Como nos pasó a muchos de nosotros, en mi casa siempre había música sonando, fundamentalmente los fines de semana. Tanto mi padre como mi madre y mi hermano mayor tenían sus gustos definidos y es así que en mi hogar sonaba folclore, tango, murga, zarzuela, música brasileña y melódica internacional. ¿De dónde saqué mi gusto por el rock? Sinceramente no lo tengo claro. Pero si siguen leyendo, les iré contando.
Nací en 1964, por lo que cuando pude manifestar ciertas preferencias musicales, ya estaba en la década del ’70. Si me tengo que inclinar por quienes hayan podido influenciar mi gusto por el rock, seguramente fueron mis compañeros de escuela. Los recuerdos primarios son sus comentarios sobre la programación de CX50, Radio Independencia. Pero especialmente recuerdo un recreo en el año 1974 donde (no sé cómo) sonaba en la clase un tocadiscos que reproducía “Twist and shout” en la versión de Los Beatles. Marcelo Peirano, el compañero responsable, cantaba y hacía que tocaba la guitarra parado sobre su escritorio, poseído. Pero por sobre esta imagen, la potencia de la canción me llegó… y me marcó.
Si bien estoy casi seguro que otros sonidos (Beach Boys y otras bandas de los ’60) me llegaron primero, esta introducción a Los Beatles fue un puntapié inicial. Tan así que en el primer viaje familiar a Buenos Aires en 1975, compré el doble recopilatorio rojo (1962 – 1966), el cual aún conservo. Era una edición con tapa sin funda de nylon y con sobre de papel con las letras. Lo gasté. Lo reproduje infinidad de veces en el tocadiscos familiar Philips, el cual me enteré un buen tiempo después que era monofónico. En ese tiempo, sólo notaba que en algunas canciones las voces salían extremadamente bajas, siendo que los mismos temas en la radio sonaban perfectos. Lo atribuí a una falla de los discos, y la verdad que poco me importaba.
En realidad ese disco no fue el primero que había comprado. En una de mis recorridas por el Centro de Montevideo había entrado en Casa Sapelli, en 18 de Julio y Vázquez, y revolviendo sin poder identificar mucho lo que veía, la tapa de la ensalada Ruidos Vol. 6 me llamó la atención, y lo compré. Ése fue mi primer vinilo, el cual presté a un amigo de mi hermano mayor (un conocido jugador de fútbol de la época) y nunca me fue devuelto.
Pero Los Beatles… eran palabras mayores para mí en esa época. Con el correr de los años me haría de toda su discografía y varios vinilos piratas, además de prácticamente todos los discos de sus carreras solistas. Con anterioridad a estas compras compulsivas, otros compañeros de escuela fueron compartiendo música que iban descubriendo o que les llegaba de sus hermanos mayores con los mismos gustos. Recuerdo como si fuera hoy una reunión de un grupo de trabajo escolar (año ’75, si no me equivoco, 6° de escuela) en la casa de Gustavo “Chaba” Crossa. Éramos varios (entre ellos, Beto Fava, actual colaborador de Sólo Rock con sus obras en Grafirock) los que descubrimos “Smoke on the water” en su versión del Made In Japan, mostrada con orgullo por “Chaba”. Otro camino sin retorno.
Compartir discos era fantástico. Aparte del descubrimiento de nuevas bandas, se generaba la dinámica de intercambio de opiniones. Por el año ’81 recuerdo especialmente cuando mi amigo Luis Barboza vino por mi casa con un lote tremendo de discos que a su vez le habían pasado a él. Led Zeppelin, Jimi Hendrix, The Who y muchos más no paraban de ser reproducidos en el equipo familiar, que en ese entonces ya era un Fisher. Si bien los artistas ya me eran conocidos, no era fácil conseguir esos discos por esa época. Por supuesto, fueron debidamente copiados en cassettes. Capítulo aparte merecería las copias de cassette a cassette, algo que no era muy común en esa época y que hice infinidad de veces conectando el Fisher con el grabador JVC que me acompañó en mil aventuras durante años.
También supe aportar a amigos y compañeros de ruta varias bandas que me iban conquistando a medida que pasaban los años y la información llegaba cada vez en mayor cantidad.
Otro amigo fundamental en mi introducción a la música fue Winston Estévez, con quien compartimos la idea de Sólo Rock desde el inicio. Previamente a esto, ya en el liceo, con Winston supimos ocupar varios fines de semana durante años investigando, descubriendo y compartiendo música. Infaltable también fue la experiencia de tener con él una discoteca y musicalizar bailes, eventos, desfiles y cumpleaños. Otra etapa, otra música, otra vida.
Luego llegó la época de Alfonso Carbone y sus programas de radio y televisión, que fueron una fuente inagotable de bandas y solistas que nunca había visto o que aportaron para profundizar en las obras de los que sí conocía.
Y ni que hablar de las disquerías que importaban material: eran el paraíso. Mis primeras compras fueron a Néstor Imbriani (quien supo escribir hasta hace muy poco en Sólo Rock en su columna Desde El Sofá) en su disquería El Cid, en la calle Convención. Luego mis compras sumaron a otras disquerías, como Rarities, Alternativa, Rock and Pop, The Roxy, Abbey Road, entre otras. La feria de Tristán Narvaja siempre tenía alguna sorpresa reservada en algunos puestos diseminados, además de las visitas obligadas a Discomoda y al sótano de El Astro De Los Discos. También la feria de Villa Biárritz, un gran espacio de intercambio y donde conseguir material exclusivo, o la posibilidad de que hicieran una copia en cassette, recurso que muchos usamos por esa época. Fue de esta manera que, por ejemplo, me hice de mis primeras copias de la colección completa hasta ese momento de La Polla Records.
Paralelamente, el surgimiento del rock nacional me llevaría por diferentes caminos, ya fuera como público, como músico o como un fan que escribía y editaba Sólo Rock. Estas experiencias se transformarían en las más cercanas y profundas al poder participar en conciertos mano a mano con las bandas locales. Pequeños toques under y grandes conciertos, ambos con sus encantos. También se sumarían los recitales de bandas internacionales, tanto en nuestro país como en Argentina.
Ha sido un largo recorrido que sólo terminará cuando deje de respirar. De mientras, sigue habiendo mucho rock para descubrir y disfrutar, así que a seguir andando.
Ariel Scarpa