
…. «Y me mareo, me mareo, me mareo…
Me mareo. ¡Joder qué mareo!
Se acabó el sufrimiento
se acabó mi martirio
es el fin de mi exilio.
Qué exceso en Nueva York…
Voy mirando hacia el suelo
encontrando tesoros
ocultos ahí abajo… pero ahí abajo del todo…»
Hay cosas que no mueren de un día para el otro
Cosas que nunca están vivas
Nos engaña verlas brillar
en las tardes de sábado
Ese día
Ese puto día
A esa hora
Esa jodida hora
En que crees que alguien te arrancará del cemento de la rutina
De la ecuación
Bostezo, café, lagañas, ducha, ómnibus
Al caer el sol revolvés tu tristeza en el hielo de un whisky
Santiguándote antes de sorberlo
Ojalá que al tragarlo todo cambie
Hacés de tripas corazón
Forzás una sonrisa, conversás
Hay cosas que no mueren de un día para el otro
Buscás tu alma perdida en un océano de ojos náufragos
Perfumes con extracto de tragedia, espesan el aire del bar
Rozás el pelo de una rubia
Y las manos se te ahogan de nostalgia
Otro trago, y de repente tenés veinte años y ella está ahí
Se ríe
Tus tripas bailan otra vez
Un viento realista y frío te saca de tu sueño
Encendés un cigarro
Y el humo corre a abrazarse con la luna amarilla
que alumbra las esquinas rotas como tu frente
Te late fuerte el pecho
Tu vuelo sobre un mar pegajoso y oscuro
te dejó inquieto y cansado
Mientras
las olas silban desesperanza
«…La respuesta a mis sueños
me tortura los nervios
no me cura ni un cura
no me cura ni Dios…
Y babeo, y babeo, y babeo
Y babeo, ¡Joder qué baboso!
Se acabó el sufrimiento
Se acabó mi martirio
es el fin de mi exilio…
Vaya panda de cerdos, sólo faltaba yo…
Me muero, me muero, me muero…»
Niko Pérez

