Buenos días, aquí el abuelo Ramón con más historias y batallitas de sus tiempos mozos. La lozana y bravía juventud de hoy día poco conoce de pretéritas épocas en las que no había internet, no había móviles, no había MTV, no había videos (ni promocionales ni en vivo). Y TAMPOCO HABÍA DEMOCRACIA NI LIBERTAD. Lo que había era rockeros mudos, inmóviles, que a veces te miraban desde las portadas de sus discos. ¿Y por qué a veces?
Es que muchas portadas no incluían fotos de los grupos, sino hermosas obras de arte (y algún que otro adefesio); y también desgraciadamente alguna imagen que debería dar vergüenza a todos quienes consintieron en que se publicase. Ejemplo: la imagen de la entonces modelo y luego actriz, Lisanne Frank, quien entonces tenía sólo 15 años, intentando borrar con papel higiénico lo que se sugiere sería su nombre y teléfono, de la pared de un lavabo de hombres, temiendo ser violada por quien se supone entra al lavabo en ese momento. El disco es de Foreigner, se llama Head Games y me gusta; pero me niego a tenerlo. En mi opinión todo no vale.
Pero vuelvo al tema. En 1977 era casi imposible ver ni una sola imagen en video o película de una banda de rock tocando. En el Uruguay de entonces, y previa censura que cortó minutos y minutos de cinta, sólo se mal disponía de “The Song Remains The Same” de Led Zeppelin y la película de Woodstock. Estos largometrajes se programaban (de vez en cuando) en algún cine de barrio como el Liberty, y cuentan que no era nada raro encontrarte con una razzia a la salida.
Poco después llegaría la película de “Genesis in Concert” y “The Last Waltz”, concierto despedida de The Band con múltiples y famosos invitados. Pero nada más que yo recuerde. Bueno, una más: “ABBA The Show”. Por ello es que Deep Purple, Jethro Tull, Van Halen, Black Sabbath, para mí eran mudos. A veces me daba gana de hablarle a las portadas y preguntarles: “¿De verdad eres tú quién toca? Es que jamás te veo moverte.
Los tocadiscos tenían cuatro velocidades, sí señor, y no dos como ahora: 16 – 33 – 45 y 78 rpm. ¿No os lo creéis? Mirad…
Y las canciones se aprendían directamente de los discos; de oído. Y sí, a veces poniendo el disco en 16 rpm para poder robarle algo a un veloz guitarrista como Alvin Lee. Pasando horas y horas frente al tocadiscos. Nada de tutoriales. ¿Qué es eso?
Y fue justo por esa época, mientras intentaba empaparme de rock, que Ella apareció en mi vida. Pelirroja. También muda. Se sabía hermosa, y por ello te dejaba que le mirases.
Y yo la miraba embobado, con mis 12 ó 13 añitos. La miraba a veces hasta media hora, sin decirle nada; y ella tampoco me decía nada. Sólo me dejaba que le mirase; cosa que yo agradecía.
Yo iba al liceo en Mercedes esquina Julio Herrera y Obes. Ese primer año, éramos una clase de 40: 36 varones y 4 chicas. Las posibilidades de conseguir novia en la clase eran 4/36 lo que es lo mismo decir que una en nueve. Un poquito más que un 10%. Un 11,1% exactamente. Para un chico retraído, muy tímido, muy hacia adentro y con mínima iniciativa como era yo, tener novia en ese contexto era absolutamente imposible. De hecho, tardé aún 12 años más en tener mi primera novia; con lo cual no puedo culpabilizar exclusivamente a ese magro 11,1% de posibilidades que yo tenía. Pero esto es otro tema.
Yo vivía en Mercedes esquina Yaguarón, por lo que el camino natural de regreso a casa era simplemente caminar en línea recta por Mercedes hasta llegar a casa. Pero no; varios días a la semana me dirigía hacia 18 esquina Paraguay, donde mi Novia pelirroja, muda y generosa me esperaba; para permitirme que la mirase. En vacaciones, a veces salía un rato antes de comer para ir a mirarla, y luego volvía a casa; con el corazón pesándome un poquito menos. Gracias a Ella.
Pero las historias de amor no siempre acaban bien. Y llegó el día en que acudí puntual a mi cita y Ella ya no estaba. Se había ido para jamás regresar. Nunca la volví a ver. Pero hasta en eso Ella fue buena conmigo. Me hizo pensar en que tal vez tenía yo que cambiar mi óptica y buscarme una novia que al menos pudiese hablarme; y yo pudiese tocarla. Ya lo he dicho, eso me costó más de una década adicional, pero al final lo logré.
Os la presento. Se llama Ibanez Artist 2640 Double Neck.
Ya veis. Mi primera novia no fue una chica; es que el 11,1% es muy puñetero, el jodido.
Allá por 1993, ya muy felizmente casado con Paula, volví a saber sobre mi Novia pelirroja. Quien sabía de ella era Tabaré Porfirio, de Antigua Casa Beethoven. Me contó que, con la ruptura de la tablita y el derrumbe económico del Uruguay (que co ayudó a que la dictadura se convirtiese en insostenible), Palacio de la Música no logró venderla.
Que la guitarra había dado vueltas por cuanto vendedor hubiese por Montevideo (incluido él mismo); sin que nadie jamás pudiese venderla. Que creía que al final la habían llevado a Buenos Aires y la habían vendido allá.
Yo me quedé contento y con sensación de paz. Mi corazón hacía tiempo que estaba en orden gracias a Paula, y mi Chica pelirroja estaría en brazos de alguien que le querría bien y cuidaría de Ella. Porque dudo muchísimo que quien se gasta el dinero en una guitarra de este tipo, se ponga a hacer de Pete Townshend o Jimi Hendrix y la destroce contra el suelo o le prenda fuego. Pues por aquí lo dejo. Que hoy os he dado la lata doble, por el precio de una.
P.D. La música la sigo escuchando en vinilo. Es que si la escucho en CD, las bandas además de inmóviles serían invisibles; ¡¡¡y en fichero Mp3 ni hablemos!!! Equipo que gana no hace cambios; y por eso todo el mundo se sabe de memoria la alineación del equipo campeón. ¡¡¡¡¡Es tan viejo como el fútbol mismo!!!!!
Ramón Aloguín