En mi condición de varado en Inglaterra, durante un estricto lockdown británico, me subí a un tren con destino a Macclesfield (ciudad inglesa ubicada 240 kilómetros al norte de Londres, Condado de Cheshire). Tenía una deuda pendiente: visitar la casa en donde Ian Curtis, en 1980, decidió ponerle fin a su vida.
Luego de un par de horas de viaje (partiendo de Euston Station) llegué a Barton Street al 77. Gracias a la colaboración de un amable vecino de la zona, pude recorrer el inmueble mientras le comentaba que se había subastado la mesa a la que Ian se subió para colgarse en su cocina (escuchando el primer disco solista de Iggy Pop: The Idiot). Fue imposible no asociar esa lamentable pérdida, que hace 40 años enlutó a la cultura rock, con el actual incremento de suicidios en el mundo, como consecuencia de la «Coronavirus Crisis». A veces, el pánico se puede transformar en el peor de los virus.
En la «ciudad de la seda», también está ubicado el cementerio donde descansan los restos de Curtis, así que luego de pasar por la biblioteca donde el músico trabajaba (a 2 cuadras de su casa) emprendí viaje rumbo a la necrópolis local. Al rato, una tímida llovizna me sorprendía recorriendo un cementerio de Macclesfield absolutamente desierto (ni siquiera los funcionarios estaban). Recuerdo que fueron, exactamente, dos horas de una minuciosa y exhaustiva búsqueda.
Al otro día (de nuevo en Londres) me encontraba caminando por el Hyde Park cuando vi venir a una chica de ojos grandes y remera de Joy Division que llamó poderosamente mi atención. La esperé parado con la foto de la tumba de Curtis, en mi celular, que había sacado el día anterior. Al cruzarnos, ella aminoró su marcha y con su mirada fija en la pantalla, exclamó: «¡Guau! ¡Increíble! ¡Soy su hija!». Estábamos a metros de Las Fuentes Italianas, fue inevitable entablar una imprevista charla. A continuación transcribo algunos comentarios interesantes de Natalie Curtis desde un banco del parque más grande de Londinium:
«Me encuentro hablando con un desconocido que viajó 18 mil kilómetros para conocer el sepulcro de mi padre. ¡Qué mundo extraño!»
«Cuando agarro el álbum de fotos de mi madre con manchas de humedad, maltratado por el tiempo, pienso que mi vida comienza a la edad de cuatro años.»
«La gente intenta justificar el suicidio de mi padre, yo tengo otra visión. La depresión es una enfermedad mental que por común que sea no deja de ser grave, me quitó a mi padre cuando yo tenía 1 año de edad. Listo. No hay que buscarle más explicaciones.»
«Recuerdo haber escuchado por primera vez «Love will tear us apart» en la radio y descubrir que ese era mi papá, nunca pensé que en verdad fuese famoso.»
«Al principio no quería visitar el set donde se grabó la película «Control» sobre la vida de mi padre. De hecho, cuando empezaron las grabaciones en Macclesfield, en 2006, me negué a asistir. Después lo pensé mejor y viajé a Nottingham, donde la mayoría de la película fue grabada. Vivir esa recreación tan de cerca me provocó sensaciones encontradas.»
«Estuvo increíble que la banda tuviera el reconocimiento que merece, pero por otro lado, que la gente se pusiera contenta viendo situaciones tristes de mi vida me hizo sentir incómoda.»
«En este momento, he retomado la literatura, solía escribir mucho cuando era más joven pensando en combinar imágenes con palabras.»
«Cuando era pequeña, intenté estudiar piano, pero no es lo mío, definitivamente. Mi relación con la música pasa por otro lado, colaboro como fotógrafa con varias bandas actuales de Manchester y Londres. Trabajo para varios sellos discográficos.»
«Cultivé mi amor por la fotografía al ver las fotos en blanco y negro de Joy Division, eso fue lo que me inspiró a dedicarme a esta profesión.»
«Algunos de mis trabajos fueron incluidos en una exposición organizada por un colaborador muy cercano a Joy Division. Esa muestra recorrió varias ciudades de UK pero, por ahora, no me propuse repetir esa experiencia.»
«Es muy buena tu apreciación. Mi padre, quizás por su condición de epiléptico desde enero de 1979, siempre estuvo obsesionado por los sistemas de control. Sin dudas, no estaría de acuerdo con un aislamiento por decreto. Como tú decís, muchos de sus textos resultan premonitorios.»
«A propósito, hace más de 10 años que no me ponía una remera de Joy Division. Espero que se solucione tu situación y tengas un buen retorno. Gusto en conocerte.»
Así fue como observé partir su diminuto cuerpo en un insólito parque vacío, enclavado en el corazón de una ciudad fuera de servicio. Permanecí sentado en el mismo banco al cual acudí, todas las tardes, durante mi periplo de 40 días en la capital inglesa. Las cenizas reposaban en una desolada y descolorida fuente. Un adiós sin despedida. Un virus más letal que el mediaticamente difundido, lentamente, me estaba devorando. Atrapado en un silencioso infierno era el momento de dar vuelta una página, terminar un capítulo, sepultar un libro. En definitiva, ese había sido el principal motivo de mi viaje. Una vez más, desafié todos los obstáculos, burlé todas las barreras. Nada ni nadie debería interponerse cuando tus demonios claman.
«Go to the ends of the Earth for you…»
Hugo Gutiérrez