
ESCRIBIR SOBRE LA NADA
Supongo que es lo que hago aquí, en estas columnas de soporte blanquecino, de luz tenue, apaciguada por el contraluz permeable del cristal de las gafas. Escribir extrañas diatribas, o no tanto, o tan sólo estúpidas, inoportunas, fuera del lugar propicio, en caso de haberlo. Escribir por el sólo hecho de hacerlo ante la presencia de tanto manager comunitario, de tanto emprendedor o emprendedora, doctorados, licenciados y licenciadas en artes mágicas, magister en teorías culinarias, publicistas de post grados electorales, ingenieros de la sodomía acústica, hechiceros de los dialectos transgéneros, curadores de versículos transcriptos sobre papel celofán.
Escribir por el hecho de completar un espacio en Linkedin, Sólo Rock o Cooltivarte, como antes lo hacía en la prensa tradicional. Un espacio mental, entonces, que se presupone emerge desde un acto de constricción intelectual, que sin embargo ni pontifica ni claudica ni celebra, cada una de las palabras que lo componen, y sólo justifica el poder de cierta libertad, de ciertas consideraciones al hacerlo. Botellas a la mar, paradigmas como señuelos de la soledad del náufrago, del despistado o de aquellos que la sociedad ha pateado fuera de los claustros del éxito. ¿Cuáles de ellos? ¿Acaso el único éxito verdadero, sería la posibilidad de sobrevivir sin bótox, o implantes capilares? ¿Ignorar a Burroughs, despellejar a Vallejo, sondear sobre los senos de Artemisa, y preguntarse si la isla de Lesbos, acepta a homosexuales candentes, a heteros sin rumbo en pleno desconciertos electorales? ¿Leer bibliotecas pornográficas en su evolución hacia una raza cósmica, de conspicuos adeptos? ¿De cuerpos tan esbeltos como transgresores? ¿De tatuajes insólitos, piercings atascados en zonas lumbares, entre clítoris y testículos, entre lenguadas lenguas, santificadas al lamer prepucios sin prejuicios, crucificados de lado a lado por un alfiler de inspiración céltica?
O convertirse en pantomimas vampíricas, ampliando sus sombras, en noches desposeídas de toda creencia mística, de toda posible redención, camino hacia los reinos vacíos. ¿Me he convertido en un apóstata o en un situacionista tardío? ¿A quién entonces más que a mí, puede importar este espacio, de lujuria sedentaria, si no conmueve ni se posiciona en los rankings de la farándula, en las listas de los 40 Principales, o de los 100 mejores álbumes abyectos de la Rolling Stone, o de las listas de graduados de Harvard? Sólo a mí, leyendo al final del día, las pequeñas escaramuzas que cada mañana habrán de partir hacia la nada, de todos los contextos sociales.
RESPUESTA ESPEJADA
Podría responderte desde el otro «yo» del mío propio, y decirte, por ejemplo, que una vez más te has equivocado. Te has equivocado al nacer, y luego al pretender invocar ciertos anhelos, ante una sociedad que, así como se autoprocrea, se autodestruye. Entonces, dónde está la fábula o la precipitación de aforismos que la sustenten, o al menos te describa, ante un pelotón de fusilamiento, o mejor aún, porque hay que actualizarse en la orfandad del camino, y entonces ser un punto de mira ante un escuadrón de drones suicidas, o bajo el estoque de una bomba hiperbárica. Estrechando el vacío, comprimiéndolo en nada, así como el silencio que queda tras toda despedida. Un espacio ausente, que paradojalmente, vive en la inconciencia de su propia inexistencia. Tal como cada uno de nosotros lo asumimos al no exponerlo. Supongo que es mejor pensar en el éxito, en las familias cuadriculares, en las nuevas campañas publicitarias, en las estupideces de los medios y en la pasmosa imbecilidad de nuestros «cómicos», parodistas, opinólogos, en todos esos insalubres y cansinos contertulios de aquellas bocas, que por suerte no son las mías, ni de las polémicas suscitadas en un ímprobo bar de mala suerte.
El germen de este artículo fue publicado en la página del autor de Linkedin
Guillermo Baltar Prendez


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