2025 ya es historia y muchos de los discos que me acompañaron este año son también historia, una historia siempre accesible para todo aquel curioso de escuchar, de tomarse el tiempo para investigar, una historia que abre infinitas puertas a infinitos mundos sonoros. Como en cada una de mis listas anuales hay viejos lobos conocidos, músicos que van dejando la carga de ser promesas y por supuesto nuevos descubrimientos. Seguramente (es un hecho) que en este resumen de mis favoritos del año no encontraran fenómenos masivos, cosa que no es a propósito, pero la verdad, a medida que pasan los años el mainstream se ha transformado en un monstruo segregador de vejetes como yo, y para serles sincero, puedo vivir perfectamente en el nicho que se me asigne.
No sé si se enteraron, pero el artista más escuchado en el mundo es Bad Bunny, así que si esa es la tendencia que marca la mayoría, déjenme en la mía. Hasta ahora mi conejo favorito sigue siendo Bugs Bunny. “Eso es todo amigos” tiene más melodía y creatividad que toda la discografía del amigo Bad Bunny. En fin… aquí están mis veinte favoritos y debajo una playlist con mis 30 canciones favoritas, esas que no pararon de sonar ni lo harán, aunque cambie el calendario. Feliz año queridos lectores… ¿Hay alguien ahí?
1 – Hallelujah The Hills / Deck: Clubs / Spades / Hearts / Diamonds

No recuerdo discos cuádruples de material original en la historia del rock. El Salmón de Andrés Calamaro consistía de cinco discos, record de derroche de creatividad de un saque. Si puedo enumerar irregulares discos triples, Sandinista de los Clash, Emancipation de Prince y obras monumentales como All Things Must Pass de George Harrison; desastres totales como el Triplicate de Dylan y hasta justamente este año el aceptable Twilight Override de Jeff Tweedy. Déjenme decirles que cuatro discos es una total anomalía y más en estos tiempos, aunque la verdad, creo que es justamente en estos tiempos donde los músicos pueden hacer lo que se les cante la gana sin que los ejecutivos de las discográficas entren en cólera.
Vaya a saber qué le pasó por la cabeza a Ryan Walsh, líder del combo bostoniano, para entregarse a tan maratónica tarea compositiva, pero lo que sí es un hecho es que el resultado deja pasmado a cualquiera, ya que estos cuatro discos son de una calidad artística que asusta. Sí, obvio, hay algunas canciones que sobran, cada uno tendrá su disco favorito… ¡¡¡¡pero son cuatro discos de una!!!!
Tres años de trabajo, su anterior disco es el muy recomendable (I’m You) de 2019. En este Deck no hay un concepto, ni una historia que contar. La banda presentó los discos como si se tratara de un juego de cartas: 52 canciones + 2 Jokers (o sea dos canciones instrumentales). Tampoco hay conexión entre un disco y otro, y como un juego azaroso de cartas, uno puede entrar a los discos por donde más les parezca y hasta armarse su propio mazo de canciones. Hay quizás un agrupamiento de las canciones por su ADN sonoro, pero no es una cosa determinante, así se podría decir que en Clubs están las más rockeras y que en Hearts están las que tiran más para el lado del (justamente) corazón.
El sonido dominante es el de un indy rock noventero pero que se abre a recibir influencias de diferentes lugares; hay folk, espacio para la experimentación y hasta pop de cámara. Si hay que buscar una banda similar se me viene rápidamente los Pavement más elegantes, o sea los del Terror Twilight. Hay invitados, entre los que destacan Craig Finn, Ezra Furman y por sobretodo hay un menú de canciones para elegir que parece interminable: ¿Mis favoritas? Sólo por nombrar unas pocas “Uncunny valley”, “Crush all night”, “My past is your futurism” y la adrenalítica “The feeling is mine” con una tal Bong Wish al frente que hace que los minutos dupliquen su duración.
Por supuesto que el mundo musical no se enteró de la proeza de estos bostonianos, pero por suerte ustedes cuentan con un listillo como su servidor que les grita desde estas crónicas de fin de año: VAYAN YA A BUSCAR ESTOS DISCOS, y seguramente se transformen en la banda de sonido del verano y, porqué no, la de toda su vida.
2 – Art d’Ecco / Serene Demon

