Irrompible

Como si La Bajada y su deplorable DJ no fuera suficiente, ahora también debemos soportar grupos de cumbia encabezando grillas de festivales de rock. Seguramente Sólo Rock sea el único lugar en donde New Model Army no necesite presentación, pero dada la bochornosa situación anteriormente mencionada, permítame desconfiar. De forma errónea, durante cuatro décadas New Model Army ha sido considerada una de esas extrañas bandas «atípicas de metal». Sin bien, no dejan de ser músicos de rock, asumir que la definición termine allí, sería una trágica injusticia debido a la enorme cantidad de matices que manejan en su vasta producción.

Sus raíces están en el post-punk, pero coquetearon con el folk rock, incursionaron en lo alternativo, rozaron el metal e incluso hurgaron en áreas del soul y lo industrial, manteniendo ese eclecticismo hasta nuestros días. En otras palabras, arroje por la ventana cualquier noción de rock clásico y acepte el hecho de que New Model Army es una de esas maravillosas bandas que merecen su propia sección en las bateas.

Su inclinación eterna por la desolación y una visión notablemente introvertida/aislacionista, atrajo tanto a punks como a metaleros, quienes alababan su honesta reflexividad. Siempre han eludido el lado más frívolo de la lírica, sumergiéndose en cuestiones sociopolíticas, explorando desde la insurgencia hasta la religión, pasando por la culpa, el control y la supervivencia, en tiempos en donde parecía descabellado hacerlo. La forma irritante en la que se presentan tiene el poder de identificar a aquellos que navegan en los océanos del malditismo para satisfacer o desahogar dolores similares. De todas formas, señalaría la perseverancia de la banda como un factor puramente underground que genera sumo respeto en la comunidad disidente. Sin duda, tuvieron una serie de oportunidades para llegar al mainstream, pero a diferencia de U2, con quienes compartieron los albores de la escena post-punk, New Model Army mantuvo sus composiciones alejadas de los mundanos fines comerciales.

Una variación estilística separa las diferentes épocas de la banda; aún así, lograron un sonido propio gracias a un elemento central, a saber, la potente voz de Justin Sullivan. Los primeros años, alentados por la juventud, fueron los más crudos, llegando a una versión actual refinada, pues con las implacables consecuencias de la biología, llega la conciencia y la percepción necesarias para inspirar un enfoque creativo más redentor. Mientras que el excelente From Here (2019) optó por subrayar atmósferas delicadas, apropiadas para la reflexión y la soledad nocturna, Unbroken, su última producción, elige reunirse con la energía y la dulce ira de 1980. Puede que no se perciba así desde el principio, ya que “First summer after”, mantiene en su esencia esa “solemnidad nómade” propia de un álbum como Winter (2016), pero a medida que el disco comienza a girar en la bandeja, refleja una imagen bellamente hosca, al zambullirse en el barniz post-punk de la adolescencia de su líder. En este 2024 se embarcarán en una extensa gira (la cual, en junio, los traerá a Sudamérica) y gran parte de este álbum suena muy en vivo, fácil de trasladar al escenario. “I did nothing wrong”, es un texto que alude al reciente escándalo de la Oficina de Correos británica:

“Y ahora miro los números y miro la pantalla.

Miro los números y miro las paredes que se cierran.

Las máquinas no mienten, las máquinas no pueden mentir.

Llegan los hombres de la compañía, trajes de negocios y caras de póquer.

Ofrecí lo que pude, pero estoy bajo sospecha”.

La canción adquiere un buen peso conforme avanza, donde el único solo del disco se tambalea enojado sobre el exuberante coro final. De hecho, New Model Army maneja un patrón en donde el punto crucial de sus temas no llega hasta pasado el minuto y medio. Unbroken no es la excepción. La base rítmica de los oriundos de Bradford, siempre ha sido un sello vital y distintivo del grupo, pero aquí, con la ayuda de una genial mezcla de Tchad Blake, Michael Dean (batería) y Ceri Monger (bajo) realmente se lucen. Un ejemplo es “Reload”, donde su fuerte lado armonioso arrasa, llegando a un territorio casi industrial. “Coming or going” inyecta la virulencia que le faltaba al rock de oficina de MTV. “Do you really want to go there?” suena como un verdadero éxito radial sin serlo, mientras “Deserters” dispara una línea de bajo obscenamente gruesa hasta cerrar el álbum.

Sin embargo, Unbroken no está exento de su cara más folk/sombría. El invernal “Cold wind” flota como un canto fúnebre distante, reforzado por una tenue orquestación. O “If I am still me”, un retumbar marcial con una fantástica línea de bajo, condimentada a discreción por el trasteo tintineante y oscuro de Dean White, sumado a las nubladas voces de Sullivan. A título personal, me considero afortunado de tener una larga historia con esta banda, la cual comenzó en 1987, cuando leí una entrevista a ADN, en el fanzine Claustrofobia, donde Juan Berhau la mencionaba. No siempre estuve al tanto de sus actividades, pero el reencuentro ha sido muy agradable debido a la conectividad perfecta con su nueva propuesta. En realidad, esa podría ser su mayor virtud: la manera en que su música continúa encontrando formas interesantes de describir los interminables desafíos, luchas y preguntas sin respuesta de la vida cotidiana.

New Model Army somos unos pocos, una atracción irracional nos acerca a su discografía, incluido Unbroken, afortunadamente. Y aquí está el truco mágico: no dudaría en recomendar Unbroken a alguien que aún no haya experimentado esta banda. Dada la inmaculada trayectoria de New Model Army en dieciséis esfuerzos de estudio, eso es una prueba de fuego. Le puedo asegurar que ofrece una instantánea ideal de los 45 años ininterrumpidos de New Model Army en 45 minutos, hecho que pone en manifiesto su coherencia artística. Entonces, ¿si usted es un nuevo escucha de la banda y Unbroken no logra convencerlo? Evidentemente, no habrá ningún daño. ¿Pero si lo convence? Bueno, entonces apróntese, pues le espera una aventura épica: se adentrará en el fervor de los ochenta, al menos por un rato. Nada como un poco de aire fresco entre tanto olor a muerto.

Lic. Hugo Gutiérrez