Sanata

La idea de que una persona pueda albergar dos identidades ha generado fascinación durante milenios. En el siglo XIX, Sigmund Freud introdujo el concepto alter ego en el imaginario colectivo (a partir de sus estudios sobre los trabajos de hipnotismo realizados por el Dr. Anton Mesmer). En la actualidad, dicho término se utiliza para describir una segunda identidad, diferente a la del día a día.

Cada alter ego es único, con su propia historia de origen, personalidad y carácter. Pueden llegar a controlar nuestros temores e inseguridades, ayudando a mejorar el desempeño, haciéndonos vivir como nuestra versión más auténtica. También libera la fuerza creativa, además de lidiar con el estrés, superando, en muchos casos, experiencias emocionales traumáticas.

Ahora bien, desde 1985, cuando la sanata destronó a las canciones en la programación de las FMs de nuestro país, varios conductores radiales adoptaron un alter ego. En casi todos los casos existió un objetivo común: estupidizar gente. Quizás el sentimiento de culpa los hizo crear un “otro yo” para tal propósito; lo cierto es que no están exentos de responsabilidad. De un tiempo a esta parte, esa misma culpa, además de secuestrar millones de personas (tanto sanas como enfermas), también le adjudicó a la cumbia los ridículos rótulos de “cheta”, “universitaria” o “alternativa” para que miles de jóvenes, de un nivel socioeconómico superior, sacudan el ojete sin remordimiento, eso sí, en un lugar exclusivo.

Es en este contexto donde emerge el alter ego de un afamado comunicador (con mucha culpa) quien, desde su programa radial, creó un decadente espacio bailantero denominado “La Bajada”. De esta manera, logró camuflar el declive cultural de los nativos digitales en el ambiente festivo previo a fin de año. Fiel reflejo de un mundo en el que lo más importante, en su escala de valores, es el entretenimiento. El grave error es pensar que la vida sólo es diversión, también es drama, dolor, misterio y frustración. Cuando el entretenimiento se convierte en el valor supremo terminamos, irremediablemente, en la banalización de la cultura, generando frivolidad e incentivando la proliferación del periodismo prostituido e irresponsable, contratado por medios de comunicación subvencionados, que claudican ante los oscuros intereses de los grupos de poder. Democratizando la incultura junto a la mediocridad, nos deslizamos sobre un tobogán sin fin. Y después tienen el descaro de preguntar: ¿cómo llegan Damas Gratis y la Mona Giménez a encabezar el Cosquín Rock?

Hace unos meses, en la última edición de “La Bajada”, el conductor radial en cuestión, se jactó, con la “ironía” que lo caracteriza, de convocar a 50 mil personas, al tiempo que recordaba los inicios de su alter ego en la explanada de una FM capitalina con vista al mar. No es la naturaleza de esta columna amenazar el libre pensamiento y la inclusión, todo lo contrario. Son los mass media quienes discriminan y atentan contra la libertad de expresión mediante la imposición y el miedo, aniquilando el espíritu crítico. Es de esta manera, cómo desalientan la capacidad de formar un criterio propio, que ayude a la toma de decisiones genuinas y fundadas. El sentimiento de este humilde espacio no es oponerse, en lo más mínimo, a la realización de esta clase de eventos circenses; simplemente sugiero, por respeto a la memoria de los Luca Prodan, Renato Russo y Renzo Teflón, que retiren la palabra Rock del flyer. “El DJ no transpira, he aquí la moraleja: el rock también es mentira”.

Lic. Hugo Gutiérrez