Este pasado sábado 23 de abril los legendarios Kiss se presentaron por undécima vez en la República Argentina. Intentaré dar ambos puntos de vista, sea uno de ellos, el de aquél quien ya los haya visto en esta última noche. En mi caso, soy uno de los afortunados que repetía el plato y, para ser sincero, el de esta oportunidad estaba un poco desabrido. Podría definirlo de esta forma: este toque fue lo mejor que vi, luego de mi mujer en malla, el nacimiento de mis hijos, AC/DC en Argentina, Ozzy en Argentina, Kiss en abril de 2009 y Kiss de 2015 por YouTube.
En este toque realizado en el Campo Argentino de Polo y en el marco de la gira denominada End Of The Road World Tour, los fanáticos tuvimos una nueva oportunidad de ver a nuestros ídolos. No quiero sonar injusto, pero desde mi punto de vista, que ya los había visto en vivo en una oportunidad anterior, el de pasado sábado de abril no fue un show que me sorprendiera o deslumbrara. Todo lo contrario fue para un amigo que sí debutó en verlos esa noche, por lo que, y como siempre pasa, todo depende del oído con el que se escuche.
Ahora bien, yo sostengo hasta el extremo y tengo mis serias dudas, en que la banda fuese a cumplir con el titulo de la gira. NO me pareció una despedida como nos merecemos, tanto para los fans así como para los músicos.
La ceremonia comenzó 21:30 cuando se oscurece el escenario, sus alrededores y donde una voz menciona la frase ya clásica de presentación de la banda, para luego dar inicio a una serie de explosiones de fuegos artificiales, caída de la tela que cubre el escenario y la aparición de los músicos que descienden desde las alturas en sus respectivas plataformas para empezar tocando “Detroit rock city”. Un clásico también el hecho que el público local comienza a corear el solo de Thayer. Sin respiro se dió paso a “Shout it out loud”.
“No hablo en español muy bien, pero comprendo sus sentimientos y mi corazón es suyo”, exclamó Stanley en una nueva oportunidad en Argentina (ya se la escuché decir tres veces en conciertos anteriores). La tarea de arengar al publico pasó luego a manos (y boca) de Simmons, donde en temas como “Deuce” y “War machine”, el demonio desplegó toda su locura para ganarse al público. Luego la excitante “Heaven’s on fire” fue una excusa ideal para hacer que el publico cante y coree las letras de la canción.
Con un clásico como “I love it loud”, el bajista realizó uno de sus célebres actos: escupir fuego sobre las llamas de una espada. Con temas como “Say yeah” y “Cold gin”, se pasó luego al segmento donde Tommy desplegó su virtuosismo con las seis cuerdas.
“¡Vamos a cantar”!, invitó el Chico Estrella. Entonces, el cuarteto nos regaló la soberbia “Lick it up”, con guiños a “Won’t get fooled again” de The Who incluidos. “Calling Dr. Love” siguió levantando la temperatura, al igual que “Tears are falling”, y “Psycho circus”. Eric Singer demostró toda su destreza en la batería de doble bombo.
Nuevamente “El Demonio” se paró firme ante los espectadores y como centro de atención comenzó su teatro de emanar sangre de su boca, siendo una actuación tan bizarra como efectiva. Con sus labios aún “ensangrentados”, el bajista arremetió con la furibunda “God of thunder” con frases como “Soy el Señor de las Tierras Ásperas. Un hombre de acero de la era moderna. Reúno oscuridad para complacerme y ordeno que te arrodilles…”, gritó a sus seguidores desde lo alto de una plataforma.
Ya para el final nos dejaron una seguidilla de clásicos con temas como “Love gun” y “I was made for loving you”, oportunidad en la que Stanley se trasladó –por medio de una tirolesa– desde el escenario principal hasta otro más pequeño ubicado en el centro del campo de polo. A su vuelta al escenario principal, tocaron “Black diamond” y se fueron por unos instantes, momento en que el público comenzó a corear a modo de bises, ante lo cual la banda reapreció y se encadenaron dos joyas del disco Destroyer: la bellísima “Beth” (interpretada por Singer) y la muy bonita y romántica “Do you love me?”.
El cierre fue, por supuesto, con el hiper mega clásico “Rock ‘n’ roll all nite”, cuando se desencadenó una fiesta colectiva donde no faltaron lluvia de papelitos, serpentinas, humo, llamaradas y explosiones varias. Para el final del tema y del show, en las tres pantallas gigantes (ubicadas al fondo y a los laterales del escenario) apareció un mensaje: “Kiss love you, Buenos Aires”.
¿Será entonces End Of The Road World Tour efectivamente el cierre de la extensa carrera del cuarteto? Yo dudo seriamente, dado que, por ejemplo, ninguno de los carismáticos miembros oficiales se despidieron de su público. Terminó el show, explotó todo y ellos ya no estaban sobre el escenario. Y no da, para cerrar una exitosa carrera, terminar con una frase en un ppt sobre la pantalla. Sobre este punto tampoco la banda ha dado una respuesta a dicho interrogante.
De todas formas, lo que sí podemos confirmar es que la banda está intacta. Son una máquina sonora que combina excentricidad, glamour y fantasía. Sus conciertos son una obra teatral llevada adelante con la mayor meticulosidad, sin lugar para las improvisaciones. Este último recital de Buenos Aires, fue casi idéntico al que yo pude ver en el año 2009, así como el que dieron en 2015, variando tan sólo el tema de arranque, su final, y los temas que interagron el set list.
A su vez, asumamos que Kiss no estará para siempre, sobre todo por el hecho que sus principales figuras tienen uno 70 y el otro 72 años, pero el viejo rock ‘n’ roll los sigue llenando de vida, vistiéndolos para matar y sonar tan calientes como el infierno mismo. Por lo que entonces, los testigos de hasta ahora esta última noche de rock, vimos cómo 50 años de carrera parecen no hacer claudicar a sujetos que siguen dando todo sobre las tablas hasta ese instante en que se queden sin aliento.
Tomás Cámara