Corazones Rojos

“Tengo los zapatos rotos de tanto caminar, que rebajen el boleto para poder estudiar” sonaba de fondo cuando Marchese, desde el piso, se aferró a uno de los estribos logrando que el granadero, junto a su sable, cayera sobre la nariz aguileña de “Iron Maiden”, provocando una catarata de sangre que salpicó a una veintena de manifestantes. De esta manera, los tres huevos de Marchese le habían salvado el pellejo a la rubia de 5to Humanístico que tanto le gustaba.

Nos encontrábamos en una sentada sobre el pobre asfalto de 18 de Julio, frente a la Intendencia. A partir de la rotura del tabique nasal de “Iron Maiden”, con Pablo pudimos aguantar 15 minutos más hasta que la arremetida de los milicos a caballo fue salvaje. Desde la esquina de Ejido, la mirada burlona del sector comunista, quienes se habían opuesto a la sentada, nos recriminaba. Al otro día, en el segundo patio del IAVA (por aquel entonces, la entrada principal estaba clausurada por peligro de derrumbe) una lata de pintura roja reposaba sobre una pancarta que invitaba a firmar a favor del referéndum para anular la ley de caducidad, recientemente redactada. Alrededor se había formado un cónclave con representantes de las distintas listas gremiales, analizando lo sucedido en la manifestación.

El lampiño bolchevique continuaba indignado con los participantes que habían iniciado la sentada, a su derecha se ubicaba una morocha soñada que era usada de carnada para conseguir adeptos a su lista (sus hermosos senos habían afiliado a medio estudiantado a la UJC); enfrente escuchaban atentamente los socialistas que prometían, para el próximo número de su pasquín, una entrevista con Alejandro “Pompón” Bourdillón (primer baterista de Los Traidores). En el fondo miraban con cara de pocos amigos los integrantes de la “lista independiente”, aunque todos sabíamos que respondían al 26 de marzo. A pocos metros, Julio Inverso sacó sus ojos, por unos minutos, de una primera edición de Felisberto Hernández y se acercó a Pablo, quien leía la última Sólo Rock, cuando una fuerte expresión del bolche glabro, los desconcentró: “al próximo que llegue abollado lo termino de romper a patadas en el orto”.

El IAVA siempre fue centro de operaciones de las manifestaciones por su ubicación estratégica y por la fuerza de su militancia. En ese mismo patio, el 26 de agosto de 1968, se había llevado a cabo la Asamblea por Checoslovaquia en donde se condenó la invasión de los integrantes del Pacto de Varsovia a tierras checas, hecho que además de tener una rápida repercusión internacional, en nuestro país cambiaría para siempre la matriz de los gremios estudiantiles, dado que la Agrupación Ideas de los estudiantes comunistas, por ortodoxia partidaria, no acompañó dicho repudio, perdiendo su lugar de privilegio en el movimiento estudiantil. Como contrapartida los estudiantes radicales, organizadores de dicha asamblea, agrupados en el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) supieron capitalizar ese acontecimiento gracias a su accionar extremo, consecuente y horizontal, transformándose así en un motor revolucionario.

El Ministerio del Interior también los consideró un “enemigo a eliminar”, si tomamos en cuenta el volumen de carpetas dedicadas a esta agrupación en los archivos policiales. El FER fue un factor importante en las movilizaciones callejeras y en los enfrentamientos con las fuerzas del orden. Su teoría se acercaba al materialismo histórico, pero sus métodos y organización los hacían cercanos a los anarquistas. El 18 de setiembre de 1968 fue la primera vez que se utilizaron escopetas de perdigones en la represión sobre las calles de Montevideo. Fueron esas mismas armas las que, un par de días después, mataron a dos estudiantes e hirieron a decenas de jóvenes. En 1974, el FER terminó integrando otros proyectos revolucionarios, principalmente el MLN y el PVP, dejando una huella en las asociaciones gremiales estudiantiles.

La historia no sólo la escriben los que ganan, entre los perdedores también se construye un relato oficial. El mayor triunfo del pensamiento conservador es hacernos confiar en una alicaída y manipulada democracia denigrando la revolución. Unos desfigurados Marchese y “Iron Maiden” atravesaron la arcada del segundo patio del IAVA, el lampiño bolchevique lo pensó dos veces antes de pararse pero, ante la intimidante mirada de la morocha tetona, no le quedó más remedio. Fue así como a Marchese le alcanzó un solo ojo para enterrar de cabeza a uno de los líderes de la juventud comunista, a la vez que “Iron Maiden”, cual “Chueco” Perdomo desde afuera del área, incrustaba la lata de pintura roja en la descascarada pared del salón 8. De este modo, la Inca económica camufló la sangre seca, originada el día anterior, en su remera roquera, mientras el Profesor Vales lanzaba los exámenes de Matemáticas C, por debajo de la puerta del aula, en busca de un aprobado.

Lic. Hugo Gutiérrez