¡La putísima madre que te re contra mil parió! ¿Cómo carajo le vas a decir “Feliz cumple” a un tipo que llegó a las 5 décadas? Es una broma de pésimo gusto. En todo caso, con un mínimo de sentido común, me tendrías que manifestar: “Lo lamento mucho. Te acompaño en el sentimiento”. Después de los treinta años, cada “aniversario” de tu natalicio no es un privilegio, es una condena, un cruel castigo. Una maldición que te convierte en un coleccionista de decepciones, catador de toda la gama de dolores.
¿Sabiduría? ¡Las pelotas! Otra mentira que te inyectaron a presión a modo de consuelo. Justamente, el mayor error es confundir rutina con experiencia. Ninguna situación que se te pueda presentar es similar a otra. Es imposible lavar tus manos dos veces en el mismo río. Por ende, los conceptos de mundología y veteranía se caen, cual castillo de naipes en mesa sin regatón.
Más aún, no todos los que soplan 50 velas logran comprender que esas cartas siempre estuvieron marcadas. En esta barbacoa con vista a una piscina sin mantenimiento, nadie juega limpio. En un suspiro te roban la juventud al mismo tiempo que hipotecan tu vejez. Seguimos siendo testigos protegidos de una manipulación mediática sin precedentes, mientras nos acomodamos el barbijo al tono. Hemos sido estafados a lo largo de la historia y la mayoría ni siquiera se ha enterado. ¿Cuántos años más necesitás para descubrir que todo es una farsa? Antes de pretender que un viejo pelotudo festeje su cumpleaños, hacete cargo de la parte que te corresponde.
Hugo Gutiérrez