Salen disparados los primeros segundos de “True believer” y el cerebro intenta rápidamente categorizar y asimilar a lo que se está enfrentado. ¿Es una mujer o un hombre el que canta? ¿Kylie Minogue? Sigue “Cooler than this” con esos toques ochenteros, el falsete y ese bajo que hace contornear la cabeza y otra vez la pregunta ¿Quién diablos canta? Parece una cuestión de antaño, pero al cerebro no se le dicta qué pensar, él como que tiene sus propias formas.
OK, basta de diálogos estúpidos entre yo y mi yo, y a disfrutar de este disco (el cuarto) de este canadiense que se aprendió de memoria el androginismo de Bowie, la elegancia de Bryan Ferry y toda la discografía de la new wave ochentera. Es la tercera canción “Survival of the fittest” y ya se está ante un disco que deja una marca en los sentidos de los que escuchan, tres tiros tres aciertos… otra vez los benditos ochentas y hasta Technotronic entran en este bólido popero. Ya sobre el final cae “Honeycomb” y clavamos el calendario en el The Game de Queen, ante su propia “Crazy little thing called love”.
En casi todo el disco el hombre que se esconde detrás del apodo nos deleita con un falsete y unas impostaciones femeninas dejando poco espacio a su voz masculina, pero que ante el resultado, ¿a quién verdaderamente le importa?
La banda de acompañamiento suena ajustada y relajada. Funk, soul, dance, disco, pop, vientos a propulsión rítmica de discoteca… si este disco hubiese salido en los ochenta le hubiera disputado los primeros puestos de los rankings a las vacas sagradas de la década.
3 – Robert Forster / Strawberries

Basta leer el título de su nuevo disco para darse cuenta inmediatamente como está la vida del australiano. Dulce, obviamente, luego de atravesar la dura enfermedad de su esposa Karin Bäumler de la que dejó constancia en el excelente “The Candle And The Flame” mi disco favorito del 2023.
Esta vez el tono en general es el de una melancolía amable y de recordar los buenos viejos tiempos, pero con luz, mucha luz. La crónica de los amantes en “Breakfast on the train” se disfruta hasta sin música. Otra de las canciones que se leen es la calmada y reflexiva “Such a shame” (“Mi agente me decía que yo le daba a mi público las mierdas (You give the people the shits) / porque no puedes ser como cualquier otro y tocar los éxitos (Play the hits) / Esa es una buena pregunta que todavía es un misterio para mí / pero he llegado a asumirlo positivamente como mi destino”). Celebra su amor junto a su esposa haciendo un dueto en la canción titular en los que reconocen que les “tomó tiempo volver del filo de la navaja”. El cierre con la experimentación psicodélica de “Diamonds” contiene un nada disimulado guiño al “For what’s it’s worth” de los Buffalo Springfield.
Con más de cuarenta años de carrera ya sea co piloteando a los Go Betweens o con su carrera solista, este hombre no conoce lo que es un mal disco. Son sólo ocho canciones que pasan demasiado rápido y es necesario acudir al repeat.
4 – Automatic / Is It Now?

Tercer disco para las angelinas cultoras de ese synth-punk espacial del que es difícil no volverse adicto. Suicide, Jesus & Mary Chain y los Velvet más aterciopelados licuados para sonar en una disco setentera. Sí, esa en donde la música disco manda. Es un paseo sonoro por la música de los ochentas, pero con un hilo invisible que las une con el trip hop y drum & bass noventero.
Arrancan su nuevo LP con “Black box” tirando un puente imaginario entre Los Ángeles y la Alemania kraut-rock dominada por Neu! El bajo y una batería viajera llevan la marcha mientras unas oleadas de sintetizador te acarician el cuerpo, y es así en esta onda como va a transcurrir el recorrido por todo el disco. Hay también conexiones con los New Order (“Mercury”, “PlayBoi”), Kraftwerk (“Country song”), Joy Division (“Don’t wanna dance”) Blondie (“Smog summer”).
“Mq9” y el tema titular son canciones que sonarían en una disco regenteada por David Lynch, lugar en que las chicas serian cartel permanente hasta el fin de los tiempos.
5 – Ezra Furman / Goodbye Small Head

