Hace unos días atrás pasé a la noche bajo el Viaducto del Paso Molino y le contaba a mi compañera mis andanzas por esa zona y otras de la ciudad, pegando afiches. Hoy los shows se publicitan mayoritariamente a través de las redes, afiches full color que pregonan el evento en sí, con 10.000 «Me Gusta», «Asistiré», «Me interesa» y que terminan convocando a 40 personas. Es un poco la lógica ilógica de estos tiempos, antes y durante la pandemia. Los que venimos de antes usábamos otra metodología, sí más artesanal y acorde a nuestra experiencia y medios.
Una vez que se conseguía una fecha (no había tantos sitios donde tocar) comenzaba todo un trabajo de promoción de la misma que incluía varias cosas, a saber: El Lugar: Usualmente cuando se conseguía un sitio, bar, local o club que permitía recitales, TODOS armábamos ahí nuestras fechas, al menos hasta que algún problema nos vetaba poder hacer más nada ahí. En un tiempo fueron Arteartro, Perdidos, Club Durazno, Club Yaguarón, La Comuna, Café Arbat, La sede de la UJC, La Casona de La Paz,y algunos otros lugares donde podíamos armar shows por unos meses.
Promo: Una vez confirmada la fecha, el día y las bandas, se armaba un afiche para promocionarla y a partir del mismo hacíamos cientos de fotocopias del mismo a modo de flyers, para entregar en los recitales que hubiese antes del show en sí. Ir a la puerta de shows y entregar en mano a cada concurrente un flyer era un clásico de cada fin de semana y de cada show. De igual manera uno también recibía flyers de otros shows, de fanzines, de los incipientes sellos independientes y sus lanzamientos. Esas noches volvías con los bolsillos llenos de información y de eventos que próximamente ocurrirían. Y en ese entregar y recibir flyers, conocías a bandas y a mucha gente nueva también, con quienes charlabas, te pasabas números de teléfono (fijos) y así se fue gestando ese nexo que tantos años después nos hace reconocernos como cercanos, en el sentido que muchos fuimos partícipes de lo mismo y nos movía esa misma pasión.
Al no haber tantos shows ni lugares, ese espacio entre fecha y fecha ayudaba a darle importancia a cada una de ellas. Se enviaba a los pocos programas de radio que en ese entonces pasaban la info, una gacetilla mínima, con los detalles del recital. Los flyers y el boca a boca hacían su parte y lograban que el público afín, supiese de antemano sobre el evento; también en otros shows muchas veces se informaba sobre nuevas fechas.
Si era una fecha importante, quizás con bandas extranjeras o si se tenía algo de dinero, se realizaban en imprenta afiches tamaño sábana, 500 creo que era la cantidad mínima, en la imprenta del Movimiento 26 de Marzo, en La Aguada. Todos nos pasábamos esos piques de dónde hacer cosas así, el precio era bueno y los afiches quedaban bien. Para afiches así, de ese tamaño, solíamos buscar sponsors que nos ayudasen con algunos pesos para que la impresión obviamente nos doliese menos.
Coutinho, Metal, Music Center, Ottado y Garrido, y seguro alguno más que escapa a mi memoria, siempre apoyaron nuestra desvergüenza de caerles de la nada como paracaidistas a pedirles dinero, siendo adolescentes en muchos casos y sin conocernos. A todos ellos y a quienes olvido, desde esta página, mi agradecimiento.
Una vez con esos 500 afiches tamaño sábana en nuestras manos, había que salir a pegarlos en sitios estratégicos de la ciudad: Paso Molino, Centro, dejar en casas de música, salas de ensayo. Para ese fin se armaban cuadrillas de dos a más personas para salir en la noche y empapelar esos lugares y muchos otros. Algunos en auto si lo tenían, en el caso de mis amigos y mío, a pie. Mi recorrido aproximadamente era: Lezica, Colón, Paso Molino y caminar hasta la Biblioteca Nacional, pegando en el camino obviamente; ahí el cuidador nos dejaba recargar nuestro tacho con agua para armar el pegamento que utilizábamos: 1 kg. de harina + soda cáustica + agua. Teníamos dos o tres canillas que en ese recorrido podíamos usar y las teníamos ciertamente ubicadas.
De ahí ya seguíamos pegando más y más afiches, en lucha sorda con quienes pegaban los afiches de cursos de portugués, quienes tenían más práctica que nosotros en la tarea, y a veces tapaban lo que hacía minutos habíamos pegado. Eso llevó a algunas amenazas veladas de una próxima venganza y nosotros taparles su cartelería, jajaja.
Pasábamos buena parte de la madrugada pegando afiches, charlando, haciendo alguna parada para tomar una cerveza y ante todo divirtiéndonos haciendo lo que nos gustaba hacer. No tengo idea de cuántos flyers fotocopié, recorté en casa regla en mano, cuántos entregué en muchísimos recitales, cuántos tachos de engrudo para pegar preparé, cuántos kilómetros caminé pegando afiches; sí sé que esas noches fueron todas muy divertidas, de charlas, amistad y mucha bohemia. Y sé que era un gusto al día siguiente pasar por donde anduvimos y ver invictos (a veces no) nuestros afiches informando, a quien quisiera leerlos, de nuestros recitales y nuestras actividades. No a todos, pero sí a muchos de esos flyers y afiches los conservo con mucho cariño.
En algún sitio leí que la pasión no es una moda. No puedo estar más de acuerdo.
Leo Peirano