La esquina de mi casa brillaba bajo el aguacero, la veía a media cuadra, sentado en las escalinatas de piedra, de la vieja casa de mis abuelos. Por un rato me mantuve distraído viendo cómo el peso de las gotas vencía a las flores de hibisco, rojas y más vivas que nunca, mientras ellas seguían allí, fuertes, a pesar del embate cruel del agua.
La Capa
en