Les tengo que ser franco, no conectaba nunca con Furman, su viaje freak dylanenano (una especie de Bright Eyes más popero) de sus comienzos no me llegaba (aunque hoy tengo que confesar un repaso a su carrera que puso las cosas en su lugar) pero en este disco operó la magia y finalmente me rendí. Claro, en este último trabajo amplió descaradamente sus límites sonoros y sus composiciones se llenaron de pop electrónico, cuerdas, ecos Lennonianos y hasta se pueden mapear a los Mercury Rev.
“You mustn’t show weakness” (No debes mostrar debilidad) es una cruda crítica a la falsa perfección promovida principalmente por las redes que afectan la psiquis de los más débiles y desamparados emocionalmente. “Sueña mejor / Sueña en grande conmigo” canta en la urgente “A world of love and care”, el mejor momento del disco en donde una columna de cuerdas sostiene la cordura de Furman. Al final tiende un puente con sus comienzos artísticos en “I need the angel”, original de Alex Walton.
Goodbye Small Head es el resultado del proceso de sanación de un alma torturada, es un borrón y cuenta nueva que seguramente lo llevara por mas inspirados momentos artísticos.
6 – David Lowery / Fathers, Sons And Brothers

En vez de sentarse y escribir su autobiografía en toda la regla, o sea editando un libro, Lowery tomó un camino un poco más osado y decidió recorrer su vida en 28 canciones en donde el folk rock mediotempero domina y lo hace de manera tan excepcional que su historia funciona con o sin música.
Obviamente que un tono de melancolía y nostalgia envuelve cada una de las canciones del disco. Los recuerdos empiezan a tomar forma, desde el niño que se maravilla ante el grotesco espectáculo de una corrida de toros y le pregunta totalmente asombrado a su padre “si realmente mataron al toro” (“Plaza de toros”), una hilarante historia adolescente en Disneylandia que incluye vodka y hongos alucinógenos (“Disneyland jail”) y el conmovedor momento de abandonar el hogar paterno (“Mom, I’m living the life”).
Cuando la música entra en la vida de Lowery las cosas se ponen realmente interesantes: “I wrote a song called take the skinheads bowling” que trata justamente de eso, de su primer éxito como compositor y el comienzo de su primera banda Camper Van Beethoven y su final, lo tenemos en “We hate you”. Cuando conoce a Johnny Hickman (con un ojo negro por un malentendido con respecto a un cambio) y crean los magníficos Cracker (“Leaving key member clause”) y el ascenso a los charts de la mano de “Low” y “Get off this” y la rápida caída de la banda (a nivel ventas masivas) y sus enseñanzas en “It don´t last long” (“disfrútalo mientras dure, porque no va durar mucho, resuena una y otra vez en la cabeza”).
También nos cuenta sobre su familia, amigos, sus logros académicos y sus éxitos y fracasos maritales (los momentos en que de verdad Lowery nos estruja el corazón exponiendo sus más sentidos sentimientos) en un disco que al finalizar nos deja la sensación de haber asistido a la representación de una gran vida que perfectamente puede convertirse en una película.
7 – Night Shop / The Beloved Returns

Night Shop es el proyecto paralelo del baterista Justin Sullivan, quien cumple funciones en Flat Worms, con Kevin Morby. Si ninguno de estos nombres te suena, no hay problema, porque no es necesario escudriñar su curriculum para disfrutar de este disco.
En este tercer trabajo se percibe que llegó a lo más alto de su carrera, esta vez a base de post-punk y algunos tintes de la new wave más cerebral, combinado con su corazón indie. El bajo y la batería marcan el ritmo en las mejores canciones del lote (como la titular) e invitan a un constante movimiento corporal. Hay también un guiño al muro guitarrero de la juventud sónica para agregar contundencia.
El lado más luminoso de los Cure (¡¡¡si algo como eso existe!!!) se pasea por todo el disco, pero es en la base de “Once bitten, twice bored” donde más se nota o como sonaría Joy Division si Ian Curtis no se hubiera colgado y fuera un tipo feliz de la vida.
8 – The Adventures / Once More With Feeling

