Slayer – South of Heaven (1988)

En esta nueva oportunidad reaparecemos con nuestra ya clásica sección: “¡¡¡Ayyy Carlos, pasan los años y mira cómo estás!!!”, y así cumplir con la sublime tarea de evitar perder de vista los clásicos y mantenerlos vigentes para los millennials, siempre tan distraídos entre actualización y actualización vaya a uno saber de qué jueguito “mata zombies” que tanto éxito tiene entre estos sujetos.

De esta forma, recordemos que el día 6 de julio se conmemoró un nuevo año, y ya van 36, de la edición del South Of Heaven como cuarto disco de estudio de los extintos Slayer. Rememorar, siempre es un buen ejercicio, por cuanto mantiene vivo aquello a lo que el paso del tiempo ha venido socavando y a su vez trae una mirada también hacia futuro, dado que en el caso particular de esta banda separada a finales de 2019, puede significar un impulso a que decidan volver, aun así sea para unos pocos conciertos más.

El disco es una obra maestra que se enmarca en la década más prolífica de lanzamientos de Slayer, así como lo fue para el resto de las bandas dentro del estilo thrash. Los 80s fue sin dudas la década para el thrash, donde todos los que osaban interpretar su sonido se lucieron con grandes trabajos que perdurarán por siempre en los tímpanos de audaces escuchas, generación tras generación. Fue así que bandas como Metallica, Megadeth, Anthrax, Testament, Kreator, Exodus, Sodom, Overkill, Destruction o Municipal Waste, entre otras tantas, surgieron, lanzaron discos y giraron con un éxito inusitado, y el cual muy pocas de esas mismas bandas pudieron mantener.

Ese año 1988 fue otro enorme mojón dentro de esa década que mencionamos. Este South Of Heaven fue lanzado como una bomba de estruendo dentro de otros grandes lanzamientos de ese mismo año, dentro de los cuales se destaca a Metallica con su …And Justice For All, Megadeth y su So Far, So Good… So What, Anthrax y State Of Euphoria, o Testament con The New Order. La vara del thrash venía muy alta y sobre todo luego de un 1986 donde, por ejemplo, Metallica edita su Master Of Puppets, y luego nuestro Slayer edita su trabajo más aclamado para muchos, y que para la generalidad de escuchas fue su zenit y obra cúlmine, como fue Reign In Blood. Por lo tanto, ardua tarea tenía Slayer en ese par de años para editar un nuevo y gran disco.

Gran aporte podemos decir que fue dado por Rick Rubin en la producción del disco, quien ya venía trabajando con ellos desde su antecesor. Logró hacer que los californianos sonaran un poco más claros, efectivos y pulidos. Ayudó también en la temática de las canciones, aportando contenido de más llegada a las personas, historias macabras, situaciones dramáticas padecidas por las personas, la falta de empatía, desarraigo y hasta de fe en una sociedad que poco a poco se iba corrompiendo.

El disco se abre con la canción homónima, la que nos ofrece un brutal despliegue de guitarras que suenan al unísono. Un dueto entre el extinto Hanemann y King, lo cual te retrotrae a los primeros años de la banda y su fuerte influencia de Judas Priest. Es el comienzo, también, para una serie de temáticas, de la cual ya adelantamos algunos, pero aquí Araya canta con bronca su parecer respecto a la actual situación del ser humano, desde donde sale el más oscuro sentimiento que llega a expresar.

Acto seguido, nos topamos con “Silent scream”. Es el típico Slayer en su mejor momento, con el intenso golpe del doble bombo de Dave Lombardo, proporcionado en la mayor parte de la canción, que estremece hasta las vísceras. La lírica trata un tema tan duro como los sonidos de la canción, y esto es sobre el aborto. El primer coro dice: «Grito silencioso, enterrando a un niño no deseado, golpeado y desgarrado, sacrificando al no nacido». Al feto se le llama «portador sin nombre».

“Live undead” comienza un poco lento, pero rápidamente aumenta su ritmo antes de terminar en un frenesí de alta velocidad que suena a toda máquina. La letra trata de alguien que ha sido enterrado vivo, y en una actitud especie de zombie, dice: «El deseo de un caníbal guía el fuego que arde en tu cabeza». Da la idea de sobrevivir a costa de su propia carne, el fuego que arde en su cabeza es su lucha con la «cordura», porque no quiere darse un festín consigo mismo.

“Behind the crooked cross” empieza con rasguido de un riff agresivo, tambores retumbantes, líneas de bajo potente y un solo deslumbrante del guitarrista Kerry King en los momentos finales de la canción. La letra es un ataque hacia Hitler y el régimen nazi, donde Araya ofrece una interpretación vocal apasionante que transmite su disgusto e indignación por los horrores perpetrados por los nazis. El título de la canción hace referencia a la esvástica, o cruz torcida, que fue adoptada como símbolo del Partido Nazi.

