
Son pocos los compositores que se sumergen en el universo de la literatura con éxito. Garo Arakelián es uno de ellos. Al igual que Bob Dylan, Lou Reed o Bruce Springsteen, seguramente quiso ser escritor pero fue músico. Cuando uno escucha sus canciones siempre queda esa duda, pues se posiciona como un meticuloso narrador que usa el lenguaje, de manera precisa, en función de la historia que quiere contar. Su inconfundible voz no falsea la tristeza ni la tragedia, simplemente las transforma en versos maravillosos.
Su reciente disco Milonga De Quirón no es la excepción. Los textos del álbum identifican, con increíble lucidez, esas tensiones existenciales de las cuales estamos siendo víctimas, y las combate con exquisitas melodías y mejores arreglos de guitarra. Apunta sin piedad a lo que la sociedad quiere pasar por alto, sin temor sacude la alfombra y alumbra el lado oculto junto a todas las miserias. Para tal propósito, además de su enorme poder narrativo y compositivo, cuenta con la melancolía y la rabia de los ochenta, las cuales experimentó con su banda Inquisición, como ásperas herramientas.

¿Murió el rock con el fin de la era analógica? Definitivamente, este disco tira abajo esa teoría. De todos modos, me encantaría percibir las frecuencias menores a 16 Hz en temas como “No voy a caer” o en su primer corte de difusión, “Expreso”. Una mención especial para la gran versión de “Ky chororo”, de Aníbal Sampayo, la cual un Renzo Teflón, de doce años de edad, le cantó en el penal de Libertad a su padre (militante del MLN-Tupamaros) en plena dictadura militar. Un río atraviesa el disco cual herida incurable, quizás sea la misma que padeció aquel centauro griego.

Lo cierto es que, trece años después del debut como solista de Garo, el mundo, con o sin Gloria, con o sin fe, ya no es el mismo, pese a la inalterable geografía capitalina. Los cruces de calles mencionados en el disco son bien gráficos, los vasos comunicantes montevideanos hace décadas que no cambian, el derrumbe es arquitectónico, ergo cultural. Los vientos del sur llegan a Villa Dolores y desafían la cancelación de ruido de mis auriculares mientras esquivo escombros en la vereda, me cuestiono: “¿Cuál es el contrato? ¿Quién tiene el control? ¿De quién es esta empresa de demolición?”. Darno y Dino pueden descansar satisfechos…
Lic. Hugo Gutiérrez