Para todos aquellos que la canción “Feel the raindrops“ los ha acompañado, como a mí, desde el día de su publicación (1985), es una verdadera celebración el retorno de los irlandeses The Adventures luego de más de 30 años de silencio. Brecha de años que se sella en un segundo cuando sale disparada la trotona “My imaginary friend” y comprobamos que su sonido popero está intacto.
La banda suena actual y revigorizada; claro, es muy fácil para ellos, que siempre hicieron música atemporal sin anclaje en ninguna década. Los Beatles fueron siempre referencia, así como también el folk rock y la melancolía británica.
Cada una de las canciones está artesanalmente construida en honor a una melodía que logra memorables estribillos (“With the cats”, “When the sun goes down”, “Down by the water”).
Si hay algo que agradecerle al puto COVID fue que durante el encierro Pat Gribben comenzó a escribir canciones con la banda en mente, y la rockabillera “The hanging tree” fue la primera que salió para que los aventureros tengan nueva vida en el siglo XXI.
9 – Big Special / National Average

Luego del bombazo que significó su debut del año pasado, Postindustrial Hometown Blues, el dúo más animal de los últimos tiempos no se tomó ni un día libre para disfrutar de los laureles, y ya tenemos continuación a su obra prima.
El sonido es el mismo: sonido crudo y agresivo, con unos bajos más graves que los graves, una bata marcial de Callum Moloney y la especie de rapeo de Joe Hicklin al frente… Spoken word le dicen sus colegas anglos. Obviamente sigue presente ese punk industrial de clase obrera que gobierna con anárquica mano.
Los tipos están rabiosos y se les nota aun cuando bajan un poco los decibeles imaginándonos como sonaría Beck si hubiera nacido en las islas britanicas (“Hug a bastard”, “Judas song”). Jack White es invocado en “Get back safe”, canción que es mejor que todo el último disco del americano. En “Domestic bliss” nos muestran lo que ellos entienden como música disco.
El lado más apestoso de la sociedad de consumo es escupido en la brutal “Shop music” con un coro que parece salido de las entrañas del Bronx setentero. (“Venderemos tu mierda / venderemos tu mierda / (…) / y después que vendamos tu mierda / venderemos más mierda /Danos tu remera / nos la pondremos si primero arreglamos la tarifa”).
Los Big Special siguen siendo tan sólo dos simples tipos, pero suenan como un verdadero batallón proveniente de las entrañas de Inglaterra… digo, del infierno.
10 – The Saints / Long March Through The Jazz Age

King Of The Sun (2012) sigue siendo, a mi entender, uno de los grandes discos de este siglo, muy lejos de aquel grito fundacional del punk (I’m) Stranded con un sonido más volcado hacia el lado del rock más tradicionalista australiano, folk rock, americana y hasta new wave que la banda (él) tomó luego de la partida de Ed Kuepper.
Bailey lamentablemente falleció en 2022, pero hace años, más precisamente en 2018, había grabado esa esperada y demorada continuación al rey solar la cual hoy nos llega a todos los ansiosos santitos luego de ser completada unos años atrás.
La majestuosa “Empires (Sometimes we fall)” abre el camino exactamente en donde lo dejamos con el King Of The Sun, y es así como transitara un folk rock trotón al que se le hace difícil ponerle resistencia. Todas las melodías que hicieron aquel disco gigantesco están presentes aquí. “Break away” se puede sumar sin problemas a las favoritas del cancionero santo.
En la foto de portada se ve a un cowboy marchando hacia la luz, hacia un lugar desconocido, dejando la oscuridad detrás, oscuridad que por suerte no se va a tragar el gran legado discográfico que dejó Chris Bailey para que nosotros, los mortales, lo disfrutemos hasta que nosotros mismos partamos hacia la misma luz que el cowboy se está dirigiendo. “Will you still be there” (“¿Estarán por ahí?”) nos pregunta a modo de despedida. Por supuesto que sí, amigo, siempre.
11 – Garrett T. Capps / Life is strange