“Mandatory suicide” es una canción en repudio a la guerra, aunque es sabido el fanatismo que Jeff Hanneman tenía por la memorabilia de los conflictos bélicos (y de ahí que muchos asocian a la banda como fans de la guerra y el nazismo). Aquí describe que la guerra es una locura o un infierno y un suicidio obligatorio. Musicalmente, pareciese que no fuese un tema de la banda, dado que es un rock pesado; sí, pesado, pero con un riff muy rockero y rítmico, de ejecución sin híper velocidad.

“Ghosts of war” es otro tema hipersónico que desde el inicio arranca a mil por hora, hasta que se desacelera aproximadamente a la mitad para generar un serio crujido de la forma tradicional de Slayer. La lírica trata sobre el merecido recuerdo que se debe tener a los muertos en batalla, tanto así como para animarlos a resucitar: “Nadie olvida la guerra, la devastación y hacer que los ilícitos de la guerra paguen a las personas que han asesinado”.

En “Read between the lies” la banda se ocupa en hacer una crítica feroz a los evangelistas, los pastores y sus fieles, los que por un lado son los receptores en nombre de Dios y la salvación del diezmo, mientras que los otros son los esclavos de la manipulación. “En el interior de tu mente podrías creer que dando dinero podrías salvar tu alma, ¿puedes ser tan ingenuo?”. Musicalmente es una canción con otro gran riff muy rítmico que abarca la totalidad del tema, y aunque mantienen toda la potencia de Slayer, no es un tema muy denso de digerir.

«Cleanse the soul» siempre ha sido un tema muy controversial en la vida de la banda, ya que es un tema que sonaba demasiado «feliz» para un corte de Slayer, en términos de King, y cita el álbum como uno de sus álbumes menos favoritos. En este tema, Araya canta en una prosa poética el arte de morir: “La muerte es un arte, la carne y la tierra nunca se separan, un poder de la mente, la muerte brilla en el aire del silencio, un ritual de tiempo interminable”.

“Dissident agressor” es un cover de la canción del disco Sin After Sin, de Judas Priest, la cual trata acerca de una poderosa y visceral exploración de la lucha interna y el caos mental, con duras y violentas imágenes que reflejan una batalla interna intensa. Frases como “Stab! Bawl! Punch! Crawl!” (¡Apuñala! ¡Grita! ¡Golpea! ¡Arrástrate!) sugieren una lucha física y emocional donde el protagonista se enfrenta a fuerzas internas que lo desgarran.

El cierre del disco es con “Spill the blood”. Musicalmente es un tema de guitarras muy limpias y un Araya que ensaya y pone a prueba toda su vocalidad. En cuanto a la lírica, es una narración detallista de una inmersión profunda en temas oscuros y místicos, característicos del estilo de la banda. La letra invita al oyente a un viaje a través del tiempo, explorando tanto el pasado como el futuro; este viaje no es sólo físico, sino también espiritual, donde la eternidad y el alma juegan un papel central. La banda utiliza estas metáforas para explorar temas de poder, inmortalidad y la tentación de lo prohibido, creando una atmósfera inquietante y provocadora que es emblemática de su estilo musical y lírico.

En resumen, South Of Heaven es un álbum complejo, el cual necesita de varias escuchadas, pero de todas formas marca un estilo de sonido iniciado pocos años antes por la banda, donde se prioriza que el producto final esté bien cuidado y, aunque complejo, sea una cátedra instrumental. Aporta al éxito del disco el gran momento por el cual atraviesan los músicos, quienes supieron descifrar de qué iba el estilo por esos años y así lo plasmaron en este registro histórico que perdurará por los siglos de los siglos, ya que esta placa es un mojón fundamental para el estilo thrash/speed metal.

Hay que mencionar la muy necesaria advertencia en cuanto a que si el oyente esperaba un Reign In Blood II, siento decepcionarlos, bueno… no yo… sus músicos. Porque si vienen aferrados a que la banda era hipersónica, ultra veloz y reina del “speed”, les dolerá mucho sentir temas más lentos y laboriosos, pero deben darle el crédito a la banda por probar algo nuevo y no tener miedo de experimentar.

Convengamos que tampoco mucha prensa a favor hicieron parte de los músicos, ya que tanto el guitarrista Kerry King así como el baterista Dave Lombardo manifestaron en diversas entrevistas que se quedaron con ganas de «algo más» después de completar la grabación.

South Of Heaven no fue un estruendo desde que apareció, dado que la primera impresión de los fans fue de sorpresa con los nuevos sonidos. A su vez, la lírica, como dijimos, ya no era un nuevo capítulo del “satanismo” y “ocultismo” de antaño, para pasar ahora a temas variados como mensajes centrados en la antirreligión, los ritos funerarios, los abortos, zombis y demás.

Como se dijo, es algo nuevo tal vez no fácil de digerir, pero no por eso pierde la esencia de Slayer, por lo que si andás sin rumbo, acercate a este álbum y de una vez por todas dale un motivo a tu vida.

Tomás Cámara