Dylaniana

En 1964, Bob Dylan ofreció algunas reflexiones sobre la composición de sus canciones, en una entrevista a The New Yorker, mientras continuaban las sesiones de grabación de su cuarto álbum de estudio, Another Side Of Bob Dylan. «Las canciones son muy limitantes», dijo, en aquel entonces, el joven de 23 años. «Woody Guthrie me comentó una vez que las canciones no tienen que rimar, que no tienen que hacer nada de eso. Pero no es cierto. Una letra tiene que tener alguna forma de encastrarse en la música. Podés doblar las palabras y la métrica, pero aún así tiene que encajar de alguna manera».

Dylan estaba considerando cómo podría combinar elementos de la composición de canciones para lograr una imagen cohesiva, y a la vez, eliminarlos por completo con el objetivo de potenciar el poder narrativo, logrando una escritura más integral. Siempre lo obsesionó ese tema. Está claro que a Bob Dylan, en 2016, no le dieron el Premio Nobel de Literatura por su obra escrita al margen de la música, dado que sólo tenía publicadas tres obras literarias: Tarántula (1971), una magnífica incursión en la prosa narrativa lautreamontiana, Crónicas I (2004), su muy bien conceptuada autobiografía y Fotorretórica de Hollywood (2009), fotografías de Barry Feinstein con 23 poemas de Bob Dylan escritos en 1962.

Ahora, más de seis décadas después del lanzamiento de su álbum debut, Dylan publica su cuarto libro: The Philosophy of Modern Song, en donde explora 66 temas escritos e interpretados por otros artistas, que van desde «Blue moon» de Dean Martin, pasando por “Where or when” de Dion hasta «London calling» de The Clash. En la tapa dura del texto posan para la cámara Little Richard, Alis Lesley y Eddie Cochran, en ese orden.

La mayoría de los interesantes capítulos del libro están divididos en dos partes: la primera está dedicada a describir teatralmente los personajes de la canción, mientras que la segunda mitad se centra en la verdadera historia de la canción y la explicación de porqué funciona.

La filosofía de la Canción Moderna es, en esencia, lo más cerca que podemos estar de una clase magistral sobre composición de canciones, aunque usted no se convertirá en un compositor exitoso simplemente leyéndolo. Al fin de cuentas, es un libro diseñado para que Dylan analice algunos de los temas que han despertado su interés, curiosidad e imaginación a lo largo de los años. En el camino, ayuda a los lectores a comprender porqué una canción tiene un impacto emocional y ofrece una idea de los antecedentes del intérprete, aunque advierte que son dos cosas bien distintas. “Conocer la historia de vida de un cantante no ayuda particularmente a comprender una canción», dice cuando escribe sobre «Pump it up» de Elvis Costello. «Lo importante es lo que una canción hace con tu vida».

Tanto los fanáticos como los críticos musicales han estado tratando, durante décadas, de desentrañar el misterio lírico que Dylan presenta al mundo. No se pueden encontrar nuevas respuestas en La Filosofía de la Canción Moderna. Dylan se acerca a abordar algunos de los temas más polémicos de su carrera, pero sólo a través de las historias de otros, los ejemplos más claros llegan a mitad del libro. «La gente confunde tradición con calcificación», escribe Dylan sobre «Ruby (Are you mad at your man)» de los hermanos Osbourne. «Como ocurre con muchos hombres que se reinventan, los detalles se vuelven un poco confusos», fundamenta en el capítulo sobre «There stands the glass», cantado por Webb Pierce. «La grabación es simplemente una instantánea de los músicos en ese momento», para aquellos que se han sentido desconcertados por la constante reinterpretación de sus canciones, ahí reside parte de la explicación. En la mayoría de los capítulos, la ironía de Dylan brilla intensamente; también insinúa, en reiteradas oportunidades, que ningún análisis oficial de la música debería tomarse demasiado en serio: «Se puede argumentar que cuanto más estudiás música, menos la comprendés».

La Filosofía de la Canción Moderna, entonces, es notable no porque uno de los artistas más admirados de la música popular emita opinión sobre el trabajo de otros, sino porque demuestra un hecho más simple: Dylan ama la música de la misma manera que lo hacen sus fans. «La música trasciende el tiempo porque vive dentro de él», concluye, y vaya momento que nos tocó para estar vivos. Ya lo dijo el genial Eduardo Darnauchans, esa inolvidable noche cilíndrica del 12 de agosto de 1991: “Gracias Dylan por existir“.

Lic. Hugo Gutiérrez