Desde el 2016 que el hombre de San Antonio, Texas, viene entregando prácticamente un disco por año, pero desde el In The Shadows (Again) de 2018 que no entregaba una colección de canciones tan inspirada como ésta. Un poco más country y rockero que en otras oportunidades, pero con su sello de americana cósmica todavía pegado bien al frente.
La canción titular es una celebración para gritar con los pulmones inflamados y “Floating” y “I’m afraid to go outside” servirían de banda sonora para atravesar el estado tejano brindándole nuestros respetos a Doug Sham.
“Feliz cumpleaños, todos vamos a morir” canta el amigo Garrett en “Happy birthday” y no lo hace en tono mortuorio sino en una estampida de cow-punk más desafiante que derrotada.
Se despacha con una inspiradísima versión de “Time ain’t nuthin” de los Green On Red que continúa retumbando en los oídos horas después de haber sido escuchada.
12 – The Loft / Everything Changes Everything Stays The Same

The Loft grabaron un par de singles a mitad de los ochenta para el sello Creation y desaparecieron. Su líder Peter Astor formó inmediatamente los muy recomendables Weather Prophets y luego de tres discos se embarcó en su carrera como solitario, dejando a The Loft como tan sólo un pie de página en la historia del rock… hasta ahora…
Después de cuarenta años, este año vio la luz, al fin, su disco debut. Vaya a saber cuáles fueron las motivaciones de Astor para la reunión, pero nosotros festejamos, ya que ante nuestros oídos se suceden una y otra canción de indie rock con un pie en los Byrds y otro en el post-punk.
Por ahí suena un fraseo Reediano (“Teen years”), una posible canción perdida de los Go Betweens (“This machine”) por allá resuenan ecos de los Kinks (“Do the shut up”). Un disco que viaja en una gran nube melodiosa que, sin sobresaltos, nos masajean los sentidos. Nos parece estar ante la mejor versión de Luna en “Greensward days”, la presencia fantasmal de Tom Verlaine aparece una y otra vez. Si los Wilco son parte de tu alimentación diaria, entonces tendrías que sumar “Killer” a tu dieta. Sí, son ingleses, pero para ellos no existe océano entre Europa y América, para ellos el mundo del rock and roll habita en Pangea.
13 – Richard Davies & The Dissidents / High Times & Misdemeanours

El señor Davies tiene un largo recorrido en las islas británicas desde principios de los noventa como acompañante de bandas que responden a los nombres de Tiny Monroe y The Snakes. Hace un par de años decidió pasar al frente junto a una banda que eligió llamar The Dissidents.
Este segundo disco transita por las calles del mejor rock americano con algunos tintes del malditismo de Johnny Thunders. Las pocas concesiones a su tierra natal se dan en “Human on the inside” donde imaginamos un dúo entre Elvis Costello y Graham Parker. Aunque también se podría decir que “Age of the plade” la podría haber firmado su paisano Niki Sudden (otro british con corazón americano).
En “Soldiers of fortune” amaga con arrancar con “London calling” para enseguida descansarse en las sonoridades de Tom Petty (hay una inspiradísima versión de su “Lover of the bayou”). Le decimos hola a Elliot Murphy en “Born to drown” aunque quizás el norteamericano nunca haya escuchado esta canción.
Cierra el disco una versión del clásico de Grass Roots “Let’s live for today”, la cual trajo a mi memoria la soberbia versión que se mandaron a principios de los ochenta The Lords Of The New Church.
14 – Billy Nomates / Metalhorse

Detrás del seudónimo Billy Nomates encontramos a la británica Tor Maries, quien en este 2025 entregó en su tercer LP, su obra más concisa y placentera. Si bien sigue descansándose en los sonidos del synth-pop de sus comienzos, esta vez su abanico musical se abrió abruptamente hacia territorios más new waves y más abiertamente poperos en detrimento del sonido post punk. Que este sea un disco grabado con banda en un estudio es parte de la razón de ese cambio.
No es descabellado imaginar a Springsteen en “The test” y a las Bangles en su era dorada en “Plans”. El hombre de los Stranglers, Hugh Comwell, dice presente en la espectral “Dark horse friend”, la mejor parada del disco y de escucha obligatoria para todo fan de The National y de Interpol. Si los Fleetwood Mac se metieran en un estudio ahora, seguramente sonarían como lo hace Nomates en “Gas”.
Es historia repetida en el mundo artístico que cuando la vida se ensaña con ellos, los artistas le hacen frente a las adversidades creando maravillas para el resto de los mortales. Maries, cuando no tenía demasiado con la enfermedad de su padre y posterior muerte, le cae un diagnóstico de esclerosis múltiple que en vez de tirarla para abajo la envalentonó. “Finalmente puedo decir que tengo las cosas medianamente ordenadas / Ni siquiera el mismísimo Dios podría joderme”, canta en “Moon explodes”. ¡¡¡¡Así se habla, chica!!!!
15 – Peter Holsapple / The Face Of 68

