Bueno, supuestamente este artículo iba a salir antes del show. Luego «pensé» y todos van a comentar que hablo así porque son amigos… Preferí esperar hasta que encontré las palabras justas y además profundizando más en el tema de lo que representan que lo que fue el show. En la tinta de mi amigo Ernesto Sclavo y a quien pedí autorización, es que ahí va lo prometido y más:
Varo Coll
Todas las fotos son de Mauricio Rodríguez
A la industria discográfica se le escapó la tortuga…
LA RENGA en Maldonado: ¿Una nueva forma de «vivir el rock a la vieja usanza»?
No soy fanático de La Renga, no conozco la mitad de sus discos. Soy de la vieja escuela del escucha que prefería ver a un artista in situ: en vivo, en el escenario. Es la verdad de la milanesa… No soy de la supuesta nueva y profesional de la actual escuela periodística, que comenta una foto con el lenguaje acomodaticio del establishment en un par de líneas para dejar bien parado al medio y «cumplir» con el evento.
Hace ya años que se discute qué es periodismo, qué es rock, qué es música… Pero no se habla de qué es cultura, qué es contracultura y qué…
Muchos se preguntan si el rock está muerto. Muchos se preguntan porqué no tiene el público de décadas atrás… Muchos no se preguntan el porqué las canciones de las nuevas bandas no llegan a las audiencias como antes… Muchos no se preguntan el porqué los revivals de ancianos artistas siguen siendo tan vigentes. ¿Todo tiempo pasado fue mejor (peor)?
Desde el advenimiento de la web 2.0 y la imposición de esta pretendida babel de libertad de expresión con la cual se difundió la idea de la universalidad de la internet, uno llega a leer, ver, escuchar, gente sin ningún oficio como periodista, sin ninguna experiencia como escucha conocedor de la historia básica y se escudan detrás de la palabra «comunicador», que incluye desde genialidades intelectuales con lenguaje de arrabal como Alejandro Dolina, como a plomazos lúmpenes que han destruido el tejido social educativo básico, como Marcelo Tinelli.
En los últimos años, influencia de lo efímero del audio y el video, léase las redes sociales donde «se es alguien por 15 segundos» y «ya fue» en otros 15… minutos. Spotify, YouTube, Instagram, Whatsapp, Signal, Telegram y tantas siglas que hacen de la comunicación una… incomunicación con generaciones a las cuales se trata como rebaños y se satisface a golpes de algoritmos de computadora para generarles dopamina feliz en su cerebro: celebrar las viejas imágenes como si fueran nuevas y las nuevas imágenes sobre las viejas (dependiendo de la generación, claro está). Lo que sí se ve cada vez más claro, es que estas siglas no le dan de vivir a los músicos, ni en ventas de discos ni en sus derechos de autor.
Hay conocidas denuncias en torno al tema… desde Steve Luthaker (Toto) a Paul McCartney (The Beatles) han denunciado que cobran centavos por miles de reproducciones en estas plataformas digitales. En menos de 20 años, aquello que la gente se negaba a vaticinar con la llegada de Napster y la antipatía generada hacia Lars Ulrich (Metallica) por su demanda a Napster por compartir música por el protocolo P2P, se ha cargado el mundo que conocemos como música y cultura. Las discográficas distribuyen discos, no invierten ni los financian. Los otrora premios que daban un espaldarazo a un artista como los Grammys, los Gardel, los Martín Fierro y los premios locales ya no lo hacen: el artista se autofinancia, se autograba, se autodistribuye, se autoedita. ¿Libertad creativa, independencia económica o tener un material para «hacer la zafra en vivo» de festival en festival con otras 50 bandas en la grilla de turno? El músico ha pasado a recoger centavos por miles de emisiones en plataformas digitales, grabar DVDs en vivo o álbumes de estudio para salir de gira por un continente o el mundo. Artistas mediatizados según la franja etaria y la propuesta estética visual. ¿Y la creatividad? ¿Y la integridad del artista? Estas líneas no pretenden ser la biblia ni el calefón del tango «Cambalache» de Discepolín…. Sólo algunas palabras y reflexiones en torno a una vivencia de estadio con rock en vivo.
Mas lo de La Renga es un fenómeno que reúne al viejo mundo análogo con la realidad digital de hoy… y no necesita de redes sociales, ni de sellos discográficos, ni de trust informativos de multimedios, ni de plataformas digitales. Mas hay excepciones a la regla, hay gente que puede ser su propio Robinson Crusoe y ser a la vez su propio rescate en este mundo de tumbas de la gloria que ve como grandes artistas, como Bob Dylan o Tina Turner, venden sus erarios musicales ante el temor de perder su porción de la torta de aquel otrora mundo que pagaba por su arte y su talento.
La Renga demuestra que con canciones, con identidad propia y honestidad (te puede gustar su música o no), llegan a una audiencia multigeneracional. Recuerdo sólo haber visto algo así con Guns N’ Roses o Paul McCartney en 1993 en Buenos Aires: tres generaciones en familia en la tribuna. Banderas de fútbol, de otros países y localidades…
La Renga demuestra una permanente validación ante su propia tribu urbana, la misma que tiene una babel de rockeros, de heavys, de gente de la calle, tangible, real, que respira, vive y siente. Es anárquica y feligresa a la vez, sus letras son coreadas por varias generaciones. Sus huestes les acompañan por toda Latinoamérica en sus giras.
La Renga es una banda de gira, es una banda de rock de verdad a su manera, cuya propuesta podés tocar con las manos, pues su música vibra en el aire como ese diapasón que afinaba las guitarras de los pioneros. Que escucha la afinación del alma del escucha con su música y con el relato callejero y hasta filosofal, a su manera, entre esa comunión de gente y música desde el escenario. Por eso es un banquete a su manera, por eso esta banda sobrevive a eras de música, a modas estéticas de las redes sociales, por eso este grupo pasa por arriba del marketing tecnológico aplicado a la música, por eso pasa por arriba de algo que la industria discográfica (y aledaños) parece no comprender, ni entender, ni explicarse en cómo insertarse en la realidad de La Renga.
La Renga es una banda viajera, un grupo de escenario, un power trío como los pioneros del rock argento y universal, con el carácter de una retórica que no parece envejecer sino renovarse de generación en generación. Es una banda que no toca para sobrevivir, sino para ayudarte, a su manera, a sobrevivir en la sinfonía del caos del presente de un sistema que destruye el sentido más humanista y básico de la existencia. Donde importa más el que tense en dinero y no el sentido de la humanidad de un piano que suena en el bombardeo de una guerra.
La Renga parece haber encontrado para sí misma, una fórmula de eterna juvencia, cuyos ingredientes están en la pócima de canciones y letras que son historias de asfalto y vida, sus historias de vida propias. Estas son las estafetas que ofrecen a sus fans y que se pasan unos a otros en forma cuasi religiosa de generación en generación. ¿No era eso lo que hacían los pioneros de rock en cualquier lugar del mundo?
Son como lobos que caminan solos, que crean su propia ruta, pero que no están solos a pesar de estar fuera de la manada que domina el massmedia… Mientras el mundo pretende vendernos mediante la hiper tecnología del confort y el consumo como las fórmulas de vida perfecta, La Renga nos ofrece una identidad propia de que, como decía aquel viejo John, «imaginar a la gente viviendo por hoy».
Maldonado: «Veni, vidi, vinci»… La Renga lo hizo…»
Ernesto Sclavo Pereira – Factor S
Aguante la tenga la mejor banda de latino américa y del mundo se podría decir, rock , poesía, sentimiento
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¡Tremenda banda!
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