombre para poder competir en el concurso, formaban parte de la grilla.
Además de las bandas locales por el Parque Harriague también desfilaron: Psiglo, Cold Coffee, Opus Alpha, Génesis, Los Gatos, Las Sandías, El Sindykato, Sicosis, Miguel y el Comité, Tótem y Pájaro Canzani.
Pero quien se llevó todas las palmas fue Leo Antúnez recitando increíbles textos, con gran actitud sin escapar al estilo beat. Es recordada su asombrosa versión del «Padre Nuestro» que alteró a varias personas del público que desafiaron al «amor y paz» reinantes.
Ese festival de 1971 quedó en la historia y en la retina de los presentes, nunca más se repitió algo parecido en Salto, por lo menos con esa magnitud, dada la presencia de agrupaciones de primer nivel.
Hugo Gutiérrez