El hombre de los DB’s y colaborador ocasional de los R.E.M. vuelve al ruedo con una prueba más de entereza artística. Don Dixon (R.E.M., Smithereens, entre otros) en los controles es una señal de calidad. Si bien el nombre de Peter estará asociado hacia sonidos del power-pop y del folk rock, esta vez su guitarra toma un derrotero más salvaje y mucho más roquero que antaño. Pero eso no quiere decir que se aparte de sus clásicos sonidos que se cuelan en la canción titular, un viaje directo a la banda que le dio un nombre en la música.
“That kind of guy” es una oda al coleccionismo musical en la que es difícil no verse reflejado. “My idea #49” se descansa en un poderoso riff guitarrero y que por momentos toma vuelos psicodélicos. “High high horse” suena como un tema perdido de Chuck Prophet. Se entrega a un folk rock rutero en “One for the books” mientras deja que la guitarra lleve el volante melódico y suena a sus adorados Kinks en “Fireflies”.
Es un verdadero placer escuchar a estos veteranos con tanto camino recorrido sonar tan inspirados y creativos a pesar del paso de los años. Obviamente no descubren nada nuevo ni intentan recuperar glorias pasadas, y ahí está la clave, el hacer música por el placer de la música.
16 – Sparks /Mad!

La primera canción del disco de los hermanos Mael se titula “Do things my own way” (Haciendo las cosas a mi manera), toda una tardía declaración de principios para una banda inclasificable con tintes bizarros que ha entregado estupendas canciones a lo largo de su extensa carrera.
Mezclar ópera con synth pop no parece ser una de las combinaciones más atractivas para el oído rockero, pero Sparks siempre se salen con la suya. Los hermanos andan pisando los 80 años cada uno y la verdad que eso no se nota para nada en el resultado final. No diría que suenan como unos jovenzuelos pirados con la new wave más estrafalaria, pero tampoco que son unos vejetes repitiendo fórmulas de antaño hasta el aburrimiento, y eso que llevan la friolera suma de más 50 años de carrera y 28 discos.
Prueban con un reggae mutante en “Running up a tab at the hotel for the fab”, le cantan a la autopista californiana I-405 pero no bajo el embrujo de un folk rock sino de una pieza inclasificable cargada de cuerdas y hasta campanillas que, aunque canten que la 405 rules, la hacen imaginar más como un camino pesadillesco que como un himno a la libertad. Los elogios esta vez (como en sus últimas entregas) se los llevan los medios tiempos envalenta–almas como “My devotion”, “Love have mercy”, y la arenga de “A little bit of light banter”.
17 – The Minus 5 / Oar On, Penelope!

El amigo Scott McCaughey dejó atrás su derrame cerebral de hace unos años y le da de lleno a la medicación más efectiva contra cualquier enfermedad: la guitarra.
Junto con sus viejos compinches, Peter Buck, Kurt Bolch, Linda Pitmon más el agregado esta vez de Debbie Peterson (Bangles) vuelve al ruedo una vez más con su sonido marca de la casa, lo que significa folk rock a puro guitarrazo limpio con vuelos byrdeanos.
Los discos de McCaughey tienen la característica que funcionan como un muestrario del mejor rock and roll y por los sonidos que desvelan a nuestro hombre. Por sus canciones pasan ecos de Tom Petty, Neil Young, garaje, power pop, psicodelia y hasta momentos de calma reflexión.
“La primera toma es la mejor / y no se puede revertir” canta en “We shall not be released” y es un credo que cumple a rajatabla. Producido por McCaughey y mezclado por Ed Stasium (Ramones, Talking Heads, Replacements, etc.) el disco cuenta también con la participación de Patterson Hood (Drive By Truckers) y el hijo de Jeff Tweddy (Spencer). No hay un momento en el álbum en que la cosa se tuerza y las canciones pasan en un suspiro dejando el corazón inflamado de felicidad.
18 – S. G. Goodman / Planting By The Signs

Tercer largo para la nativa de Kentucky y mejor colección de canciones hasta la fecha. Un disco marcado por las muertes de su mejor amigo y de su perro. El estado emocional de Goodman no es el adecuado para encarar las cosas básicas de la vida, pero sí da material suficiente para escribir canciones.
No hay tono mortuorio, pero sí una larga noche cósmica de americana, con algunas influencias del soul, y en el sonido se percibe un tratamiento a la Daniel Lanois, o sea mucho espacio para que los instrumentos se explayen a piacere. Goodman tiene una pluma exquisita y aparte de transformar imágenes de la vida común pueblerina en poesía, se despacha con versos como “El solitario es el único juego donde no necesitas la ayuda de nadie / Pero Dios, estás predestinado a perder si apuestas contra ti mismo” (“Solitarie”).
La PJ Harvey más climática y Cat Power son las primeras referencias que se vienen a la mente mientras trascurre el disco, así como también Kathryn Crutchfield (Waxahatchee). Bonnie “Prince” Billy es invitado en “Natures’s child” con una guitarra que entra cortando el silencio como desgarrando la piel. Lo mejor del disco está en la popera “Fire sign” con ese dejo a Fleetwood Mac, la balada rumiante “I’m in love” (quizás el más claro ejemplo del manual de producción Made in Lanois que hay en el disco).
19 – Yast / Premium

Sin darme cuenta, prácticamente agazapado esperando entre la tupida maleza de lanzamientos, siempre terminaba apareciendo en mis oídos el tercer disco de los suecos. Una y otra vez a lo largo del año mis oídos me indicaban el camino para volver a recorrer las canciones del álbum.
Digo sin darme cuenta porque no hay en ninguna de las canciones, una que claramente sobresalga del resto, todas se mueven en un indie-rock nocturno o vaya contraste demasiado luminoso. Un disco que se escucha como un todo dejando nada más que buenas sensaciones. Me hacen recordar a tantas bandas que me aburriría escribirlas, pero sólo por citar a una: Silver Jews (“Jones loves Denver” parece realmente una canción perdida de David Berman).
Como ese indie que hacen no tiene nacionalidad, muchas veces apuntan para las islas británicas, y en “Got a feeling” se nota un conocimiento de la carrera de Lloyd Cole, y si los Luna hubieran salido de Winsconsin, seguramente sonarían como lo hacen los suecos en “Chase the music”. Nueve canciones que vuelan en media hora y es imposible resistirse al repeat.
20 – Willie Nile / The Great Yellow Light

Tengo que confesar que, si Willie Nile saca disco nuevo, ese año tiene asegurado un lugar entre mis veinte favoritos. ¿Subjetividad? ¿Te lo tengo que poner por escrito? Ese privilegio (¿?) quizás no lo tenga casi ninguno de mis héroes musicales, a los que generalmente les pido más de lo que le pido al bueno de Willie. ¿Por qué? Porque Nile me entrega siempre lo que espero de él; aun sin ni siquiera escuchar un puto segundo ya es de seguro que me entre en el corazón. ¿Por qué? Porque me entrega la dosis que necesito del clásico rock and roll cuadrado y directo a los sentidos. Obviamente que hay veces que su conjunto de canciones llega al paraíso celestial (House Of a Thousand Guitars (2009) y Beautiful Wreck Of The World (1999), pero nunca, JAMÁS, falla.
A sus 77 años el hombre tiene la llave de la juventud eterna y los demuestra con los energéticos “Wild wild world”, “Electrify me”, en los medios tiempos infla pechos de la canción titular y en sus baladas al piano que traen la calma como “What color is love”. Entre las sorpresas hay una canción celta para ser entonada a altas horas de la madrugada en etílico estado: “An Irsih goodbye”, homenaje sónico a The Pogues, y la presencia de Steve Earle en “Wake up America”.
Seguramente este año este disco fue la banda de sonido de Lou Reed, de los cuatro Ramones y de tantos malogrados rockeros allá en la esquina eternidad.
Diego Rocha
